Combate de Ponza y conquista de Napoles 1435

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1435 Combate naval de Ponza y conquista de Nápoles



Fallece la reina doña Juana II de Nápoles el 2 de febrero de 1435, dejando como heredero del reino por no tener descendencia ni de su hermano el duque Luis, a Renato de Anjou. El 6 los napolitanos nombraron a dieciocho personas nobles, reunidas eligieron al designado enarbolando banderas del papa Eugenio IV, los allí presentes eran todos favorables a la decisión por ser angevinos, pensándose tuvieron mucho que ver para que la reina en sus últimos momentos designará al Anjou, pero desoyendo y apartando al verdadero sucesor el rey de Aragón don Alfonso V. Lo curioso es que Renato de Anjou cayó prisioneros por estos días de Filipo duque de Borgoña, conocida la noticia por el rey de Aragón le dio más razones para actuar.

En prevención de estos acontecimientos don Alfonso se encontraba en Messina donde recibió la noticia. A su vez era llamado por el príncipe de Tarento y el duque de Sesa, confirmándole pondrían sus fuerzas junto a las suyas para tomar el reino de Nápoles; dejó al infante don Pedro en Messina, con parte de su ejército y una escuadra de apoyo, todo en su sitio dio la orden de alistar la escuadra compuesta por veintiuna velas, de ellas la Real por nombre Magnana, una de las de mayor tamaño de la época portando unos 800 hombres, más todo su séquito, cinco algo más pequeñas embarcando cada una 600 hombres, ocho medianas con unos 400 hombres por buque, y 7 galeras bastardas, las grandes era todas carracas; en total unos once mil hombres, entre las personas importantes iba el rey de Navarra y el infante don Enrique, y unos ciento veinte caballeros, poniendo rumbo a Iscla, de donde pasó a Gaeta desembarcando las fuerzas el 7 de mayo, con sus fuerzas y las aportadas por el príncipe de Tarento se reunió un ejército de quince mil hombres, mientras la escuadra bloqueaba la entrada de refuerzos quedando asediada la plaza defendida por genoveses.

El rey de Aragón se vio forzado de nuevo a atender dos frentes, porque el rey de Castilla don Juan II, estaba en manos de su valido Álvaro de Luna, éste estaba a favor de genoveses el duque de Milán y el heredero del reino de Nápoles Renato de Anjou, por esta razón movió los hilos y acusó al rey de Navarra de acuñar moneda falsa; le llegaron las noticias a don Alfonso y pidió una tregua, apoyado por la reina de Aragón doña María y doña Blanca de Navarra, consiguieron aplazar la tregua que vencía el 25 de julio, hasta el 1 de noviembre siguiente.

Al verse en apuros envió mensaje a su hermano el infante don Pedro, para que en breve tiempo saliera de Messina y se hiciera llegar a Gaeta, pues le había llegado noticia que el duque de Milán estaba formando armada de genoveses para acudir en socorro de Gaeta, en prevención ordenó a Pere Caldes y Salvador salieran a la mar con sus galeras para tratar de averiguar las fuerzas que estaban en rumbo y en cuanto las divisaran se le comunicara, avistó la fuerza compuesta por ocho grandes carracas con unos formidables castillos a proa y popa, cuatro más pequeñas, dos galeras y una galeota, las grandes iban armadas con morteros, bombardas y grandes ballestas con gran número de tropas, más las transportadas para ser desembarcadas, llevando las galeras como auxiliares por sus remos y poder mover a los grandes vasos si era necesario, todo ello se puso a la órdenes del almirante genovés Blas de Axarete, como la mayor parte de la época un atrevido jefe, dando la vela con rumbo a Génova.

La escuadra genovesa arribó a Terracina, la aragonesa salió de Gaeta el 4 de agosto, pero al ir el Rey ninguno de los importantes quiso quedarse en tierra, dejando sólo a los necesarios para proseguir el bloqueo, esto no fue una buena medida, pues todos daban por segura la victoria y como se sabe, hasta que no finaliza el enfrentamiento éste no se decide.

Al verlo el almirante genovés envió un emisario quien al llegar indicó que, su jefe no estaba en guerra con Aragón, pero tenía la orden de acudir en defensa de los suyos atrapados en Gaeta, los caballeros en la nave Real se burlaron de ello, el Rey al ver no podía hacerse atrás, devolvió la visita con don Francisco de Capua, diciéndole: «no curase del socorro». Valorando la situación don Blas ordenó pasasen a las carracas todos los hombres incluida la chusma de las galeras, hombres todos ellos muy curtidos en la mar y su forma de guerrear.

Era el viernes 5 de agosto, dando la orden de salir, pero para ganar el viento su salida fue como si huyera, esto envalentonó a los aragoneses, quienes no guardaron las normas básicas de formar escuadra, saliendo cada uno lo antes posible para dar caza a los enemigos, al verlos desorganizados en cuanto tuvo el viento favorable ordenó virar sobre los atacantes, comenzando el combate bien formada la genovesa y conforme iban llegando las aragonesas muy desordenadamente las fueron batiendo, resultando algunas apresadas, por ser de más alta borda las enemigas les era más fácil lanzarles de todo, incluida cal para cegar a los hombres, así como bolas de alquitrán y pez encendidas, provocando incendios que distraían a las fuerzas mermando su poder de respuesta, prácticamente sólo se salvaron las galeras por ser libres del viento, el resultado fue el apresamiento de 12 carracas incluida la Real y una galera, y otra incendiada, el combate tuvo una duración de diez horas.

Fue capturado don Alfonso, el infante de Aragón y el rey de Navarra, ambos hermanos del primero, el duque de Sesa y el príncipe de Tarento, y otros muchos caballeros valencianos, castellanos, barceloneses y sicilianos, más unos cinco mil hombres. El rey aceptó ser prisionero, pero no de los genoveses sino del duque de Milán.

Sobre Gaeta había quedado el infante don Pedro con cinco galeras, al ver el desastre se puso en movimiento, llegando a Iscla donde fondeó en espera de acontecimientos. Al mismo tiempo de Gaeta al no quedar casi hombres que la bloquearan salió Francisco de Spínola y Otolín con mucha fuerza rompiendo el cerco, las tropas aragonesas y sus aliadas retrocedieron consiguieron hacerse fuertes en Fundi.

Don Blas arribó a Gaeta con todos sus prisioneros, en un acto de desprecio total dio orden dar al fuego las carracas apresadas, así como otras siete bombardas construidas durante el asedio para bombardear la ciudad. Puso el almirante genovés en conocimiento de su victoria al duque de Milán y cómo no al rey de Castilla, don Alfonso no varió un tanto su posición de Rey, tanto es así que quienes le servían de los enemigos le llegaron a tomar afecto, a su vez se negó a ser transportado a Génova, pues su intención era ver en persona al duque de Milán, por ello pidió ser llevado a Sahona, se llegó al acuerdo de que don Alfonso sería llevado a donde pedía, pero para no perder prestigio el almirante no permitió fuera acompañado por sus caballeros, por ello todos los demás señores fueron transportados a Génova.

Desembarcó el Rey el Sahona, pero insistió necesitaba a varios de sus caballeros, así el infante don Enrique, el príncipe de Tarento, el duque de Sesa, don Íñigo de Avalos y don Íñigo de Guevara y Blanes, con seiscientos hombres de caballo pasaron a Pavía, donde llegaron el 7 de septiembre, quedando prisionero del duque de Milán. Mientras el papa Eugenio IV y el Dux de Venecia, enviaron emisario al duque de Milán para dar la libertad a don Alfonso. Al saberse la llegada a Milán del Rey, salió a recibirle a diez millas Nicolo Picinino con fuerte ejército, al llegar a su lado le comunicó que el duque le enviaba para darle escolta y no se considerase prisionero.

La entrada en Milán fue igual a la de un vencedor, al pasar por la fortaleza de Partajouis palacio del duque, estaba formada toda la nobleza para saludarle, al pasar por la segunda puerta fue la duquesa de Milán quien no simplemente saludó al Rey si no que hincó su rodilla en tierra, don Alfonso hizo el gesto de querer descabalgar, pero Picinino le indicó no era necesario, prosiguieron con gran algarabía de la población por unas calles hasta llegar a otro palacio del duque destinado como aposento para el Rey, estuvieron tres días en este lugar, el cuarto viernes llegó el legado del papa con el que hablo varias horas. Dos días más tarde hacía su entrada de igual forma que su padre el rey de Navarra, se dirigió al mismo castillo.

Fueron trasladados el Rey y el Infante al palacio del duque, en habitaciones casi contigua a la de éste, pero sólo conservando el Rey a mosén Blanes y su capellán mayor como ayudantes y dos caballeros para el Infante.

Llegó el momento de la verdad, no era otra la cuestión que la entrevista entre el Rey y el duque, para tratar y zanjar el problema, el Rey le indicó el alto riesgo de entregar Nápoles a la casa de Francia, ya lo habían intentado antes y se puso fin por parte de Aragón a causa de las «Vísperas Sicilianas» dejando patente que si se les dejaba, tardaría más o menos pero intentarían conquistar toda la Lombardia, por ello el duque se vería en un aprieto, si por el contrario era Aragón la que ocupara Nápoles esto como era ya conocido nunca sucedería, las conversaciones duraron un par de días, por su consecuencia el 5 de octubre salieron correos en todas direcciones, en ellas el Rey comunicaba a todos sus súbditos que el destino había querido llevarle a Milán, pero de muy buen grado su duque consentía en devolverle Nápoles.

Mientras saltó la sorpresa, pues el duque puso en libertad a don Juan II rey de Navarra, quien a los tres días salió para regresar a su reino y aclarar el problema con el de Castilla, de paso llevaba cartas de don Alfonso para su mujer, en las que le decía, estaba en buenas conversaciones con el duque para el bien del reino.

Ante la imposibilidad de contar con la presencia del Rey, su esposa doña María se proclamó como lugarteniente del Reino, convocando cortes en Monzón para el 15 de noviembre. Salió de Barcelona con destino a Zaragoza, aquí explicó la razones, no siendo otras que buscar la forma de fortalecer la armada e ir a rescatar al Rey su esposo, todo ello fue aceptado por los representantes de Aragón, Valencia y Mallorca, dando la orden de construcción de galeras en todo el reino, para poder reunir una fuerza suficiente y acometer la empresa con garantías, pasó a Soria para hablar con el Rey de Castilla, su hermano, para volver a aplazar la tregua que vencía el 1 de noviembre, consiguiendo prolongarla otros cinco meses, saliendo de Soria camino de Monzón el 19 de noviembre.

Cómo se ve la reina no pudo estar en la fecha señalada en Monzón, por ello a su vez había enviado a la ciudad a don Jofre de Ortigas y Hernán Díaz de Aux, para aplazar las cortes, pero surgió el problema, pues a pesar de estar de acuerdo en principio, los representantes del reino de Valencia el maestre de la Orden de Montesa fray Romeo de Corbera, recordó que el privilegio de convocar cortes sólo le correspondía al Rey y en su defecto al Infante, a éste le siguieron los representantes de Barcelona y Lérida, así como el resto de ciudades del reino de Valencia. El 15 de diciembre se celebró el acto con las presencia de doña María, el justicia de Aragón levantó el acta, comunicando no eran una cortes si no un caso especial, pero como existía un antecedente se proseguía, la Reina dijo lo que ocurría y la necesidad tanto de rescatar al Rey como proteger el reino, ello fue ratificado por el reino de Valencia su representante don Francés Gilabert de Centelles, el obispo de Barcelona Simón Salvador y los del reino de Mallorca, el rey de Navarra acudió más tarde.

Mientras todo seguía su curso la duquesa de Lorena, esposa del duque de Anjou se puso en camino para tomar posesión de Nápoles, desembarcando el 18 de octubre, al principio tuvo problemas con algunos nobles, pues su esposo seguía preso del duque de Borgoña, sus buenas palabras fueron convenciendo poco a poco a todos y después de un par de meses estaban a su órdenes.

Convencido el duque de Milán puso fin al cautiverio del rey de Aragón y sus dos hijos, llegando al acuerdo de prestarse mutua ayuda en las contiendas por venir, pues el duque de Milán ya estaba en guerra con Génova y Venecia, por ello la primera orden fue a su hijo Pedro para con su armada de once galeras acudir Iscla, a su vez ordenó al príncipe de Tarento y duque de Sesa, se pusieran en camino al reino de Nápoles, el infante fue convenciendo a los caballeros para que se le unieran, mientras en Gaeta se conoció la noticia, comenzando a levantarse en contra de los franceses, se presentó con su escuadra frente a Gaeta el 25 de diciembre de 1435, el mismo día desembarco tomando la ciudad, algo que un año antes había costado perder la libertad a su padre el rey de Aragón.

Por haber dado la libertad a don Alfonso, los genoveses se levantaron el 27 de diciembre contra el duque de Milán, se aliaron al papa y Venecia, formando un gran ejército y armada. El Rey salió de Milán dándole escolta Nicolo Picino y otros dos capitanes con compañías reforzadas, camino de Placencia, Parma, Pontremulo y La Specia, donde embarcó con rumbo a Porto Veneris.

Los caballeros apresados en el combate naval sumaban ciento cuarenta, por ellos se pidió un rescate de setenta mil ducados. El Rey pasó la comunicación al reino de Aragón y de aquí a cada uno de sus reinos, para que ellos pudieran hacer efectivo el pago de los diferentes caballeros y señores de cada uno, lo que se consiguió unos meses después. Mientras fueron los genoveses conquistando territorio, a excepción del castillo de Sahona, Portofí, Ceste y Mónago, lo que fue puesto en conocimiento del Rey, quien llegó a Gaeta el 2 de febrero de 1436, pasando a Cápua para disponer las defensas, entregando el mando como capitán general a Francisco Picinino.

Al llegar también se le comunicó que el infante don Pedro había tomado Terracina, pero este territorio era propiedad del papa Eugenio IV, lo que no sentó nada bien a don Alfonso, como así se demostró, pues a pesar de escribir al papa diciéndole que sólo estaba allí para evitar ser atacado y no como poseedor del territorio, el papa le respondió que no resolvería el problema de entregarle el reino de Nápoles y seguiría prestando ayuda a los seguidores del verdadero rey el duque de Anjou. El problema persistió durante mucho tiempo, de hecho el anterior papa Martín V firmó una bula concediendo el territorio a Aragón, fue entregada al cardenal Santangelo quien misteriosamente murió y la bula se perdió en el camino, de ahí que el papa Eugenio IV tuviera todo el poder por la falta del documento.

El 15 de febrero el infante don Pedro pasó a Sicilia para organizar la escuadra, pues el Rey ya sabía que no sólo iba a tener que enfrentarse a los seguidores de Anjou, si no prácticamente al resto de reinos o repúblicas de la península itálica, y en prevención de esto quiso reforzar sus fuerzas navales. Prosiguiendo las escaramuzas en tierra ganando algunas zona.

Envió don Alfonso mensaje para recaudar fondos, pues pensaba regresar pero se complicó la situación, por ello con el emisario se nombraba a don Juan II rey de Navarra, lugarteniente de Aragón, para que en su nombre pudiera convocar corte en Morella, Alcañiz y Tortosa, con la intención obvia de recaudar fondos pues le eran muy necesarios para seguir la lucha y por no dejar en manos de otros él se veía precisado muy a su pesar a continuar en Nápoles. Como era de prever en cada reino surgieron problemas, hasta ser convencidos todos por don Juan II para poder acudir a las cortes. Uno de los cambios conseguidos fue, que el reino de Valencia pasara sus leyes a fueros de Aragón. A su vez pide que su esposa la reina María pase a Nápoles y Juan II de Navarra sea nombrado en su ausencia lugarteniente de Aragón con todos los poderes, dado que en el anterior doña María aún conservaba el mismo cargo en el condado de Barcelona.

Don Juan II consiguió tras ardua lucha verbal la paz perpetua entre los reinos de Castilla, Aragón y Navarra, noticia que al serle dada a don Alfonso festejo con grandes gastos, pues por fin se veía libre de un frente muy inseguro y en su propio territorio.

Continuaron los enfrentamientos contra casi todos los reinos y repúblicas, en 1438 firmó una paz con el papa, pero duro muy poco tiempo; fue liberado por fin el duque de Anjou quien regresó a parte de su territorio, pasando a Nápoles, pero el pueblo y sus aristócratas se apercibieron de su pobreza, lo que no era nada bueno para el reino, comenzando a pasarse al bando de don Alfonso, consiguiendo al fin que el mismo Anjou se pasase a su bando.

Se convirtió a partir de este momento en una serie continua de combates, pero de todos contra todos, los Sforza intentaron quedarse con parte, las tropas del Rey los desalojaron hasta la línea de la Marca (del sacro imperio), el duque de Anjou viendo esto se pasó a su bando, esto atrajo a otros, llegando a desafiar el duque al Rey, éste acudió pero no así el retador, pues don Alfonso había escogido (por ser el retado) el terreno y éste no era muy favorable a mantener otra fuerza; como dato casi anecdótico el conde Caserta en dos años cambio de bando cinco veces, a esto se sumaban las bajas por enfermedades, convirtiéndose en una guerra casi total sin saber muy bien quien estaba y donde.

Al no acudir don Alfonso puso sitio a Nápoles por mar y tierra, a su vez fue recuperando territorio y con ellos castillos que los resguardaran, para ello reforzó su escuadra de galeras y poder acudir más prontamente a los diversos lugares. El duque se vio forzado a pedir una concordia, se reunieron delegados de ambas parte, pero viendo don Alfonso que se alargaban sin llegar a acuerdo, ordenó a los suyos regresar; tomó el castillo de Aversa, después el castillo alto de Salerno y Matalón; por diferencia algunos desoyeron al papa, con ello regresó la guerra entre los diferentes condes de la zona, a quienes fue venciendo por dividirse, logrando casi poner fin a la conquista de Calabria.

Continúo con algún revés su progresión, dominando la provincia del Abruzo, y terminando de unir la Calabria al tomar las ciudades de Ariano y Apici, con esto el papa Eugenio IV firmó tregua con don Alfonso, por ello regresó a Nápoles en olor de multitud como triunfador el 26 de febrero de 1443, nombrando al infante don Hernando duque de Calabria y sucesor del Reino de Nápoles. Al firmar la paz le otorgó las ciudades del Benevento y Terracina, por ello don Alfonso viajó a Sena donde el 15 de julio el papa lo invistió como Rey de Nápoles. Esto provocó a su vez la paz con Génova, pero ahora seguía las dudas del duque de Milán, que era el más poderoso de toda la península itálica, por ello el Rey envió embajadas a Milán y Venecia en son de paz.

Pasó a la Marca, a pesar de estar en contra el duque de Milán, más Florencia, Venecia y Bolonia, a pesar de ello no dudó en traspasar el Tronto tomando en nombre del papa las ciudades de Terano y Civitela, ante ello el duque de Bossina firmó su apoyo al Rey, pasó a tomar el estado de Cotrón, una vez finalizada su incursión regreso a la línea de la Marca, dejando fuerzas a las órdenes de jefes nombrados por el papa. Por ello el Rey envió embajada al papa para dar fin a la guerra en la península. Surgió otro problema, pues el papa no quería entregarle la isla de Sicilia, don Alfonso consiguió se formara un concilio y de él salió lo que demandaba al papa, así quedó unida Sicilia a Nápoles.

En 1446 el duque de Borgoña, Philippo envió a dos de sus grandes señores para entregarle a don Alfonso el collar de la Orden del Toisón de Oro, quedando hermanado a su persona. Por dar socorro al papa declaró la guerra a venecianos y florentinos, pasando en su ayuda el duque de Milán, el 23 de febrero de 1447 falleció el papa Eugenio IV, se convocó el conclave y el 6 de marzo fue elegido nuevo papa Nicolás V, pasando casi inmediatamente a tratar de la paz general ya manifestada por don Alfonso. Fue a su vez elegido el Rey como a tal del ducado de Milán, sólo que en los documentos nombró sucesor al mismo duque. El Rey se dirigió a la Toscana para combatir a Florencia, en uno de los crueles combates en la población de Pomblín, fue tal la mortandad que en poco tiempo se levantó una epidemia, obligando al Rey a abandonar el campo, esto permitió a los milaneses tomar Florencia. Se firmó la paz con Venecia y el Rey ordenó dejar la ciudad de Parma libre, por ser un punto de comercio con el reino de Aragón y Milán, esto sucedía ya entrado 1449.

Al estar todo el territorio peninsular en paz el Rey se dedicó a la caza al vuelo y como no a la montería, ya entrado en años se encontraba cansado, por ello se aficionó a la lectura, comenzando un periodo de esplendor, como él deseaba por el bien de todos. Pero quedaba la isla de Cerdeña, de donde recibió el apoyo de los notables, ordenó formar escuadra de galeras y acudió, conquistándola en pocos días, pasando a Córcega donde a su vez también fue muy bien recibido por la nobleza, por ello en muy poco tiempo quedó incorporada a Nápoles, aún tuvo un nuevo enfrentamiento con Florencia, pero con la bula del papa, por concederle parte de ella la devolvió a la paz con la escuadra de Aragón al mando del almirante don Bernardo de Vilamarí.

Desde Nápoles destacó en varias ocasiones a su almirante don Bernardo de Vilamarí, en 1551 por orden del papa Félix V, navegó hasta Constantinopla para devolverle a Constantino su trono, lo que consiguió con ciertas apreturas, la victoria facilito un cruce de bodas entre miembros del imperio y la casa de Aragón, a su vez se garantizó durante tres años la permanencia en aquellas agua de la escuadra, pagado el apoyo por el mismo emperador; en 1454 los genoveses vuelven a levantarse, enviando una escuadra para dar al fuego Nápoles, descubierta, se fue a buscarlos estando guarecidos en Capri e Ischia, entrando en combate quedando todas ellas o hundidas o apresadas. Continúo prestando sus servicios a don Alfonso en aquellas aguas siempre victorioso.

Don Alfonso V cayó enfermo de fiebres el 8 de mayo de 1458, fue trasladado el 14 de junio al castillo Nuevo de Nápoles, donde la dolencia se agravó, trasladándolo al castillo del Ovo, el 26 seguido otorgó testamento, mandando que si fallecía en el reino fuera depositado en el convento de San Pedro Mártir de la orden de Santo Domingo de la ciudad, en la capilla mayor para en cuanto se pudiera ser trasladado al monasterio de nuestra Señora de Poblet, donde descansaban sus ancestros, pero en tierra a la entrada del monasterio por ser un acto de humildad. Lo firmó estando presentes fray Juan García obispo de Mallorca su confesor, Juan Fernández electo de la iglesia de Nápoles y don Juan Soler obispo de Barcelona y nuncio del papa, al alba del martes 27 pasó a otra vida cuando contaba con sesenta y cuatro años de edad.

Por ello no regresó vivo a su reino, del que había salido a principios de 1435, habiendo permanecido en tierras napolitanas los últimos casi veintitrés años, sin dar casi tregua ni recibirla por intentar quedar anexionado Nápoles al reino de Aragón, en nada se puede negar su constancia y perseverancia en su determinación.

Bibliografía:

Laurencín, Marqués de.: Los Almirantes de Aragón. Datos para su cronología. Establecimiento Tipográfico de Fortanet. Madrid, 1919.

VV. AA.: Enciclopedia General del Mar. Garriga. 1957-1968 y Apéndice de 1988. 9 tomos. Ángel Dotor

VV. AA.: Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo Americana. Espasa-Calpe. Tomo 46. Pág. 413. Madrid, 1922.

Enciclopedia General del mar. Vidal Manzanares, César.: Diccionario de los Papas. Península. Barcelona 1997.

Zurita, Jerónimo.: Anales de la Corona de Aragón. C. S. I. C. Institución ‹Fernando el Católico› Zaragoza, 1967. Facsímil de la Edición Príncipe de 1562 y la mejorada de 1585.

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