Alvarez Galan, Martin Biografia

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Biografía de don Martín Álvarez Galán



Cabo primera de Infantería de Marina.

Orígenes

Nació en Montemolín actual provincia de Badajoz en 1766, fueron sus padres don Pedro Álvarez y doña Benita Galán. Su profesión ordinario entre su población a Olivencia y Badajoz.

En las largas ausencias del padre su madre le narraba los hechos de armas de su abuelo materno, sargento que fue en el reinado de don Felipe V combatiendo contra los ingleses, portugueses y austriacos. Al cumplir los dieciséis años por fin acompañó a su padre, éste fue asaltado por una partida de bandoleros de la época, pero ya conocidos de don Pedro, se cruzaron palabras entre Martín y el jefe Bruno, este noto la valentía del joven y como a su vez había sido soldado, le dijo: «¡Bravo!, Tío Pedro ¡bravo! Tenéis un hijo valiente y discreto, lástima que sea carretero: estoy seguro que haría un buen soldado» el padre respondió: «Decidle eso y ya la tenemos, su madre ha dado en contarle las valentías de su abuelo y ha conseguido con ello calentarle los cascos con mil patrañas; así es que de continuo me está anunciando que quiere engancharse y ser sargento como lo fue aquel»

Cuando tenía veinticuatro falleció su padre, para no dejar a su madre sin sustento continuó con el oficio de su progenitor. El lugar de encuentro de los ordinarios era el mesón de Antonio Gil, donde acudían para repartirse el trabajo, la hija del mesonero era una moza casadera y Martín no le quitaba los ojos, pero la madre estaba en contra por ser muy pobre, siendo su intención casarla con el hijo del molinero. Continúo con su trabajo hasta que al regresar de uno, le fue comunicado el fallecimiento de su madre el 10 de enero de 1790. El mismo día estando en su casa por la tarde entró la criada de la hija del mesonero, diciéndole se quedaba como criada suya por haber sido despedida de su trabajo al haber contraído matrimonio su ama, esto fue la gota de agua que rebosó el vaso, pues en unas horas había recibido las dos peores noticias de su vida, todo esto le decidió a enrolarse como soldado.

Hoja de Servicios

A los cinco días una vez vendido todo se puso en camino de Sevilla, con la intención de ser admitido en el arma de caballería, al llegar se encaminó a un bodegón por ver entre sus clientes uniformes, entre ellos se encontraban dos dragones del arma con sus ricos uniformes y le llamó la atención, pues el ir así vestidos era muestra de ser las mejores tropas del Rey, entablo conversación con ellos y convencido quedaron al día siguiente para enrolarse, fue el 26 de abril de 1790 cuando por no saber escribir hizo una cruz en el documento para seis años de estancia, dos días más tarde junto a otros once salieron de Sevilla camino de Cádiz. Fue "engañado" por el granadero pues le hablaba de pertenecer al regimiento de caballería de Dragones del Viento, (al parecer era muy astuto, aunque el nombre no le iba mal del todo, dado que los buques se movían gracias al viento), cinco días después llegaron al puerto pasando destinado a la tercera compañía del noveno batallón, entonces fue cuando supo de su engaño y el porqué ‹los caballos del regimiento corrían más cuando más fuerte era el viento› Lucas, quien lo había enrolado se dio cuenta y le tranquilizó algo, Martín le respondió: «Lucas, te perdono la estrategia: me has engañado como se engaña á un niño, pero no te guardo rencor; yo en tu lugar habría obrado de igual modo: los dados están en suerte y ya es preciso seguirla»

Pasó a realizar su instrucción, en algo menos de dos meses manejaba el arma con la soltura de un veterano, no titubeaba al recibir las órdenes y lo mejor las cumplía a rajatabla, esto llamó la atención de sus jefes y antes de lo previsto fue dado de alta en el servicio, continuó en los servicios del Arsenal y era tal su predisposición que en ocasiones se le daba responsabilidad de cabo, permaneciendo en ello hasta recibir la orden el 16 de septiembre de 1792 de embarcar en el navío Gallardo, se quedo perplejo al comprobar el orden a bordo, lo que si cave agradeció a su amigo Lucas haberle "engañado". El comandante del buque era el brigadier don Fermín de Sesma, duro pero noble quien había conseguido hacer del navío uno de los mejores de la flota.

Estando al ancla en la bahía se produjo un suceso, eran las diez de la mañana cuando el contramaestre de guardia hizo sonar su chifle para que todos formaran en cubierta, salió el comandante y explicó la causa, no era otra que haberle robado un reloj de su cámara, ordeno a los oficiales revisaran el buque, uno de ellos se presentó con el reloj y la mochila en la que se encontraba, ésta era de Martín, lo llamó y dio un paso al frente, no admitió su inocencia y lo puso en la barra. Lucas y casi toda la dotación no se lo podían creer, pero las pruebas estaban ahí, incluso don Fermín Sesma dudaba de ello. Entre tanto se recibió la orden de salir a la mar con rumbo a Cartagena, por las dudas no se le desembarco como era de orden, en la derrota su amigo Lucas fue indagando, el día anterior a su arribada al destino pudo averiguar quién era el culpable, lo puso en conocimiento del oficial encargado de la sumaria, quien ordenó fuera apresado Tomás Torres, conocedor el comandante de la inocencia el mismo 28 de diciembre ordenó formar en cubierta a toda la dotación y puso en conocimiento de todos quien era el ladrón, dando la orden de poner en libertad a Martín y pasar a la barra el culpable. La misma tarde fondeaban en Cartagena, por esta razón don Fermín no quiso aplicar el castigo por estar en un lugar donde había una autoridad superior.

En 1793 los convencionales dieron muerte el 21 de enero al rey don Luis XVI de Francia, ante el temor de cundir el ejemplo, España y Reino Unido se unieron, produciéndose un levantamiento en contra de la revolución en el arsenal de Tolón, ante ello se recibió la orden en Cartagena de alistar la escuadra y devolver las islas tomadas por el avance francés, con ello comenzó la denominada campaña de Cerdeña, cuando el 6 de mayo de 1793 zarpó del puerto de Cartagena, compuesta por veinticuatro navío y cuatro fragatas arrumbando a las islas de San Pedro, en la derrota fue apresada la fragata francesa Hèléne, por la Santa Casilda al mando del capitán de navío don Juan María de Villavicencio y la Perla, al pasar a la de San Antíoco, se encontraba en su puerto la Richmond, para evitar fuera apresada su capitán le prendió fuego saltando la gente al muelle, una vez tomadas fueron devueltas al rey de Cerdeña, continuando su viaje a Génova y posteriormente a Córcega, pasando a dar protección a los ejércitos napolitano y piamontés sobre la ribera del Var, continuando hasta Niza y Villafranca, estando aquí se desató una epidemia por el mal estado de los víveres, obligando al general Borja a regresar a Cartagena, lo que efectuó entre los días 8 y 9 de agosto siguiente, donde fueron desembarcados más de tres mil hombres enfermos. Había sido su primera acción de guerra.

A su regreso parte de la escuadra del general Borja, zarpó de Cartagena con destino a Cádiz, donde se le ordenó trasbordar al San Carlos de 94 cañones, para zarpar con rumbo a Cuba dando resguardo a un convoy, quedando incorporado a la escuadra del general Aristizábal, participando en varios encuentros en las Antillas, cargado con caudales arribó a la bahía el 19 de abril de 1795, permaneció a bordo un tiempo, por recibir la orden a finales de año de trasbordar al navío San Ana de 112 cañones. El 26 de enero de 1796 zarpó con rumbo a Cartagena, encontrándose fondeado le caducaba su primer enganche, por ello fue a renovarlo por otros seis años, al hacerlo se le ordenó trasbordar al navío Príncipe de Asturias de 112 cañones embarcando el mismo día, poco más tarde dio la vela arribando a Cádiz, quedando incorporado a la escuadra del Océano, por haberse firmado el tratado de San Ildefonso el 18 de agosto, de nuevo estábamos en guerra con el Reino Unido, en previsión de ello zarparon el 4 de agosto para dar protección a una escuadra francesa, regresando a Cádiz el 26 de septiembre seguido, dando la vela la escuadra al mando del general don José de Córdova, para realizar un periodo de instrucción navegando por Córcega y Nápoles, arribando a Cartagena el 20 de diciembre.

El 1 de febrero de 1797 se le ordenó trasbordar al navío San Nicolás de Bari de 74 cañones, al mando del capitán de navío don Tomás Geraldino y Geraldino, el 2 se dio la vela comenzando a zarpar la escuadra, dando escolta a trece lanchas cañoneras construidas en el Arsenal con destino al apostadero de Algeciras, al pasar frente a Málaga se le unió un convoy de más de cuarenta velas, el 5 dejaron las lanchas en su destino, más tarde entró el convoy en Cádiz acompañado por los navío Bahama, Neptuno y Terrible de 74 cañones, al mando del general Nava. Don José de Córdova estuvo tentado de dar la orden de entrar, por faltarle más de cuatro mil hombres en las dotaciones y ver si se podía embarcar algunos, pero de pronto comenzó a levantarse un viento duro de Levante, esto le negaba a su vez poder entrar en la bahía, obligándole a mantenerse en la mar.

El temporal fue de los conocidos como muy duros en la zona, de hecho permaneció durante ocho días, al verse obligado a correrlo cuando comenzó a amainar en la noche del 13 se encontraban sobre el cabo de San Vicente, amaneciendo el 14 con una gran dispersión los buques y solo unos pocos formados en cuatro columnas, quedando un grupo de seis buques a sotavento de la vanguardia del cuerpo, otra formación a estribor de cinco navíos, el tercero a babor con cuatro navíos, dos navíos y la fragata a barlovento, pero a retaguardia y solo otro grupo en vanguardia a sotavento con seis navío.

El almirante John Jervis viendo lo desordenado de la escuadra arrumbo sobre el Trinidad, el cual fue martirizado por toda la línea británica, siendo el centro de la supuesta formación, al encontrarse casi solo enarboló la bandera de señales de acudir al fuego, al verla Nelson sobre su Captain, en contra de la orden de su almirante ordenó virar sobre las 1300 horas sobre la vanguardia del centro, para evitar que esta doblara a los navíos británicos de cabeza, le siguió su división formada por el Diadem y Excellent, cayendo sobre el Salvador del Mundo y el San Nicolás de Bari, a los que abrumo con sus descargas los tres suyos a tocapenoles, por sus efectos el San Nicolás perdió el timón yéndose por la corriente a abarloarse al Salvador del Mundo, del cual se desplomó el palo de mesana y parte de la arboladura del mayor, quedando "abrazado" al San Nicolás de Bari, arribó el Captain y pasaron al abordaje al comprobar su poca gente disponible a bordo.

Fue en este momento cuando Martín pasó a defender el pabellón de su buque, abordaron los enemigos y no dejaron a casi nadie sano, por ello subió el sargenteo mayor Guillermo Morris a quien lo ensartó con tal fuerza que lo atravesó, quedando clavado en un mamparo del que no pudo sacar su sable, los que seguían a su oficial le dispararon rozándole en la cabeza una bala, produciéndole una herida grave, saltando a pesar de su estado al alcázar, donde encontró a su comandante muy mal herido quien le dijo: «Granadero, di a tus compañeros que ninguno se rinda, sino después de muerto» continuo defendiéndose hasta que la hemorragia provocó su desvanecimiento, por ello fue dado por muerto. La lucha había durado casi una hora. Al terminar el combate los británicos fueron comprobando los que estaba muertos de los que no, al llegar a Martín lo dieron como a tal pero uno se acercó y comprobó respiraba, por ello fue trasladado a la enfermería de un buque, pero la de los prisioneros, nada que ver con la suya pues estaba abarrotada de ellos, allí quedó durante cuatro días, hasta que el médico lo visitó, vio que era grave pero si había pasado ese tiempo y vivía estaba en franca recuperación, pasados otros cuatro volvió el facultativo y dio por buena su recuperación. Fue desembarcado en Lagos en el Algarbe portugués, de donde se le dio libertad pasando a su pueblo Montemolín, donde habla con el sacerdote, quien le recomienda prosiga su camino continuando a Sevilla, de aquí a Cádiz donde el 28 de febrero seguido se presentó en su compañía. Llegando antes que los buques maltratados de la escuadra.

A finales de abril siguiente fue elegido para ir de bandera, el 11 de mayo un sargento, un cabo y ocho granaderos salieron de Cádiz con rumbo a reclutar hombres a Sevilla, regresando a la taberna donde a él se le enrolo siete años antes en el Regimiento del Viento, donde fueron captando algunos. Mientras en Cádiz se estaba llevando a cabo aclarar la rendición de los cuatro buques rendidos, se repitió entre los pocos vivos del San Nicolás de Bari las mismas palabras: «ha sido el último apresado y en él, el último en rendirse el granadero Martín Álvarez» a tanto llegó la curiosidad que se ordeno a la bandera de Sevilla lo remitiera a la Isla de León, para ello viajó con el primer lote de reclutas.

Había sido nombrado fiscal el Mayor General de la Armada don Manuel Núñez Gaona, al llegar Martín le fue comunicado se presentara, al hacerlo juro como era de rigor comenzando el interrogatorio: Gaona: ¿Que destino ocupabais en el navío San Nicolás el día en que se rindió a los ingleses? En vez de responder le pidió poder hacer una observación; ¿Una observación?, ¡La misma que en varias ocasiones he hecho á otros jefes que como V.E. me han preguntado de igual modo! Le concedió la libertad de expresarse: ¡Entonces diré á V.E. que yo no he estado jamás en el San Nicolás en ocasión de que se haya rendido á los ingleses! ¿Pues no os encontrabais en el combate del catorce de febrero? ¡Sí, señor! ¿Y no fuisteis después a poder de los ingleses? ¡Sí, señor! ¿Porque negáis según eso que os hallabais en el navío San Nicolás? ¡Porque el navío San Nicolás no se rindió, sino que fue abordado y tomado a sangre y fuego! ¿Y a que llamáis entonces rendirse? ¡No podre jamás entrar a discutir con V. E., pero creo que no habiendo ningún español en el navío cuando se arrió su bandera, mal podría haber estos capitulado! ¿Que había hecho pues, la tripulación del San Nicolás? ¡Toda se hallaba muerta o herida! Ante esto el general Gaona quedo meditando unos segundos, continuando: ¿Recordáis lo ocurrido en el combate desde el principio? ¡Recuerdo solamente hasta muy poco después que cayó mortalmente herido mi comandante! ¿Y por qué tan solo hasta entonces? ¡Porque también yo estaba herido y la mucha sangre que había derramado me hizo perder el conocimiento! ¿A quién fueron dirigidas las palabras que pronunció vuestro comandante antes de morir? ¡Yo era el único que se hallaba a su lado y por eso juzgo habló conmigo en aquellos instantes! ¿Recordáis también lo que os dijo? ¡Confusamente; solo conservo, me encargó no me rindiese y que opusiera todo mi esfuerzo para que nuestros enemigos no arbolaran su pabellón en el San Nicolás! ¿Y lo conseguisteis? ¡Desgraciadamente la mucha sangre que había perdido por mi herida, me dejó sin el conocimiento que no pude recobrar hasta después que estuve prisionero! ¿Tenéis presente si durante el combate hubo alguno que no cumpliera con su deber? ¡Todos los que tripulaban mi navío se batieron como leones, y cada cual se portó como en tales casos se porta un verdadero español! ¿Oísteis antes o durante la acción algunas voces que indicaran querer entregar el navío? ¡Las únicas palabras que oí pronunciar, fueron injurias contra los ingleses! ¿Y murmuraciones contra el general u otro jefe de la escuadra? ¡Nada, señor, pues desde que se avistó la escuadra enemiga todos aprobaron las disposiciones que tomaba el navío general! ¿Cómo pudisteis comprender sus disposiciones? ¡Por las señales que ponía para que toda la escuadra forzase de vela sobre los buques contrarios! ¿Dónde habéis estado desde que apresaron vuestro navío, hasta el día en que os presentasteis en el departamento? ¡En poder de los ingleses! ¿De qué modo? ¡Curándome de mi herida! ¿Habéis averiguado el descalabro que sufrieron sus buques? ¡Sí, señor; sé que han tenido tantos como los españoles! Basta. ¿Sabéis firmar? ¡No, señor! haced entonces una cruz en este papel. Firmó y se retiró. Al hacerlo el general Núñez Gaona comentó: «Lástima que este granadero ignore poner su nombre, porque sería un buen oficial»

Al terminar el general la sumaria, no se olvido añadir respecto a Martín: «No puedo pasar en silencio la gallardía del granadero de marina Martín Álvarez, perteneciente a la tercera compañía del noveno batallón, pues hallándose en la toldilla del navío San Nicolás cuando fue abordado, atravesó con tal ímpetu al primer oficial inglés que entró por aquel sitio, que al salirle la punta del sable por la espalda, la clavó tan fuertemente contra el mamparo de un camarote, que no pudiendo librarla con prontitud, y por desasir su sable que no quería abandonar, dio tiempo a que cayera sobre él el grueso de enemigos con espada en mano y a que lo hiriesen en la cabeza; en cuya situación se arrojó al alcázar librándose con un veloz salto de sus perseguidores»

El mayor general quiso premiar a tan heroico granadero, por su proeza y por reconocer tenía dotes de mando, lo hablo con el sargento mayor del batallón, llegando al acuerdo de ascenderlo a cabo, pero no era posible al no saber escribir, algo que no conocía ni por asomo pues nunca se le había indicado nada al respecto, quedando, por contar con treinta años de edad preguntarle si le apetecía aprender, para ello fue llamado a la mayoría. Sus amigos le informaron la razón de la llamada, respondiendo no le hacía falta ascender y menos ponerse a aprende siendo tan mayor, pero uno más que él le dijo que: «si estuviera en tu lugar no lo dudaría, nunca es tarde para ampliar conocimientos y tu eres listo» Se presentó en el despacho del sargento mayor y le comunico la intención de su ascenso, para ello debería aprender, como no sabía quién le podía enseñar, se le informó que pasaría a la misma mayoría donde entre todos le enseñarían, de acuerdo con lo dicho se le ordenó regresar a su compañía y esperar la orden de incorporarse en su nuevo destino. Recibió la orden y se incorporó unos días más tarde, fue tan rápido su aprendizaje que en dos meses leía con regularidad y dos más tarde ayudaba como escribiente a pasar a limpio las órdenes. El 17 de febrero de 1798 se recibió al orden de formar la tercera compañía del noveno batallón, todos en sus lugares su capitán salió y lo llamó, en voz alta leyó la orden firmada por el coronel general del cuerpo por la que era ascendido a cabo primero de su misma unidad, como premio a sus esmerados y heroicos servicios.

Después del combate del cabo de San Vicente la escuadra británica boqueó la bahía de Cádiz, al ser depuestos todos sus mandos se nombró jefe al teniente general don José de Mazarredo con poderes para elegir a los nuevos comandantes, por ello comenzó un nuevo alistamiento, aprovechando un duro temporal la escuadra salió el 5 de febrero de 1798, pero nada pudieron conseguir regresando a la bahía el 13 seguido, permaneciendo en puerto fue llamado Martín para embarcar en el navío Purísima Concepción de 112 cañones, al mando del capitán de navío don Francisco Javier de Uriarte, enarbolando la insignia del general Mazarredo y junto a él su Mayor general el brigadier don Antonio de Escaño, saliendo de la bahía el 14 de mayo con rumbo a Cartagena, en la derrota sufrieron un duro temporal que maltrato a varios buques, arribando el 20 seguido pasando a reparar las averías y donde se unió la francesa del almirante Eustache Bruix, a principios de junio dieron la vela con rumbo a Cádiz, donde Mazarredo recibió la orden de hacerse a la mar el 12 de julio, con destino al arsenal francés de Brest donde fondearon el 8 de agosto de 1799.

A principios de noviembre llegó el buque correo, la algarabía era proporcional al tiempo que llevaban sin recibir noticias, Martín no tenía quien le enviara nada, quedando por ello como si fuera un día más, pasados unos minutos el comandante del navío ordenó formar la dotación en cubierta, pasándose lista dos veces para cerciorarse que no faltaba nadie, don Javier de Uriarte llamó a Martín Álvarez, y en vos alta leyó: «El rey nuestro señor ha visto con satisfacción el denodado arrojo y valentía con que se portó abordo del navío San Nicolás de Bari, el granadero de la tercera compañía del noveno batallón de marina Martín Álvarez, cuando el 14 de febrero de 1797 fue dicho buque abordado por tres navíos ingleses; pues habiendo Álvarez impedido por algún tiempo la entrada a un trozo de abordaje, supo también defender la bandera que el brigadier D. Tomás Geraldino le había confiado antes de su muerte, y con su valor hizo de modo que aquella se mantuviese arbolada aun después de todo el grueso de los enemigos tenían coronado su navío. Teniendo también S. M. en consideración de la honrada conducta que en el servicio observa Martín, se ha servido concederle cuatro escudos mensuales por vía de pensión vitalicia, en premio de su bizarro comportamiento; y es su real voluntad que se les haga saber esta benévola y soberana disposición, al frente de toda la tripulación y guarnición del navío donde se halle embarcado.»

Cumpliendo el reglamento se le entregó el escudo de distinción por la pensión vitalicia en el antebrazo izquierdo, así fueron transcurriendo los días en el arsenal francés, hasta que un día iba a tomar la guardia, al subir por la escala de proa desde la tercera batería a cubierta entre el cuarto y quinto escalón lo dio en falso yéndose a golpear en el pecho contra el canto de la brazola, donde se quedó unos minutos sin poderse mover, hasta ser ayudado y sentado en el entrepuente, llamaron al cirujano quien acudió le tomó el pulso y verificó la respiración dándola por buena, al cumplir el tiempo de su guardia se fue a su lugar de descanso, donde le sobrevino un golpe de tos acompañado de sangre, llamaron de nuevo al médico pero esta vez era el primero, quien le preguntó cómo se había golpeado, se lo explicó le miro el pecho y la espalda, pues se temía hubiera dañado algún pulmón, hizo llamar al practicante quien le dio un jarabe mejorando.

A finales de diciembre de 1800 le sobrevino un golpe de tos acompañado de nuevo con sangre, al reconocerlo el cirujano y sabiendo que el ambiente húmedo no era recomendable sugirió fuera trasladado a un hospital del Arsenal, fue llevado al de San Luis, con los acostumbrados altibajos de la enfermedad, falleció el 23 de febrero de 1801 con treinta y cinco años de edad.

En 1848 cuando nadie se acordaba de los hechos de don Martín Álvarez, el brigadier mayor general de la escuadra don Francisco de Hoyos se dedicó a revisar viejos expedientes, encontrándose con el acto heroico del granadero, decidiendo elevar un informe a sus mandos, diciendo: «Mi opinión, E. S. es que un buque de la armada y del porte de diez cañones para abajo, lleve perpetuamente el nombre de Martín Álvarez, que desde luego se le ponga a uno de los que en la actualidad se hallen armados, y cuyo nombre no esté ligado con el de ninguna persona o suceso memorable; finalmente, que resuelto que sea favorablemente por S. M. este punto, se lea al frente de las banderas de los batallones de marina esta soberana resolución, como premio debido al mérito de aquel buen soldado a fin de que sirva de estimulo a los de su clase, y que sepan que pueden aspirar entre otras recompensas a la de que su memoria sea eterna en los anales del cuerpo a que pertenecieron ennobleciéndolo con sus altos hechos.»

El informe lo recibió el capitán general de la Armada con Francisco Javier de Ulloa, quien lo paso al ministro del ramo y de él se dicto la Real orden del 12 de diciembre de 1848, diciendo: «Excmo. Sr. ― La Reina de conformidad con el parecer de V. E. emitido en su comunicación del cinco del corriente mes referente a la propuesta del Mayor General de la Armada, ha tenido a bien resolver que en lo sucesivo haya perpetuamente en la Marina de guerra un buque del porte de diez cañones para abajo que se denomine Martín Álvarez, para constante memoria del granadero del mismo nombre perteneciente a la tercera compañía del noveno batallón, que hallándose embarcado en el navío S. Nicolás de Bary, se distinguió por su bizarría sobre la toldilla del mismo, el catorce de febrero de 1797 al rechazar el abordaje del buque inglés de igual clase El Capitán, donde arbolaba su insignia el comodoro Nelson: siendo en consecuencia su real voluntad, que desde luego lleve el referido nombre la goleta Dolorcitas. Quiere al propio tiempo S. M. que esta soberana resolución se lea al frente de banderas a los batallones de Marina, como premio debido al mérito que contrajo aquel valiente soldado, cuya memoria debe ser eterna en los anales del cuerpo a que perteneció. ― El Marqués de Molins. ― Sr. Subdirector General de la Armada.»

«Ministerio de Marina. ― Dada cuenta al Rey (q. D. g.) de una exposición elevada por el General jefe de la sección de Infantería de Marina, relativa a lo que dispone la Real orden de 12 de Diciembre de 1848, por la que se mandó hubiera perpetuamente en la Armada un buque de 10 cañones para abajo que se denominase Martín Álvarez, en memoria del granadero del mismo nombre de la tercera compañía del noveno batallón de Marina que, hallándose embarcado en el navío San Nicolás, se distinguió por su bizarría sobre la toldilla de dicho buque el día 14 de Febrero de 1797, al rechazar el abordaje del buque inglés de igual clase El Capitán, donde arbolaba su insignia el comodoro Nelson, como se prueba en el resultado del expediente formado en averiguación de tan glorioso hecho, a cuya soberana resolución se dio cumplimiento, existiendo un buque con aquella denominación hasta que por haberse perdido totalmente el que la llevaba, ha desaparecido el precepto soberano; por lo cual propone el expresado General jefe de la sección que, para que tenga efecto lo preceptuado, se designe un buque de los que actualmente tiene la Armada, que reuniendo las condiciones que la citada soberana resolución determina, no esté ligado el nombre que lleve con hecho alguno histórico, para que ostente el del referido granadero, cuyo nombre deberá también figurar constantemente como presente a la cabeza de las nóminas de revista de la primera compañía del primer batallón del primer regimiento; y que al pasarse esta sea pronunciado por el coronel del mismo, para que sirva de noble estímulo en el Cuerpo, que debe honrarse con la memoria del héroe soldado, que legando un recuerdo imperecedero, supo ennoblecerlo con su bizarría y abnegación, cuyos medios todos tienen para lograrlos. S. M., siempre solícito y dispuesto a enaltecer los hechos gloriosos que, dando esplendor a la patria, se lo den asimismo a las corporaciones que tienen la honra de haber contado entre sus individuos modelos de valor y de virtudes militares dignas de imitar, y para dar al Cuerpo de Infantería de Marina una prueba ostensible del aprecio en que tiene sus servicios, se ha dignado disponer que se designe un buque de los que actualmente existen en la Armada con las condiciones que se marcan en la Real orden de 12 de Diciembre de 1848, el cual será denominado Martín Álvarez, cuyo nombre figurará también constantemente y perpetuamente a la cabeza de la nómina de revista de la primera compañía del primer batallón del primer regimiento, poniéndole como presente, muerto heroicamente sobre la toldilla del navío San Nicolás, excedente de su fuerza reglamentaria, debiendo el coronel de dicho regimiento nombrarlo en el acto de las revistas administrativas, al presentarse en ellas la expresada compañía y antes de ser llamado el primer soldado de la misma que se halle presente. También es la soberana voluntad que esta disposición sea leída, al frente de banderas, en los regimientos y fuerzas del Cuerpo en la primera revista de comisario. Dios, etc. ― Madrid, 4 de Julio de 1878. ― Francisco de Paula Pavía.»

El 14 de julio de 1936 en el diario Ahora el general de infantería Bermúdez de Castro relata una anterior visita a Gibraltar, donde le fue mostrado un antiguo cañón con la inscripción: «14 de febrero de 1797 ― San Vicente ― Ship Captain ― Ship San Nicolás ― Martín Álvarez» Se quedó pensativo pues no recordaba nada al respecto, por ello le pidió al oficial británico que le acompañaba le facilitara algunos datos, recibiendo algo más tarde la explicación siguiente: «…al arriar los ingleses la bandera del San Nicolás, encuentran a Martín de centinela junto a la bandera; después de ensartar al oficial como a una mariposa con un alfiler, sin poder desprender el sable del mamparo en que estaba clavado, coge su fusil a modo de maza, tumbó a dos que le rodeaban, hizo huir al resto, que los persigue a mazazos, bajando al alcázar y, ya acribillado de heridas, sucumbe cumpliendo la consigna: Nadie osa arriar la bandera hasta que el granadero expira…ponen los ingleses una bala a los pies de cada muerto y los arrojan al agua, y al llegar a Martín Álvarez recibe los honores de ser envuelto en la bandera que tan briosamente había defendido; forma la tripulación inglesa y da en su honor tres ¡hurra!» fue cuando se dieron cuenta que seguía respirando y lo pasaron a su buque. (Como siempre, engrandecen al enemigo quedando ellos sublimes.)

En 1938 se inauguró una avenida en Montemolín, con una columna y como remate una estatua del heroico Infante, a su inauguración asistieron el Gobernador Civil, el obispo de la Diócesis, el Almirante Bastarreche y una compañía de Guardias Marinas de San Fernando, con banda, cerrando la conmemoración con su desfile ante el monumento.

Las dos Reales órdenes se han ido cumpliendo con altibajos propios del devenir de la Corporación, siendo en total cinco los buques que han llevado su nombre. Dándose la circunstancia que con el último, uno de desembarco de carros de combate (no de tanques, eso es otra cosa) ex-norteamericano le hicieron compañía otros dos, los cuales Velasco y Conde de Venadito, al igual que él deberían también figurar en la Lista Oficial de Buques de la Armada (LOBA) por otras sendas Reales órdenes. Desde estas líneas pedir-desear que el Almirante Jefe del Estado Mayor de la Armada (quien lo sea) si llega a su conocimiento esto, recuerde que siguen sin constar estos nombres y aprovechando la construcción de los BAM, se pensase si es posible bautizarlos con ellos.

Bibliografía:

Arnao, José de.: Martín Álvarez. Recuerdos de la Marina Española. Imprenta de Manuel Minuesa. Madrid, 1853. Basado a su vez en las notas del abogado don Ramón Viu, quien se informó contemporáneamente al saberse en 1848 la Real orden de figurar un buque en la Armada con el nombre de Marín Álvarez.

Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Est. Tipográfico «Sucesores de Rivadeneyra» 9 tomos. Madrid, 1895—1903.

Rivas Fabal, José Enrique.: Historia de la Infantería de Marina Española. Editorial Naval. Madrid 1970. 2ª Edición. Premio Virgen del Carmen 1969. Obra declarada de utilidad para la Marina.

Revista Fuerza Naval nº 97.

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