Alto Horno primero de España 1793

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Alto Horno primero de España 1793



A don Fernando Casado de Torres e Yrala se le volvió a comisionar a Asturias, pues tenía la idea de aplicar las técnicas vistas y aprendidas en su viaje al Reino Unido, éstos estaban utilizando el sistema Dundinald para reducir el carbón y transformarlo en cooke, a su vez se sacaba el alquitrán mineral y todo se hacía en la localidad de Brandly, de ello a su vez había escrito una «Memoria» y elevada a la sanción del Rey, quien aconsejado por sus expertos le autorizó a realizar.

Se eligió la población de Langreo y aquí se montó el primer alto horno de España, según nota del historiador asturiano don Jesús Evaristo Casariego, la describe así:

«La fábrica de este primer horno consistía en un gran cilindro de 40 pies de alto por 20 escasos de diámetro, todo él de recia sillería muy bien labrada por dentro y por fuera. El cenicero tenía acceso por una puertecilla especial y en el centro había un foso cubierto de enrejado de hierro con barra de dos pulgadas. Encima estaba el hogar para quemar el carbón con puerta de hierro especialmente preparada para soportar las altas calorías y respiraderos para regular la combustión. Estos respiraderos se tapaban con barro y se iban abriendo gradualmente con punzones, según las necesidades de la cremación. La parte superior del hogar tenía una boca con tapa de hierro para la carga a un lado, y otra enfrente, de la cual partía un tubo de piedra de dos pies de diámetro que daba salida a los humos. Para poder punzar los agujeros respiradores había una galería circular exterior adosada al cuerpo del horno, cuyos estribos servían también para sostener la techumbre. Por el tubo salía el humo mezclado con el petróleo. Éste pasaba a un lavadero dotado de otros tubos de barro cocido en los que se refrescaba y cuajaba y al fin caía en sus depósitos especiales. Parte de la tubería de extensión se apoyaba en la colina que servía también de espaldar al lavadero, formado por un paredón de veinte pies de grueso y veintiséis de altura para recoger en su nivel, de una parte, el agua, de un arroyo que venía del monte.»

Consiguiendo al mismo tiempo que los alquitranes fueran enviados al Arsenal de La Carraca donde a su vez daban la energía suficiente para el funcionamiento de la sierra, primera de sus aportaciones a la industria.

Las obras iban a tan buen ritmo que por carta del 9 de noviembre de 1793, comunica al capitán general de la Real Armada don Antonio Valdés, que si nada se tuerce y todo funciona igual podría obtenerse cooke el próximo mes de diciembre.

Bibliografía:

Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Est. Tipográfico «Sucesores de Rivadeneyra» 9 tomos. Madrid, 1895-1903.

Paula Pavía, Francisco de.: Galería Biográfica de los Generales de Marina. Imprenta J. López. Madrid, 1873.

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