Soto y Aguilar Montoya y Navarro, Juan de Biografia
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Teniente general de la Real Armada Española.
Vino al mundo en la ciudad de Zaragoza en el año de 1712, siendo sus padres don Juan de Soto, Sargento mayor de Zaragoza y su esposa, doña Águeda Montoya y Navarro.
Hoja de Servicios
Solicitó la Carta orden y le fue concedida cuando contaba con quince años de edad, sentando plaza de Guardiamarina en la compañía del Departamento de Cádiz el día 22 de enero del año de 1727. No existe número de expediente aunque en la obra de Válgoma es el N.º 407
En el año de 1729 realizó su primer embarque, al aprobar todos los exámenes teóricos, siendo destinado al navío San Fernando, que lo llevó en un tornaviaje a través del océano Atlántico a Tierra Firme, Veracruz y la Habana, estando al mando de la Flota el general don Manuel López Pintado, regresando a la bahía de Cádiz en el año de 1731.
Al regreso de éste viaje de instrucción, se le ordenó trasbordar a la escuadra al mando del general don Blas de Lezo, con la que se hizo a la mar a principios del año de 1732 con la misión de hacer acto de presencia en Génova y reclamar la devolución al Rey de España de dos millones de pesos allí depositados, en el Banco de San Jorge, en garantía de cobro por el asiento de las galeras de esta República.
Para ello se trasladó con seis navíos y nada más arribar y penetrar en el puerto presentó la queja y exigió que le fueran hechas las salvas de ordenanza al pabellón de España, y por no haberlo hecho en su momento, que fueran redobladas; enviando al mismo tiempo, al Banco de San Jorge, un mensaje exigiendo la entrega del dinero. Todo esto se comunicó al Senado que quiso dilatar la entrega enviando excusas fuera de lugar y, al darse cuenta de ello Lezo, les enseñó su reloj a unos diputados que visitaban su navío y marcándoles un plazo de unas horas, amenazó con bombardear la ciudad hasta dejarla plana. Los diputados se dieron cuenta de que no era una chanza y cumplieron a satisfacción de don Blas todo lo demandado. Con todo lo reclamado a bordo, levó anclas y largó velas inmediatamente, dejando, por orden de S. M., medio millón de pesos en Nápoles al infante don Carlos y el resto lo desembarcó en la ciudad de Alicante para financiar la expedición que se estaba preparando contra Orán.
Al terminar ésta expedición, se le destinó a la escuadra del general don Francisco Cornejo, que se estaba formando contra Orán y Mazalquivir, compuesta por once navíos, dos bombardas, siete galeras, dos galeotas y cuatro bergantines, para dar escolta a ciento nueve buques distintos de transporte, cincuenta fragatas, cuarenta y ocho pingues, noventa y siete saetías, ciento sesenta y una tartanas, veinte balandras, ocho paquebotes, cuatro urcas, dos polacras, dos gabarras, veintiséis galeotas y cincuenta y siete buques menores, en total había veintiséis buques de guerra y quinientos ochenta y cuatro mercantes, siendo quizás la mayor concentración naval del siglo XVIII.
Comenzaron a zarpar del puerto de Alicante el día 15 de junio del año de 1732, arribando a Mazalquivir el día 23, cansados por haber tenido que sortear una tormenta, por lo que esa noche la pasaran a bordo, desembarcando al día siguiente en la playa de La Aguada, a una legua y media de la plaza. Fue una acción muy rápida, en el primer desembarco se dejó a tres mil hombres y a la caballería de frisa en la playa que se pusieron a trabajar inmediatamente levantando una fuerte estacada. Al medio día siguiente todo el ejército se encontraba ya en la playa.
Los moros intentaron romper la línea atacando con su caballería por las alas, pero éstas estaban protegidas por el fuego de las galeras y las fragatas, lo que les hizo imposible envolver la línea y si algún grupo lo intentaba, se encontraba de cara con la caballería española, siendo vencidos los enemigos siempre que lo intentaban y así decidieron no atacar más, lo que fue aprovechado para desembarcar los víveres, repuestos de pólvora y proyectiles, quedando perfectamente compuestos y organizados los efectivos desembarcados.
Quedando libres de movimiento avanzaron sobre Orán, pero la huída de los restos de la caballería mora arrastró a la infantería de la plaza a seguir su camino, por lo que al llegar las tropas españolas las puertas de la ciudad estaban abiertas, siendo tomada esta sin oposición. Una vez asegurada está plaza se dirigieron a Mazalquivir, donde sí encontraron resistencia, por lo que el general Cornejo ordenó a dos navíos que se acercaran a la costa y dispararan sobre la fortaleza, que soportó un tiempo el bombardeo, pero dada su cercanía al mar, los grandes cañones le hacían mucho daño, y comenzó a desmoronarse lo que llevó a los defensores a enarbolar la bandera blanca. Se procedió a reparar lo destruido, se dejó una guarnición para su protección y la escuadra regresó a Alicante desde donde zarpó de nuevo, la parte de la escuadra que había aportado el Departamento de Cádiz, para fondear en su bahía.
Al arribar se le ordenó desembarcar para pasar el último examen en la Compañía, el cual aprobó, y por Real orden del día 19 de agosto del año de 1733 se le entregaron sus primeros galones de oficial subordinado, alférez de fragata siendo destinado a servicios en el mismo Departamento, hasta que le fue entregada otra Real orden del día 17 de junio del año de 1735, por la que era ascendido al grado de alférez de navío, continuando en el mismo destino.
Se le ordenó embarcar en el navío Galga a finales del año de 1736 con el que cruzó el océano con rumbo a Buenos Aires, allí se incorporó a la escuadra al mando de don Nicolás Geraldino, que a su vez mandaba el navío Paloma Indiana, más el San Francisco Javier y Hermiona. Al producirse una rebelión en la fragata al mando de don Agustín Alducin, recibió Juan de Soto la orden de abordarla con cuarenta hombres, que bloquearon a los amotinados y en poco tiempo se consiguió dominar el buque. Unos días después se supo la razón del motín, y era que los portugueses habían pagado a los hombres del buque español para pasarse a sus fuerzas y viendo el fracaso de su intento no cejaron en hacer el mal y atacaron. El combate duró dos horas, siendo vencidos totalmente lo que aprovechó Gerladino para dar orden al resto de su escuadra de ocupar los puertos para impedir nuevos y mayores sobresaltos.
Al quedar pacificado el territorio se les dio orden de regresar, navegando en conserva el Paloma Indiana y el Galga, arribando a la bahía de Caíz el día 13 de marzo del año de 1739, siendo de nuevo desembarcado y pasando a los servicios del Departamento.
Estando en él se le entregó la Real orden fechada el día 28 de agosto del año de 1740, por la que se le ascendía al grado de teniente de fragata, siendo destinado al Departamento de Ferrol, en el que a su vez se le ordenó embarcar en la escuadra del general don Rodrigo de Torres, navegando hasta Tierra Firme con escalas en la Guayra y Cartagena de Indias y pasando posteriormente a la Habana. Permaneció en aquellas aguas para realizar comisiones distintas hasta el mes de octubre del año de 1744, en que recibió la orden de trasbordar al navío Príncipe con el que zarpó rumbo a la Península.
En este viaje, al encontrarse en el canal de Bahama, se desató un duro temporal que desarboló el navío por lo que su comandante dio orden de armar bandolas y de esta guisa pudo arribar a San Juan de Puerto Rico. Pasado el temporal se presentó una división de navíos británicos con la intención de hacerse con el buque, de hecho viendo su estado, incapaz de poder presentar combate y menos contra tres de igual porte, le enviaron un emisario para que se rindiera, pero astutamente les pidió un tiempo para poder hablarlo con sus oficiales y dotación.
Aprovechando ese corto espacio de tiempo, eligió a Soto para que embarcara en una balandra decomisada y dirigirse al puerto de la Habana, lo que consiguió burlando la vigilancia de los buques enemigos y arribando al puerto de destino, sin detenerse se dirigió al general al mando de la escuadra de la Habana, don Andrés Reggio, a quien puso al corriente de la situación, que dio las órdenes oportunas y en poco menos de una hora estaba toda la escuadra con rumbo a San Juan.
Los enemigos no se esperaban que en tan pocos días tuvieran encima a la escuadra española, por ello al divisar sus velas desde la Aguadilla de la Isla, su reacción fue la propia de los “valientes”, pues eran inferiores en número y por ello su jefe (que desconocemos) dio la orden de largar todo el trapo y salir huyendo forzando de vela, lo que en poco tiempo los dejó fuera del alcance visual. Se dieron cables de remolque al navío, mientras carpinteros de la escuadra pasaron a él para ir poniéndolo a punto, consiguiendo arribar al puerto de la Habana.
Mientras esto sucedía, a Soto se le dieron pliegos y zarpó al mando de una fragata mercante con rumbo a la Península, pero fue apresado por los británicos que lo desembarcaron en Lisboa. Después de unas negociaciones diplomáticas se les dio la libertad, pero tuvo que pagarse el viaje (al igual que el resto) para llegar, en el mes de mayo del año de 1745, a Madrid, desde donde por orden superior se le destinó al navío Real con base en el Departamento de Cartagena, donde llegó en el mes de septiembre siguiente.
En el año de 1746, se le designó como primer ayudante del marqués de la Victoria. Encontrándose en este destino le llegó la Real orden del día 17 de junio del año de 1747, por la que se le ascendía al grado de teniente de navío con permanencia en el mismo destino, a donde le llegó la Real orden fechada el día 20 de noviembre del año de 1749, con su ascenso al grado de capitán de fragata, siendo nombrado en esa misma fecha, por el comandante General del Departamento, ayudante Mayor General del mismo.
Por Real orden del mes de marzo del año de 1750, tuvo que desplazarse al Departamento de Cádiz para ocupar la plaza, interinamente, de Mayor General de la Real Armada, permaneciendo en él hasta el mismo mes de marzo, del año de 1751, en que de nuevo se le destinaba al Departamento de Cartagena.
Permaneció en el puesto hasta recibir la Real orden del día 18 de septiembre del año de 1753, por la que se le nombraba Segundo comandante del navío Reina y estando en éste buque, se le entregó la Real orden, fechada el día 20 de marzo del año de 1754, notificándole su ascenso al grado de capitán de navío. Al día siguiente pasó de Segundo al navío Galicia y con él a Cartagena de nuevo, desembarcando a su arribada el día 25 de abril.
No estuvo mucho tiempo en su nuevo destino, pues ya eran conscientes los altos mandos de que se había especializado, y mucho, en la Mayoría (Estado Mayor actual), por esta razón se le entregó una Real orden fechada el día 24 de septiembre siguiente con la orden de regresar al Departamento de Cádiz adonde llegó el día 1 de febrero del año de 1755, siendo nombrado de nuevo Mayor General de la Real Armada, interino, hasta el mes de abril del de 1758.
Al regresar de nuevo a Cartagena y para cumplir el reglamento que fijaba el régimen de ascensos, se le entregó, por Real orden del mismo año de 1758, el mando del navío Aquilón. En el mes de octubre de ese año, su General, ya conocido de cuando estuvo en la Habana, don Andrés Reggio, le ordenó tomar el mando del Conquistador, de 70 cañones, con el que zarpó el día 6 de diciembre para probar el comportamiento del nuevo navío. Al arribar embarcaron tres compañías de Infantería de marina, con sus treinta y un oficiales, con destino al Departamento de Ferrol donde embarcarían en los navíos de este Departamento; allí se le ordenó quedar incorporado a la escuadra al mando del general don Juan Ignacio Salavarría, zarpando con ella el día 14 de febrero de 1759, pero se le cambiaron las órdenes (siempre había instrucciones secretas debido a los constantes ataques, sin provocación, de los buques de su Graciosa Majestad), diciéndole en esta ocasión que cuando estuviera fuera de la vista de tierra, se separase de la escuadra y diera protección a un convoy de mercantes con tropas rumbo a las islas Canarias, adonde llegó el día 23 de junio, y de paso cargó caudales y los desembarcó en la bahía de Cádiz, adonde arribó con la preciada carga, sin novedad, el día 14 de agosto.
El día 10 de agosto del año de 1759 había muerto el Rey don Fernando VI, la Reina madre Regente del Reino ordenó que una escuadra fuera a Nápoles para traer al nuevo Rey don Carlos III a España, por lo que se formó una expedición al mando del general don Juan José Navarro de Viana, marqués de la Victoria, con una escuadra de diecisiete navíos, cuatro fragatas, seis jabeques, dos tartanas y ocho barcas.
Recibió orden de incorporarse a la escuadra del general, que enarbolaba su insignia en el navío Fénix, de 80 cañones, zarpando de Cádiz el día 29 de agosto, navegando con rumbo a Cartagena, donde al llegar se le comunicó al marqués de la Victoria que ya habían zarpado las unidades de ese Departamento, así como las que se encontraban en el puerto de Barcelona, porque lo que viró con rumbo a Nápoles, arribando a este puerto el día 27 de septiembre, y como ya había anochecido esperaron al siguiente para entrar y fondear, comenzando el trabajo de embarcar en las ocho barcas todo el equipaje de la familia Real.
Fueron agasajados todos los oficiales por don Carlos, con varios convites, música y juegos, tras lo cual subió a bordo del Fénix, zarpando la escuadra el domingo 7 de octubre de 1759, un día esplendido de sol y mar en calma, a pesar de lo cual toda la Corte se mareó, menos el Rey, arribando al puerto de Barcelona el día 16 siguiente. Su Majestad fue recibido por las autoridades de la Ciudad Condal con gran esplendor y, muy contento por la travesía, ordenó que se quedara la escuadra y que sus oficiales disfrutaran de los acontecimientos, de forma que no pudo regresar a Cartagena hasta el día 2 de noviembre siguiente.
Por Real orden del día 18 de febrero del año de 1760, se le otorgó el mando del navío España, nave Capitana de la Flota, al mando del general don Carlos Reggio, con la que zarpó de la bahía de Cádiz rumbo a Tierra Firme, realizando el consabido recorrido en los puertos para desembarcar los azogues y cargar el situado. Al terminar el recorrido regresó a la bahía de Cádiz el día 13 de septiembre del año de 1761, quedando por, orden superior, con destino en tierra en el mismo Departamento.
Por Real orden del día 18 de febrero del año de 1782, recibe el mando del navío Dragón, con el que permaneció de servicio el tiempo que duró la nueva guerra contra el Reino Unido, siempre protegiendo la entrada de la bahía y dando escolta a diferentes buques mercantes y de guerra, hasta que el día 7 de enero del año de 1763, se le ordenó trasbordar al navío Septentrión, con el que prosiguió en su protección de la bahía. Por otra nueva Real orden del día 1 de agosto volvió a cambiar de navío, en esta ocasión al Terrible, con el que recibió la orden de proteger a las fragatas Industria y Concepción, hasta los paralelos por debajo de las islas Canarias, donde considerando que estaban a salvo, continuaron viaje a Tierra Firme virando el navío con rumbo a la bahía de Cádiz; estando sobre el cabo de Santa María se desató un duro temporal, que le impidió tomar la bahía viéndose obligado a continuar viaje para arribar al puerto de Cartagena, donde lanzó las anclas el día 20 de diciembre.
Reparado el navío, volvió a hacerse a la mar el día 6 de febrero del año de 1764, con rumbo a la bahía de Cádiz, realizando la derrota en conserva de la fragata Astrea.
Se le ordenó zarpar para realizar los cruceros de protección al tráfico marítimo proveniente de la Habana, entre los cabos de Santa María y San Vicente, zarpando el día 30 de marzo. Regresó a la bahía y reabastecido zarpó de nuevo para la misma comisión el día 13 de abril siguiente, de la que regresó a la bahía, volviendo zarpar para seguir en la misma comisión el día 19 de mayo, esta vez en espera de unos buques que habían zarpado de Ferrol.
Arribaron el navío Princesa y el de su mando a la bahía, donde embarcaron doscientos setenta y siete soldados. Los dos navíos arrumbaron a Orán para desembarcar las tropas, y allí embarcó el batallón de Burgos, para transportarlo a Cartagena, donde desembarcaron todos, zarpando él de nuevo con rumbo a Cádiz.
Zarpó de nuevo con la escuadra al mando del marqués de Casa Tilly, que iba a bordo del Atlante, más los chambequines Andaluz y Aventurero y los jabeques Cuervo y Catalán, saliendo el día 4 de agosto con la orden expresa de cruzar las aguas de las regencias norteafricanas, e impedir la ascendente piratería que siempre practicaron estas regencias. Durante sus cruceros tuvieron varios encuentros en los que siempre vencieron por su superior fuerza, regresando a la bahía de Cádiz el día 7 de septiembre.
En los primeros meses del año de 1765 se le otorgó el mando del navío Galicia, con el que zarpó el día 26 de abril en comisión de escolta de varios mercantes con destino a las islas Canarias, y tras dejar a cada uno en su puerto de destino, regresó al Estrecho, y estando a la altura de Cádiz se le comunicó que debía de continuar a Cartagena, por haber sido elegido su buque para formar parte de la escuadra que, al mando de don Juan José Navarro, iba a transportar a la Infanta de España, doña María Luisa, a Génova para convertirse en la esposa de Leopoldo, el Gran Duque de Toscana quien posteriormente ocuparía el trono imperial.
Embarcó la Infanta el día 24 de junio zarpando la escuadra al amanecer del 25 rumbo a Génova, donde fondearon el día 17 de julio siguiente. Tras la celebración de fiestas y convites para las dotaciones y mandos.
Zarpó de nuevo la escuadra rumbo al puerto de Liorna, donde embarcó la Princesa María Luisa de Parma, que venía a contraer nupcias con el Príncipe de Asturias, futuro don Carlos IV, regresando la escuadra a Cartagena el día 11 de agosto.
El día 25 siguiente zarpó la escuadra con rumbo a la bahía de Cádiz y al fondear se le dio la Real orden por la que se le otorgaba el mando del navío Castilla, con la orden de arribar a Tierra Firme, en su base principal de Cartagena de Indias para tomar el mando de las unidades navales allí destacadas como guardacostas. Más tanto esfuerzo continuado le afectó la salud, cayendo enfermo, por lo que elevó a S. M. súplica de ser exonerado del mando y licencia para restablecerse, lo que le fue concedido con fecha 24 de septiembre, pasando a desembarcar y ser atendido en el hospital de Cádiz.
Ya recuperado se reintegró al Departamento, recibiendo la Real orden fechada el día 28 de abril del año de 1766 por la que S. M. le nombraba Comandante del Cuerpo de Pilotos y vocal de la Junta de Redacción de Ordenanzas.
Encontrándose en este mando, recibió la Real orden del día 24 de abril del año de 1774, por la que se le ascendía al grado de brigadier, tras haber permanecido veinte años en el grado anterior, continuando en el mismo destino. Por sus demostradas formas y el buen resultado de sus enseñanzas, S. M. le concedió la Cruz de la Real y Muy Distinguida Orden de Carlos III, pensionada.
Unos años después se le otorgó el mando del navío San Pedro de Alcántara, zarpando con destino a los mares de Sur, al puerto del Callao. Para ello hizo escala en Puerto Soledad de las islas Malvinas, donde se reforzó la jarcia y cambiaron velas más resistentes para doblar el cabo de Hornos, lo que realizó sin grandes problemas, pasando a visitar casi todos los puertos de la costa desde el cabo hasta el Callao, con objeto de verificar e informar a S. M. del estado de aquellos territorios, ya con el informe realizado viró y de nuevo dobló el cabo de Hornos, haciendo otra vez escala en puerto Soledad, arribando a la bahía de Cádiz a finales del año de 1780.
Unos meses después se le ordenó transportar tropas desde Cádiz a Vigo y Coruña, de donde arribó a Ferrol, y tras descansar la dotación unos días, volvió a hacerse a la mar con rumbo a la bahía de Cádiz. Estando fondeado en ella recibió la Real orden del día 1 de agosto del año de 1782 por la que se le ordenaba desembarcar, quedando disponible en el mismo Departamento.
Se le entregó la Real orden del día 14 de enero del año de 1789, por la que se le ascendía al grado de jefe de escuadra; de nuevo había permanecido en el grado anterior algo más de catorce años, no se puede decir que fuera la suya una carrera relámpago; quedando en el mismo Departamento embarcado en diferentes escuadras de general subalterno y en varias ocasiones como jefe de ellas.
Por Real orden del día 5 de septiembre del año de 1795 se le otorga el grado de teniente general.
Mientras desempeñaba su alto cargo le sobrevino el óbito de muerte natural en su casa de la Isla de León, el día 24 de diciembre del año de 1796; contaba con ochenta y cuatro años de edad, de ellos sesenta y nueve al servicio de España.
Bibliografía:
Enciclopedia General del Mar. Garriga. 1957. Compilada por contralmirante don Carlos Martínez-Valverde y Martínez.
Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Est. Tipográfico «Sucesores de Rivadeneyra» 9 tomos. Madrid, 1895-1903.
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Paula Pavía, Francisco de.: Galería Biográfica de los Generales de Marina. Imprenta J. López. Madrid, 1873.
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