Ibarra, Diego de Biografia
De Todoavante.es
Capitán general de la Armada del Mar Océano.
Capitán general de la Flota de la Carrera de Indias.
Vocal del Consejo de Guerra.Orígenes
Vino al mundo en la población de Elgueta, actual provincia de Guipúzcoa. Se desconoce el año, pero debió de ser a lo largo de la segunda década del siglo XVII.
Hoja de Servicios
Como todos en esa época muy joven se lanzó a las tareas de la mar, aprendiendo empíricamente sobre ella todos sus altibajos y movimientos, lo que le llevó a destacar por su gran práctica marinera y sobre todo por el gran valor que demostró en los todos los combate en los que participó.
De tal suerte, que ya se tiene algún dato de él al estar al mando de la Flota de la Carrera de Indias, que zarpó de la bahía de Cádiz con azogues con rumbo a Tierra Firme, para pasar posteriormente a Veracruz donde arribó el día siete de agosto del año de 1658, una vez cargado el situado zarpó el día quince de septiembre, navegando por rutas nada normales arribó a Santander.
Debido a su gran valor y sobre todo pericia marinera, se salvaron muchas Flotas de caer en manos de nuestros depredadores marinos, ya que eran horas bajas y todos acudían a ver si lograban algo, por documentos se sabe, que en 1663 mantuvo un combate para proteger a sus galeones y otro fechado en 1666 por la misma causa, lo que viene a confirmar que nunca le pudieron sorprender y por ello no le pudieron capturar o hundir un bajel de su escuadra.
El 19 de junio de 1666, dio una Orden de Batalla a su escuadra:
- «En los dias de ocasion ningun bajel puede usar de otra bandera que la española, y los de Flándes la de Borgoña, porque de los contrario solia seguirse confusion y muchos inconvenientes.»
Tuvo lugar esta orden al zarpar el mismo mes, pero ya al mando de la escuadra Real del Mar Océano, zarpó de la bahía de Cádiz con rumbo a la ciudad de Lisboa, a la que se le dió bloqueo, al quedar fijada la posición él con su escuadra, realizó una campaña para impedir el socorro a los portugueses, consiguiendo en distintos combates apresar a dieciocho buques, pero mientras esto se realizaba no dejó descansar a sus dotaciones y menos aún al enemigo, ya que bombardeó y desembarcó gente para destruir la almadrabas del Algarbe, bombardeó las poblaciones de Lagos, Sagres y Cascaes, puso rumbo a las islas Berlingas y en la más grande de ellas que estaba protegida por un castillo artillado, lo bombardeó, desembarcó su gente y lo tomó, sacando de ella diez cañones de bronce de á 12 y 24 libras, antes de salir minaron la fortaleza y el muelle quedando todo destruido, regresando a invernar a la bahía de Cádiz.
En 1673 por el tema de las preferencias de mandos, la Reina Gobernadora le envía una carta, en la que dice:
En estos años como se ve por la Real orden estuvo al mando de sucesivas Flotas de la Carrera de Indias, volviendo a saber de él en 1676, cuando después del combate naval de Agosta, en el que fue herido de muerte el almirante holandés De Ruyte, arribó al mando de la escuadra de galeras de Nápoles, pero por Real Orden tomó el mando de la escuadra del Mar Océano, por la suspensión de don Melchor de la Cueva, ya que el mando de toda ella estaba a las órdenes del marqués de Bayona, general de la escuadra de Galeras de España.
Al fallecer De Ruyte, tomó el mando de la escuadra combinada Jan de Haen, quiso combatir sin seguir los consejos de Ibarra, quien le había señalado, que lo mejor era hacerlo protegidos por la artillería de Palermo, con el respaldo de la fortaleza de Castellamare más al haber instalado artillería en la escollera y el paseo de Marina, lo que suponía un gran aporte de fuego al que los franceses al mando de Vivonne no se atreverían a atacar, ya que no tendría libertad para utilizar sus brulotes.
Pero Jan de Haen no le hizo caso y pasó a combatir en la mar sin ese apoyo, siendo recordado este combate como el de Palermo, compuesta la aliada por diecisiete buques holandeses y diez españoles, formando la vanguardia solo bátavos, el centro la escuadra española y la retaguardia holandeses, a lo que se añadían diecinueve galeras de la escuadras de España y Nápoles, montando 1.450 cañones, de los que 852 eran holandeses y en una segunda línea a la popa de los españoles cuatro brulotes.
La francesa formada por veintinueve navíos, entre ellos varios de tres baterías, montando en total 1.772 cañones, siendo acompañados por veinticinco galeras y nueve brulotes, formando una línea yendo la vanguardia al mando de Duquesne, el centro al del mismo Jefe Vivonne con su navío insignia Sceptre, del porte de 80 cañones, y la retaguardia al mando de Gabaret.
Por la formación adoptada por Jan de Haen, el centro era la zona menos fuerte por la características faltas de todo en la armada española, pero el mayor problema fue, que los buques estaban unidos por cadenas lo que les impedía tener libre movimiento, formando una media luna comenzando al amparo de la fortaleza de Castellamare y terminaba casi al final del muelle, de forma que los que estaban protegidos por la fortaleza eran bátavos y los que estaban sobre el muelle también por la artillería dispuesta allí, pero el centro cubría la entrada del puerto y se quedaban sin ningún tipo de apoyo, convirtiéndose así en el punto débil de la formación.
Visto por Vivonne ordenó a Duquesne, al mando de nueve navíos, siete galeras y cinco brulotes, lanzara estos contra los españoles, porque como refuerzo y segunda línea el mismo Vivonne con su centro le seguiría, así era seguro que la débil línea aliada no podría aguantar el choque, de hecho uno de los brulotes fue directo a dar de pleno contra el galeón insignia, el soberbio Nuestra Señora del Pilar, que montaba 64 cañones, por lo que inmediatamente se propagó el fuego a todo el buque.
A pesar de ello y de la confusión, la galera capitana del marqués de Bayona, a la que seguían varias de las suyas, se introdujeron en aquel bosque de palos, despreciando todos los peligros e intentaron sacar al galeón incendiado, a pesar del volumen de fuego que había alcanzado en poco tiempo no cejaron en el intento, pero la voracidad de las llamas les convenció de que era vano cualquier esfuerzo y un alto riesgo de vidas y buques.
Dadas las circunstancias tuvieron que desistir, al apercibirse que muy pronto sería alcanzada la santa bárbara del galeón, lo que inevitablemente significaría su voladura y con ella el poder salir dañados o hundidos todos los que se encontraban a su alrededor, como de hecho así sucedió.
Al propio don Diego de Ibarra, una bala enemiga le había arrancado una pierna, siendo transportado con una silla para continuar dando órdenes, pero al ver que su buque ya no tenía salvación dio la de abandonarlo, pero ésta no fue dada con suficiente antelación, pues el galeón saltó materialmente por lo aires a los pocos minutos.
De la tremenda explosión, él mismo fue lanzado al agua donde se ahogó, pues no pudo mantenerse a flote por la falta del miembro, además que la hemorragia seria casi total al sumergirse en el líquido elemento, pero con él murieron otros setecientos cuarenta hombres de la dotación del galeón.
Falleciendo el día del combate que tuvo lugar el 2 de junio de 1676.
Bibliografía:
Enciclopedia General del Mar. Garriga, 1957. Compilada por el contralmirante don Carlos Martínez-Valverde y Martínez
Enciclopedia General del Mar. Garriga, 1957. Ángel Dotor. Combate de Palermo.
Fernández Duro, Cesáreo.: Disquisiciones Náuticas. Facsímil. Madrid, 1996. 6 Tomos.
Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Est. Tipográfico «Sucesores de Rivadeneyra» 9 tomos. Madrid, 1895—1903.
Thayer Mahan, Alfred. Influencia del Poder Naval en la Historia. Partenón. Buenos Aires. Argentina. 1946.
Todoavante ©