Mendoza y Lujan, Pedro de Biografia

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BPedro de Mendoza Biografía



Conquistador español a caballo de los siglos XV y XVI.

Adelantado de la región del Río de la Plata.

Fundador de la ciudad de Buenos Aires.

Contenido

Orígenes

Vino al mundo en la ciudad de Guadix en el año del Señor de 1487.

Venia de ilustre y adinerada familia.

Hoja de Servicios

Sus primeros pasos y por la alcurnia de su familia, los dio como paje del rey don Carlos I, siendo un fiel acompañante del Monarca, y no separándose nunca de él, ni siquiera en los combates en que se vio envuelto el propio Rey, lo que le hizo granjearse la amistad de don Carlos.

De aquí pasó como soldado a los Tercios de Nápoles, y participó en el saco de Roma, lo que ya le procuró una fortuna personal nada despreciable y su ascenso a Alférez.

Todo esto le facilitó alcanzar una capitulación Real, firmada el día 21 de mayo del año de 1534, por la cual se formaba una expedición al Río de la Plata, con la intención de colonizar aquellas tierras.

Pero para que se vea como se conquistó y colonizó un gran territorio, trascribiremos parte del documento de la capitulación. Es digno de leerlo despacio y sacar conclusiones:

«Se le nombra Adelantado, Gobernador y Capitán General de las tierras y tribus a conquistar en aquella región…se le obliga a abrir caminos hasta su llegada al Perú y alcanzar la mar allende de la tierra, llevando animales domésticos y crías de caballos; considerar a los naturales como a iguales vasallos de la corona, sin distinción ninguna con los españoles; establecer para el gobierno del alma a la Orden de San Francisco; siendo costeado todo de su peculio personal, sin ningún gravamen para la corona.
Había que fundar tres poblaciones como mínimo, con sus tres ayuntamientos, desde la boca del Río de la Plata hasta el límite de su concesión, partidos en nueve regiones cada uno, conservando en todos ellos la categoría y preeminencia de primer alcalde y Capitán General. (Menos mal)
De los tesoros que ganase había de remitir un quinto para la corona y un sexto para la Cámara Real, y en el caso de conquistar un reino opulento, debía repartirse el territorio del príncipe vencido, con la mitad de él para la Casa Real y la otra mitad para los conquistadores.»

(Como se puede apreciar, las ganancias eran seguras para la Casa Real, pero para los que debían de hacerlo, empezando por el mismo Mendoza, aparte de poder perder la vida, no era seguro que se hiciera rico ni él ni ninguno de los suyos.)

Como era costumbre de la época, al ser el Capitán General de alta alcurnia se le unieron otros muchos aristócratas; entre ellos: el General don Juan de Osorio, el alguacil Mayor Ayolas, los hermanos Cáceres, los capitanes, don Salazar de Espinosa, don Diego de Abreu, don Pérez de Cepeda y Ahumada, hermano de la después Santa Teresa de Jesús más otros. Junto a ellos iban varias damas, unas esposas de los anteriores o sus hijas o sus hermanas, reuniendo en total treinta y un mayorazgos, y altos cargos.

La expedición estaba a su vez compuesta por catorce naos y carabelas y un total de dos mil ciento cincuenta hombres.

El día 24 de agosto del año de 1535, zarpó con buen viento desde el puerto de Sanlúcar de Barrameda, con rumbo a las islas Afortunadas. Al arribar a ellas se les unieron otros tres buques, con lo que ascendió la fuerza militar a mil ochocientos hombres.

La navegación era la acostumbrada y sin grandes sobresaltos, aunque don Pedro de Mendoza por estar algo delicado, casi no pudo salir de su cámara. Al alcanzar el meridiano casi central del viaje, de pronto se desató una turbonada, que por su fuerza envió a dos de los buques al fondo de la mar, perdiéndose todo lo que en ellos iban, ya que por la mar y vientos reinantes en esos instantes nadie les pudo prestar ayuda.

Arribaron a la población de Río de Janeiro el día 3 de diciembre. Aquí se produjo un juicio contra el caballero y capitán don Juan Osorio, a propuesta de Ayolas y Salazar, que le denunciaron días antes por conspiración, llegando don Pedro a la conclusión de sentenciarlo a muerte, acción que se ejecuto en el instante.

Según parece fue más por envidias, que por razones de peso, pero las largas ausencias de don Pedro de la cubierta, aún propiciaron más el que los dos demandantes se salieran con la suya. Lo que se tradujo en un mal estar entre las tripulaciones de lo que surgió lo inevitable, no viendo otra salida que las deserciones en masa de ella, llegando casi a malograr ya de entrada la expedición. (Eran tiempos duros y solo sobrevivían los espabilados, listos ó capaces.)

Una vez terminado el proceso y ejecutada la sentencia, permanecieron unos días a la espera de que se levantase un viento favorable para zarpar con rumbo al Río de la Plata. A su arribada, fondearon y al día siguiente ordenó don Pedro que su hermano don Diego, realizara una descubierta para localizar un buen lugar donde levantar la primera fortificación, a ser posible en la entrada del estuario del Plata, para mejor controlar las navegaciones.

Pasados dos meses exactos desde su arribada a Río de Janeiro, el día tres [1] de febrero de 1536, como a media legua al Norte del Riachuelo de los Navíos, don Pedro de Mendoza fundó en el nombre del Rey de España, la primera fortificación de tapias ó primer edificio del futuro Buenos Aires, poniéndole este nombre por la devoción a la Virgen María de los Buenos Vientos, cuya imagen consagrada figuraba en la bitácora de todos los buques en el centro de la Rosa de los Vientos, para que fueran lo más apropiados posible a las demandas de las rutas a seguir.

El 15 de junio, volvió a ordenar don Pedro, a su hermano don Diego que con trescientos hombres marchara a explorar la toldería de la tribu de los Querandús, por que estos se habían negado a aportar alimentos a los españoles y si no hacían caso se les castigará.

Como era de esperar los indios se negaron de nuevo, ello llevó a un enfrentamiento duro, ya que los arcos de los indígenas hacían estragos a más larga distancia que la pólvora. Pero a pesar de ello consiguieron vencerles y cargar los víveres necesarios. Lo peor para los españoles fue la muerte de don Diego y cuatro oficiales que a su vez eran sus sobrinos.

Viendo los indios no eran tan fáciles de vencer los recién llegados, comenzaron conversaciones con tribus cercanas, por lo que llegaron a unirse los Querandús, Charrúas y Tehuelches que, en formidable orden atacaron duramente al fuerte español.

Los españoles consiguieron vencerles, pero sufriendo gran número de heridos y muertos, amén de la pérdida de cuatro de los buques anclados y todas las viviendas levantadas, ya que los indígenas lanzaban flechas encendidas, consiguiendo así pegarles fuego y como estaban pendientes de sus vidas, no pudieron acudir a apagar los incendios.

Esto llevó a don Pedro a plantearse si el lugar era el idóneo para la defensa, así decidió construir algunas casas más en el lugar, pero reforzadas para soportar mejor los posibles nuevos ataques y se fijó que, en la altura de las bocas del Riachuelo, había unas grandes barrancas que terminaban en ángulo, convirtiéndolas en un lugar inalcanzable y de mejor punto de vigilancia de la entrada del estuario, favoreciendo así las comunicaciones con la península, así se decidió habitar aquel lugar, que era muy duro por su inhóspita temperatura, pero se levantó una nueva fortaleza en él.

Mientras, su segundo Ayolas había levantado un fuerte en Corpus Chirsti, a orillas del río Paraná, pues hasta aquí llegó buscando alimentos para la población de Buenos Aires y viendo que era un buen lugar se estableció allí.

Como don Pedro no estaba mejor de sus dolencias, quiso visitar el nuevo fuerte, ya que le había comentado que las temperaturas y el ambiente era mejor para su salud, así se formó un expedición con setecientos hombres, alcanzando el lugar sin problemas y a la llegada de don Pedro, lo bautizó con el nombre de Nuestra Señora de la Buena Esperanza. Se supone que pensando que allí mejoraría.

Estuvo poco tiempo, pero le sentó bien el cambio, así que nombró a Ayolas teniente gobernador, dejando a Alvarado y Dubrin como refuerzo del fuerte de Nuestra Señora de la Buena Esperanza, así como encargos especiales para Pizarro y Almagro, por si don Pedro se volvía a la península o le ocurría algo. Una vez terminadas todas estas previsiones se puso de nuevo en camino a Buenos Aires.

Este viaje le volvió a cansar mucho y coincidió su llegada con la de su pariente don Gonzalo de Mendoza, proveniente de las costas del Brasil con una muy buena carga de bastimentos y víveres. Y a su vez, venían con él algunos de sus compañeros de anteriores exploraciones, que por unas u otras razones se habían quedado aislados en las costas de Santa Catalina y ahora regresaban para reforzar las pocas fuerzas que ya quedaban en pie.

Aún dio la orden de formar una nueva expedición, que subiendo por el Paraná alcanzaran el fuerte de Nuestra Señora de la Buena Esperanza, con la intención de reforzar con sus ciento cincuenta hombres este punto y así Ayolas estaría en mejores condiciones de preservar el lugar.

Ya muy agotado y al ver reforzada la escuadra con la llegada de don Gonzalo de Mendoza, decidió regresar a la península, para ello nombró a don Juan Ruiz Galán como su representante con sus mismos poderes, para Buenos Aires y la fortaleza de Riachuelo, hasta que Ayolas; al que se le enviaba mensajero para que regresara a Buenos Aires, llegará y tomara el mando.

Por lo que abordó una de las naos que junto a otra harían el viaje de vuelta. Zarparon el 22 de abril de 1537 (año Juliano), ambas velas con rumbo a las islas Afortunadas. Durante el viaje fue empeorando, falleciendo el 24 de junio, unos días antes de avistar las islas.

Sus restos reposan en el océano Atlántico, como el de otros muchos miles de españoles.

Notas

  1. Según otras fuentes, esta fecha corresponde al 24 de enero, que también es correcta dependiendo de qué calendario hablemos. Esto es un típico error, ya que si nos fijamos entre una fecha y otra hay exactamente diez días, lo que significa, que en 1536 la fecha fue el 3 de febrero, pero del calendario Juliano, al ser cambiado en 1582, cuando el 5 de octubre se convirtió en el 15 desaparecieron esos diez días, por lo que la fecha actual sería la mencionada en otras fuentes del 24 de enero. Pero seguro que eso se escribió después del cambio del calendario. Aunque hay otros autores, que citan los 2 y 23 de febrero, pero estos es muy seguro no son los reales.

Bibliografía:

Enciclopedia General del Mar. Garriga. 1957. Compilada por el contralmirante don Carlos Martínez-Valverde y Martínez.

Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo Americana. Espasa-Calpe. Completa 116 tomos.

Fernández Álvarez, Manuel.: Corpus Documental de Carlos V. Espasa. Madrid, 2003.

Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Est. Tipográfico «Sucesores de Rivadeneyra» 9 tomos. Madrid, 1895-1903.

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