Salazar, Toribio Alonso de Biografia

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Biografía de don Toribio Alonso de Salazar

Capitán de Mar y Tierra a caballo de los siglos XV y XVI.

Al parecer era de origen vizcaíno, pero no se sabe su fecha de nacimiento y en cuanto al lugar, debió de ser donde radicaba el antiguo castillo de la familia de los Salazar, enclavado en el valle de Somorrostro.

Todo lo que se sabe, es que zarpó en la expedición de don García Jofre de Loaysa, que zarpó del puerto de la Coruña el día veinticuatro de julio del año de 1525, con el cargo de Tesorero de la nao San Lesmes.

Y se comienza a saber de él porque el día veinticuatro de agosto de 1526, fallece el piloto don Rodrigo Bermejo; unos días después, el contador don Alonso de Tejada; el día treinta el jefe de la expedición capitán general Loaysa; el seis de agosto el segundo de la expedición y piloto mayor de ella, el insigne don Juan Sebastián de Elcano y unas horas más tarde el sobrino de Loaysa, que había sido nombrado contador al fallecer el titular.

Y poco antes de fallecer don Juan Sebastián de Elcano, le nombra capitán de la expedición.

Urdaneta, con unas palabras del máximo respeto a su jefe y casi profesor, del cual aprendió y no poco: « Bien creo que si Juan Sebastián de Elcano no falleciera que nos arribáramos a las islas de los Ladrones tan presto, porque su intención siempre fue de ir en busca de Cienpago (cipango), por éste se llegó tanto hacia la tierra firme de la Nueva España »

El día veintiuno de agosto, consiguen ver tierra, pero lanzando la sonda, ésta no daba la profundidad, pues « parecía el agua muy verde », viendo que no podían dar fondo, ponen rumbo a la isla de los Ladrones o las Marianas, después de alargar el sufrimiento, consiguen avistarlas el día cuatro de septiembre, pero consiguen al siguiente día alcanzar la isla de Guam, donde se lanzan las anclas e inmediatamente una gran cantidad de piraguas, a gran velocidad rodean a la nao y un grupo de los indígenas, totalmente desnudos abordan la nao con una facilidad que asusta a los tripulantes, pero de ellos se destaca uno, que en un perfecto castellano con acento gallego, les espeta « Buenos días, señor capitán y maestre y buena compañía. . . . .»

La nao capitana Santa María de la Victoria había salido con cincuenta hombres de dotación del Estrecho y al llegar a la isla de Guam, solo le quedaban veinte en alguna condición de poder trabajar, porque los otros treinta estaban enterrados en la mar por la enfermedad del escorbuto.

La anécdota del que abordó la nave y saludó, tan cariñosamente a los recién llegados, no era otro que uno de los tres, que habían sido castigados por Magallanes, por ser amigos de lo ajeno, pero que había conseguido hacer buena amistad con los nativos y estos se aprovechaban de sus conocimientos, no era otro que Gonzalo de Vigo, quién a su vez pidió el « seguro Real » o sea el perdón y por su amable llegada, más la ayuda que se comenzó a prestar a los enfermos le fue concedida a bordo mismo y en ese instante por el capitán Alonso.

Como amenidad a este largo devenir de la expedición y siendo Urdaneta un experto en la convivencia de los pueblos, volvemos a él a una relación inédita:

« Una costumbre hay en éstas islas que todos los hombres solteros que son ya pa (sic) mujeres, traense dos varas en las manos y todos ellos y ellas generalmente traen siempre sendas esportillas de estera muy bien labradas y dentro en ellas traen el piña que detrás dije que comían (alude a cierto fruto de la isla que los indígenas mascaban continuamente, diciendo que con ellos apretaban las encías), tienen una libertad los indios solteros que traen las varas que pueden entrar en casa de cualquier indio casado que le parezca bien su mujer y usar de ellas lo que quisiere muy seguramente y el por caso al tiempo que el mancebo quiere entrar, su marido está en casa, luego que otro entra se truenca las esportillas de piña y se sale el marido fuera y queda dentro el mancebo, no ha de llegar el casado a casa hasta que sepa que el otro está fuera, y en éstas islas se hacen muchas esteras y muy buenas, éstos indios son de muy grandes fuerzas, toman dos indios de estos una media pipa de agua llena y la llevan y meten dentro del batel, y había indio que toma una barra de hierro hasta de 25 ó 30 libras por una punta y la levanta y daba tres ó cuatro vueltas por encima de la cabeza »

Aún no recuperados del todo, pero para poder llegar a su destino la expedición debía proseguir por lo que vuelven a hacer a la mar, pero a los cinco días de largar las velas, fallece don Alonso de Salazar, siendo el día quince de septiembre del año de 1526, por causa también del escorbuto. La enfermedad normal de esos primeros siglos, que se llevó a la gran tumba de los océanos a muchos miles de españoles.

Poco le duró el mando y la expedición fue una de las más largas de la historia, ya que los supervivientes de ella regresaron a la Península después de nueve años de su salida de la Coruña.

Bibliografía:

Arteche, José de. Urdaneta, El dominador de los espacios del Océano Pacífico. Espasa-Calpe. 1943.

Enciclopedia General del Mar. Garriga, 1958. Compilada por el contralmirante don Carlos Martínez-Valverde y Martínez.

Fernández Duro, Cesáreo. La Armada Española, desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Museo Naval. Madrid. 1973.

Mariana, Padre. Historia General de España. Imprenta y Librería de Gaspar Y Roig, Editores, Madrid, 1849. Tomo III.

Orellana, Emilio J.: Historia de la Marina de guerra Española, desde sus orígenes hasta nuestros días. Salvador Manero Bayarri-Editor Tomo II, Primera parte. Barcelona.  Compilada por Todoavante.

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