Cristobal Colon (1897)
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Construcción:
Se encargó a los astilleros italianos Cantieri Sestri Ponienti, de la Casa Ansaldo, de Génova. Dirigió las obras el ingeniero naval Eduardo Masdea. Pertenecía a la clase Garibaldi.
Botado el 16 de septiembre de 1896. Dada la premura del momento, realizó sus pruebas de mar en el mes de abril de 1897. Resultó un crucero excelente, con buena velocidad, bien armado y protegido. Se entregó a la Armada española el 19 de mayo de 1897, llegando a Mahón el 10 de agosto y a Cartagena el día 16. Por sus características, potencia artillera, buena velocidad, radio de acción y blindaje, fue el único auténtico crucero acorazado de la Armada española.
Desplazaba de 6.800 toneladas, 7.000 a plena carga. Medía 100 metros de eslora, 18,20 de manga, 12,19 de puntal, 7,75 de calado.
Disponía de dos máquinas verticales de triple expansión, alimentadas por 24 calderas Niclause, de 6.750 caballos cada una, que le daban una velocidad 18 nudos sostenidos, 20 nudos máximos, 12 nudos a marcha económica. Autonomía o radio de acción de 8.300 millas. Capacidad de llevar 1.100 toneladas de carbón.
Armado con 2 cañones Armstrong de 254 mm (nunca llegó a montar), 10 cañones Armstrong de tiro rápido de 152 mm, 6 Armstrong de tiro rápido de 120 mm, 10 Nordenfelt de 57 mm, 10 Nordenfelt de 37, 2 ametralladoras y 5 tubos lanzatorpedos.
Su blindaje era de una cubierta de acero níquel que se extendía la mayor parte de la eslora, variando su espesor de 120 a 150 mm. La cubierta tenía una protección de 25 a 30 mm de espesor.
Historial:
Sus primeras pruebas de máquinas se realizaron el 10 de abril de 1897. Se realizaron otros cuatro ensayos en diferentes supuestos, el último el 4 de mayo, siendo todos favorables. Desprovisto de su principal artillería, el 16 de mayo de 1897 se hizo cargo del crucero en Génova la tripulación española. Tras hacer una recalada en La Spezia, llegó a aguas españolas, al puerto de Mahón, al mando del capitán de navío don Emilio Díaz Moreu. Durante su corta existencia, el capitán Díaz Moreu fue su único comandante.
A mediados de agosto de 1897 se incorpora en Ferrol a la Escuadra de Instrucción, mandada por el contraalmirante don Segismundo Bermejo. En el mes de septiembre de 1897 llegó a Lisboa con la Escuadra de Instrucción en una visita de cortesía.
Por el mes de noviembre de 1897 realizó maniobras con la Escuadra en aguas de Santa Pola. En una travesía de Cartagena a Cádiz tuvo una avería en una de las calderas Niclause al reventar un tubo de agua, quedando heridos por quemaduras dos maquinistas y un fogonero, afectando los daños a otros treinta tubos. A pesar de la gravedad de la avería, el comandante, capitán de navío don Emilio Díaz Moreu, consiguió que la caldera volviera a funcionar al cabo de seis horas.
Con la escuadra de Cervera fue enviado a las Antillas para defender las colonias españolas durante la guerra con los Estados Unidos. Partió a la guerra sin su principal poder ofensivo, sus cañones de 254 mm. El 8 de abril de 1898 zarpó de Cádiz con el crucero Infanta María Teresa bajo el mando del Almirante Cervera con rumbo a San Vicente, Cabo Verde, adonde arriban el 15 de abril. En ese puerto se incorporaron los tres destructores y tres torpederos al mando de Fernando Villaamil, y el día 18, se les unieron, procedentes de la Habana, los cruceros Vizcaya y Almirante Oquendo, sorprendiéndoles en ese fondeadero la declaración de guerra a los Estados Unidos el 25 de abril. Zarparon el 29 de abril y llegaron a Curacao el 14 de mayo, y a Santiago de Cuba el 19 de mayo, donde son bloqueados por la escuadra norteamericana el 27 de mayo.
Ante el avance de las tropas estadounidenses por tierra, el capitán general Ramón Blanco, ordenó a la escuadra de Cervera abandonar Santiago de Cuba. El crucero acorazado Cristóbal Colón, que era el único barco que parecía poderse poner a salvo al ser el más rápido de ambas escuadras, fue el tercer buque en salir de la bahía de Santiago el 3 de julio de 1898. Consiguió tomar distancia de los barcos enemigos hasta que consumió todo el carbón de buena calidad que llevaba a bordo y tuvo que comenzar a utilizar un carbón de mala calidad cargado en Santiago de Cuba. Perdió velocidad y fue alcanzado por los estadounidenses.
Su comandante, el capitán de navío Díaz y Moreu, como en los otros casos, decidió embarrancarlo para evitar que cayera en manos del enemigo. La tripulación abrió las válvulas que inundaron el barco en la desembocadura del río Turquino, a unos 90 kilómetros de la entrada de la bahía de Santiago. El Cristóbal Colón había quedado prácticamente indemne. Los norteamericanos intentaron reflotar el crucero con la intención de incorporarlo a su escuadra, pero la precipitación hizo que no tuvieran en cuenta el hecho de que la tripulación española había abierto las válvulas de fondo para inundar el buque, con lo que zozobró y se perdió definitivamente.
Fue el mejor ejemplo de la improvisación y mala planificación de la escuadra española. Sin su artillería principal, se mandó un buen barco a un combate en el que no tenía ninguna posibilidad.
Bibliografía:
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Bordejé y Morencos, Fernando de.: Crónica de la Marina española en el siglo XIX, 1868-1898. Tomo II. Ministerio de Defensa. Madrid, 1995.
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El Mundo Naval Ilustrado. Año 1, nº 7. Madrid, 1º de agosto de 1897, página 156.
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El Mundo Naval Ilustrado. Año II, nº 24. Madrid, 15 de abril de 1898, página 171.
Risco, Alberto. La escuadra del almirante Cervera. Madrid, 1920.
Compilada por Santiago Gómez.