Gutierrez Galvan de las Bastidas, Rodrigo Biografia
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Biografía de don Rodrigo Galván de las Bastidas
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Orígenes
Vino al mundo en el barrio de Triana de la ciudad de Sevilla, a lo largo del año de 1476 ó 77. Fijamos esta fecha que es aproximada, por un documento notarial del año de 1509 que firmó como consecuencia del pelito sobre Tapia y en él se expresa, que debía de tener entra treinta y dos y treinta y tres años.
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Sabemos que era un hombre de letras, ya que estaba bien situado y como escribano de la ciudad de Sevilla, cargo que en aquella época era necesario tener al menos el bachiller. Pero al saber del descubrimiento de las Indias movió cielo y tierra para poder viajar en el segundo viaje de Cristóbal Colón.
En este segundo viaje se zarpó de la bahía de Cádiz el día veintiséis de septiembre del mismo año de 1493, con una flota de diecisiete buques, de los que cinco eran naos y doce carabelas, después de realizar nuevos descubrimientos en las Indias, regresaron a la Península llegando con la expedición el primer buque construido en las Indias, la carabela Santa Cruz, que al llegar se hizo famosa con el nombre de La India, siendo acompañada por la Santa Clara.
En el año de 1500, se unió a Juan de la Cosa, que ya había sido el piloto de Colón y de la expedición de Alonso de Ojeda, en sus primeros viaje y se les unió Vasco Núñez de Balboa, a éste se añadieron otras diecisiete personas consiguiendo reunir los trescientos ochenta mil maravedíes, que se consideraban necesarios para emprender la expedición, marchó en búsqueda de la itinerante Corte española, consiguiendo firmar el día cuatro de junio del mismo año unas Capitulaciones con los Reyes.
En las que se le prohibía no realizar conquista en tierras ya visitadas por el Almirante, ni penetrar en territorios de la corona de Portugal ni en lo ya descubierto hasta el cabo de la Vela en Coquibacoa. Además debía entregar a la Corona el cuarto de lo descubierto o de los beneficios que se sacaran del viaje. Pero en contrapartida se le nombraría Gobernador de esas nuevas tierras, lo que le acompañaba un sueldo a fijar, los consabidos títulos y una parte de los beneficios que dieran, para ello se le facultaba para fundar poblaciones, establecer colonos en ellas para hacerlas más productivas y libre comercio con la Península, tanto de ida como de vuelta de ganado y semillas, por lo que también se le facultaba para trasladar mano de obra no española, manteniendo siempre el buen trato y ser considerados como súbditos de sus Majestades, y si era posible convertirlos al catolicismo, para lo que en su momento se desplazarían frailes para realizar su trabajo.
Aconsejado por Juan de la Cosa, estuvieron visitando los bajeles que estaban en alquiler, así después de mucho mirar y regatear, consiguieron dos carabelas las San Antón y Santa María de Gracia, más para poder desembarcar mejor en aquellas costas alquilaron también un bergantín. (Es de suponer que esta época se le llamaba así a un tipo de buque que nada tenía que ver con el posteriormente denominado con el mismo nombre, ya que hay autores que dicen eran unas pequeñas carabelas con aparejo latino, lo que no nos dicen es si eran del tipo de la Niña o aún más pequeñas)
Ya con los buques se pasó a contratar a las tripulaciones, posteriormente a aprovisionarlas y por fin hacerse a la mar, que fue en el mes de septiembre del año de 1501. Juan de la Cosa piloto mayor de la expedición puso al rumbo conocido los buques, pues ya este viaje lo había realizado con Amerigo Vespucio, cruzando el océano y arribando a la península de la Guajira directamente al cabo de la Vela.
Hasta este cabo era conocida la costa pues se hallaba muy cerca del lugar llamado Nombre de Dios, a muy pocos kilómetros de donde hoy se encuentra el canal de Panamá y muy posiblemente cerca del golfo de Urabá; continuó bojeando la costa con rumbo al S. al arribar a la zona donde el continente se ensancha, viraron al E. lo que le llevó a descubrir las costas de Riohacha y de Santa Marta, descubrieron la desembocadura de un río y por arribar el día de Santa Magdalena, éste fue el nombre que le puso, continuo bojeando y al estar en la zona que hoy se llama Bocas de Ceniza, estuvo a punto de naufragar la expedición.
Pasado este mal trago gracias a la pericia de la marinería y sus pilotos, arribaron a Galerazamba, donde desembarcaron y con sus buenas formas se ganó la amistad de los indígenas, quienes a cambio le dieron mucho oro, prosiguieron con rumbo a E. y divisaron la bahía después conocida como Cartagena de Indias, donde desembarcaron y fundaron el puerto del Darien, continuaron y avistaron las islas de Barú, La Fuente y Tortuguilla, por tener una vista parecida a la Tortuga, pero mucho más pequeña, siguieron y arribaron a la bahía de Cispatá y poco después al río Sinú, donde encontraron perlas y doblaron el cabo del Tiburón, nombrado así por la gran cantidad que se vieron de ellos, consiguiendo llegar al golfo de Urabá desde donde se veía una pequeña isla, que la bautizo como El Escribano en su honor.
Aquí se notó que los buques no avanzaban igual que anteriormente, por lo que se zambulleron unos hombres y al subir de nuevo a la cubierta, le dijeron que estaban como perforados los cascos, pues tenían unos gusanos pegados a ellos y perforaban la madera, además de formar entre todos una gran resistencia al avance (era la broma), por lo que dio la orden de ponerse a rumbo a la isla de la Española que era la base principal de la zona en aquella primera época.
Se vieron forzados a hacer una recalada en la isla de Jamaica, donde de se les dio a la banda para verificar el verdadero estado de los cascos y se dieron cuenta que aquello sería un milagro si conseguían arribar a la isla en el estado en que se encontraban. Para colmo de desdichas, una vez largaron velas y ya en la mar, se desató un gran temporal que los arrastró a la isla de la Española, yéndose a pique una de la carabelas en el cabo de Canonjía, al pasar el temporal se repararon como pudieron las naves y de la hundida se recuperó casi todo el oro que transportaba, trabajo que les llevó un largo mes.
Pasado este tiempo volvieron a zarpar, pero los vientos contrarios los arrastraron hasta Xaraguá, lugar en el que los cascos ya no soportaron más y se fueron todos a pique, menos mal que a muy poca profundidad, por lo que se volvieron a zambullir y recuperar todo lo que les fue posible, una vez realizado este trabajo se pusieron en camino a Santo Domingo capital de la Española, pero justo estaba en la parte opuesta de ella, por esta razón les costó no poco llegar, pero al fin lo consiguieron.
A su llegada estaba de Gobernador de la isla el enviado por los Reyes para aclarar el tema del comportamiento de Cristóbal Colón y sus hermanos, era don Francisco de Bobadilla, quien al ver lo que traían a hombros sus hombres lo denunció por haber tratado con los indígenas sin la autorización Real (cosa que no era cierta) pero los detuvo y confiscó todos sus bienes, ocurriendo esto en el verano del año de 1502, siendo procesado y declarado culpable, por lo que al final del verano ya estaba haciendo compañía a los hermanos Colón y algunos de sus hombres, al ser informados los Reyes, ordenaron el regreso de todos a la Península, poniéndose en camino arribando a la bahía de Cádiz en septiembre del mismo año.
Se personaron ante los Monarcas, cuestión nada fácil por lo itinerante que era, ya que fue mediado el año de 1503 cuando pudieron presentarse ante ellos, Bastidas contó todo lo sucedido y que había sido encadenado sin razón ni motivo, ya que de lo perdido en la tormenta había resultado el beneficio la mitad de lo que realmente hubiera traído, ya que también había que pagar los buques enteros y no solo su alquiler por haberse perdido, así se ajustaron las cuentas y se le pagó a la corona el cuarto del privilegio acordado, con lo que los Reyes Católicos le perdonaron y no solo eso, sino que al haber descubierto y añadido a la corona las tierras de Urabá y Cenú, se le pagaría de por vida una renta que fuera igual al cuarto de lo que se extrajera de aquellas tierras y llegara a la Casa de Contratación, en justa compensación a sus gastos anteriores y el riesgo de su vida, dando por bueno lo firmado en las Capitulaciones.
Al terminar el pleito a su satisfacción, decidió regresar a Santo Domingo, donde al parecer se estableció como comerciante y desempeñando cargos de su trabajo de Escribano, en su cabeza seguía bullendo el continuar con los descubrimientos y así cumplir las Capitulaciones, pero al parece nada pudo hacer porque no se tienen noticias, hasta que se embarcó de nuevo con rumbo a la Península y es cuando volvemos a saber de él, por lo que se le pierde nada menos que veintiún años.
Se entrevistó con el nuevo Rey don Carlos I, quien después de oírle y comprobar la veracidad de los documentos firmados con los sellos reales de sus abuelos, decidió firmar otra Capitulación la cual está fechada el día seis de noviembre del año de 1524, por la que se le autoriza a volver a la tierra por él descubierta, fijándose el lugar para esa nueva fundación entre el cabo de la Vela y las Bocas de Ceniza o del río Magdalena, territorio que equivalía a unos ochenta kilómetros de frente de costa, sin límite en su profundidad. Y para comenzar la población de la zona debía llevarse como máximo a cincuenta personas, a ser posible algunos matrimonios.
Con el documento bien guardado regresó a Santo Domingo, donde comunicó a sus amigos don Pedro Villafuerte, el contador Real don Juan de Ledesma, maestre de campo don Rodrigo Álvarez Palomino, los capitanes: don Antonio Díez de Cardoso y don Juan Martín, con los que consiguió alquilar cuatro naves, dotándolas con quinientos hombres del ejército y tripulación, fueron cargadas con simientes más los cincuenta colonos, que entre todos habían de casi todos los oficios, cuando todo estuvo a punto desplegaron velas y se puso rumbo a la actual costa de Colombia que se le había marcado, localizando en su bojeo la bahía de Santa Marta, que fue el lugar escogido para fundar la ciudad con el mismo nombre, por tener un río que desemboca en ella y al que puso por nombre Manzanares.
Así que fondearon lo más cerca posible y con las barcas fueron desembarcando, dando la primera orden de construir una fortaleza y antes de que empezaran a trabajar, añadió a todos que no soportaría un mal trato a los indígenas, después de esto se comenzó a levantar la empalizada, con ello se daba el primer paso para fundar la primera ciudad en el actual país de Colombia y que aún existe, una vez terminada la fortaleza se decidió el darla por fundada, siendo el día veintinueve de julio del de 1526, dejando una pequeña guarnición se dedicó a explorar el territorio, por lo que conoció a las tribus de los tagangas, doosinos y gairas, que habitaban las tierras de Bonda y Bondigua, teniendo tan buen trato con todos los indígenas, que fue una gran muestra de humanidad con todos ellos y como agradecimiento le regalaron una gran cantidad de oro.
Aunque alguien piense que era fácil, el trabajo era muy duro y a veces no recompensado, por lo que como siempre había descontentos entre las tropas, principalmente por haberse negado Bastidas a repartir el botín conseguido en la lucha contra los bondas, temiéndose que ya ricos le abandonaran. Así su gobierno que era bondadoso y suave con los indígenas, a los que había dado la orden de no hacerles trabajar en contra de su voluntad, esta actitud le estaba dando unos buenos beneficios.
Pero los que tenían que realizar los trabajos eran los españoles y eso no les gustaba tanto, a lo que se juntó una epidemia de disentería que afecto a muchos y estos desconformes consiguieron convencer a Pedro de Villafuerte, quien en connivencia con los que le apoyaban, penetraron una noche en el bohío que habitaba Bastidas y lo apuñalaron en el pecho por tres veces, no consiguieron rematarlo por haber entrado en ese instante su segundo Rodrigo Álvarez Palomino, que los apresó a todos e intentó aliviar al herido, que eran evidentes la gravedad de sus heridas.
Viéndose en tan mal estado quiso regresar a Santo Domingo, pero nombró a su sucesor a Rodrigo Álvarez Palomino [1], quien al verse al mando lo primero que hizo fue darles grilletes a los que le habían herido y recomendar a Bastidas que con los cuidados de los indígenas podía mejorar algo, así que se quedó un tiempo y cuando se encontró un poco mejor, embarcó con rumbo a Santo Domingo, pero los vientos contrarios obligaron a arribar a Santiago de Cuba, donde fue recibido por el gobernador don Gonzalo de Guzmán, quien lo alojó en su casa y se le dieron todos los remedios conocidos, pero no se le pudo salvar.
Era el día veintiocho de julio del año del Señor de 1527, cuando sucedió el óbito, causado por la infección de las heridas causadas en la agresión sin sentido y doce días después de haber zarpado de San Marta.
La ciudad por él fundada siguió prosperar, pero su segundo Álvarez Palomino al tener medios envío a los asesinos y conjurados a la isla La Española (Santo Domingo) donde fueron juzgados y ajusticiados.
Fueron desembarcados sus restos y sepultados en una iglesia de la misma ciudad, donde permanecieron algunos años, hasta que su hijo Rodrigo, que por la experiencia sufrida por su padre eligió dedicarse a la iglesia fue nombrado deán de la catedral de La Española, consiguiendo fueran trasladadas sus cenizas y sepultadas ante el altar mayor, debajo de una losa que hace de grada al mismo.
Lugar en el permanecieron hasta mediados del siglo XX, ya que fueron reclamadas por el Gobierno de Santa Marta y con la autorización del español fueron trasladadas, ya que sabiendo su paradero en agradecimiento querían que reposaran en la ciudad que había fundado, encontrándose actualmente en la parte delantera de la Catedral de Santa Marta, la ciudad que es una de las primeras fundadas en el continente.
Notas
- ↑ Según autores, no fue en realidad los vientos contrarios, si no que el propio Palomino se debió de poner de acuerdo con el piloto para que no llegara a La Española (Santo Domingo) para así quedarse con el mando de Gobernador, por eso poco después también envío a los que habían atacado a Bastidas, por lo que prácticamente se quedó solo y sin enemigos ni entrometidos.
Bibliografía:
Casas, Fray Bartolomé de las.: Historia de las Indias. Biblioteca de Autores Españoles. Ediciones Atlas. Madrid, 1957.
Enciclopedia General del Mar. Garriga. 1968. Compilada por el contralmirante don Carlos Martínez-Valverde y Martínez.
Enciclopedia Universal Ilustrada. Espasa. Tomo 6. 1909, páginas, 744.
Fernández Álvarez, Manuel.: Corpus Documental de Carlos V. Espasa. Madrid, 2003.
Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española, desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Museo Naval. Madrid, 1973.
Monleón Torres, Rafael.: Construcciones Navales. Lunwerg Editores y Museo Naval. Madrid, 1989. Primer facsímil de la obra manuscrita y única, realizada entre los años de 1889 a 1891.
Pereyra, Carlos.: Historia de la América Española. ED. Saturnino Calleja. Madrid, 1924.
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