Meridiano expedición para medir la Tierra 1735-1745

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1735 - 1745 Expedición de medición del Meridiano



La Academia de las Ciencias de Paris había decidido enviar dos expediciones debiendo realizar los mismos cálculos geodésicos y astronómicos, con el propósito de medir el tamaño del arco de la tierra y averiguar si el planeta era elipsoide y achatado por los polos. Una iría a Laponia, en la que figuraban los científicos Maupertuis, Clairant, Cannis, Lemonier y Outhier, más el astrónomo sueco Celsio, y otra por el Ecuador, entonces parte del virreinato del Perú, en ella figuraban sabios de primer orden como Bouguer, La Condomine, Jusieu y Godin entre otros. En 1734 esta iniciativa fue apoyada por el monarca francés Luis XV, quien solicitó a su tío, el rey Felipe V de España, autorización necesaria para que esta misión científica pudiese atravesar sus dominios americanos.

Ese mismo año don Felipe V ordenó al secretario de Marina e Indias, don José Patiño, propusiese a «uno o dos sujetos españoles, inteligentes en la matemática y astronomía», para acompañar a los sabios franceses encabezados por La Condamine.

Por Real orden del 3 de enero de 1735 es designado Jorge Juan, con 21 años de edad junto a Antonio de Ulloa de 19, para representar a España en la comisión científica enviada por el rey de Francia, debía de ocuparse de la medición del arco del meridiano en las cercanías del Ecuador, para rectificar la verdadera forma de la tierra; por ello fueron ascendidos en la misma orden al grado de tenientes de navío con su paga correspondiente siendo destinados a embarcar.

Con fecha del 22 de abril firmado por Patiño, en ese momento Intendente general y a instancias del secretario de marina Ensenada, se les comunica a ambos marinos las siguientes instrucciones definitivas: «Levantarán planos de las ciudades y puertos, con sus fortificaciones, donde hicieran asiento, y se informarán de los términos de su provincia y gobernación, de los pueblos o lugares que contiene, y lo fértil o estéril de sus campos, como también de la inclinación, industria y habilidad de sus naturales, y la braveza o jovialidad de los indios irreductos, y facilidad o dificultad de su reducción.» La razón de la presencia de los marinos españoles en esta expedición era el agradecimiento de Francia al Monarca español por autorizar la presencia gala en su territorio.

Zarpó de Cádiz con rumbo a Cartagena de Indias el 26 de mayo de 1735 el navío Conquistador, de 64 cañones, a su bordo viajaban el nuevo virrey del Perú don José Mendoza Caamaño, marqués de Villagarcía donde debían realizarse las observaciones proyectadas y Jorge Juan. Junto al navío debía viajar la fragata Incendio, en ella iba embarcado Antonio de Ulloa, pero zarpó dos días más tarde y así cruzaron el océano por separado para evitar que en un mal encuentro ambos marinos cayeran en poder del enemigo. Durante el viaje realizaron varias tomas de posición para comprobar el perfecto funcionamiento de los instrumentos, arribaron con diferencia de unas horas a su destino el 29 de julio y desembarcaron.

Mientras esperaban allí tomaron algunas notas hasta la llegada de la expedición francesa, al quedar reunidas ambas zarparon con rumbo a Portobelo donde arribaron el 29 siguiente. Permanecieron en este lugar hasta el 22 de diciembre y zarparon de nuevo para remontar el río Chagres, llegando al pueblo de Cruces y el siguiente 29 entraron en la ciudad de Panamá, donde estuvieron dos meses a la espera de que algún buque los pudiera trasladar a Guayaquil, donde arribaron el 25 de marzo de 1736. De aquí salieron el 3 de mayo siguiente, marchando por sendas y caminos casi impracticables hasta llegar al pueblo de Caracol y pasar luego a Tarigagua, en una zona pantanosa infestada de mosquitos con muy alta maleza. Al cruzar la sierra de San Antonio la cual tenía una empinada rampa, se vieron obligados a añadir a la expedición unas mulas, para liberar de carga a los hombres evitando con ello se despeñaran por ir cargados en exceso. El 18 se encontraban en el pueblo de Guaranda, donde descansaron hasta el 22 poniéndose de nuevo en camino, pasando por la falda del valle derecho que forma el Chimborazo, consiguiendo así llegar a Quito el 29 de mayo de 1736.

Estuvieron en América nada más y nada menos que diez años, debido a que no sólo se dedicaron a los trabajos científicos que eran la razón de su viaje, sino que el virrey les encargó la revisión del sistema defensivo de las costas por encontrarse en un lamentable estado de abandono, mientras el almirante británico Anson por estas fechas se empleaba a fondo en atacarlas. Llegaron a decidir la construcción de algunos baluartes y reformaron el reglamento y la organización de las tropas de milicia, consiguiendo dejar algo mejor defendida toda aquella zona.

La tarea de las mediciones se terminó en 1744; pero como llevaban el encargo de don Zenón de Somodevilla, marqués de la Ensenada y a la sazón ministro de Hacienda, Guerra, Marina e Indias, para realizar un estudio en profundidad de la situación de aquellas tierras, debiendo incluir todas las materias relacionadas con ello, como el estado político y militar, naval, ejército, plazas, arsenales, conducta de los jefes y demás empleados, administración de justicia, costumbres de los habitantes, en particular de los indígenas, etc., para a su vuelta ser puntualmente informado; por ello la expedición se prolongó tantos tiempo.

No permanecieron precisamente ociosos pues se les encargó la vigilancia de las costas de Chile y las islas de Juan Fernández, misión realizada por Ulloa al mando de la fragata Rosa, protegiendo el tráfico marítimo de las acometidas del almirante británico Anson, quien ya había saqueado Paita. El total de las fuerzas navales españolas en aquellas costas se componía de tres fragatas, Rosa al mando de Ulloa, Nuestra Señora de Belém, mandada por Jorge Juan y la Esperanza, siendo esta toda la flota al mando del general Pizarro, en las aguas del Mar del Sur, por ello se prolongó un año más su regreso.

Bibliografía:

Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Est. Tipográfico «Sucesores de Rivadeneyra» 9 tomos. Madrid, 1895-1903.

Paula Pavía, Francisco de.: Galería Biográfica de los Generales de Marina. Imprenta J. López. Madrid, 1873.

Juan de Santacilia, Jorge y Ulloa de la Torre-Guiral, Antonio de.: Noticias Secretas de América. Istmo. Madrid, 1988. Facsímil de la publicada por David Barry en Londres en 1826.

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