Laborde y Navarro, Angel Biografia
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Válgoma y Finestrat, Dalmiro de la. Barón de Válgoma.: Real Compañía de Guardia Marinas y Colegio Naval. Catálogo de pruebas de Caballeros aspirantes. Instituto Histórico de Marina. Madrid, 1944 a 1956. 7 Tomos. | Válgoma y Finestrat, Dalmiro de la. Barón de Válgoma.: Real Compañía de Guardia Marinas y Colegio Naval. Catálogo de pruebas de Caballeros aspirantes. Instituto Histórico de Marina. Madrid, 1944 a 1956. 7 Tomos. | ||
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Última versión de 11:16 26 jun 2022
Ángel Laborde y Navarro Biografía
Jefe de escuadra de la Real Marina Española.
Cruz de la Real y Distinguida Orden Española de Carlos III, pensionada.
Matemático.
Origenes
Nació el 2 de agosto de 1772 en la ciudad de Cádiz, siendo sus padres don Bernardo Laborde y de Miramón, y doña Josefa Navarro y Arroyave.
Teniendo nueve años fue enviado al colegio de Sorèze en Francia, donde aprendió matemáticas, francés e inglés, saliendo con buena preparación de materias en general.
Hoja de Servicios
Sentó plaza de guardiamarina en la Compañía del Departamento de Cádiz, el 9 de mayo de 1791. Expediente N.º 1.948.
Durante su aprendizaje estuvo navegando por el Mediterráneo y Atlántico, pasando después a la escuadra del general Lángara, quien unido a la británica al mando del almirante Hood, participó en la ocupación y defensa del puerto francés de Tolón, contra las fuerzas convencionales de éste país.
Desembarcó estando a las órdenes del general don Federico Gravina, así como a las directas del capitán de navío Estrada, participando en los combates que se dieron, realizando el mismo cometido al verse obligados a reembarcar, esta vez subordinado al general don Ignacio María de Álava, pasando a tomar parte en los combates por la defensa de Rosas, más en todas las que siguieron a ésta, hasta ser firmada la Paz de Basilea el 22 de julio de 1795.
En éste año pasó destinado al Departamento de Ferrol, al declararse la guerra contra el Reino Unido y como consecuencia de la firma de la paz anterior, fue designado ayudante de la Mayoría de la escuadra, al mando del general don Pedro de Obregón, poco después a la del general don Francisco Melgarejo continuando en su puesto.
En ella realizó un viaje a las islas Canarias, transportando tropas del marqués de Casa Cajigal, desembarcadas regresó la escuadra al arsenal de Ferrol, para realizar una misión igual a la anterior, pero esta vez con las tropas del general O’Farril y con destino a Rochefort, entablando combate en este puerto contra una escuadra británica superior en buques, lo que no evitó ser rechazada por la del general Melgarejo.
Al arribar a Ferrol, se le destinó al de Cádiz para recuperar su salud, pasando destinado al Observatorio de San Fernando, donde se dedicó a la enseñanza de su materia preferida; las matemáticas.
Al producirse el alzamiento nacional contra la invasión francesa el 2 de mayo de 1808, se encontraba en la bahía de Cádiz la escuadra del almirante francés Rosilly, siendo atacada entre los días 9 á 14 de junio y rendida por las fuerzas españolas al mando de Ruiz de Apodaca, Laborde tomó parte en estos combates en los que al claudicar se recogieron: tres mil seiscientos setenta y seis prisioneros; cuatrocientos cuarenta y dos cañones; mil seiscientos cincuenta y un quintales de pólvora; mil cuatrocientos veintinueve fusiles, y mil noventa y seis sables.
En 1809 fue ascendido al grado de teniente de navío.
En 1813 fue ascendido al grado de capitán de fragata, siendo destinado a la dirección del Colegio Militar, habiéndose establecido en la ciudad de Santiago de Compostela, donde permaneció hasta 1817 por ser requerido para el servicio activo en la Armada, dejando sus funciones de magisterio.
Estando en estos servicios de docencia escribió: «Tratado de Geografía matemática.», Santiago, 1814.
En 1817 se le otorgó el mando del navío San Julián, realizando dos viajes redondos a las islas Filipinas, en ellos y por hacer escalas para aprovisionarse visitó diferentes puertos de China, Java, Calcuta y Bombay.
Al regreso de su último tornaviaje arribó al Departamento de Cádiz en 1820, quedando incorporado su navío a la escuadra del general Mourelle, quien debía proteger y transportar a ultramar a las tropas; no se llegó a realizar este viaje a consecuencia de la sublevación del general Riego en el propio año.
Poco más tarde se le otorgó el mando de la fragata Ligera (una de las recién compradas a Rusia) y con ella como insignia una división naval compuesta por su buque, más las fragatas Viva y Aretusa, y los bergantines Hércules y Hiena, siendo destinado a Costa Firme, teniendo como base el apostadero de Puerto Cabello, por haber sido nombrado su comandante.
En su nuevo destino tenía la misión de defender la costa y apoyar con sus fuegos a las fuerzas del ejército combatiente en tierra. La guerra de independencia de los virreinatos españoles estaba alcanzando su máximo apogeo y las operaciones resultaban cada vez más difíciles por la falta de medios para contrarrestar a los enemigos, no siendo solo los mismos insurrectos.
En 1821 con el grado de capitán de navío, tuvo que transportar en sus buques a las familias españolas obligadas a abandonar aquellas tierras, sobre todo en el puerto de La Guaira, donde solo pudo llegar con la fragata Ligera, se encontraba en tan mal estado que al ir sobrecargada comenzó a hacer agua, dio todas las ordenes entre ellas las de pasar varios tortores al casco para reforzarlo, pues no podía tocar tierra en ningún punto por ser la costa enemiga, a su vez fue el primero en ponerse a las bombas de achique, un ejemplo que cundió, por ello aunque exhaustos lograron alcanzar Santiago de Cuba, donde no le dio tiempo a pensar ordenando varar conforme llegaba, solo ordenó lanzar un ancla para frenar algo el impacto, quedó muy cerca de tierra dada a la banda, consiguiendo poner a salvo a todo el equipaje y personas, dos horas más tarde el casco del buque fue deshecho. Por este hecho S. M. le concedió la Cruz de Comendador de la Real Orden Americana de Isabel la Católica.
En la isla de Cuba y en su apostadero de la Habana, se iban reuniendo las pocas fuerzas navales que aún defendían aquellas costas. En 1823 estando en éste apostadero, el general Gastón jefe de él, le entregó el mando de una división naval, compuesta por la fragata Sabina y la corbeta Ceres, con ellas puso rumbo a Costa Firme.
Al llegar la noticia de que una división colombiana de nueve buques, al mando del comodoro Danells estaba bloqueando Puerto Cabello, sin pararse a valorar la muy superior fuerza enemiga, él con sus buques se dirigió al puerto, les acometió con tanta decisión, coraje y fuerza que apreso a las corbetas María Francisca y Zafiro, siendo éste el buque insignia del comodoro; con ésta reacción desconcertó al enemigo y consiguió levantar el bloqueo de Puerto Cabello, donde además pudo reparar sus buques de las averías sufridas en el combate. En reconocimiento por ésta acción, por ser excepcional S. M. le concedió la Cruz de la Real y Distinguida Orden Española de Carlos III, pensionada.
Cuando tuvo sus buques listos para entrar de nuevo en combate se dirigió al golfo de Maracaibo, al llegar al fondeadero de los Tagues, dejó fondeados a los de mayor calado al mando del comandante de la Sabina don José Mª Chacón. Con los más pequeños penetro en la laguna con la intención de batir a las fuerzas sutiles enemigas, amparadas en aquel lugar de poco fondo y de difícil acceso, éste ataque estaba preparado en combinación con otro por tierra, con fuerza al mando del general Morales, éste no pudo llegar a tiempo, por ello Laborde se vio obligado retirarse con algunas pérdidas al fondeadero de partida, al llegarle la noticia de la rendición total de las fuerzas del ejército ordenó a todas sus fuerzas poner rumbo al apostadero de la Habana, donde al arribar fue nombrado su segundo jefe.
Ocupando este cargo en 1824 tuvo que realizar una salida con los buques del apostadero, en persecución de fuerzas enemigas que habían apresado a la corbeta Ceres, realizó dos incursiones para socorrer a los heroicos defensores del fuerte de San Juan de Ulúa, quienes se mantenían en su sitio sin capitular y aún menos rendirse.
El 2 de mayo de 1825 y a pesar de ostentar solamente el grado de capitán de navío, fue nombrado comandante general del Apostadero de la Habana.
Salió una vez más a socorrer a los defensores de San Juan de Ulúa, con una división compuesta por las fragatas Sabina, Casilda y Aretusa, junto a varios transportes, pero un huracán le sorprendió en la Sonda de la Tortuga, perdiendo su mismo buque insignia los tres palos, el resto desperdigados y en mal estado provocando no se pudiera llevar a cabo el apoyo previsto, razón por la que poco después capituló el último baluarte español en Tierra Firme; el castillo de San Juan de Ulúa. Como se ve a lo largo de la historia, siempre los elementos han tenido mucho que ver en ciertas ocasiones.
Fue ascendido a brigadier, confirmándosele en el puesto y siendo reforzadas las fuerzas navales del apostadero, realizó una salida obligado por el aumento de los corsarios en la zona, se formó una división con las fragatas, Lealtad, Iberia, Sabina, Perla, Castilla y la goleta Habanera, participando en diversos combates, siendo tan efectivo el castigo contra diferentes buques de otros tantos nuevos países que, sus graves pérdidas no las pudieron asumir bajando a mínimos su actividad en contra del tráfico comercial español.
Se le envío desde la península el navío Guerrero, con ello sus fuerzas quedaron muy reforzadas, con su división y unido el navío puso rumbo al puerto de Kingston, en Jamaica; amenazando a continuación las plazas disidentes de Santa María y Cartagena de Indias, pero cuando llego ya habían sido conquistadas por Simón Bolívar, por ello su amenaza llegó tarde, o más bien quien lo hizo fue el Guerrero.
El 28 de agosto de 1826 realizó otra salida arbolando su insignia en el navío Guerrero, acompañado de las cinco fragatas y la goleta anteriores, al poco tiempo de embocar el canal encontrándose sobre al abra de Charleston, le alcanzó un huracán equinoccial, por cuyos efectos dispersó los buques, desarboló al navío de sus tres palos, obligándole a regresar con aparejo de fortuna y en ‹bandolas›, arribando a la Habana después de ochenta días de mar, cuando ya el resto de buques lo había realizado, a excepción de la goleta Habanera, por haber sido pérdida total.
Los enemigos siempre dispuestos a aprovechar la flaqueza del contrario, armaron una escuadrilla siéndole entregado el mando al comodoro Poters, un antiguo oficial de los EE. UU., éste amenazó la costa norte de la isla de Cuba.
Pero afortunadamente para las armas de España, el incansable Topete, segundo de Laborde, había reparado los buques y cuando éste llegó a la Habana, pudo realizar una salida para combatir con los disidentes a bordo de la fragata Lealtad y otros buques, persiguiendo al comodoro Poters hasta Cayo Hueso, donde lo bloquearon y lo mantuvieron por espacio de un año, el comodoro se vió en tan mala situación y por tanto tiempo, tratando por todos los medios de no caer en manos de los españoles, pero le era imposible por tener buenas relaciones los Estados Unidos y España, no teniendo otra escapatoria que despedir a las tripulaciones y vender sus buques, siendo transportado por una fragata de guerra norteamericana; así pudo salir de tan mala situación y dirigirse a Veracruz.
Al comprobar la treta del comodoro, Laborde desistió del bloqueo poniendo rumbo a la Habana, desde este apostadero zarpó con las fragatas Lealtad e Iberia y el bergantín-goleta Amalia, a realizar un crucero por el seno mejicano, realizando un canje de prisioneros en Veracruz.
Prosiguió realizando cruceros por las aguas de Tierra Firme y por las islas, llegando a provocar una gran alarma la presencia naval española.
El 1 de junio de 1828 se le dio el mando de una división compuesta por su navío, el Guerrero, la fragata Iberia y el bergantín-goleta Amalia, pasando a cruzar sobre los cabos Corrientes y San Antonio en espera de una flota proveniente de Cádiz con la escolta de la fragata Restauración, a ser divisados se unieron las fuerzas arribando a la Habana entre el 11 y 13 de agosto sin ningún retraso.
En 1829 por orden del capitán general de la isla de Cuba se le encargó a don Ángel Laborde, transportar a un pequeño ejército formado por tres mil quinientos hombres al mando del brigadier don Isidro Barradas para tomar la población de Tampico, para ello se formó una flota de buques arrendados y se añadió la división compuesta por el navío Soberano, las fragatas Lealtad, Restauración, Casilda, el bergantín Cautivo y el bergantín-goleta Amalia.
En el transcurso de la navegación encontrándose entre el bajo Sisal, bajo Nuevo y el Triángulo se levantó de pronto un fuerte temporal, estaba curtido en estos menesteres, habiendo dado la orden a todos los comandantes para el caso de ocurrir algo así, se reunieran todos en un punto, en este caso fue el cabo Rojo, donde fueron llegando todos los buques a excepción de uno con quinientos hombre, dándose por desaparecido, pero sucediendo un acto que describimos a continuación: En el citado temporal la fragata de transporte Binganch de bandera norteamericana arrendada, por la fuerza de los vientos y la mar solo pudo entrar a buen seguro en el puerto de New Orleans, donde al ver a los quinientos hombres que transportaba fueron acuartelados y no los dejaban salir, siéndole notificado a Laborde, al desembarcar al resto del ejército se puso a rumbo con la división al mencionado puerto, al llegar desembarcó y se zanjaron todos los inconvenientes, de forma que los quinientos hombres volvieron a embarcar y como escolta les puso a la fragata Casilda y el bergantín Cautivo, siendo desembarcados en Punta Jerez para unirse al resto en la población de Tampico, pero todo resultaba inútil, porque el brigadier Barradas había capitulado un poco antes.
La expedición arribó a Punta Jerez donde con el apoyo de la artillería de la división pudieron poner al ejército completo en tierra, el avance hasta Veracruz fue progresando con la protección de los buques, consiguiendo ocupar las dos orillas del río Tampico, así como la subida a Tamaulipas, lugar donde el brigadier Barradas estableció su cuartel general y poco después se rindió, las causas no fueron los enemigos si no el clima que le había dejado sin hombres útiles para el combate.
Por contraer nupcias S. M. firmó una promoción general por Real orden del 6 de diciembre de 1829, siendo ascendido al grado de jefe de escuadra. (Obsérvese que prevalecía el humor personal de S. M. a los esfuerzos de sus militares, aunque en este caso más bien lo merecía por estar de sobra demostrados su valía y valor.)
En el mes de mayo de 1830 cruzó con la fragata Restauración y la corbeta Cautiva por aguas de la isla de Santo Domingo, en apoyo de un partido que deseaba la reunificación con España. (Aunque nada se hizo en estos momentos, en el año 1861 se llevo a cabo); se mantuvo en crucero durante ochenta días, los cuales aprovechó para rectificar la situación del bajo de los Alacranes.
Por el cambio de Gobierno producido por la discusión sobre un Codicilo que anulase la Pragmática sanción del año 1830, produciendo una alteración en el orden de sucesión, fue exonerado el Presidente del Consejo de Ministros don Francisco Tadeo de Calomarde, siendo nombrado en su puesto don Francisco de Cea Bermúdez, quien por Real decreto del 1 de octubre de 1832, designó a Laborde Secretario de Estado y del Despacho de Marina.
No obstante, siendo urgente la reunión del gabinete para tratar sobre el tema planteado por el partido carlista y el estado de guerra que se preveía, no pudiendo acudir Laborde por encontrarse en la isla de Cuba, fue relevado del Ministerio, siendo confirmado por la Reina Gobernadora doña María Cristina de Borbón, como Comandante General del apostadero de la Habana, siéndole concedida la Gran Cruz de la Real y Muy Distinguida Orden Española de Carlos III.
Escribió y publicó su obra: «Ejercicio del sable» La Habana, 1832.
Laborde continuó en su destino introduciendo las mejoras que le eran posibles, organizando las matriculas de mar y el reglamento de la navegación y la pesca.
En el mes de septiembre de 1833, al jurar la futura reina doña Isabel II, se le concedió la Gran Cruz de la Real Orden Americana de Isabel la Católica.
Los buques de guerra seguían siendo un modelo apreciándose su esfuerzo, por realizarse en una época en que las circunstancias nacionales no prestaban precisamente el menor cuidado especial hacía la Armada.
No había padecido ninguna enfermedad a lo largo de su vida, a pesar de lo inhóspito de aquellas tierra, pero el 31 de marzo de 1834 se encontró con un mal estar general, los médicos se esforzaron pero todo fue inútil, falleció el 4 de abril siguiente, sobre la una y siete minutos de la madrugada en la Habana, cuando contaba con sesenta y dos años de edad.
Sus merecimientos hicieron que años después se decretara la traslación de sus restos al Panteón, siendo conducidos a España a bordo del vapor Fernando el Católico, quien por razones sanitarias arribó al Ferrol, quedando depositados en la iglesia de San Francisco en septiembre de 1870.
En el mes de octubre de ese año se trasladaron a La Carraca, siendo depositados en una de las capillas del Panteón el 27 del mismo mes.
El 20 de febrero de 1875, listo el sarcófago y previo un oficio de difuntos, se trasladaron al lugar que hoy ocupan, ostentando una inscripción que dice:
Excmo. Señor
D. Ángel Laborde y Navarro
Ilustre Oficial
Enérgico General
Jefe de Escuadra
Reorganizador de la Marina
En el Apostadero de la Habana
Falleció en el año MDCCCXXXIV
A los LXII de su edad.
La Armada guarda con orgullo la memoria de este General, quien se mostró en vida incansable organizador y constituyó un acabado tipo del caballeroso marino español.
Bibliografía:
Cervera y Jácome, Juan. El Panteón de Marinos Ilustres. Ministerio de Marina. Madrid. 1926.
Cervera Pery, José.: El Panteón de Marinos Ilustres, trayectoria histórica, reseña biográfica. Ministerio de Defensa. Madrid, 2004.
Enciclopedia General del Mar. Garriga. 1957. por el contralmirante don Carlos Martínez-Valverde y Martínez.
Enciclopedia Universal Ilustrada. Espasa. Tomo 29. Páginas 94 y 95.
Fernández Duro, Cesáreo: Disquisiciones Náuticas. Tomo III. Madrid. 1996.
Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Est. Tipográfico «Sucesores de Rivadeneyra» 9 tomos. Madrid, 1895—1903.
Fernández Duro, Cesáreo.: Naufragios de la Armada Española. Establecimiento tipográfico de Estrada, Díaz y López. Madrid, 1867.
González de Canales, Fernando. Catálogo de Pinturas del Museo Nava. Tomo II. Madrid. 2000.
Guardia, Ricardo de la. Notas para un Cronicón de la Marina Militar de España. Anales de trece siglos de historia de la marina. El Correo Gallego. 1914.
Paula Pavía, Francisco de.: Galería Biográfica de los Generales de Marina. Imprenta J. López. Madrid, 1873.
Válgoma y Finestrat, Dalmiro de la. Barón de Válgoma.: Real Compañía de Guardia Marinas y Colegio Naval. Catálogo de pruebas de Caballeros aspirantes. Instituto Histórico de Marina. Madrid, 1944 a 1956. 7 Tomos.
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