Combate de Saltes 17/VII/1381
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Combate de Saltes VII/17/1381
Éste tuvo lugar, en las proximidades de la isla de su nombre en aguas muy cercanas al puerto de Huelva, sobre el 17 de julio de 1381, en el que se enfrentaron, una escuadra de galeras de la Real Marina de Castilla contra otra del reino de Portugal.
A la muerte del rey de Castilla Enrique II, el monarca portugués Fernando, que en vida del castellano había perdido posesiones y dominio del mar, pensó que era la hora de intentar recuperar ambas cosas.
Por ello se puso en comunicación con el rey inglés, al que convenció de que era un momento propicio para aunar esfuerzos y combatir el poder que estaba alcanzando el reino de Castilla.
Se llegó a él, por ello se envío a un fuerte contingente de tropas inglesas al mando del conde Cambridge, que eran provenientes de las que habían combatido en la guerra de los 100 años, por ello veteranas en muchos combates, para utilizando las tierras del vecino reino como base de partida hostilizar al reino de Castilla, que a su vez era aliado del reino de Francia, con lo que se conseguía el intentar debilitar a las dos, distrayendo fuerzas en varios frentes.
Al ser conocedor el rey de Castilla de estos propósitos, mandó una orden al almirante Ferrán Sánchez de Tovar, que era precisamente el que tantos triunfos había dado a Castilla en los años anteriores y que tenía a su escuadra de diecisiete galeras, fondeada en el río Guadalquivir en la ciudad de Sevilla a resguardo de cualquier ataque.
Al recibir las instrucciones reales, la escuadra se puso en movimiento con rumbo al país vecino, con la sana intención de tratar de evitar el desembarco de los ingleses en estas tierras.
Pero sabedores a su vez de los fondeaderos de la escuadra Castellana, y casi al mismo tiempo, se hacía a la mar la escuadra portuguesa, que ya iba reforzada por los primeros ingleses llegados, por lo que sus galeras iban muy cargadas y en número de veintitrés, pusieron rumbo de encuentro hacía el río Guadalquivir, para así conseguir una victoria que permitiera la llegada del resto del refuerzo de los ingleses.
Las dos escuadras se avistaron en aguas del Algarbe portugués de vuelta encontrada, pero el castellano al ver que eran superiores en número, dio la orden de virar y dirigirse a lugares más resguardados, para evitar el enfrentarse en aguas abiertas a una fuerza superior, donde a buen seguro tenía pocas probabilidades de ganar.
Los portugueses, pensaron que ya tenían ganado el encuentro, pues viendo que los castellanos huían les pareció factible el vencerles, pero ellos habían realizado la mayor parte de la navegación y mucha de ella a fuerza de remos, por lo que acusaron el cansancio propio, al intentar dar caza a boga forzada y a lo que habría que sumar, que las dotaciones se habían ido formando con toda clase de hombres, incluso de campesinos que nunca habían navegado, en el ataque los portugueses fueron perdiendo la formación por la diferencia de experiencia.
Por ello se iban quedando por el derrota en esa boga forzada de caza varias de sus galeras, pues ya llevaban más de dos horas con este esfuerzo, lo que propició que prácticamente se quedasen en hilera y no seguidas, además de que ocho de las rezagadas, variaron el rumbo, para adentrarse en las cercanías de los puertos de Palos y de Moguer, con la intención de destrozar las redes de pesca allí colocadas.
Entonces el almirante castellano, del cual se sabían sus pericias en la mar y ya sufridas, tanto por portugueses como por los ingleses, viendo aquel desorden, comprendió que había llegado la hora de hacer frente a la amenaza.
Él continuaba con sus galeras en orden cerrado y compacto, gracias a que sus dotaciones ya estaban muy curtidas en estos encuentros, por lo que decidió ir a por las enemigas.
Ordenó virar encontrándose a la altura de Saltes, guardando la formación en todo momento, lanzándose en dirección a las proas de sus primeras enemigas, a las que destrozó con sus espolones, su gente las abordó y rápidamente rindieron a sus enemigos.
Pero como las portuguesas iban llegando de una en una al lugar del encuentro, sólo tenían que abordarla y conquistarla sin mayor esfuerzo, sus galeras habían quedado fuera del alcance de las enemigas, pero éstas en su atropellada intención de llegar al lugar lo antes posible, se fueron abordando unas a otras, lo que las retrasaba e incluso las anulaba al perder los remos de una banda o parte de ellos, quedando así a merced de las de Castilla, ahora su superioridad era más que manifiesta, aunque al principio no era tal, pero la experiencia siempre es un grado.
El desarrollo de esta táctica naval, por un experimentado Almirante, seguido de unas tripulaciones expertas, suele dar estos resultados, por ello los portugueses, perdieron a veintidós de sus veintitrés galeras, la última en llegar no cayó en sus manos, por que viró en el último momento al ver el desastre y siempre es bueno dejar a algún testigo, para que transmita la información del resultado del encuentro, así uno gana fama y se le teme más.
Lo bien cierto es, que en muy pocas ocasiones en la historia naval ha habido un triunfo tan aplastante, pues solo se salvo una, de veintitrés.
El almirante castellano Sánchez de Tovar, reunió a las presas y a los prisioneros que alcanzaron el número de seis mil, junto a sus veintidós galeras, poniendo rumbo al río Guadalquivir, al llegar a la ciudad de Sevilla se le tributó un merecido recibimiento triunfal.
El almirante portugués Juan Alfonso Tello, consiguió el título por ser hermano de la reina y a propuesta de ésta, lo ratificó el monarca lusitano Fernando I.
Bibliografía:
Cervera Pery, José.: El Poder naval en los reinos Hispánicos. Editorial San Martín. Madrid, 1992.
Fernández Duro, Cesáreo. La Marina de Castilla, desde su origen y pugna con la de Inglaterra, hasta la refundición en la Armada Española. El Progreso Editorial. Madrid. 1894.
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