Malta combate 8/VI/1283

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Combate naval de Malta VII / 8 / 1283


Este tuvo lugar el día ocho de julio del año de 1283, entre una escuadra provenzal y otra aliada del reino de Aragón y Sicilia, estando ésta al mando del insigne almirante don Roger de Lauria, en las aguas de la isla que le da nombre.

Después de los combates del año anterior, los dos contendientes se fueron preparando en la invernada, para aumentar sus fuerzas en presencia, pues tanto Anjou como Pedro III de Aragón, no cejaban por hacerse con el dominio de Nápoles.

Ya en el mes de mayo arribó una escuadra provenzal de veinte galeras, en refuerzo de las que ya estaban en la ciudad de Nápoles, formándose así una gran escuadra de veintiocho galeras angevinas, siéndole entregado el mando al almirante Guillaume Cornut.

Éste recibió la orden del regente napolitano príncipe Carlos, por estar ausente su padre don Carlos de Anjou, para que rodeara la isla de Sicilia y se pusiera con rumbo a la isla de Malta, transportando hombre, armas y vituallas, por estar siendo asediada la plaza por el ejército siciliano.

El rey de Aragón, partió para acudir al desafió personal de Carlos de Anjou, por lo que no podía estar en dos sitios al mismo tiempo, razón que le llevó a nombrar al almirante don Roger de Lauria, jefe de sus fuerzas navales en Sicilia, pero estas eran muy escasas, ya que la mayor parte de la escuadra de Aragón, había regresado a su reino para reparar los daños sufridos en el combate del año anterior.

Pero le encargó, que bien construyéndolas, adquiriéndolas o bien alquilándolas, no tuviera su escuadra menos de veinticinco galeras, para tratar de impedir cualquier intento de ataque sobre la isla de Sicilia.

Un poco sabedores de la situación del almirante aragonés, los angevinos zarparon a últimos del mes de junio del año de 1283, al mando de su almirante Cornut desde el puerto de Nicotea. Al serle comunicado a Lauria la salida de la escuadra enemiga, sus situación era muy delicada, ya que poco se había avanzado en recomponer su escuadra.

Pues estaban en Messina las escuadras de Aragón y de Sicilia, con veintidós galeras, pero la mayor parte de ellas, sin las tripulaciones al completo, a parte de no estar cargadas al máximo de víveres, como de armas; pero salió el genio y Lauria dio la orden de zarpar en cuanto fueran abordadas las galeras por un destacamento de almogávares que había sido llamado, para que suplieran la falta de tripulaciones, sin preocuparse mucho más del resto.

Por rápido que Lauria había efectuado el alistamiento de su escuadra, la angevina le llevaba dos días de ventaja, lo que le impidió cortarles el paso, pero como era la primera vez que a Roger se la había dado el mando de almirante de una escuadra, no quiso ceder en su empeño de darles alcance, decidiendo el seguirles a pesar de todo, así al arribar a Gozzo se le informó de que Cornut había ya arribado a la isla de Malta.

Y que en la isla, había desembarcado a un fuerza militar, habiendo conseguido el penetrar en la fortaleza, transportando víveres y armamento lo que dio nuevas esperanzas a los sitiados, lo que casi había invertido la situación, ya que ahora eran los sicilianos los que se encontraban entre dos fuego.

Lauria dejó descansar a sus tripulaciones unas horas, pero sobre la media noche se dio la orden de ponerse en marcha, así se levaron las anclas y a remo fueron saliendo de Gozzo con rumbo a Malta.

Cornut cometió un grave error, que fue despreciar al enemigo, por lo que fue dejando parte de su escuadra escalonada, pero separadas unas divisiones de otras, para que le pudieran avisar si los enemigos pasaban en su persecución, pero la gran astucia de Roger que se apercibió de ello, no quiso atacar a esos grupos separados, pues si lo hacía darían la alarma y se prepararían para el combate, por esta razón ordenó navegar en silencio absoluto, hasta alcanzar la isla de Malta sin ser descubierta su escuadra, siendo en este momento cuando con todo el carácter y fortaleza de espíritu de Lauria se puso de manifiesto.

Ya que Cornut no se podía esperar que el calabrés Lauria, le iba pisando las popas de sus galeras, por lo que el acto de almirante aragonés, tuvo toda su enjundia, ya que dio orden de embarcar en un bote de la galera capitana a parte de su gente, con la misión de entregarle un desafío al almirante provenzal.

Eso contando con seis galeras menos en total, demostrando al mismo tiempo, que había atravesado a todo su dispositivo de defensa, pero no había atacado por separado a la escuadra provenzal, demostrando así su honor en el combate.

Durante la noche y sin que se dieran cuenta los aliados, se fueron reuniendo en el puerto de la isla de Malta, las unidades desperdigadas de la escuadra angevina, pero eso es lo que quería conseguir el almirante Roger de Lauria.

Al recibir el desafío Cornut, no se hizo esperar, y a la mañana siguiente, ordenó la salida de toda su escuadra compuesta por veintisiete galeras, las cuales se fueron colocando en línea de combate perfectamente alineadas.

De esta forma fueron avanzando contra la línea aragonesa-siciliana, y en cuanto estuvieron a tiro de sus armas arrojadizas, dio comienzo el combate, así en muy poco tiempo, el cielo se lleno de todo tipo de ellas, tanto de flechas, dardos y unas grandes vigas, que eran lanzadas por unas ballestas de torno, a parte de los consabidos lanzamientos de piedras, una especie de bombas incendiarias, cal en polvo lanzadas por bricolas (máquina balística para lanzar piedras, siendo muy parecida a la balista y el trabuco), trabucos y mangonelas, que de todo esto iban provistas las galeras angevinas.

Mientras los aragoneses-sicilianos, por orden de Lauria seguían manteniendo la línea, pero iban ciando para mantener siempre la misma distancia. Así se mantuvo el combate hasta el medio día; en este tiempo hubo muchas bajas por ambas partes, pero los vasos no sufrieron daños de consideración.

Los angevinos confiados en su gran victoria, no repararon en cuidar de sus armas, por lo que estuvieron lanzando de todo sin parar, lo que produjo que sobre la misma hora, sus galeras se fueran quedando sin armas arrojadizas, lo que no ocurría en las aliadas, ya que al observar el ritmo de lanzamientos de sus enemigos, Lauria había dado la orden de responder una sobre dos recibidas.

Así transcurrieron unos minutos, hasta que Lauria quedo convencido de que ya no les quedaban más, entonces dio la orden de avanzar sobre la escuadra angevina, pero muy lentamente y al mismo tiempo, desde sus galeras la lluvia de todo tipo de armas, iba haciendo mella en la enemiga.

Cuando ya estuvieron muy cerca, se vió con gran alegria que los ballesteros aragoneses no fallaban dardo, por lo que iban quedando muy limpias las cubiertas de los angevinos y entonces fue, cuando Lauria dio su grito de ataque general, lo que provocó que se pasara a boga de combate y de esta forma se embistió a las enemigas, estas quedaron muy maltrechas del envite, ya que la mayoría se quedo sin remos, muchas con un costado cuarteado o arrancas sus popas por el abordamiento.

Pero el valiente de Cornut, fue el primero en abordar a la capitana de Aragón, consiguiendo llegar al cuerpo a cuerpo con el propio Lauria, quien recibió una herida del valeroso provenzal, pero los hombres de la capitana aliada siempre pendientes de su jefe, actuaron en consecuencia por lo que Cornut, fue asaeteado por los arqueros aragoneses, cayendo muerto a los pies de Roger.

Momento que a su vez, fue aprovechado por lo almogávares que abordaron la capitana angevina, consiguiendo en poco tiempo hacerse con ella, ya que la desazón se había extendido a toda la tripulación al ver caer a su jefe.

Los aragoneses izaron el estandarte real de Aragón y Sicilia en la galera angevina, lo que demostró a toda su línea, que había caído su jefe y su nave, éste acto provocó el desaliento general y solo ocho de ellas al mando del vicealmirante Buy, pudieron desasirse de sus enemigos y penetrar en el puerto rasando la boca.

Así quedaron en poder de Lauria diez de las galeras angevinas, pero en muy mal estado por los golpes recibidos, siendo nueve las que se fueron a pique, por no resistir el envite de las aragonesas-sicilianas.

Las bajas fueron, por parte de los provenzales, como unos novecientos muertos y una cantidad parecida de prisioneros, mientras que por parte de los aragoneses y sicilianos, fueron entre muertos y heridos, entre los quinientos y los seiscientos.

Pero sucedió, que el vicealmirante Buy, que había entrado en el puerto, por no poder aguantar una navegación normal, aun tuvo que dar la orden de hundir a tres de sus galeras; en realidad al final del combate de las veintisiete iniciales, solo quedaron cinco en condiciones de navegabilidad por parte de los provenzales.

Bibliografía:

Condeminas Mascarós, F.: La Marina Española (Compendio-Histórico). Barcelona. Editorial Apolo. 1923.

Enciclopedia General del Mar. Garriga. 1957. Compilada por Ángel Dotor.

Fernández Duro, Cesáreo. La Marina de Castilla. Desde su Origen y Pugna con la de Inglaterra, hasta la Refundición en la Armada Española. Madrid. 1894.

Montero Sánchez, Antonio.: Compendio de la Historia de la Marina Militar de España. Rivadeneyra. Madrid, 1900.

Salas y González, Francisco Javier.: Marina Española de la Edad Media. Imprenta Ministerio de Marina. Tomo I, 1925, 2ª Edición. Tomo II, 1927. Edición póstuma.

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