Winthuyssen y Pineda, Pedro de Biografia
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Brigadier de la Real Armada Española.
Caballero de la Orden Militar de Santiago.Orígenes
Vino al mundo en la villa del Puerto de San María, a lo largo del año de 1745, fueron sus padres, el capitán de fragata, que alcanzó el grado de jefe de escuadra don Francisco de Winthuyssen y Tisyo, y de su esposa doña Petronila de Pineda y Perri, siendo hermano mayor de Francisco de Winthuyssen y Pineda, muerto en el combate de San Vicente el día catorce de febrero del año de 1797.
Hoja de Servicios
Solicitó y se le concedió la Carta Orden de ingreso en la Corporación, sentando plaza el día siete de febrero del año de 1759, en la Compañía de Guardiamarinas del Departamento de Cádiz. Expediente N.º 845.
Al aprobar el examen de las materias teóricas paso a embarcar en varios buques, navegando para recibir su instrucción náutica por todos los mares que bañan la Península, así como un par de tornaviajes a Cartagena de Indias, Veracruz y la Habana, en uno de sus regresos se le volvió a examinar, recibiendo la Real Orden de su ascenso al primer grado de oficial con fecha del día trece de febrero del año de 1766.
Ya con este grado fue cruzado Caballero de la Real Orden Militar de Santiago. Permaneció en las típicas navegaciones como oficial subordinado en el corso contra las regencias norteafricanas, por lo que mantuvo varios encuentros y combates con naves ligeras de éstas.
Recibió la Real Orden de fecha del día diecisiete de septiembre del año de 1767, por la que se le comunica su ascenso al grado de alférez de navío, sin sufrir grandes variaciones en su misión, ya que la buena forja de los marinos (como de cualquier profesión) es permanecer a bordo el máximo tiempo posible, lo cual facilitaba la lucha contra el corso porque daba pocos descansos, e instruía muy bien a los futuros jefes y generales.
Permaneció en ella hasta que recibió la Real Orden del día trece de enero del año de 1771, con la notificación de su ascenso al grado de teniente de fragata, con la que obtuvo su primer mando, siendo un jabeque para continuar su misión anterior, manteniendo otros combates entre ellos uno en que pudo apresar a otro jabeque argelino. Al cumplir su tiempo de mando, pasó de nuevo como oficial subordinado en fragatas y navíos, con lo que ya realizó nuevos viajes a Tierra Firme y las Antillas.
Por su excelente comportamiento en aquellas aguas, recibió al Real Orden del día veintiocho de abril del año de 1774, por la que se le ascendía al grado de teniente de navío. Con este grado volvió a realizara varios viajes a las Antillas, siempre en protección de las Flotas que mantenían la regularidad para prestar el apoyo con hombres y materiales a estas tierras e islas, uno de ellos lo hizo a bordo del navío Dragón en el año de 1776.
Pasó embarcado al navío Diligente, que pertenecía a la escuadra del general don Juan de Lángara, participando en el combate que tuvo lugar el día dieciséis de enero del año de 1780 contra la escuadra británica del mando del almirante Rodney, en la que su buque fue capturado y él herido, por lo que pasó a Gibraltar como prisionero. Al poco tiempo fue canjeado incorporarse a su Departamento de destino de Cádiz, se le entregó la Real Orden con fecha del día veinte de mayo del mismo año, por la que se le notificaba su ascenso al grado de capitán de fragata.
Por Real Orden se le otorgó el mando de la fragata Cármen, que junto a la Perpetúa navegaban en conserva, al mando de don Rafael Orozco y ambas pertenecientes a la escuadra del mando del general don Luis de Córdova, recibiendo la orden del general de mantenerse de avisos cruzando sobre el cabo de Espartel; estando en esta misión a mediados del mes de junio del año de 1781, divisaron dos velas, como el viento les era favorable pusieron rumbo de vuelta encontrada, al ir acercándose supieron por sus formas y pabellón que eran dos corbetas británicas, con las que no medió palabra, solo habló la artillería, de resultas del combate fueron capturadas las dos naves enemigas, que eran la Buckingham al mando de Clarksen, del porte de 20 cañones y ciento veintidós hombres de dotación y al Surprise, al mando de Walling, del porte de 16 y con ciento nueve hombres a bordo.
No abandonó la zona pero se quedó solo, y el día nueve de agosto del año de 1782, con su fragata Cármen del porte de 34 cañones, se encontró en su derrota con una británica del porte de 36, entablando un duro combate en el que la tenacidad de Winthuyssen se sobrepuso a la de su enemigo, consiguiendo rendirla y apresarla, siendo marinada al puerto de Algeciras.
Ya en él se unió a la escuadra de don Luis de Córdova, por estar en todo a las órdenes del general, ya que en estos momentos se estaba llevando a cabo el Gran Asedio de Gibraltar y eran necesarias todas las fuerzas disponibles. La plaza llegó a estar en gran necesidad y le fue enviado un convoy con aprovisionamientos, escoltado por una escuadra de treinta navíos al mando del almirante Howe.
Le salió al encuentro el general Córdova con sus fuerzas, pero las enemigas con su convoy aprovecharon un fuerte temporal cuyos vientos les favorecían consiguiendo arribar al Peñón descargando los tan esperados auxilios. Se perdió el navío español San Miguel, arrojado por la tempestad bajo los mismos muros de Gibraltar.
Cuando lord Howe volvía al Atlántico, el general Córdova le salió de nuevo al paso y se trabó el combate del día veinte de octubre del año de 1782, en aguas frente al cabo Espartel, de quien recibe el nombre. Los británicos admiraron: «…el modo de maniobrar de los españoles, su pronta línea de combate, la veloz colocación del navío insignia en el centro de la fuerza y la oportunidad con que forzó la vela la retaguardia acortando las distancias …» El combate tuvo una duración de cinco largas horas.
Los buques enemigos por ir ya forradas sus obras vivas de cobre tenían más andar, lo que les permitió mantener en todo momento las distancias y cuando ya el resto de la escuadra española iba llegando al combate, decidieron por el mayor número de navíos españoles rehuirlo, por lo que enseñando sus popas se fueron alejando del alcance de la artillería española.
Por este y el anterior combate con su ya afamado valor, recibió una Real Orden del día veintiuno de diciembre del mismo año, en la que se le notificaba su ascenso al grado de capitán de navío. Por lo que fue cesado en el mando de la fragata y se le otorgó el del navío Astuto. Cumpliendo la primera misión con él, realizando un tornaviaje cargado de azogues a Cartagena de Indias, continuó al mando del navío he incorporado a la escuadra del Océano.
Permaneció en ello hasta recibir la Real Orden del día dieciocho de abril del año de 1786, por la que se le entregaba el cargo de comandante del Arsenal de la Carraca, en el que permaneció cumpliendo perfectamente su cometido, que se puso a prueba su capacidad de organizador en el gran armamento del año de 1790, en el que alistó los buques con la mayor prontitud que se había visto hasta ese instante.
Continuando en el puesto hasta finales del año de 1792, cuando ya se preveía la ruptura de relaciones con la nueva República francesa, se le otorgó el mando del navío Pelayo, al romperse las hostilidades en el mes de abril del año de 1793, se reactivo la escuadra del Arsenal de Cartagena y se le entregó el mando de ella al general don Francisco de Borja compuesta por veinticuatro navíos y nueve fragatas, zarpando en el mes de febrero para reconquistar las islas de San Pedro y San Antíoco, que pertenecía al reino de Cerdeña por haber sido conquistadas por los republicanos.
La escuadra puso rumbo al golfo de Parma en la isla de Cerdeña, ya que no tenían noticias de cómo estaba la situación en la isla de San Pedro. Pero en su rumbo se encontró con la fragata Hèléne del porte de 34 cañones francesa, la cual fue apresada pasando a incorporarse a la escuadra española con el nombre de Sirena, al arribar al golfo ya de noche cerrada era complicado entrar por la falta de señales, pero con la práctica de los años consiguieron hacerlo todos y lanzaron las anclas.
Nada más fondear dio la orden de desembarcar al ejército, el cual se unió a las tropas que aún resistían de los corsos, con la intención de unidos tomar la isla de San Antíoco, pero no hizo falta disparar un solo tiro, pues vista la escuadra por los republicanos decidieron abandonarla y pasar a la de San Pedro.
Comprobado el éxito inicial, dio orden de reembarcar a las tropas y al día siguiente zarpó con rumbo a la isla de San Pedro, estaba dispuesto a tomarla aunque fuera a fuerza viva a pesar de no disponer de artillería de sitio para el ejército. Penetró en el puerto con quince de sus navíos, dejando al resto cruzando para proteger un posible ataque enemigo, envió un bote con el ofrecimiento de una rendición al Jefe de las tropas francesas, al mismo tiempo con otro se acercaron a la fragata Richmond con el mismo ofrecimiento, pero el comandante viendo que no tenía salida ordenó prenderle fuego y al estar atracada sus tripulación saltó a tierra.
El comandante del ejército francés no quiso hacer caso del ofrecimiento, por lo que comenzó un fuerte bombardeo por parte de los navíos, que sumado al desembarco de las guarniciones de los propios buques de los batallones de Infantería de Marina, al poco de comenzar izaron bandera blanca. Así se consiguió rendir el mayor peligro que era el fuerte que defendía la entrada, el cual disponía de cuarenta cañones, ochocientos hombres y gran cantidad de pertrechos de guerra, que cayeron en manos españolas.
En total se consiguió un botín de 104 piezas de artillería de todos los calibres, más cinco morteros, gran cantidad de pertrechos de guerra, así como víveres y mil doscientos veinticinco soldados del ejército republicano. Todo ello y enarbolando la bandera del rey don Carlos IV quedó en su poder durante veinticuatro horas, al término de las cuales arribaron los representantes del Rey de Cerdeña y se les entregó todo, diciéndoles, que como no era un territorio español se lo entregaban al verdadero Rey de ellas. Lo cual le fue reconocido tanto por S. M. como por el Rey Víctor Amadeo de Cerdeña.
Al terminar esta parte de la campaña, puso rumbo a la ciudad de Barcelona donde desembarcó a los prisioneros franceses, zarpando casi inmediatamente con rumbo al Arsenal de Tolón y costas de la Provenza, ya que su misión desde un principio era la de acosar desde el mar a los ejércitos revolucionarios, lo que cumplió cumplidamente, ya que los enemigos no hicieron mención de zarpar a presentarle combate, quedando encerrados en su propia base.
Visto esto la escuadra puso rumbo a Génova y posteriormente a Córcega, pasando a prestar su apoyo de fuego al avance de los ejércitos napolitanos y piamonteses, que lo hacían por las riberas del Var lo que facilitaba su progresión, llegando a tanto la influencia que se comenzó a levantar una contra revolución, para devolver la monarquía a Francia sobre todo en las poblaciones de Marsella y Tolón, pero continuaron acompañando al ejército hasta alcanzar la población de Niza y Villafranca.
Todo se vino a abajo al declararse una epidemia a bordo de la escuadra, por el largo tiempo que llevaban ya sin tocar tierra y al comenzar a faltar los alimentos, provocó la explosión de la enfermedad, lo que obligó a abandonar el apoyo y poner rápidamente rumbo al Arsenal de Cartagena, donde al arribar se tuvo que desembarcar a más de tres mil tripulantes.
Con los pocos que habían en condiciones se pudo activar algunos buques, entre ellos el navío Pelayo, que junto a parte de la flota arribó a Cádiz, allí fueron reforzados y avituallados volviendo a zarpar con rumbo al mar Cantábrico. Encontrándose aquí le llegó la Real Orden del día veinticinco de enero del año de 1794, por la que se le ascendía al grado de brigadier, por lo que cesó en el mando del navío.
Al no tener mando en la escuadra regresó a su destino al Departamento de Cádiz, donde estuvo desempeñando varios cargos y comisiones a nivel de su grado.
Nadie supo nunca el por qué, pero el día seis de junio del año de 1795, le sobrevino el óbito estando en la misma casa que le vio nacer, en la villa del Puerto de Santa María.
Bibliografía:
Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Est. Tipográfico «Sucesores de Rivadeneyra» 9 tomos. Madrid, 1895—1903.
Paula Pavía, Francisco de.: Galería Biográfica de los Generales de Marina. Imprenta J. López. Madrid, 1873.
Válgoma, Dalmiro de la. y Finestrat, Barón de.: Real Compañía de Guardia Marinas y Colegio Naval. Catálogo de pruebas de Caballeros aspirantes. Instituto Histórico de Marina. Madrid, 1944 a 1956. 7 Tomos.
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