Mendana y Neira, Alvaro de Biografia
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Álvaro de Mendaña y Neira Biografía
Navegante y explorador.
Adelantado de las islas Salomón.
Orígenes
Vino al mundo el 1 de octubre de 1541, en Congosto, el Bierzo, provincia de León.
Hoja de Servicios
De joven viajó a las Indias, donde se dedicó a navegar por las costas del Perú, dedicándose principalmente al comercio y posteriormente, por todas las conversaciones que se hablaban en aquella tierra a realizar algunas exploraciones, lo que le permitió adquirir una buena experiencia, en el bello arte de navegar.
Alcanzó su tío interinamente el nombramiento de Virrey del Perú, por lo que le llamó inmediatamente, así fue nombrado como capitán de la armada de aquellas aguas, ocupando el cargo en el año de 1558.
Cuando don Pedro Sarmiento de Gamboa, demandó ayuda para explorar el mar del Sur, su tío que ya era Virrey en propiedad, le dijo a Gamboa que la expedición se formaría, pero estaría al mando de su sobrino, lo que ya no gusto mucho a don Pedro, pero no había más y acató la orden.
Pero al formarse la flota, que estaba compuesta por sólo dos naves y al parecer no muy bien pertrechadas, Mendaña confiaba mucho más en el piloto Hernán Gallego, que en Sarmiento, siendo éste relegado como tercero de la expedición, en la cual participaban ciento veinticinco marineros y cuatro pilotos.
Ya todo dispuesto, zarparon del puerto del Callao, el día diecinueve de noviembre del año de 1567, manteniendo rumbo a occidente, el cual les llevo después de navegar como unas novecientas leguas, a una pequeña isla que fue bautizada con el nombre de Buen Jesús, prosiguieron la derrota y al poco se divisó otra isla, a la que llegaron después de navegar otras quince leguas, esta era algo más grande que la primera, siendo bautizada como Santa Isabel o según otros datos, como la Estrella, pero que por nombre nativo tenía Atoglu.
En ésta desembarcaron y viendo las condiciones de las costas, se dedicaron a construir una pequeña galera, lo que le iba a facilitar el navegar entre islas e incluso el desembarcar si era necesario, pues aunque falta el viento el remo sería la salvación al momento dado.
Así consiguieron el descubrir todo un archipiélago, al que fueron bautizando con nombre como: San Juan, La Atreguada, Tres Marías, La Galera, San Dimas, Sizarga, Buena Vista, Guadalcanal, San Jorge, San Cristóbal y así hasta unas veinte que encontraron.
El problema se planteó al faltar los víveres, pues eran bien recibidos en todas las islas, pero al pedir comida, como al parecer escaseaba para los propios nativos, lo que les obligaba a practicar con cierta facilidad el canibalismo y como costumbre de casi todos estos descubrimientos, al principio se juraban lealtad y paz, pero los indios la rompían en cuanto les parecía, tuvieron que combatir para conseguir algo de comer, lo que provocó la pérdida de algunos españoles, que fueron a parar a los estómagos de los nativos.
Éstos eran muy valientes y nunca se daban por vencidos, a parte de que entre ellos debían de haber varias razas, pues tenía diferencias hasta de color notables.
Pero aún empeoró la expedición, al declararse varias epidemias, pues sobre todo el clima no era como muy habitable, al menos para los europeos, lo que alarmó a Mendaña tanta perdida de hombres y esto fue la causa de dar la orden de reembarcar y regresar al Virreinato.
Pero no acabaron aquí los sufrimientos, pues nadie hizo caso a Sarmiento, para tomar el rumbo de regreso, lo que provocó que arribaran a Nueva España, no sin antes haber sufrido grandes temporales, que les desarbolaron viéndose obligados, a hacer un aparejo de fortuna utilizando para ello las mantas de los coys y realizando con ellas bandolas, de esta guisa consiguieron arribar.
Al llegar a tierra, fueron auxiliados y se les proporcionó casi todo lo necesario, para poder continuar rumbo a su puerto de salida, lo cual realizaron ya costeando, hasta arribar a El Callao, utilizando un tiempo de ciento cincuenta singladuras.
Al arribar por fin a El Callao, donde su tío el Virrey licenciado Lope García de Castro, los recibió como a unos grandes héroes por la hazaña conseguida, cuando en realidad no se había logrado nada.
El caso es, que si marcaron una diferencia, pues en su navegar se había realizado mil cuatrocientas cincuenta leguas de navegación, siendo hasta ese momento, el trayecto más largo recorrido en aquellas aguas, pero esto importó poco a los habitantes, ya que como no se había conseguido el dejar tropas y establecer comercio regular, poco o muy poco sacaban en claro de esta expedición.
Viendo el poco agrado de sus habitantes y que no había servido para nada su esfuerzo, Mendaña comenzó a hablar, diciendo que aquellas islas eran de donde el Rey Salomón había sacado todas sus riquezas, a donde había hecho desplazar a sus naves y así conseguir el suficiente oro para cubrir con él su templo de Jerusalén, por esta razón comenzaron a llamar al archipiélago, con el nombre de Salomón, aunque en realidad nadie sabía exactamente donde se encontraban.
A pesar de todo lo que dijo, no le dio resultado, pues no se volvió a organizar una nueva expedición hasta algo más de veintiséis años después.
Durante este tiempo contrajo matrimonio con doña Isabel de Barreto, dama perteneciente a una de las más nobles familias de Lima, y de la cual tuvo el total apoyo para poder armar este segundo intento, de colonizar las islas Salomón.
Con esta expedición lo que se iba a intentar, era el trasladar a familias enteras para asentarse en aquellas islas, formando así un núcleo que posteriormente se podía ir ampliando y siendo un lugar muy aceptable, como escala de viaje a las islas Filipinas.
La composición de la flota era de cuatro buques, la Capitana: San Jerómino; la Almiranta: Santa Isabel; la Galeota: San Felipe y la Fragata; Santa Catalina.
Como capitán general de ellas iba Mendaña, a quién acompañaba su esposa doña Isabel de Barreto, a la que acompañaban tres de sus hermanos, como piloto mayor de la flota Fernández de Quiros y capitán de la Capitana, como maestro de campo Pedro Merino Manrique, por que en total iban trescientas setenta y ocho personas, de las que doscientos ochenta eran soldados, pero la mayoría de los nuevos pobladores, eran pobladores de Lima y el Callao pero de vagos y maleantes, siendo las mujeres las que voluntariamente se quisieron prestar a esta aventura, lo que añadía un peligro más a la expedición.
Zarparon aprovechando un buen viento el día nueve de abril del año de 1595; como la flota no estaba al completo de sus necesidades, fueron barajando la costa para ir terminando de abastecerse, una vez ya las naves al completo de sus provisiones, pusieron rumbo a la isla ya visitada de San Cristóbal.
Según los datos de Mendaña del anterior viaje, la isla debía de estar situada entre los paralelos 12º a 7º de latitud Sur, pero ya sabemos que en esta época los datos podían variar mucho de quien los realizaba, por que después de navegar mil leguas, el día veintiuno de julio divisaron una isla, pero que no era de las visitadas en el primer viaje, por lo que la bautizaron Magdalena, que en su nombre nativo era la Fatuiva, encontrándose en el paralelo 10º Sur y según apreciación, debía tener como unas diez leguas de bojeo.
De todas formas desembarcaron, pero casi nada más hacerlo fueron atacados por lo naturales, que al verlos Mendaña, dio por sentado que esta isla no pertenecía al archipiélago de las Salomón, pues su habitantes eran distintos.
Aún así se enfrentaron a los indígenas, que como era normal al hablar los arcabuces, se vieron superados falleciendo diez de ellos, sumando los heridos muchos más, lo que les convenció que lo mejor era firmar la paz ofrecida por los españoles y así se hizo.
Terminadas todas las conversaciones y el protocolo de la firmar la paz, Mendaña dio la orden de embarcar e ir en busca de las islas visitadas por él en su primer viaje, así que fueron descubriendo nuevas islas, que iban siendo bautizadas, como las de San Pedro, Dominica, Santa Cristina y Madre de Dios, más otras que no figuran sus nombres, pero que Mendaña bautizó a este nuevo archipiélago, como las Marquesas de Mendoza, en honor a la esposa del Gobernador del Perú, tomando posesión de ellas en nombre del Rey de España, el día veintiocho de julio del año de 1595.
En estas islas estuvo posteriormente el explorado Cook en el año de 1774, al que le puso el nombre de Nukahiva, que era el nombre nativo de la más grande de todas ellas.
Pusieron rumbo a poniente y después de recorrer otras cuatrocientas leguas, en las que se sufrieron graves temporales y en uno de ellos, por ir la nave en lastre al haberse acabado toda el agua potable, no pudo soportar el mal estado de la mar, yéndose a pique la nao Almiranta Santa Isabel, que al mando de don Lope de Vega, desapareció para siempre, desconociéndose el lugar exacto, ya que cada buque pasó como pudo la adversidad del océano.
Al calmar los grandes temporales se encontraron en las cercanías de una isla, en cuyo centro se alzaba un gran volcán que precisamente estaba en erupción, lo que provocaba terremotos marinos, por las sacudidas de la propia isla, viéndose obligados a gobernar para alejarse de ella, lo que les llevó a avistar la isla de Vanikoro, (esta isla se hizo después famosa, por fallecer en ella La Pérouse) pero solo se acercaron con un bote para averiguar el nombre de ella, por lo que prosiguieron viaje descubriendo otra nueva isla a la que se le bautizó con el nombre de Santa Cruz, pero el suyo nativo era Nitendi.
A ésta isla arribaron en el mes de septiembre, que está situada al Este del archipiélago de las Salomón y Mendaña, la eligió para crear la nueva población, a la que la bautizó como Graciosa, estando situada en su parte norte, por lo que rápidamente se intento levantar un fuerte y bajo su protección ir creando la ciudad.
Pero poco se pudo hacer, ya que los nativos comenzaron a atacar a los españoles y al mismo tiempo, viéndose desamparados los que debían ser los nuevos habitantes, comenzaron las peleas internas, lo que fue minando la salud de Mendaña.
Uno de los peores actos fue el intento de asesinar a los hermanos de dona Isabel de Barreto, don Lorenzo, don Diego y don Luis, por parte del maestre de campo don Merino Manrique, asociado a su vez por otros dos soldados, para así poderse hacer cargo de los buques y regresar al Perú, pero descubierto a tiempo, se les juzgó y fueron condenados a muerte, siendo ahorcados al día siguiente del veredicto del tribunal.
Pero hubo una falta de tacto, ya que en vez de intentar atraerse a los nativos y acabar con los combates, los españoles ante la pasividad de Mendaña, quizás por estar ya muy enfermo, se enfrentaban con todas sus fuerzas, lo que fue agravando la situación, ya que los indígenas se veían reforzados por otros de otras islas, llegando al punto de que lo mejor era el abandonarla.
Tantos contratiempos y viendo que su proyecto no podía seguir, llamó a su presencia a todos lo que quedaban de jefes de la expedición y estando ya reunidos incluida su esposa, la nombró a ella Capitana Generala y Adelantada de las islas Salomón, a lo que todos estuvieron de acuerdo, falleciendo su marido el día dieciocho de octubre del año de 1595 y unas horas después su hermano don Diego, siendo enterrados en la misma isla con todos los honores de Capitán General y Adelantado de las islas Salomón, y a su hermano como a capitán de un buque.
Doña Isabel, que era una dama, pero no exenta en absoluto de un esclarecido talento y no menos enérgico carácter, supo inmediatamente el controlar la situación, ya que a los indígenas no les tenía ningún miedo, pero si algo a sus propios compañeros de viaje, por ello lo primero que hizo, fue reunir a los mandos y entregar la responsabilidad de la navegación al piloto mayor don Fernández de Quirós, reservándose ella todo lo demás.
Esto dice mucho de su fuerza moral, pues había perdido a su marido por enfermedad y a dos de sus hermanos en los enfrentamientos con los indígenas, pero a todo se sobrepuso y dejó muy claro quien era la que estaba al mando, advirtiendo a todos que en nada se iba a parar, si algunos intentaban el dominar la situación contra su voluntad.
Ya todo aclarado, zarparon el día catorce de noviembre con rumbo a la isla de San Cristóbal, al arribar a ella, fueron ojeando para saber si se podía encontrar algo de la nao pérdida por los elementos, pero costeando toda la isla, no hallaron restos ni posibles náufragos, por lo que decidieron poner rumbo a las islas Filipinas, pero fue fijada su posición en 10º y subiendo a 11º por la 4ª de S.O..
Al zarpar de esta isla con rumbo directo a las Filipinas, se tuvo la mala suerte de que las dos naves más pequeñas se quedaran separada de la capitana, sabiendo se tiempo después que la galeota San Felipe, había logrado arribar a la isla de Mindanao.
Arribó y fondeo la capitana, en las cercanías de Manila el día once de febrero del año de 1596, donde se recibió a doña Isabel de Barreto con todos los honores y agasajos pertinentes a su grado, pues las tropas formaron para su revista, se le hicieron las salvas de ordenanza y se le invitó a todas las corporaciones oficiales.
Pero todo esto no evitó, que el capitán general de la islas Filipinas, formara un consejo de guerra, para aclarar todos los pormenores de la expedición, teniendo lugar el día dieciséis de mayo del año de 1596, donde declararon por separado, doña Isabel de Barreto, el piloto mayor don Fernández de Quirós y los pocos oficiales que había quedado, pero ante las coincidencias de las declaraciones y los motivos aportados en el tribunal, salieron todos absueltos y en plena libertad.
Aquí prácticamente se acabó la expedición, pues aunque la intención era la de llegar a estas islas y abastecerse para regresar, la capitana había sufrido graves desperfectos, que eran muy complicados de reparar, y solo la pericia del piloto mayor don Fernández de Quirós, les permitió el arribar al archipiélago Filipino; pero además en Manila no habían suficientes buques para entregarle alguno más, por ello se decidió el que los pocos que habían quedado de la expedición, se quedaran en la ciudad para aumentar su número, pues también estaban necesitados de manos y soldados.
Doña Isabel, fue alojada en una gran casa como correspondía a su cargo y guardo como era norma en la época el año de tocas, por respeto a su fallecido marido, pero dado su carácter, no perdió el tiempo, ya que se casó con el capitán de galeones don Fernández de Castro.
Poco tiempo después, abordó los galeones de su marido, que debían transportar a Nueva España las especias, siendo acompañada por su inseparable amigo el piloto mayor Quirós, así se supone que arribaron a Acapulco y desde aquí viajaron a ciudad de Méjico.
Don Álvaro de Mendaña escribió dos obras, las cuales están inconclusas y nunca han visto la luz de la imprenta: «Parecer en la ocasión de los ingleses.» Original, en la biblioteca Real.
Y «Dos relaciones del viaje que hizo con la armada de S. M., desde su salida del puerto del Callao á 19 de noviembre 1567, al descubrimiento de las islas Salomón.» Según el historiador don Martín Fernández de Navarrete, esta segunda obra quién realmente la escribió fue don Pedro Sarmiento de Gamboa, pues comparando documentos, es su letra y no tiene nada que ver con la primera escrita por don Álvaro de Mendaña.
Bibliografía
Enciclopedia General del Mar. Garriga. 1957. Compilada por el contralmirante don Carlos Martínez-Valverde y Martínez.
Enciclopedia Universal Ilustrada. Espasa. Tomo 34, 1917, página, 572.
Fernández de Navarrete, Martín. Biblioteca Marítima Española. Obra póstuma. Madrid. Imprenta de la Viuda de Calero. 1851.
Compilada por Todoavante ©