Lauria, Roger de Biografia

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Biografía de don Roger de Lauria


Óleo representando a don Roger de Lauria
Roger de Lauría
Cortesía del Museo Naval de Madrid



VI Almirante del Reino de Aragón.


Orígenes

Nació según fuentes alrededor de 1250, tantas o más dudas hay sobre su procedencia, según unos en Scala o Calabria, según otros en Loria o Lauria, perteneciente entonces al reino de Nápoles.

Era su padre el señor de Lauria, quien cayó muerto al servicio del rey de Sicilia, don Manfredo en la batalla de Benevento combatiendo contra Carlos de Anjou.

Su madre doña Bella, fue la que lo trajo al reino de Aragón, pues era el ama de leche, por lo tanto dama de la que sería reina doña Constanza, al venir para contraer matrimonio con el rey don Pedro III el “Grande” y I del reino de Valencia, acompañó a su señora.

Hoja de Servicios

Por su ascendencia fue nombrado paje de la Reina, quedando por este hecho vinculado a la nobleza del reino de Aragón, de por vida.

Fue armado caballero muy joven.

Ya en el año de 1272, según Zurita en sus Anales dice: «que don Jaime I de Aragón hizo merced de unas alquerías del reino de Valencia a un joven doncel, desconocido hasta entonces, llamado Roger de Lauria, hijo de un caballero calabrés»

Fue designado como jefe de la flota del reino de Aragón, en el mes de enero del año de 1283, al producirse un hecho poco habitual; era el jefe de la flota el hijo natural del Rey, don Jaime Pérez, que por su carácter poco comedido, cometió el error de desobedecer a su padre: dice Zurita al respecto «…éste se indigno tanto, que estuvo a punto de mandarle cortar la cabeza y entonces le quito el Almirantazgo»

«Nombramiento de Almirante del reino de Aragón y Sicilia expedido por el Rey don Pedro III Aragón el día veinte de abril de 1283 á favor de Rogerio de Lauria, mandando á todos los dependientes de las Armadas de Aragón y Sicilia que obedezcan y respeten por tal Almirante al expresado Lauria, á quien le concede el Rey jurisdicción civil y criminal y todo lo demás perteneciente á la dicha dignidad según la han obtenido sus predecesores»

Roger, fue elegido « por su probidad, prudencia y amor a los intereses de la Corona », añadiendo «…el rey llamó al noble Roger de Lauria, que había educado y haciéndole arrodillar delante de él, le dijo: Roger, doña Bella, vuestra madre, ha servido bien a la reina, nuestra esposa y vos os habéis educado dentro de la corte junto con Nos y nos habéis servido bien; y así os damos, con la gracia de Dios, la insignia del almirantazgo, etc.» dice así en su nombramiento.

Al ser nombrado Almirante por el rey Pedro III “El Grande”, éste le encarga en el año de 1283, permanecer junto a los infantes don Jaime, don Federico y doña Violante y a la reina Costanza, en el reino de Sicilia, que había sido recuperado después de las trágicas «vísperas sicilianas», en el año de 1282

El día ocho de junio del año de 1283, sostuvo el primer combate naval; contaba su escuadra de dieciocho galeras, estando en las aguas de la isla de Malta, enfrentándose a una escuadra de veinte galeras provenzales, al mando de Guillaume Cornu, éste era un almirante de gran valor e intrepidez, que en esta ocasión estaba defendiendo los intereses de los franceses, que estaban sitiados por los aragoneses, combatiendo por la ciudadela y habían acudido en su apoyo.

Las galeras provenzales estaban en el interior del puerto, por lo que Lauria podía haber entrado y combatirlas por sorpresa por la noche, pero su valor le impidió hacerlo, espero a que se hiciese de día, enviando a un emisario que les dio a escoger; si rendirse o combatir.

El Almirante provenzal aceptó el desafío, se hizo a la vela y acometió con gran valentía, dirigiéndose directamente a la capitana de Roger a la que abordó por la proa, a este acto de valor los dos jefes reaccionaron igual, se fueron abriendo paso entre los combatientes hasta llegar al enfrentamiento personal, entonces sucedió que una azcona atravesó el pie a Roger, dejándolo clavado a la cubierta y una piedra le dio un golpe en la cabeza a Corfu, al cual por el efecto inesperado del golpe se le cayó el hacha que blandía en la mano, Lauria reaccionó con gran entereza y velocidad, se agachó y dio un fuerte tirón a la azcona ésta se desprendió de la cubierta y de su pie, se la dispuso para el lanzamiento, que efectuó, con el resultado de que Corfu quedó atravesado de parte a parte, de esta forma se dio por terminado el combate.

Lo que propició que los provenzales, al ver caer a su Almirante perdieran empuje y que los aragoneses, pudieran pasar a la galera capitana enemiga conquistándola.

Al ser izado el pabellón de Aragón en la almiranta provenzal viéndola todos los contendientes, acción premeditada que desmoralizó a los enemigos y envalentonó a los aragoneses, por lo que la reacción no se hizo esperar, ya que a fuerza de remo los vencidos intentaron ponerse a saldo en una franca huída siendo dirigidos por Bartolomé Buy.

Pero Roger no se dio por contento, viendo que podía aumentar su victoria, ya que el enfrentamiento había conseguido rendir a diez galeras enemigas, se fue contra diez que protegían la ciudadela a las que también rindió; a continuación ordenó el desembarco de su gente, apoderándose del castillo, consiguiendo el dominio de las islas de Malta, Gozo y Lípari, conquistando Capri e Ischia que pertenecían al reino de Nápoles, logrando que quedaran en su poder.

Después de este éxito se dirigió a Messina, en el trayecto todos los que no eran de posible rescate, fueron pasados a cuchillo, para evitar el que la Reina los dejara en libertad, así es como comenzó la leyenda de tan brillante almirante a verse enturbiada, pero no disminuía el terror que acababa de comenzar, sobretodo para sus enemigos.

Regresó a la isla de Sicilia, donde al poco tiempo, después de recuperarse de su herida, formo una pequeña división con cuatro galeras, lanzándose a batir a todo enemigo que encontrara en las costas de Calabria y para que quedara constancia de su paso, llevo a cabo numerosos desembarcos, en los que taló mieses e incendió los pueblos cercanos a ésta, dejando con ello su sello de terror.

Roger, que no se le puede negar valor audacia y pericia, dicen que tenía suerte, pero ésta hay que buscarla, llegado el momento que por su fama de sanguinario, muchos de sus enemigos no se atrevían a enfrentársele, pues era pavor el pensar caer en sus manos.

Estando en el golfo de Nápoles, se apresó a una galera de pabellón angevino, la cual llevaba un mensaje del Rey, para su hijo Carlos de Anjou, que se encontraba en Marsella, preparando una expedición para combatir a Lauria; en el documento avisaba de que «No se enfrentase a Roger, si no estaba seguro de tener al menos una flota muy superior»

Pero abusando de su buena estrella, Lauria, en vez de dirigirse a las costas de Provenza y atacar a la flota, antes de que ésta estuviera preparada para combatirle, espero.

Cuando pensó que ya estarían preparados, se dirigió a Nápoles y atacó, corría el año de 1284, pero sólo en acción desafiante, para obligar a que la flota enemiga se hiciese a la vela y salieses del puerto.

El Rey no estaba en esos días en la plaza, pero si lo estaba su hijo, el príncipe de Salermo, al que se le llamaba Carlos el Cojo o el Goloso, quien mandó embarcar a la flor y nata de sus hombres, entre ellos grandes barones y caballeros franceses, se hizo a la vela con una flota de sesenta galeras y se enfrentó a Lauria y sus hombres.

Éste utilizó una táctica ya vieja en tierra, pero desconocida el la mar; simuló la huida, con lo que los franceses, comenzaron a burlarse, además les enseñaban cadenas y cabos, como señalándoles el destino que les esperaba.

Pero de pronto se avistaron las cuarenta y una galeras de Lauria y en una maniobra de gran pericia, embistieron a las francesas acogiéndolas de través, por lo que muchas se fueron a pique sin tan siquiera combatir, con lo que se consiguió una ventaja inicial muy importante, que pronto se confirmó, por la superioridad en el combate de los aragoneses, pues no había punto de comparación, con los bien entrenados hombres de Lauria, pues los franceses en esa época, eran desconocedores de las estratagemas del combate en la mar.

Algunas de las galeras de Anjou, pudieron escapar en dirección a Nápoles, siendo dirigidas en su huida por el almirante genovés Enrique de Mar.

Los hombres de Lauria, al ver la intención de escapar, se pusieron en su persecución a remo forzado, en el que incluso ayudaban los infantes, logrando al fin dar alcance a algunas de ellas a las que apresaron, siendo otras diez.

No obstante en la galera Real francesa se combatía muy duramente, pero la argucia de Lauria no tenía fin, ordeno que algunos hombres se echasen a la mar y la barrenaran, lo que al ver que su buque se hundía y temeroso por su vida decidió rendirse.

Lauria en un gesto inusual en él, le extendió la mano en señal de amistad y para ayudarle a abordar su galera capitana.

En éste día veintitrés de junio del año de 1284 (de la era anterior o calendario Juliano), la victoria de Lauria se tradujo en que de las sesenta galeras del príncipe de Anjou, veintitrés fueron hundidas o quemadas, más dieciséis apresadas, calculándose en unos siete u ocho mil los prisioneros.

Lauria, con su flota y a remolque las enemigas y arrastrando los estandartes y banderas, por el agua se dirigió a Nápoles, cuando sus habitantes vieron el espectáculo, casi se produce un levantamiento general a favor de los de Aragón.

Llegado a las aguas frente a la isla de Capri, ordenó cortarles la cabeza a dos caballeros, de los hechos prisioneros, pero no por ello, sino que a su vez eran desertores del bando de los de Aragón.

Realizó un asombrosa acción, pero como siempre llevado de su genio; tenía en sus manos al príncipe de Salerno, tanto a éste como a sus hermanos los colmó de atenciones, pero pidió al primero, la libertad de la infante Beatriz, que era hermana de la reina Constanza, la cual estaba presa por orden del rey Manfredo, desde la muerte del su padre el Rey, lo cual consiguió; otra victoria sin derramamiento de sangre.

De nuevo se hizo a la mar en campaña, habiendo sido reforzada su flota, de veinte galeras, con otras catorce que el rey Pedro III, le enviaba al mando de Ramón Marquet, con esta unión se dedico de nuevo a castigar las costas de Calabria.

Carlos de Anjou, regreso a Gaeta con su flota, al poco de la derrota de su hijo.

Lauria, avistó a los franceses cerca de cabo Pallerin, pero como estos no dieran señales de querer emprender un combate, saltó a tierra siendo ya de noche y saqueó la bien guarnecida plaza fuerte de Nicótera, pero lo realizó con tal rapidez que al amanecer, esta ya a bordo de su nave.

Prosiguió en sus conquistas, llevo a cabo el saqueo de Castevetro y conquistó Castrovilari, más otras plazas de la Basilicata, viendo que las posesiones del Rey de Aragón iban ensanchándose, mandó llamar a Sicilia a una persona para que, realizara las labores de Gobernador de los nuevos territorios.

No contento con tanta victoria, se dirigió al norte de África, y a mediados del mes de septiembre del año de 1284 conquistó los Gelves, de donde sacó un cuantioso botín y donde mandó construir una fortaleza, en la dejó a una parte de sus soldados como guarnición. A continuación puso rumbo a Tarento la cual también conquistó.

Tuvo que abandonar la racha de victorias, porque el Rey le llamó, pero que lo realizara con gran secreto, para que sus enemigos no se enteraran. A su llegada, fue recibido por el Rey en audiencia privada, éste le ordenó que se hiciese a la mar en busca de la flota francesa.

Se encontraban las galeras francesas en San Pol, cuando avistaron a diez aragonesas, contra las que se lanzaron veinticuatro, al mando del almirante Enrique de Mar, que a su vez estaba amenazado con la horca, sino volvía con los almirantes Marquet y Mallol, los cuales no hacía mucho, habían conseguido una victoria en las aguas de San Feliu de Guíxols sobre unas galeras francesas.

Pero hay quien nace con estrella y quien lo hace estrellado, cuando las de Enrique del Mar se avistaron con las de Marquet, coincidió que al mismo tiempo aparecían las de Lauria, que con su buena estrella, llegaba en el momento oportuno.

En la oscuridad de la noche se produjo gran confusión, pero la astucia otra vez de Lauria afloró, ordenó a un esquife, para que pasara la orden, de que todas las galeras de Aragón, colocasen una luz en la gata, pasando, cuando ya eran todas visibles, a dar el grito de guerra, ¡Aragón! y ¡Sicilia!, se lanzó con tanta rabia a la que tenía más cerca pero sin la señal convenida, que del golpe recibido por ésta, muchos de sus tripulantes fueron a parar al agua, además de partirle todos los remos de una banda.

Por esta decisión y acción, comenzó a convertirse el combate, en una más de las victorias de Lauria.

Sólo trece de las galeras francesas, al mando de Juan Escoto, quedaron en el mar del combate, defendiendo la honra de las banderas de Francia, el resto huyeron.

Una victoria más, que quedó manchada por la sanguinaria actitud de su victorioso almirante.

Los almirantes Marquet y Mallol se dirigieron a Barcelona con las presas, mientras Roger lo hacía en derrota de Rosas, decidido y convencido de aniquilar a la escuadra francesa.

De paso, entró en Cadaqués, donde apresó varias embarcaciones que iban cargadas de víveres y de varias galeras portadoras de los fondos, para el pago de la soldada de las tropas francesas, a continuación mando desembarcar, conquistando el castillo y proclamando la soberanía del conde de Ampurias, que había sido desposeído por el rey Felipe de Francia.

El ataque, se había producido en el transcurso de una tregua terrestre, de un mes de duración, que había sido concertada a petición del Rey francés.

Éste envió al conde de Foix a concertar la tregua sobre la mar, con Roger de Lauria, pero se negó y no pudo hacerla extensiva a la mar y a tierra; el conde de Foix le amenazó diciéndole «El rey de Francia puede armar trescientas galeras en menos de un año y el de Aragón jamás podría hacerle frente», fue en este momento cuando se le atribuye la famosa frase de Lauria

Comillas izq 1.png «Ya se yo que las podrá armar y más aún; pero yo, en honor de mi señor el rey de Aragón y Sicilia, si el rey de Francia arma trescientas, armaré cien, sin más ni menos. Ciento me son bastantes para oponerme a todo el poder de Francia, y yo os juro que con ellas sólo me basta para que ninguna galera ni nao ose surcar el mar sin guiaje del Rey de Aragón; y no sólo nao o galera, sino que ningún pez se atreverá á asomarse sobre la mar, como no lleve grabado en su cola el escudo de las armas de Aragón» Comillas der 1.png

, frase jactanciosa y que parece dicha por un engreído, incluso puede tomarse a risa, pero la fama de Lauria, de su invencibilidad y feroz comportamiento con los vencidos, no era para dejarla caer en saco roto.

Al fallecer don Pedro III, le sucedió en el trono don Alfonso III, el cual le envío un Despacho, fechado el día veintiuno de noviembre del año 1285, en el que dice: «…en vista de otro Despacho del Rey mi padre, por el que hizo á Rogerio de Lauria Almirante de Aragón y Sicilia, y queriendo seguir las huellas de mi Augusto padre, y premiar el mérito á dicho Lauria, lo elevó a la dignidad de Almirante de Aragón, Valencia y Mallorca, y de todos sus demás Estados, etc. etc.» por lo que regresó Roger a Sicilia, con sus cuarenta galeras, para ponerse al servicio del rey Jaime, de aquella isla.

Ambos reyes de Aragón y Sicilia, que eran hermanos, querían formar una sola monarquía, por lo que Roger de Lauria, prestó el pertinente juramento de lealtad mutua, primero a don Alfonso y cuando regreso a Sicilia, lo ratificó ante don Jaime. Estando en Sicilia, dejó el grueso de la flota a las órdenes de su sobrino Juan de Lauria.

Él cogió a nueve de ellas y puso rumbo a las costas de la Provenza, en dirección a Aguas-Muertas donde las castigó duramente, llegando con su típica audacia a atacar la boca del puerto de Marsella y remontarlo, hasta el canal de Narbona, realizando una devastadora acción sobre aquellos fértiles campos, regresando en el año de 1286, con un rico botín y sin que la armada francesa muy superior en número, hubiese podido contenerle ni alcanzarle.

Ante la pérdida de Agosta en la isla de Malta, don Jaime llamó a Roger, para que reorganizara la escuadra y recuperar lo perdido.

Estaba en estos asuntos cuando llegó a su conocimiento, que los envidiosos querían hacer llegar a los oídos del Rey la calumnia, de que por piratear por las costas de Provenza había abandonado las obligaciones de su cargo.

Se presentó inmediatamente ante el monarca y en presencia de los que le injuriaban, impuso silencio, con la simple enumeración de sus provechosas victorias.

Reorganizada la escuadra en el año de 1287, compuesta de cuarenta galeras, se hizo a la mar con ella, recobró Agosta y venció en aguas de Castellmare a una flota de ochenta y cuatro buques, apresando a cuarenta galeras y unos cuatro mil hombres y se hubiera apoderado de Nápoles, sino hubiese creído preferible estipular una tregua de dos años a cambio de una gruesa suma de dinero, tregua que el Rey no confirmó por no haberse hecho con su consentimiento.

En el año de 1288, se volvió a encender de nuevo la guerra, con más ardor si cabe, por haber sido puesto en libertad al príncipe de Salerno y coronado por el Papa mismo como rey de Sicilia, a despecho de don Jaime de Aragón, que allí reinaba.

Aprovechando la tregua, se hizo a la vela contra las costas de África, tomando por asalto Tolometa, poniendo después rumbo a Valencia, a donde le enviaba don Jaime a ruegos de don Alfonso, para que limpiase las costas de sus territorios.

Lauria acompañó al monarca a Calabria, cometiendo en el sitio de Belvedere un acto de gran crueldad, al obligar al gobernador de la plaza, que suspendiera los estragos que una máquina de guerra causaba en el campamento real, sino quería que fuesen blanco de sus tiros sus propios hijos que Roger, mantenía de rehenes a quines colocó en el sitio más peligroso.

El Gobernador, don Roger de la Gineta, cumplió heroicamente su deber y uno de sus hijos cayó por la violencia de un tiro, que le abrió la cabeza.

Levantado el sitio de Belvedere ante tamaña atrocidad, se dirigió a tomar parte en el sitio de Gaeta, ya en el año de 1289, que se levanto por el compromiso de paz, entre los dos monarcas y por mediación del rey de Inglaterra.

Durante su estancia en Valencia, a donde dejó a su hija Beatriz, aprovecho para contraer nuevas nupcias, pues hacía poco que había enviudado, haciéndolo con doña Saurina, hija de Berenguer de Entenza.

En el año de 1292, en las aguas cercanas a Sorrento, con una fuerza de menos de la mitad de la de sus enemigos, volvió a alcanzar una nueva victoria sobre los franceses.

Realizó un crucero con sus acostumbradas acometidas, sobre la Morea, las islas de Malvasía y Quíos.

Al fallecer el rey Alfonso III, se entronizó al nuevo, Jaime II, Roger de Lauria se puso de parte del infante don Fadrique, proclamado rey de Sicilia, pero al poco tiempo mantuvo con él unas agrias disputas.

Se encontraba el Rey don Jaime II en la ciudad de Roma, cuando escribió una carta fechada el día dieciséis de enero del año de 1296, dirigida al almirante don Rogerio de Lauria, en la que dice: «…os ruego y mando que al instante viaje para encontrarnos, por necesitar de su persona para su servicio: en el supuesto de que acordándose de los gratos servicios que ha hecho á su padre el Rey don Pedro, á su madre y a mi mismo, lo conservará en su estado y honores y aun lo eleverá á mayores. Pero que en caso de no hacer lo que se manda, procederá contra su perdona y bienes…»

Don Fadrique, como represalia a su mala conducta, se apoderó de sus estados y con ellos de los fondos de dinero que Roger tenía en poder de los mercaderes, cuando en el año de 1297, éste dejó el reino de Sicilia, para ponerse al servicio del rey de Aragón.

Por esta reacción, El Rey don Jaime II por un Real Despacho con fecha del día dos de abril del año de 1297, nombra: «Á favor de Rogeiro de Lauria, durante su vida Almirante de todos sus reinos, en remuneración de los distinguidos servicios que le ha hecho á él y á sus predecesores y de los grandes peligros á que se ha expuesto, é inmensos trabajos que ha sufrido y sufre…» Son muchas las gracias que en el mismo documento le otorga el Rey, pero por ser muy extenso solo alargaría la biografía, pero entre ellos destacar el nombramiento oficial de Almirante de Aragón, vicealmirante de la Iglesia y señor de Cocentaina.

Permanecía el Rey don Jaime II en la ciudad de Roma, cuando le envía un Real Decreto fechado el día cinco de abril del año de 1297, en el que entre otras cosas le dice: «Por delegación que, atendiendo al valor y fidelidad del Almirante Rogerio de Lauria, se le concede el empleo de Almirante de la Santa Romana Iglesia, siendo confirmado por el sumo Pontífice á dicho Rey: mandando, con autoridad de la Sede Apostólica, que se obedezca á dicho Lauria en lo perteneciente á dicha delegación»

El 4 de julio de 1299, tuvo lugar el combate del cabo Orlando, entre la flota aragonesa, al mando del rey don Jaime II y la siciliana al mando del rey don Fadrique.

Por consejo de Lauria, se produjo un hecho nada habitual, este fue: que se dejaran en tierra a las tropas que formaban parte de las dotaciones acostumbradas de las galeras y que no servían, nada más que para entorpecer los movimientos de éstas.

Una vez más, la maniobra de Lauria dio la victoria a las aragonesas, pues al mando de seis muy maniobreras, envolvió a las que atacaban a la Real de Aragón, su acción produjo el desanimo de las sicilianas, con lo que fueron apresadas veintidós y dieciocho se dieron a la huída a fuerza de remo.

En esta ocasión, a los que cayeron en sus manos de nada les sirvió el ser personajes de digno rescate, ya que todos sin exclusión ninguna fueron pasados por las armas.

En el año de 1300, al mando de cincuenta y dos galeras, más siete genovesas de los Grimaldi, que a su vez eran enemigos de los Doria, se enfrentó a veintisiete galeras sicilianas, más cinco genovesas al mando del almirante genovés Conrado Doria, el combate se produjo en las aguas de la isla de Ponza, la derrota de los enemigos fue total.

Por esta victoria con fecha del día uno de octubre del año de 1300, el Papa Bonifacio VIII, escribe un Breve al Rey don Jaime II de Aragón, en el que dice: «Recomiendo al famoso Almirante Rogerio de Lauria por los señalados y agradables servicios que estaba haciendo y había hecho á la Iglesia, rogando a S. M. protegiese sus bienes y estados contra las injurias de Giliberto de Castellnou y otros émulos que le molestaba.»

Al firmarse la paz, de Caltabellota en el año de 1302, entre los dos monarcas, el rey de Sicilia no consintió en devolver a Lauria sus estados en la isla.

Falleció en Valencia del Cid, donde se había retirado a sus posesiones, sucediendo el óbito el día diecisiete de enero del año de 1305. Sus recibieron sepultura en su misma casa, donde permanecieron unos años.

Posteriormente fueron trasladados sus huesos al monasterio de Santes Creus, (Santas Cruces) de Tarragona, bajo el mausoleo del rey don Pedro III “El Grande”, como siempre había dicho que era su voluntad.

El retrato de Roger de Lauria lo hizo Quintana y lo define con estas palabras:

«Ningún marino, ningún guerrero le ha superado antes y después, en virtudes y prendas militares, en gloria ni en fortuna. Era de estatura más pequeña que grande, alcanzaba grandes fuerzas y su compostura, grave y moderada, anunciaban desde su juventud la dignidad y autoridad que había de tener.
En las ocasiones de lucimiento y en los torneos y justas nadie podía igualarle en magnificencia ni contrastar en esfuerzo y destreza. Es lástima que juntase a tan grandes y bellas cualidades la dureza bárbara, que las deslucía: su corazón de tigre no perdonó jamás y abusando con tal crueldad de su superioridad con los vencidos y prisioneros, se hacía indigno de las victorias que conseguía. Puede excusarse en parte este gran defecto con la ferocidad de los tiempos en que vivió y con la naturaleza de aquellas guerras, verdaderamente civiles.»


Antecesor
Bandera de Aragón
VI

Almirante de Aragón

Sucesor
Jaume Pérez Roger de Lauria Bernardo de Peratallada

Bibliografía:

Cervera Pery, José. El Poder naval en los reinos Hispánicos. Editorial San Martín. Madrid. 1992.

Enciclopedia General del Mar. Garriga. 1857. por el contralmirante don Carlos Martínez-Valverde y Martínez.

Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo Americana. Espasa-Calpe. Tomo 29. 1916. páginas, 1118 a 1122.

González de Canales, Fernando. Catálogo de Pinturas del Museo Naval. Tomo II. Ministerio de Defensa. Madrid, 2000.

Laurencín, Marqués de.: Los Almirantes de Aragón. Datos para su cronología. Establecimiento Tipográfico de Fortanet. Madrid, 1919.

Montero Sánchez, Antonio.: Compendio de la Historia de la Marina Militar de España. Rivadeneyra. Madrid, 1900.

Salas y González, Francisco Javier.: Marina Española de la Edad Media. Imprenta Ministerio de Marina. Tomo I. Estb. Tipog. de T. Fontanet. Madrid, 1864.

Zurita, Jerónimo.: Anales de la Corona de Aragón. C. S. I. C. Institución ‹Fernando el Católico› Zaragoza, 1967. Facsímil de la Edición Príncipe de 1562 y la mejorada de 1585.

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