Agadir. Última Acción Naval Española de Fuerza 1957

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Agadir. Última Acción Naval Española de Fuerza 1957



Puede decirse con casi total rotundidad que el Gobierno español, era conocedor de que algo se estaba gestando en Marruecos, pues ya el día siete de mayo del año de 1956, se le ordenó al crucero Almirante Cervera, que trasportase a una bandera de caballeros legionarios paracaidistas del Ejército de Tierra, desde el puerto de Cádiz, hasta la isla de Fuerteventura, con lo que se convirtió en el primer transporte de hombres, de lo que más tarde sería la guerra de Ifni-Sahara.

Desde hacía algún tiempo se sabía que iba a ocurrir algo, pero no se sabía donde ni cuando, por lo que la tensión en nuestros territorios se podía palpar, por ello más o menos, se estaba preparado para cualquier eventualidad.

Foto del crucero Canarias.
Crucero Canarias.
Colección Todoavante. Casaú. Cartagena.

El 20 se había conocido la noticia de que los indígenas de la zona de Hameiduch, situada al norte del territorio, se había recibido la orden de que se fueran al Zoco el Jemis, en Marruecos, y durante los días diecinueve al veintiuno, se les habían entregado armas y organizado en escuadra, pelotones y compañías. Curiosamente la noticia había llegado a los mandos españoles, porque una cuñada de un policía indígena se la había comunicado.

También se estaba en el conocimiento de que mil quinientos hombres de las BAL, y a las órdenes de Ben Hammú, habían salido de sus cuarteles con destino desconocido.

A las 04:00, todas las líneas telefónicas con el campo quedaron cortadas. Era el día 23 de noviembre de 1957, cuando dio comienzo la guerra, por la conservación de Sidi-Ifni y el Sahara Español.

Por todo ello el corte de las comunicaciones, en la madrugada del 23, no dejaba de ser sumamente sospechoso.

Pero a las 05:30, quedó claro que era lo que iba a ocurrir. La tormenta estalló sobre el mismo Sidi-Ifni. El enemigo, se había infiltrado en nuestras líneas, a favor de la oscuridad de la noche e intentaban alcanzar el polvorín, pero un escucha de vigilancia, vio unas sombras sospechosas, así que decidió darles el alto, pero las sombras prosiguieron su camino, como si nada fuera con ellas, entonces el centinela disparó su fusil; como si surgieran de la noche un grupo de indígenas respondió al fuego, mientras que otro se dirigía a su objetivo; el momento fue de una gran intensidad dramática. (No hay que olvidar que las tropas españolas eran de reemplazo forzoso).

Pero a pesar de la sorpresa y de la creencia de que los soldados no servían para nada en aquella época, demostraron una vez más los españoles, que casi siempre se esta preparado para lo peor.

Al oír los disparos la guardia del depósito, se colocó en línea abriendo fuego con sus viejos Mauser; detrás de ellos acudió también el refuerzo, que se unió a la guardia y entre todos, después de mantener un fuerte intercambio de fuego, los asaltantes se quedaron atónitos ante una respuesta no esperada, por lo que decidieron ir desapareciendo, al igual que habían ido apareciendo, en su avance hacía atrás, de vez en cuando se giraban y disparaban sus fusiles, pero ya en la lejanía y sin efecto real posible, por lo que los nuestros dejaron de disparar a su vez.

 Foto del destructor Almirante Miranda.
Almirante Miranda.
Colección Todoavante. Casaú. Cartagena.

El esperado levantamiento de los pobladores, no tuvo éxito y esto provocó que los asaltantes aún si cabe se dieran a la huida más rápidamente; así mismo el ataque simultaneo al aeródromo también fracasó, por la rápida reacción de la guardia, el refuerzo y al final la alarma en todo el perímetro, por lo que se alejaron posicionándose en las cercanías de la ciudad.

Tuvimos que llorar a un muerto, el Caballero Legionario Paracaidista don José Torres Martínez, que sería el primer caído en combate de esta guerra (triste honor para él y su familia), además de cuatro heridos, el cabo paracaidista don Manuel Tuero y el Caballero Legionario Paracaidista don José Lorenzo Cevallos; un soldado del grupo de artillería, don José Rico y el cuarto un soldado del grupo de policía, don Tomás Morato Gómez.

Al enemigo se le recogió a un muerto, pero es bien sabida la forma en que ellos recogen a los caídos en combate, para evitar la posible profanación del cuerpo por los infieles.

Pero aunque el ejército español resistió con su acostumbrada decisión en el combate, los ataques de las supuestas bandas del «Ejército de Liberación Marroquí» tanto en Ifni como en el Sahara proseguían su avance y escaramuzas; pero ya comprobada la evidente complicidad de Marruecos en todas estas agresiones, el Gobierno español ordenó que la Armada pasara a primer plano, de la ofensiva militar, para parar a los «insurgentes» protegidos por el sultán Mohamed V.

La acción debía ser resolutiva y no una mera forma de intentar acabar con aquello a costa de vidas españolas, por lo que se resolvió, hacer una «visita» a la ciudad de Agadir.

Porque el realizar una serie de bombardeos, sobre posiciones perdidas en el desierto, que los hombres conocedores del terreno se sabían aprovechar muy bien de él, o el intentar bombardear a una columna, hubiera sido lo mismo, o sea intentar matar moscas a cañonazos y por ahí no entraba el Gobierno español, mal gastar vidas y dinero, cuando tanta falta estaba haciendo dentro de España.

 Foto del destructor José Luis Díez.
José Luis Díez
Colección Todoavante. Casaú. Cartagena.

La Armada aunque no estaba muy bien dotada, en aquellos momentos, ya que la mayoría de los buques eran provenientes de la última guerra civil, por lo que algunos de ellos incluso habían sido muy castigados en esta contienda, pero si eran suficientes para parar esta desafortunada guerra. (Aunque ninguna es, ni tiene razón de ser, aunque habría que discernir, entre combatir para defenderse y ser el provocador de ella).

En aquellos momentos el Comandante General de la Flota era el vicealmirante don Pedro Nieto Antúnez y su jefe de Estado Mayor, el capitán de navío don Manuel de la Puente y Magallanes.

Añadiré una anécdota, que no tiene desperdicio: «Llegaba un DC-3, con hombres de la compañía de ametralladoras del Real Cuerpo de Infantería de Marina. El mal tiempo reinante y la carencia de vestuario adecuado, para una campaña en África, motivaron que el capitán del Estado Mayor del gobierno de Ifni, que acudió a recibirlos y darles las oportunas órdenes, casi le diera un ataque al corazón. Se acercó a la escalerilla y su asombro no tuvo límites, al ver salir a un capitán y un teniente, empuñando sendos subfusiles Z-45, con uniformes «gris uralita», botas «chiruca» de color granate, abrochada «cachafeira» de color azul, sobre la que se ceñían correajes marrones, y con un casco gris al que el viento trataba de cubrir con la capucha de la «cachafeira»; y que eran seguidos por soldados con uniforme gris, con chaquetones azules de vivos rojos, botones dorados, grises los cascos y portando unos blancos petates. ¡Pero ustedes a qué c……vienen!; fue la frase del atónito capitán, saliéndosele casi los ojos de las órbitas. El capitán de la compañía le explicó, que ese era el vestuario reglamentario de la Real Infantería de Marina Española para campaña» En esto quedó todo y el capitán que los recibió no falleció de la primera impresión.

Ya a primeros de noviembre del año de 1957, estando en Palma de Mallorca en el crucero Canarias, se recibió la orden de hacerse a la mar con rumbo a Ceuta, a donde llegó el día cinco, se le embarcó a la VI Bandera de la Legión, haciéndose de nuevo a la mar con rumbo a Las Palmas de Gran Canaria, donde llegó el día siete y desembarcó a la unidad militar.

Foto del destructor Churruca.
Destructor Churruca.
Colección Todoavante. Casaú. Cartagena.

Las primeras unidades de la Armada en acudir al fuego, fueron las afectas a la Base naval de Canarias, las cuales y apoyadas por los buques mercantes, que cooperaron en las labores logísticas, sobre todo en el traslado de unidades del ejército, desde la Península, Ceuta y Melilla, en socorro de las escasas fuerzas que estaba de guarnición en nuestros territorios en África Occidental.

De ellas las corbetas Atrevida y Descubierta; el cañonero Vasco Núñez de Balboa y los remolcadores de altura, RA-1 y RA-2.

Pocos días después se le unió la escuadra, en la que el buque insignia de la Armada, el crucero Canarias, enarbolaba la del Comandante General de la Flota, vicealmirante don Pedro Nieto Antúnez y al que acompañaban, los cruceros; Galicia, Almirante Cervera, Miguel de Cervantes y Méndez Núñez, a los que daban protección los destructores, de la 2ª y 3ª escuadrilla: José Luis Díez, Gravina, Escaño, Almirante Miranda, Jorge Juan, Almirante Antequera y Churruca, más unos buques auxiliares, pero muy importantes para esta ocasión como: la barcaza de desembarco K-2y los minadores Eolo y Neptuno, con el cañonero Magallanes.

Las principales misiones fueron, la defensa de las zonas costeras y la protección de los convoyes, en los que se transportaba a tropas, materiales de guerra y víveres; el realizar los desembarcos no fue tarea fácil, pues las dificultades de Sidi-Ifni, la cabeza de playa en el Aaiún y la pequeñez del desembarcadero de Villa Cisneros, hicieron recurrir como siempre a ingeniosas formas de poder poner el material en tierra firme.

La flota fue repartida en divisiones navales, para mejor poder acudir a las diferentes misiones, la 3ª al mando del contralmirante don Fernando Meléndez, se encargó de proporcionar apoyo artillero en diversas ocasiones, a las fuerzas del Ejército con posición de defensa en Sidi-Ifni.

También prestó su apoyo por fuego naval a la playa de Aaiún; gracias a su contribución, se pudo reconquistar el faro de Cabo Bojador, por medio como siempre de facilitar un muy audaz desembarco de fuerzas, que lo llevaron a cabo notablemente, teniendo en cuenta la escasez de medios.

 Foto del destructor Escaño.
Escaño.
Colección Todoavante. Casaú. Cartagena.

El crucero Galicia, intervino en el bombardeo de Erkunt, Id Bucheiri, Yebel Buganin y Tabel-Kut, facilitando así el avance de nuestras tropas.

El destructor Churruca, a su vez lo hizo en apoyo de Villa Bens y en la vigilancia costera de la zona de Tabel- Kut.

Desempeñaron misiones especiales los cruceros Galicia y Miguel de Cervantes, y los destructores, Almirante Antequera, Churruca y Jorge Juan, sobre todo en la zona del Sahara y como siempre por su apoyo de fuego, las cosas iban mejor.

También el crucero Méndez Núñez efectuó sus fuegos, sobre T’Zelata de Esbuia y el zoco de El Arbaa de Mesti.

No podemos dejar en el olvido, los bombardeos que realizó el crucero Canarias de las zonas y poblaciones de Buyarifen y Bu May-Yod, así como los efectuados sobre las inmediaciones de Punta Leguesira, Sidi Seman y Biugta.

Después de todas estas intervenciones, como se decía al principio, sólo se conseguían avances muy pequeños, por lo que el Estado Mayor de la Armada resolvió, el realizar una arriesgada operación completamente naval.

El día seis de diciembre, se recibió la orden en el crucero Canarias, de poner rumbo a Agadir y demostrar que el Gobierno, ya confirmado, que todos los medios proporcionados al supuesto «Ejército de Liberación» provenían del apoyo del Sultán de Marruecos, no iba a permitir el prolongar la guerra.

Este mismo día se hizo a la mar el Canarias, ya en ella se reunió con una de las divisiones, la compuesta por el crucero Méndez Núñez y los destructores; Almirante Miranda, José Luis Díez, Escaño y Gravina, ya todos reunidos se dirigieron al mencionado puerto y población, pero con la secreta orden de no dispara ni un sólo tiro sobre la población, de hecho los cañones no se llegaron ni a cargar; pero esto no lo sabían los marroquíes.

El 7 de diciembre y poco antes de su llegada, a la bocana del puerto el vicealmirante Nieto dio la orden y se tocó zafarrancho de combate y penetraron en él, siendo el primero el Canarias, segundo del Méndez Núñez y detrás los destructores.

El Canarias, comenzó a hacer girar sus torres apuntando a todo lo que se encontraba en su entorno, al mismo tiempo y alternativamente, movía también las piezas de artillería en elevación y depresión, por lo que parecía que lo iba a arrasar todo, pero sin pararse y evolucionando en la dársena del puerto, al llegar al punto de salida, varió el rumbo y toda la división volvió a repetir la maniobra, al llegar por segunda vez, puso proa a mar abierto y se perdieron en el horizonte.

Como única fuerza de oposición, fue la orden recibida por varias compañías del ejército de Marruecos, que se posicionaron en el malecón, con sus fusiles.

 Foto del destructor Gravina.
Gravina.
Colección Todoavante. Casaú. Cartagena.

También sorprendidos por la intrepidez de la aparición de la escuadra española en territorio marroquí, algunos representantes diplomáticos de naciones extranjeras, ordenaron izar sus respectivas banderas, para señalizar las embajadas y tratar así de evitar ser bombardeadas.

Así mismo desde los buques se pudo observar, cómo los pobladores salían corriendo a buscar un seguro refugio.

La acción demostrativa de fuerza tuvo inmediatamente sus resultados, que además era los buscados y apetecidos por el Gobierno español.

Incluiré otra anécdota, de las muchas que ocurren en la vida cotidiana, pero que en los momentos de presión, pueden llegar a tener graves consecuencias y se producen como un hecho efectivo y quedan como anécdota, al no ser así.

«Estaba a bordo del destructor Almirante Miranda, cuando estábamos en unas maniobras, que gracias a ellas nos cogió un poco más preparados.

Al producirse el ataque de las «bandas incontroladas» sobre las posiciones de Sidi-Ifni, fuimos destinados a la escuadra de operaciones, frente a las costas de Marruecos.

Recuerdo en especial una guardia de media frente a la costa. Se trataba de dar protección antisubmarina a un buque anfibio francés. Había mar gruesa y algunos destructores habían perdido las anclas al intentar fondear; los bandazos eran tremendos y el puente estaba desierto, sólo el timonel.

El oficial saliente, que naturalmente era más antiguo, me dio unas rápidas orientaciones y se fue. Había que navegar a seis nudos hacía la costa, invertir el rumbo al llegar al veril de los dieciocho metros y parar el sondador, para darle «un descanso»

Debía desconfiar de la giroscópica: en algunos momentos parecía que fallaba. De la protección antisubmarina que prestábamos, sin comentarios. O mejor, sólo uno: no teníamos sonar.

Crucero Méndez Núñez.
Colección Todoavante. Casaú. Cartagena.

Aquella fue la época en que salí en una fotografía publicada por el «París Match» una foto a doble página, (éste diario realizó en su momento, una gran difusión de la entrada de la escuadra española en el puerto de Agadir). Estaba tomada desde Agadir y abarcaba a toda la división, navegando en línea de fila a pocos metros de la punta del muelle: el Canarias, el Méndez Núñez, etc.

El último destructor era el Almirante Miranda, y el último hombre era yo, que era el oficial de batería de los dos cañones de popa. He de confesar que en la foto no se me distinguía, pero indudablemente yo estaba allí cuando fue tomada. En zafarrancho de combate, con los pañoles abiertos, el cordón de municionamiento cubierto y munición de guerra en las tejas. Y los cañones apuntados.

En realidad, sólo era una demostración de fuerza, aunque algunos creíamos que íbamos a bombardear objetivos militares de Agadir.

También lo creyó uno de los comandantes, que recibió el mensaje «se abrirá fuego sin previa orden» o algo parecido. La mala calidad de las transmisiones suprimió el ¡NO! con que comenzaba la orden. La prudencia de aquel comandante, deferente con la capitana y que ya había ordenado «cargar», impidió un grave incidente internacional no buscado por el Gobierno Español. Y quizás algo peor»

El teniente general jefe del Estado Mayor Central envió al general Zamalloa un telegrama, en el que le decía «…la demostración ha sido todo un éxito, asustó al Gobierno marroquí, creyendo un desembarco inminente…»

De hecho la presión ejercida sobre Sidi-Ifni, disminuyó considerablemente a los pocos días, lo que afirmó a las nuestras, pues el peligro se alejaba.

Pero aún así las operaciones prosiguieron; el vicealmirante don Pedro Nieto Antúnez, pidió al general Gómez-Zamalloa, que le fuera enviado a bordo del crucero Canarias, a un oficial que fuera buen conocedor del territorio de Ifni, con el fin de que pudiera marcar los objetivos a batir desde el crucero y facilitar la dirección del fuego.

Le fue designado el teniente de artillería don Manuel de la Pascua Salguero; quien relató lo siguiente:

«Poco tiempo después de la demostración de Agadir, el crucero puso rumbo a las aguas de Sidi-Ifni, con la intención de bombardear una zona cercana, que estaba a unos cinco kilómetros, Tabel-Kut.

Pero éste hecho coincidía con el día veinticuatro de diciembre del año de 1957, o sea Nochebuena, pero aún y así el Canarias, junto con su dotación cumplió con la misión.

En medio del atronador fuego de las piezas de 203 m/m, acompañadas de las antiaéreas de 120 m/m, estando en el puente de mando, el vicealmirante Nieto Antúnez, se giró al teniente De la Pascua y le dijo: «No puede imaginarse, amigo De la Pascua, el enorme disgusto que me da disparar el día de Nochebuena, pero el deber siempre es el deber…»

La guerra de Ifni-Sáhara oficialmente terminó, el día veintiocho de febrero del año de 1958, con la victoria de las armas españolas y la vuelta a la tranquilidad, que parece duradera.

Desde aquí, dejar constancia de los nombres de los barcos mercantes, que en todo momento estuvieron, como siempre hermanados a la Armada, ayudando con su ir y venir por ese viejo mar, a que por lo menos de lo imprescindible no faltara a nuestras tropas: Viera, Clavijo, Gomera, Paloma, Capitán Mayoral, Cruz Mediterráneo, Ciudad de Alicante, Domine, más los trasbordadores; Virgen de África y Tarifa.

Uno de los puntos que primero fue atacado fue el faro de Cabo Bojador, que estaba habitado por el farero y su familia.

Los españoles estaban en la suposición de que estos habían sido asesinados, pero cuando tomaron de nuevo el faro, no se encontraron cadáveres aunque sí muchas manchas de sangre, que eran las que auguraban la tragedia.

Un tiempo después se pudo averiguar que estaban vivos, pero prisioneros de los marroquíes, que habían sido llevados a Gulimin.

Meses más tarde, el sultán de Marruecos Mohamed V, quiso dar a entender al mundo que él dominaba la situación dentro de su país y que lo del «Ejército de Liberación» había sido una causa solitaria.

Aunque tiempo después y durante muchos años, reconoció Rabat, que el tal «Ejército» se le escapaba de las manos en más de una ocasión, pero esto pertenece al «secreto del sumario»

Para demostrar su afabilidad cerca del Gobierno de España, realizó la entrega de todos los prisioneros realizados en la guerra, por las bandas incontroladas del susodicho «Ejército» en la persona del cónsul español en la capital de Marruecos, entre los sobrevivientes se encontraban los técnicos fareros y sus familias, del faro de Cabo Bojador.

Pero antes de esto y de una forma humillante, en la «ceremonia» de entrega, que se realizó delante de todos los medios posibles de comunicación e internacionales, en uno de los patios del palacio real de Rabat, Mohamed V obligó a desfilar a los prisioneros españoles ante él, formados en filas de a tres.

Hecho que no tiene calificación y menos con la pompa con la que se realizó, pues si se analiza lo escrito, se vera por esta actitud de triunfador y de soberbia, que él era el causante de tanta calamidad sufrida, por los españoles y por su propio pueblo.

Y yo apuntillo, con una pregunta, cuya respuesta dejo a los mejores intencionados, (pues la de los malos ya me la imagino), que puedan leer esto. ¿Alguien piensa que después de más de cincuenta años, las cosas han cambiado mucho?; ¡Sírvanse ustedes pensarlo, por favor!

Para ir terminando añadiré unos documentos, que fueron hechos públicos después de concluida la guerra.

Por ejemplo una poesía, que fue enviada a los hombres que combatían por España, por una simpática chica gaditana.

Soldados de España eterna

que en el peñasco estáis
sin alegría ni pena
de vuestro lejano hogar
con la suegra a quince leguas
y sin agua mineral.

La Carmen Sevilla…ha estado
aguinaldo va…a llegar
pero sólo viendo nubes
y algún chacal al aullar
podéis creer en nosotros
que fuisteis a guerrear.

La distancia ha sido larga
y muy duro el caminar
la ropa está toda sucia
la comida hasta sin sal
piensa entonces con orgullo
que hay alguien sin más soñar
que poder lavar la ropa
que tú traigas al llegar.

Si vieras aquella niña
que te nombra sin cesar
cómo besa tú retrato
cómo reza, cómo está
dejarías la morriña
tan sólo para soñar
con sus caricias de ángel.

Soldados de España eterna
si no tuviera historial
no hubiera podido nunca
cantarla ningún juglar.

Ahora duerme, ya es muy tarde
y tendrás que madrugar
Dios te bendice muchacho
más en guerra que en la paz

Qué te puede ocurrir malo
si tú hija al acostar
sólo dijo: Jesucristo, ten presente a mi papá.


«Advertencia.—Aunque están fechados en Cádiz, no son de Pemán» (Nota de la autora de la poesía)

Como colofón, transcribir una Oración, pues si se alterara no sería historia. Que se encontró en el cuerpo sin vida del teniente paracaidista señor Ortiz de Zárate, que halló la muerte al ser lanzado sobre Telada, en Ifni, (siendo el primer oficial de este nuevo cuerpo caído en combate), para reforzar a esta guarnición y que en su honor se le puso su nombre a la tercera bandera de Caballeros Legionarios Paracaidistas.

No se conoce a su autor que casi es lo de menos, pero sí sirva para todos los que murieron por España, en aquella y por suerte ya lejana guerra.

Comillas izq 1.png «Haz, Señor, que mi alma no vacile en el combate y mi cuerpo no sienta el temblor del miedo.

Haz que el silbido de los proyectiles alegre mi corazón.

Haz que la sed y el hambre, el cansancio y la fatiga, no lo sienta mi espíritu, aunque lo sienta en mi cuerpo y en mis huesos.

Que no rehúya, ni en la imaginación siquiera, el primer puesto en el combate, la guardia más dura en la trinchera, la misión más difícil en el avance. 

Pon destreza en mi mano para que mi tiro sea certero.

Pon caridad en mi corazón para que mi tiro sea sin odio.

Concédeme, ¡Oh Rey de las Victorias!, el perdón de mi soberbia.

Quise ser el soldado más valiente de mi Ejército, el español más amante de mi Patria.

Perdona mi orgullo, Señor.

Te lo ruego por mis horas en vela, el fusil y el oído atentos a los ruidos de la noche.

Te lo pido por mi guardia constante en el amanecer de cada día.

Por mis jornadas de sed y de hambre, de fatigas y de dolor.

Si lo alcanzo, ya mi sangre puede correr con júbilo por los campos de mi Patria y mi alma puede subir tranquila a gozarte en el tiempo sin tiempo de la eternidad. Amén.» Comillas der 1.png


En total las bajas sufridas por las FAS Españolas, alcanzaron a trescientos muertos y quinientos heridos.

Vaya por todos ellos este recuerdo, pues forman parte de la Historia por derecho propio, ¡triste derecho! Pero gracias a ellos y a muchos cientos de miles más a lo largo de la Historia, España fue la que fue y eso no puede dejarse caer en la pusilanimidad por inmerecido olvido.

Bibliografía:

Albert Ferrero, Julio: Creación de la Cátedra «Almirante Martín-Granizo» en la Universidad de Salamanca. Revista General de Marina. Cuaderno de Junio de 1994; páginas, 693 a 707. En el momento de la publicación el autor era Vicealmirante.

Casas de la Vega, Rafael: La Última Guerra de África (Campaña de Ifni-Sáhara). Colección Adalid. Publicaciones del EME. 1985.

Cierva, Ricardo de la: Historia Militar de España. Planeta. 1984.

De Benito Ortega, Pedro: El Programa «Fragata F-100» Revista General de Marina. Cuaderno de Mayo de 1992; páginas, 533 a 544. En el momento de la publicación era Capitán de Navío del cuerpo de Ingeniero.

Sánchez Pastor, Antonio: Relatos de la Guerra de Ifni-Sáhara (1957/1958). Revista General de Marina. Cuaderno de febrero de 1993; páginas, 199 a 210.

Santamaría, Ramiro. Ifni-Sáhara – La Guerra Ignorada – Ediciones Dyrsa. 1984.

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