Vidazabal, Miguel de Biografia

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Biografía de don Miguel de Vidazábal



General de Mar y Guerra.

Capitán general de la Armada del Mar Océano.

Consejero de Estado, para los asuntos de los Estados de Flandes.

Caballero de la Real y Militar Orden de Santiago.

Contenido

Orígenes

Vino al mundo el 3 de octubre de 1558, en la población de Motrico actual provincia de Guipúzcoa. Descendiente de la casa de Ibarra en el valle de Leniz.

Hoja de Servicios

Desde muy joven se embarcó en buques del Mediterráneo, participando en varios combates contra los turcos y sus aliados de berbería, en las costas del norte de África.

Posteriormente pasó a la Armada del Mar Océano, combatiendo contra ingleses y holandeses quienes comenzaban su intento de dominar la mar y sobre todo, en sus actos de piratería conseguir hacerse con alguna de las flotas procedentes de Tierra Firme, pues sus intentos no eran otros que el quebrar nuestro comercio ultramarino, librándose los encuentros sobre en os lugares de recalada de éstas, las islas Terceras, cabo de San Vicente y Gibraltar.

Estando en esta Armada en 1614, participó en los combates sobre Mogador y en la conquista de la Mámora, para llevar a cabo esta expedición, zarpó el 1 de agosto de 1614 de la bahía de Cádiz con noventa y nueve velas, entre buques de guerra y transportes cargados con muchos bastimentos de bizcocho, vino, pertrechos de guerra y siete mil soldados y dos mil quinientos gastadores, «…gran prevención de piezas y carretones de campaña, bombas de fuego para la mar y abrojos y otros artificios para tierra.»

El 3 se avistó Larache y después de aguantar un fuerte temporal, desembarcaron en la Mámora el 5, al sur de Larache (hoy Port Lyautey) a la boca del río Sebú, donde tenía su guarida el corsario Muley-Cidán con su escuadrilla quien a su vez proporcionaba apostadero a los bátavos; puerto ya se había cegado para impedirlo pero sin resultado definitivo.

Esperó Fajardo un día de calma siendo el 5 siguiente, por existir en la playa a desembarcar una barra que de no estar el tiempo bonancible podía dar en ella los botes e irse al fondo, al presentarse la ocasión desembarcaron dos mil hombres al mando del maestre de campo don Gerónimo Agustín, pero fueron los primeros en tocar tierra los capitanes de mar don Bartolomé de Nodal, Jusepe de Mena y don Fermín de Lodosa y Andueza, siendo la primera bandera completa puesta en tierra la del capitán don Carlos de Ibarra y él a su cabeza.

En su apoyo el conde de Elda con las galeras de Portugal y el duque de Fernandina con las de España pusieron las proas de sus buques a tierra, comenzando a abrir fuego sobre los enemigos, pero fue tan acertado el tiro que en poco tiempo las fuerzas desembarcadas pudieron defenderse solas, dado que poca más resistencia quedaba. Siendo uno de los más destacados su hijo Juan, quien en ningún momento quiso desmerecer delante de su padre.

Se encontraban en el puerto cuatro buques de guerra holandeses fondeados mandados por el almirante Evertsen, quien muy atento saludó al estandarte de España, declarándose neutral, pues había sido espectador de primera fila de cómo los españoles utilizaban sus fuerzas de desembarco, siendo más saludable saludar y no enfrentarse que lo contrario.

La posición enemiga era muy fuerte, pero por orden de don Luis se destacó un trozo de las fuerzas para ser cogida del revés; al darse cuenta de la treta los enemigos de encontrase entre dos fuegos, esto les convenció de no insistir en su defensa pues acabarían con sus vidas, pero como eran corsarios solo les quedaba poder huir tierra adentro, para ello le pegaron fuego a sus buques y se dieron a la fuga. Don Luis dejó tropas para reconstruir el fuerte de la Mámora, dejando como gobernador de ella al capitán don Cristóbal Lechuga. Todo decidido ordenó largar velas y levar anclas para hacerse a la mar con rumbo al puerto de Cádiz.

El mismo año zarpó de Lisboa al mando de veintidós buques, cargado con tropas de los Tercios para desembarcarlas en Flandes, cual no fue la alegría al ver las tropas y al mismo Vidazabal por parte del Archiduque don Alberto, quien le regaló una cadena de oro de mucho valor, pero no quedó aquí, pues lo nombró consejero de guerra de Flandes, entregándole mil ducados como agradecimiento por todo.

Posteriormente pasó a la escuadra del Cantábrico, como general de ella, volviendo a combatir contra ingleses y holandeses, quienes insistentemente permanecían siempre al acecho de la arribada de las Flotas.

En 1618 con su escuadra del Cantábrico tuvo que acudir a proteger en Estrecho, nada más arribar a sus aguas se enfrentó a cinco bajeles moros procedentes de la India cargados con mercancías, siendo todos capturados, de ellos uno era una carabela cargada con trigo, cera, especies y sedas, esto supuso para la Hacienda un ingreso de trescientos mil ducados.

Este mismo año, recibió un correo Real que le ponía en el conocimiento de la salida de Argel de una escuadra compuesta por veintiocho buques de alto bordo, con destino a rapiñar a las islas Afortunadas, por ello se le ordenaba los esperase a su vuelta en el Estrecho. Así lo hizo y el 24 de junio cuando regresaban de hacer la piratería se enfrentó a ellos en el Estrecho, con sus diez velas más otras seis de Flandes incorporadas para reforzar su escuadra, el combate como todos con los moros fue sin cuartel y por lo tanto muy duro, pero consiguió vencerles, capturando a veintidós de ellos, los restantes seis se le escaparon. De los apresados, devolvió la libertad a mil quinientos cristianos, por ellos se enteraron eran de la isla de Lanzarote, la cual había sufrido el ataque quedando sin gente y ardiendo, pues para no dejar a nadie sin vida, degollaron a todos los que no les servían como rescate o cautivos, entre ellos todos los niños y ancianos. No obstante al apresar a la mayor parte de los buques, recuperó grandes cantidades de plata y joyas, significándole ganar mucho dinero a él y sus tropas, pues pasaron muchos cientos de moros al cautiverio.

Fue una significativa victoria, pues ante la disminución de buques en la Armada los moros como se ve, incluso amenazaban tierras lejanas como las islas Afortunadas, por ello se envalentonaron pero en esta ocasión contraria a sus intereses al menos los frenó durante un tiempo, siendo conocedor de ello don Felipe III le concedió el hábito de Caballero de la Orden Militar de Santiago.

El 2 de julio seguido apresó un navío turco, para disminuir bajas propias opto por abordarlo de proa partiéndolo casi por completo, al ver esto la nave que acompañaba a la apresada decidió embarrancar y salir su dotación huyendo tierra a dentro, regresó sobre sus aguas a Sanlúcar de Barrameda divisando en su cercanía siete berberiscas, se enfrentó a ellas, dos fueron dadas al fuego, una echada al fondo, apresó a dos y las restantes pudieron escapar.

En septiembre divisó una escuadra de veintiocho leños turcos, su escuadra era inferior en buques y hombres, pero les atacó con tanda decisión que después de duro combate apresó a veinte enemigas, dándose a la fuga los ocho restantes, permaneció cruzando las aguas divisando frente a Mogador cuatro velas berberiscas, las cuales fueron materialmente deshechas a cañonazos, viéndose obligados para no irse al fondo a varar en la ensenada de Trafatan.

No había terminado el año se encontró con una escuadra compuesta por veinticuatro buques flamencos, que llevaban topas y pertrechos de guerra a la República de Venecia, para poder seguir en la guerra que mantenía contra el Emperador de Hungría, pero viendo la gran cantidad de tropas que llevaban, no consideró ser la ocasión para atacarles, ante esto sus hombres enardecidos por las últimas victorias le insistían en que fueran atacados, para intentar quitarse peso por su resolución, convocó un Consejo de Generales, pero estos siguieron a su hombres, por lo que la decisión final fue la de atacar, se efectuó el combate pero como ya tenía él visto por su experiencia, la gran cantidad de tropas que transportaban no eran fáciles de vencer, por ello tras una dura pelea de varias horas dio la orden de retirarse. Perdió a trescientos de sus hombres y entre ellos, por ser su mano derecha el capitán de su infantería don Agustín de Ojeda, natural de Zumaya.

Este mismo año de 1618 encontrándose en la mar, le dio un ataque de perlesía [1] que le dejó sin fuerzas, por lo que se puso rumbo a Sanlúcar de Barrameda donde se le desembarcó, siendo trasladado a la ciudad de Sevilla para estar mejor atendido por los médicos, pero éstos nada pudieron hacer por su vida, falleciendo a los dieciocho días de haber llegado a la ciudad, siendo el día once de enero del año de 1619.

Notas

  1. Resolución ó relajación de los nervios, perdiendo su vigor impidiendo su movimiento y sensación. Proviene del latín, Paralysis.

Bibliografía:

Enciclopedia General del Mar. Garriga, 1957. Sin iníciales del compilador.

Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Est. Tipográfico «Sucesores de Rivadeneyra» 9 tomos. Madrid, 1895-1903.

Martínez de Isasti, Lope.: Compendio Historial de Guipúzcoa. Editorial La Gran Enciclopedia Vasca. Bilbao, 1972. Facsímil de la de 1850. Facsímil de la edición príncipe del año de 1625.

Ortiz y Sanz, Joseph.: Compendio cronológico de la historia de España, desde los tiempos más remotos a nuestros días. Madrid, 1801. Tomo VI.

Vargas y Ponce, Joseph de.: Catálogo de la Colección de Documentos. Instituto Histórico de Marina. Madrid, 1979.

VV. AA.: Diccionario de Autores. Real Academia Española. Editorial Gredos. Madrid, 2002. Edición Facsímil del primer diccionario publicado de la Real Academia publicado en 1737.

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