Ugalde de Orellana, Lorenzo Biografia
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Vino al mundo en el Señorío de Vizcaya, sobre finales del siglo XVI.
De muy joven ya se alistó en los tercios de Infantería, como soldado, consiguiendo por su demostrado valor y capacidad de mando, el alcanzar el grado de Capitán del ejército.
Razón por la que se comienza a saber cosas de él, como ocurre con la mayoría de todos los conquistadores de estos siglos, ya que solo se saben cosas de ellos, cuando ya ocupaban cargos de responsabilidad.
Por sus valores ya mencionados, sobre finales del primer tercio del siglo XVII, se le envió a las islas Filipinas, lugar donde la piratería causa graves daños a nuestro comercio, a parte de una intranquilidad constante a nuestras fuerzas y pobladores.
Se encontraba de Gobernador de aquellas islas don Sebastián Hurtado de Corcuera, teniéndose que enfrentar a continuas rebeliones y continuas incursiones de los piratas de la isla de Mindanao, por mandato de su Sultán, que era un enconado enemigo de la presencia española, a parte de no tener ni compasión de los propios filipinos, por que les acusaba de no defender su tierra y dejarse dominar.
Por lo que en el año de 1637, se organizó una expedición contra la isla, poniendo bajo mando de Ugalde, a una de sus columnas en las que estaba dividido el ejército pacificador, para reducir a la obediencia al ínclito Sultán y acabar de una vez con aquellas intrusiones tan perjudiciales, para todos los habitantes del archipiélago.
Fue elegido Ugalde, por su ya conocida fama de buen soldado y así quedó demostrado, ya que consiguieron hacer pie en la isla, y al hacerlo, demostró su valor una y otra vez, logrando tantas veces como fue necesario poner en fuga al enemigo, a pesar de que estuvo a punto de perder la vida, por recibir dos heridas de bala, que no le impidieron continuar avanzando y dando órdenes hasta concluirla.
Por estos años las visitas de los holandeses eran normales, ya en el mes de septiembre año de 1641, atacaron Manila y tuvieron que retirarse muy maltrechos, pero regresaron en el mes agosto del año de 1642, con cinco navíos de guerra y cuatro de transporte y lo curioso, con sus buques planos y proa recta utilizados en sus canales para mejor desembarcar a la tropa, con esta fuerzas consiguieron tomar una posición por falta de tropas y buques españoles, cuando estos ya se habían rendido, la recuperó un pirata chino llamado Kogsen, quien al desalojar a los bátavos la devolvió a los españoles.
Pero se fueron al Maluco a reponer fuerzas, al mismo tiempo que entablaban conversaciones con el Sultán de Joló, unieron fuerzas y de nuevo en el año de 1644 atacaron la misma posición, pero ya mejor preparados los españoles y sobre todo con la ayuda de los nativos, sufrieron un nuevo fracaso, que se volvió a repetir unos meses más tarde y eso que regresaron con siete navíos, pero igualmente fueron devueltos a la mar.
Al año siguiente de 1645 la ciudad de Manila sufrió un fuerte terremoto, ya que se dieron por muertos de sus habitantes a más de quinientas personas (hay que tener en cuenta que había poco edificio con más de una altura, la mayor parte eran cabañas) que fueron sepultadas al abrirse la tierra, pues nunca más se les puso ver. En este estado de aumentos de problemas, se presentó una escuadra bátava de dieciocho bajeles, menos mal que no se concentraron todos sobre la ciudad, ya que cinco los destinaron a la costa de Ilocos y Pangasinán, siete a dar caza al galeón de Acapulco, infructuosamente, y seis a las Molucas.
Las destinadas a las Molucas fue por estar en aprietos sus fuerzas, al verlos los españoles llegar se refugiaron en Zamboanga y muy resueltos fueron a desembarcar para envolver la fortaleza en la ensenada de Caldera, donde desembarcaron pero en el trayecto obligatorio para conseguirlo se habían emboscado treinta mosqueteros al mando del capitán Monforte y dos compañía de nativos, lo cuales les obligaron a buscar la retirada pues no fallaban un disparo, pero al final fue tan loca la huída y el intento de reembarcar, que solo en este último ataque quedaron cien holandeses tendidos en la playa.
Como no, regresaron en el año de 1646, pero mucho más reforzados puesto que su escuadra ascendía a veinticuatro velas, al llegar la volvieron a dividir como el año anterior, pero esta vez se encontraban en el puerto de Cavite dos de los buques de la carrera de Nueva España, los llamados Encarnación y Rosario, que fueron reforzados montando 20 cañones cada uno, añadiendo infantería y todo al mando de Ugalde, largo velas y levo anclas saliendo en su búsqueda, lograron encontrarla y se enfrentaron a ellos, eran cinco buques contra los dos españoles, pero después de cuatro horas de combate los bátavos abandonaron las aguas, no contento Ugalde continuó cruzando y de nuevo se encontró con otra escuadra, compuesta por cinco buques y dos brulotes, estos le fueron lanzados pero los desviaron los españoles, pasando al ataque que fue tan contundente, que a pesar de ser más se vieron obligados a retirarse y no tan completos como entraron en el desafío.
Por esta acción, se le otorgó el grado de Sargento Mayor y con él, el título de Gobernador de la isla de Joló, a la cual se desplazó con un puñado de hombres de armas.
Estando aquí, sobre mediados del año de 1647, se presentaron dos buques de guerra holandeses, junto a dos mil joloanos, al mando del príncipe Salicala, que era el heredero de la isla.
Por lo que estos conocedores del terreno y ayudados de los holandeses, consiguieron desembarcar de noche, al amanecer del día siguiente comenzó el combate.
Los españoles eran muy pocos, pero a la cabeza de ellos se encontraba su Gobernador, fue tal la resistencia que ofrecieron a pesar de la inferioridad de los españoles, consiguiendo se prolongase durante tres días, en el último el almirante bátavo cayó muerto y a forma de la época medieval, al ver caer a su jefe los holandeses se retiraron abandonando a los joloanos.
Que siguieron enfrentándose a los españoles, pero al no disponer las fuerzas del príncipe de elementos de pólvora, los españoles se pudieron imponer muy rápidamente, por lo que los joloanos fueron derrotados en toda su línea, logrando escapar unos pocos de las envalentonadas fuerzas españolas, que arremetieron sin miramiento por considerarse traicionados.
Este hecho de armas, es quizás el más brillante de todos los llevados a cabo en aquel archipiélago, pero sigue un poco en el anonimato, por no tener datos suficientes sobre los hechos concretos, puesto que las diferencias de fuerzas, eran enormes, ya que como mucho se calcula, que los españoles no pasaban de medio centenar.
Días después de ocurrido el hecho de armas, Ugalde, iba inspeccionando los daños causados a la fortaleza, por el efecto del fuego de la artillería desembarcada por los holandeses, teniendo la desgracia, de que al pisar en una zona aparentemente firme, se desplomó y con ella él cayó al vacío, de resultas de los múltiples golpes, falleció.
Por lo que murió, sobre finales de julio o principios de agosto del año de 1647.
Bibliografía:
Enciclopedia Universal Ilustrada. Espasa. Tomo, 40, 1919, página 225.
Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española, desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Tipográfico Sucesores de Rivadeneyra. Madrid 1895-1903. Facsímil Museo Naval. Madrid. 1973.
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