Ragusa 22/XI/1617
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Ragusa 22/XI/1617
Un claro ejemplo fue sin duda el combate de 1617, denominado de Ragusa. En esta ocasión era la República de Venecia, sempiterna enemiga de España en nuestras posesiones de la península itálica. Después de diversas operaciones de la escuadra de Nápoles impuso su dominio en el Adriático, otra vez Rivera mandando quince galeones zarpó de Messina el 9 de noviembre de 1617, dejando atrás a las galeras, porque la mar muy agitada las ponía en peligro; después de una escala en Brindisi penetró en el Adriático, aunque las órdenes recibidas eran de cruzar por el estrecho de Otranto, pero las corrientes y vientos le hicieron arribar a Ragusa, donde entró el 19; allí fue descubierta la escuadra española por los venecianos, quienes contando en su escuadra con dieciocho galeones, seis galeazas y treinta y cuatro galeras, como es de imaginar dieron el combate por ganado, además llevaban por almirante a un Veniero.
El 21 los venecianos se desplegaron en media luna, estando ya cerca de los españoles al anochecer; la oscuridad impidió el combate, pero no se perdieron las caras pues permanecieron al pairo con los fanales encendidos. Los españoles no estaban en la mejor de las situaciones, pues al caer el viento por completo se fueron distanciando, quedando muy desperdigados y sin poderse prestar ayuda mutua; en cambio las galeras venecianas, sí podían remolcar sus galeones y rodear a los buques españoles.
Tres horas antes de amanecer, con las primeras luces del día los venecianos comenzaron a moverse, pero salvó a Rivera al levantarse un ligero viento del E., el viento favorecía a los enemigos, al mismo tiempo permitió la reagrupación de los españoles, quienes por orden de Rivera ciñeron al máximo y les llevó a formar la línea; como siempre nuestro almirante quiso pasar al ataque, en la misma posición que se encontraban, ciñendo todo lo que le permitía su buque capitana, un soberbio galeón de 68 cañones, lanzándose contra el enemigo el cual todavía no tenía formada la media luna y con las galeras en vanguardia remolcando a sus galeones.
Por unos instantes parecía que el galeón capitana iba a ser envuelto, pero el resto de la línea le seguía en su apoyo inmediato, rompiéndose el fuego con vivísima efectividad y rapidez, desconcentrando a los venecianos; al verse venir encima a los galeones, las galeras venecianas picaron los cables de remolque ciaron y abandonaron a sus hermanos mayores, provocando un apelotonamiento y confusión obligando a retroceder a los venecianos, siendo ellos en número muy superiores, pero tuvieron que huir para no sufrir una derrota completa, dado que entre ellos no se dejaban espacio para abrir fuego por interponerse unos ante otros.
Las galeras no se decidieron a abordar los galeones españoles, los galeones venecianos quedado dispersos frente a la bien formada línea española y todos se acordaban de lo mortal que eran los mosqueteros españoles, cuando alguien se atrevía a ponerse a tiro (además hubo un tiempo en que eran aliados y nadie mejor que ellos los conocían, porque los demás lo sufrían) Los españoles tampoco intentaron abordar a los venecianos, pero con justicia y conocimiento, pues eran muchos menos y una victoria se podía convertir en una derrota.
Sin embargo lo que tan poco ha costado de contar duró catorce horas, quedando remarcada la paciencia y las decisiones que se pueden tomar en ese tiempo; retirándose los venecianos al anochecer completamente derrotados; habiendo perdido cuatro galeras hundidas y muchas más averiadas, de sus galeones el San Marcos, capitana, quedó desarbolado y acribillado a balazos, teniendo que ser remolcado al igual que algunos otros de su escuadra; en total tuvieron cuatro mil bajas, entre heridos, muertos y ahogados, por unas trescientas de los españoles.
Según los textos de la época dicen: «se retiró con gran afrenta y cobardía.» Pasada la noche Rivera persiguió a sus enemigos, pretendiendo obtener una más completa victoria, pero los venecianos, quienes aún seguían siendo muy superiores prefirieron la huida abiertamente. Separadas las escuadras una violenta tempestad obligó a los españoles a variar rumbo a Brindisi y las venecianas a Manfredonia, lo pasaron muy mal por los daños sufridos en el combate, tanto que perdieron nada menos que trece de sus galeras y una galeaza en su intento de alcanzar el puerto, incluyendo la pérdida de otros dos mil hombres.
Tal como sucedió parecía la venganza del dios Eolo, en compensación a las pérdidas ocasionadas a los españoles en otras ocasiones, favoreciendo a los tan gallardos como hábiles vencedores, poniendo un broche de oro a su heroicidad; por una vez lo que no se había conseguido con los cañones, lo hizo el temporal, aunque por ir en malas condiciones por el nutrido y efectivo fuego.
Bibliografía:
Fernández Duro, Cesáreo: El Gran duque de Osuna y su marina. Madrid. 1885. Sucesores de Rivadeneyra.
Guardia, Ricardo de la.: Notas para un Cronicón de la Marina Militar de España. Anales de trece siglos de historia de la marina. El Correo Gallego. 1914.
Revista General de Marina. Misceláneas varias de varios cuadernos.
Rodríguez González, Agustín Ramón.: Revista General de Marina. Cuaderno de julio de 2000, pp. 85-92.
VV. AA.: Colección de documentos inéditos para la historia de España. Facsímil. Kraus Reprint Ltd. Vaduz, 1964. 113 tomos. Esta obra es conocida como el CODOIN. Abreviatura de Colección de Documentos Inéditos de la Historia de España.
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