Finisterre combate naval 22/VII/1805
De Todoavante.es
1805 Combate naval del Cabo Finisterre 22 / VII
Este combate se libró el día 22 de julio del año de 1805, entre una escuadra británica, al mando del almirante Calder y la combinada hispano-francesa a las órdenes del almirante francés Villeneuve.
En completa paz y sin justificación posible, fuerzas navales británicas llevaron a cabo un ataque contra cuatro fragatas españolas, al mando de don José de Bustamante y Guerra, que transportaban confiadas el situado de la Real hacienda del Perú y mucho dinero de particulares, agresión que se realizó el día 5 de octubre del año de 1804, a la altura del cabo de Santa María, en la costa portuguesa, por lo que el día 12 de diciembre siguiente por orden del rey don Carlos IV España declaró la guerra al Reino Unido.
El día 5 de enero del año siguiente se firmó en París un convenio de alianza entre la monarquía española y el recientemente proclamado imperio francés.
Para Napoleón, que estaba preparando su grandioso plan de ataque directo al Reino Unido, mediante un desembarco en la isla, era altamente interesante dicho convenio, por el cual la armada española, que en esos momentos era la tercera flota del mundo, pasaba a reforzar a la marina francesa, que casi podría equipararse a la británica, que no obstante era indiscutiblemente la primera.
El almirante Villeneuve, que durante el combate naval de Abukir, ocurrido siete años antes, mandaba una división, sucedió al hábil y diestro Latouche-Tréville, fallecido en agosto del año de 1804, en el mando de la escuadra francesa con base en Tolón.
El Emperador se proponía engañar a los británicos, respecto a sus verdaderos propósitos, haciéndoles creer que pensaba reanudar la campaña de Egipto, para lo cual había reunido considerables fuerzas navales en la base de Tolón.
A comienzos de mes de julio del año de 1805, una escuadra británica al mando del almirante Robert Calder realizaba el bloqueó de Ferrol, donde se hallaban fondeados diez navíos españoles y tres más a punto de terminar su armamento.
Recibida en Londres la noticia el día 7 de que la principal armada de los aliados, al mando de Villeneuve, había hecho rumbo a Europa desde las Antillas, el Almirantazgo ordenó inmediatamente al almirante lord Cornwallis, que estaba bloqueando Brest y Rochefort, que levantase el bloqueo de los puertos y pusiera rumbo a reunirse con la escuadra del almirante Calder, a quien se le había mandado levantar también el bloqueo de Ferrol y que cruzasen por el paralelo del cabo de Finisterre, a unas noventa – ciento veinte millas del mismo, en espera de la armada aliada, con el fin de que la interceptaran.
Recibida la orden por el almirante Calder, desde el día 15 estuvo cruzando por los dichos parajes, en la creencia de que con los quince navíos de que se componía su escuadra, cuatro de ellos de tres puentes, podría cortar el paso a los aliados, e incluso batirles, ya que las informaciones llegadas no señalaban como integrantes de la escuadra de Villeneuve, más que de diecisiete navíos, aun que en realidad se componía de veinte, gran parte de los cuales no se hallaban tan bien armados como los británicos, ni en tan buenas condiciones como éstos, además de que durante la travesía del océano Atlántico tuvieron que soportar fuertes vientos contrarios del nordeste, que produjeron daños de consideración en varias unidades y retrasaron la marcha del conjunto de la armada, precisamente los ocho o diez días que sirvieron a los británicos para adoptar sus disposiciones preventivas.
El día 22 de julio, alrededor de las once de la mañana, se divisaron ambas armadas, hallándose a 43º 41´ de latitud y 9º 11´ de longitud, navegando al Este cuarta Sueste en tres columnas, con viento del Oesnoroeste, estando los aliados a barlovento, a unas noventa millas al Oeste del cabo de Finisterre.
Soplaba una ligera brisa del Oesnoroeste y Villeneuve, el almirante en jefe de la combinada, ordenó inmediatamente formar la línea de combate mura a babor y con medio cable de distancia de un navío a otro.
Pero precisamente al formarse la línea la vanguardia quedo compuesta por los buques españoles al mando del general don Federico Gravina, con su buque insignia, el navío Argonauta, mientras que el centro y la retaguardia, estaba formada exclusivamente por los navíos franceses.
La escuadra combinada hispano-francesa, estaba compuesta por veinte navíos; siete fragatas francesas y dos bergantines. La escuadra británica contaba con quince navíos, pero cuatro de ellos de 98 cañones y tres baterías, siendo el único comparable era el Argonauta de 92. Más dos fragatas británica; un Cutter y un Lugre.
Sobre las 14:00, hora en la comenzó a extenderse la niebla, la armada británica se aproximaba, en línea cerrada y de vuelta encontrada por sotavento de la combinada, a ésta, con la evidente intención de atacar la retaguardia, para envolver a una parte de los navíos que formaban la retaguardia, a imitación de la maniobra del almirante Jervis desarrolló, en el combate del cabo de San Vicente ocho años antes.
Para evitarlo, el comandante en jefe Villeneuve, ordenó virar en redondo, de manera que la vanguardia, que estaba formada por todos los navíos españoles, se convirtió en la más directamente amenazada al quedar en retaguardia.
La niebla en esos momentos iba poco a poco cerrándose y haciéndose más espesa, lo que impedía el que los navíos de las dos escuadras, se vieran más allá de cuatro o cinco navíos, hacía proa o popa en sus respectivas líneas.
El combate comenzó sobre las 17:15 horas, cuando los primeros navíos de la línea británica, el Hero y Ajax, salieron de la niebla frente a la cabeza de la línea aliada, comenzando a descargar sus andanadas, por su parte de estribor sobre los primeros navíos españoles que eran los que la formaban; pero al percatarse de la maniobra que habían hecho la combinada, pues se encontraron con los navíos en paralelo y a su rumbo, en vez de encontrárselos como esperaban de vuelta encontrad, vacilaron y solicitaron instrucciones de su insignia. Hasta las 17:50 horas no ordenó el almirante Clader, virar de la otra vuelta y sucesivamente, a su línea, cuando ya parte de los navíos, los: Triumph, Barfleur, Agamemnon, Defiance, y Windsor Castle, lo habían efectuado, a causa de la desorientación producida por la niebla, que seguía aumentando en intensidad y cerrazón.
A las 18:00 horas toda línea británica, a excepción del Dragon, que aún se mantenía sotaventado, había virado de la misma vuelta que los aliados, y pronto la lucha se hizo general, aunque cada navío no distinguía más que a su oponente, por lo que ambas líneas se desordenaron enseguida, fraccionándose en grupos, contribuyendo el humo del intenso cañoneo y la creciente oscuridad a aumentar la confusión.
En tanto que un grupo de navíos británicos, que estaba formado por los Windsor Castle, Malta y Ajax, se defendían contra un número superior de la aliada, por nuestra parte los navíos españoles San Rafael, Firme y España, habiendo caído a sotavento, se encontraron envueltos por la vanguardia británica y abrumados por la gran superioridad numérica de los enemigos.
Los navíos franceses Pluton, Mont Blanc y Atlas, maniobraron en su rumbo para prestarles ayuda, logrando salvar al España, algo antes de las 20:00 horas, y poco después el San Rafael y el Firme, que habían sido los que más fuego habían tenido que soportar y por mayor número de enemigos, quedaron desarbolados por completo como pontones acribillados sus cascos y perdida casi la mitad de su gente, se vieron obligados a rendirse.
A las 20:30 horas el combate había dado sus últimos cañonazos, pues la niebla ya casi cerrada por completo y al estar ya en plena oscuridad, resultaba poco más que imposible su prosecución.
Los aliados se mantenían a barlovento, pero hasta la mañana siguiente no pudieron advertir la pérdida de los dos navíos españoles, la pérdida era más sentida por la dotaciones, que llevaban casi dos años en los buques, por lo tanto muy expertas, pero no así los navíos que eran viejos y poco maniobrables, por lo que no podían dar todo lo que se esperaba de ellos.
Los aliados tuvieron alrededor de seiscientas cincuenta bajas, entre muertos y heridos, y los enemigos algo menos de doscientas. (Según sus famosos números)
La armada aliada pudo, al día siguiente, en que aún contaba con la ventaja del viento, atacar a la británica, para desquitarse de la pérdida de los dos navíos españoles, e incluso haberlos podido recuperar, pero Villeneuve se pasó toda la jornada, haciendo maniobrar a sus navíos, cansando innecesariamente a las tripulaciones, pero sin intentar tan siquiera en ninguno de sus movimientos, arribar sobre los enemigos, con la gran indignación de las dotaciones españolas, que querían vengar la pérdida de sus dos navíos, por lo que los oficiales tuvieron en alguna ocasión, que ponerse en su lugar e intentar apaciguar a sus hombres.
En cuanto al británico, almirante Calder, tampoco hizo nada, por atacar de nuevo y reanudar el combate, siendo precaria su victoria, lo cual motivó, que fuera sometido posteriormente a consejo de guerra, por orden del Almirantazgo británico.
Se defendió en él basándose en que iba, con sus navíos castigados, la gente cansada y llevaba a remolque a los dos navíos apresados, lo que le embarazaba y no le dejaba libertad de movimiento, además de que al estar sus buques, algunos maltrechos, no podían formar la línea de combate con la perfección requerida, al enfrentarse a un enemigo que aún conservaba mayor número de buques.
Los buques apresados, no pudieron ponerlos en servicio, por lo dañados que se encontraban, sólo sirvieron dos años como pontones en Portmouth.
Bibliografía:
Enciclopedia General del Mar. Garriga. 1957. Compilado por Ángel Dotor.
Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Est. Tipográfico «Sucesores de Rivadeneyra» 9 tomos. Madrid, 1895—1903.
Rodríguez González, Agustín Ramón. Trafalgar y el conflicto naval Anglo-Español del siglo XVIII. Actas. 2005.
Thayer Mahan, Alfred. Influencia del Poder Naval en la Historia. Partenón. Buenos Aires. Argentina. 1946.
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