Leon y Guzman, Francisco de Biografia
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Orígenes
Vino al mundo en el Peñón de Gibraltar, a lo largo del año de 1700. Siendo sus padre don Diego de León, capitán de mar y guerra, y de su esposa, doña Juana de Arenas y Guzmán. Y muy posiblemente el último de los marinos nacidos en el Peñón cuando aún era español.
Hoja de Servicios
Ingresó el día nueve de abril del año de 1717 en la Compañía de Guardiamarinas del Departamento de Cádiz, a los dieciséis años de edad. Expediente N.º 64 siendo uno de los primeros en sentar plaza en la nueva Compañía.
Al aprobar sus exámenes se le ascendió a alférez de fragata en el año de 1726, pasando a embarcar en diferentes buques siempre en la misión de corso, la mejor escuela de mar, por sus largas permanencias en ella y los combates que nunca faltaban.
Por sus demostradas buenas dotes, al año siguiente de 1727 se le ascendió al grado de alférez de navío, siguiendo las mismas comisiones navegando con diferentes buques, y ya en este caso con salidas al Atlántico, pero siempre en misión de corso. Era un problema constante que obligaba a un desgaste de hombres y materiales muy importantes.
Cuatro años más tarde en el de 1731, se confirmaba su buen hacer siendo ascendido al grado de teniente de fragata, al mando de una goleta hizo un par de viajes de correo a Tierra Firme, siendo tan rápidos y eficaces, que llamó la atención de sus jefes, quienes lo recomendaron para un ascenso, teniendo a bien S. M. ascenderlo al grado de teniente de fragata en el mismo año.
Con este grado primero estuvo de segundo de una fragata, también realizando viajes a Tierra Firma, Veracruz y la Habana, luego pasó al Mediterráneo volviendo a su antiguo trabajo de corso, a mando de un bergantín entablando dos combates con los berberiscos, pasando posteriormente a realizar otros viajes a las Indias, sobre todo como aviso de las Flotas, donde desempeñó un gran trabajo.
Se le ascendió al grado de capitán de fragata en el año de 1740, pasando como segundo del navío Princesa del porte de 64 cañones, estando mando de don Pablo Agustín de Aguirre, siendo incorporado a la escuadra del general don José Pizarro, con rumbo al cabo de Hornos en persecución de la del almirante Rodney, que pensaba atacar por el istmo de Panamá, mientras que Vernon lo hacía sobre Cartagena de Indias.
El buque no estaba en muy buenas condiciones, tanto, que a unas doscientas millas de distancia de Ferrol de donde había zarpado la escuadra, se vio obligado a comunicar a su jefe que no le era posible seguir, pues se estaba inundando el navío por momentos, le se recomendó que no regresara por el mismo rumbo y que lo variara constantemente, para evitar encontrase con las diferentes divisiones británicas, lo que cumplió a la perfección, consiguiendo llegar a unas treinta millas de Ferrol, a pesar de haber sufrido un temporal, en el cual por sus efectos, había sido arrancado mastelero del palo mayor y tirado a la mar, el mismo palo a su vez partido por su centro, lo que había deshecho la jarcia y por su causa, aflojado todos los cables del resto del buque impidiéndole maniobrar si no era casi siempre a favor del viento, para evitar machetazos en la mar que lo terminaran de desarbolar, encontrándose en muy malas condiciones para entablar combate, estando en esta desfavorable situación e intentando reparar algo la arboladura fue descubierto por una de estas divisiones.
Era la compuesta por los navíos británicos Oxford, al mando del capitán Fitirs, Kent, al del capitán Durrs y Lenox, al del capitán Maine, siendo todos ellos del porte de 70 cañones y el día diecinueve de abril, cuando sobre las seis de la mañana le dio alcance el primero de sus enemigos, dando comienzo a los pocos minutos el combate, éste se llevó la peor parte dado que en poco tiempo y al no estar doblado el español lo desarboló por completo a su enemigo, al ir a separarse éste llegó el segundo, quien aguantó más hasta la llegada del tercero, pero el anterior al ver que éste se incorporaba se alejó del fuego, pues ya estaba en muy malas condiciones, solo la llegada del último obligó al Princesa después de un intercambio de fuego a rendirse, pero no por ganas del comandante ni de la dotación en total, siendo la única razón y muy poderosa la que se impuso, porque sencillamente se habían quedado sin pólvora y contados proyectiles, teniendo lugar sobre las veintidós horas. Las bajas fueron de setenta muertos, entre ellos el teniente de navío don Pedro Novela de los Cameros, más ochenta heridos entre ellos su comandante.
Llegó la división a Portmouth el día nueve de mayo (veinte días para llegar, lo que dice y no poco del estado de los buques), al saber y ver el estado de los británicos y como había resistido el Princesa, se lanzaron sobre él para averiguar cómo era posible su aguante, el buque era del «sistema español» de Gaztañeta, Permaneció preso como el resto de compañeros hasta que terminó la guerra, siendo canjeados en 1743.
A su regreso se le dio el mando de otra fragata prosiguiendo en los tornaviajes a América, permaneciendo en ellos hasta el año de 1747, en el que por Real orden se le ascendió al grado de capitán de navío, siéndole entregado al poco tiempo el mando de uno de ellos, con el que formó parte de distintas escuadras tanto en el Mediterráneo como los viajes a América.
El día diez de agosto del año de 1759 falleció el Rey don Fernando VI, la Reina madre Regente del Reino, ordenó que una escuadra fuera a Nápoles para traer al nuevo Rey don Carlos III a España, se formó una expedición al mando del general don Juan José Navarro de Viana marqués de la Victoria, con una escuadra de diecisiete navíos, cuatro fragatas, seis jabeques, dos tartanas y ocho barcas. La cual estaba a su vez compuesta por tres divisiones, la del mando del general don Juan José Navarro con insignia de teniente general en el navío Fénix, de 80 cañones, buque en el que iban los tres capitanes de navío designados entre ellos don Francisco Javier de Winthuysse y Tisyo, y don Francisco de León y Guzmán como Guardia de Honor del Rey; la del mando del teniente general don Pedro Fitz-James Stuart, con insignia en el navío Galicia, de 70 y Triunfante, de 70, con la insignia del teniente general don Andrés Reggio.
La escuadra estaba compuesta por los navíos: Fénix, de 80 cañones, al mando don Gutierre de Hevia, e insignia de del Gobernador don Juan José Navarro, marqués de la Victoria; Triunfante, de 70, al mando de don Juan de Lángara e insignia del teniente general don Andrés Reggio; Princesa, de 70, al mando de don Francisco M. Espínola e insignia del jefe de escuadra, don Alonso de la Rosa Labassor, conde de Vegaflorida; Firme, de 70, al mando de don José de Rojas; Conquistador, de 70, al mando de don Juan de Soto; Dichoso, de 70, al mando de don Manuel de Guirior; San Felipe, de 70, al mando de don Francisco Garganta; Glorioso, de 70, al mando de don Juan Ingnacio Salaverría; Monarca, de 70, al mando de don Joaquín Gutiérrez; Vencedor, de 70, al mando de don Antonio Valcárcel y Guerrero, de 70, al mando de don Bernabé Urcullu; con las fragatas: Venus, de 26, al mando de don José de Somaglia y Palas, de 26, al mando de don Martín Lastarria, con las tartanas: Santi Espíritus y Santa Bárbara.
Arribaron a Nápoles y fondearon, dando comienzo el trabajo de cargar en los diferentes buques los baúles de la Casa Real, por último embarcó don Carlos y la reina doña María Amalia de Sajonia, con Sus Altezas Reales, el príncipe don Carlos y los infantes don Gabriel, doña María Josefa y doña María Luisa en el navío de don Juan José Navarro, mientras que Sus Altezas Reales don Antonio y don Francisco Javier, lo hicieron en el insignia de don Andrés Reggio.
Estando la primera escuadra fondeada en el puerto de Nápoles, arribó y se incorporó a ella, la formada por los navíos: Galicia, de 70, al mando de don Juan Antonio de la Colina e insignia del teniente general don Pedro Stuard; Terrible, de 70, al mando de don Juan Ignacio Ponce e insignia del jefe de escuadra don Carlos Reggio; San Felipe, de 64 al mando de don Tomás Vicuña e insignia del jefe de escuadra don Pascual Borrás; Atlante, de 70, al mando de don Francisco J. Tilly; Soberano, de 70, al mando de don Isidoro del Postigo y San Carlos, de 60, al mando de don Domingo Pescara; las fragatas: Santa Amalia, de 30, al mando de don Esteban de San Martín y Concepción, de 30, al mando de don Antonio Quijano Cárdenas; los jabeques: San Jenaro, de 20, al mando de don José Martínez; San Pascual, de 20, al mando de don Juan del Camino; San Antonio, de 20, al mando de don Javier Farias; San Fernando, de 20, al mando de don Caetano Carraba; San Gabriel, de 20, al mando de don Juan Danero y San Luis, de 20, al mando de don Ignacio Piano, más ocho barcas con el equipaje de la Real Familia. Toda la escuadra zarpó junta a excepción del navío Firme, que se quedó en el puerto para indicar que Nápoles seguía siendo España.
Al siguiente día siete de octubre del año de 1759, que era domingo con un esplendido Sol mar en calma al igual que el viento, se fue realizando una navegación muy placentera, como si el Dios Eolo no quisiera molestar a la Real Familia, durante el viaje S. M. salía a pasear por el alcázar manteniendo conversaciones con todos, incluidos los contramaestres y algunos marineros, en una de ellas lo hizo con León, ésta trataba sobre los aduladores que suelen buscar el refugio de la persona del Rey y por lo tanto vivir incluso en los palacios, a lo que « dichole el Rey que en el suyo no tendrían cabida, pues había veintiséis años que estaba aprendiendo a reinar y no los había dado entrada », insistió León y tanto quiso apurar la conversación profundizando en la materia, que le dijo: « que sin que S. M. lo conociese sabrían disfrazar la adulación » a lo que el Rey le replicó: « Y también sabré yo ponerles la cabeza a los pies »
A pesar de ser un placentero viaje comenzó por marearse la Camarera mayor de la Reina, duquesa de Castropiñano y poco a poco el resto de damas, lo curioso del caso es que la Reina aguantó mucho más, pero cuando le cogió a ella ya no había nadie de su Real servicio que le pudiera auxiliar, por lo que exclamó: « questo movimiento de la barca me face un imbroglio di ventre », pero no quedó ahí la cosa, sino que incluso los Guardias de Corps de la escolta Real fueron cayendo todos, eso sí, bajo la mirada disimulada de los Guardiamarinas pues apenas podían controlar las risas, así todos rindieron el tributo del novato al Dios Neptuno. Nadie pudo levantar cabeza hasta fondear en el puerto de la ciudad Condal el día dieciséis del mismo mes, desembarcada la familia Real y sus enseres la escuadra se hizo a la vela regresando a Cartagena el día dos de noviembre.
En este viaje se puso en práctica el código de señales ideado por el marqués de la Victoria y que en el año de 1736 copió el vizconde de Morogues para la armada francesa, a pesar de ello se encontró con duras críticas impidiéndole hasta el momento ser aprobado en la española, pese a las favorables opiniones de don Jorge Juan y don Antonio de Ulloa que informaron sobre el caso, don Carlos III ordenó que a partir de ese momento fuera de obligado cumplimiento la utilización del código de señales por banderas creado por el marqués de la Victoria.
El Rey pasado un tiempo tuvo a bien otorgar una promoción a todos los que habían participado en su grato regreso a la Península, por ello a León le otorgó el ascenso al grado de jefe de escuadra en el año de 1760. (Todavía no existía el grado intermedio de Brigadier, creado por Real orden del día 23 de diciembre del año 1773, por esta razón se pasaba directamente de capitán de navío a jefe de escuadra.)
Por Real orden del día 20 de septiembre del año de 1762, se le nombró gobernador de Sanlúcar de Barrameda.
Falleció en este mismo año de 1762, ocupando su puesto.
Bibliografía:
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