Cardenas y Manrique de Lara, Jorge Manuel de Biografia
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Biografía de don Jorge de Cárdenas y Manrique de Lara
Capitán general de la Armada del Océano.
Grande de España con dos grandezas.
Caballero de la Militar Orden de Santiago.
IV Duque de Maqueda.
VI Duque de Nájera.
V Marqués de Elche.
VIII Conde de Treviño.
IX Conde de Valencia de Don Juan.
Adelantado Mayor del Reino de Granada.
Señor de las Villas de: Navarrete, Torrijos, San Silvestre, Alcabón, El Campillo, Monasterio, Riaza, Crevillent y Toha de Marchena, así como Señor de las Villas y Fortalezas de: Ocón, San Pedro, Cenicero, Villoslada, Lumbreras, Ortigosa, Ribas, Genevilla, Cabredo, Villademor, Torrijos, San Silvestre.
Barón de Aspe, Planes y Patrás.
Tesorero mayor de Vizcaya.
Comendador de Medina de las Torres.
Consejero de Estado.
Orígenes
Vino al mundo en la villa de Elche (actual provincia de Alicante) el día 23 de abril del año de 1584. Siendo sus padres don Bernardino de Cárdenas y Portugal, III duque de Maqueda, III marqués de Elche, Grande de España, señor de la villas de Torrijos, San Silvestre, Alcabón, El Campillo, Monasterio, Riaza, Crevillent y Toha de Marchena y de las baronías de Aspe, Planes y Patrás, Adelantado Mayor del Reino de Granada, Alcalde Mayor de la ciudad de Toledo, alcaide de la Mota, Chinchilla y Sax, y de los Alcázares de Almería, Virrey y capitán general de Cataluña y de Sicilia y su madre doña Luisa Manrique de Lara, V duquesa de Nájera, VII condesa de Treviño, VIII condesa de Valencia de Don Juan, Grande de España, XIV señora del estado de Amusco, V dueña del oficio de Tesorero Mayor de Vizcaya.
Es de suponer que con este abolengo recibió una esmerada educación y conocimientos, pero como siempre se comienza a saber de él al alcanzar altos mandos.
Hoja de Servicios
En 1600 su padre lo enroló en el Tercio de sicilianos, por encontrase su padre de virrey de la isla. Estando aquí falleció su padre en 1601, pasando a ocupar el cargo interinamente de virrey hasta la llegada de su sucesor, don Lorenzo Suárez de Figueroa.
Al entregar el cargo abandonó la isla regresando a su casa, donde en 1609 por la orden del Rey de expulsar a los moros, se quedó casi sin rentas al quedar deshabitadas varias de sus poblaciones, por ello elevó petición al Monarca de que le fuera enviada gente para poblarlos de nuevo.
No se olvidó de su armada, pues en 1614 a las órdenes de don Luis Fajardo participó en la ocupación de la Mámora en territorio de moros.
En 1616 el Rey lo nombro capitán general de la plaza de Orán y por anexión gobernador de Mazalquivir, Oranesado y los presidios de Larache y Al-Mamura, plazas todas de combates casi diarios, que templaban muy bien el ánimo.
En 1624 tomó parte en un combate en la población de Beniaghu, contra los moros a los que venció a pesar de ser un enfrentamiento sin cuartel, un tiempo después sobre la playa de Mostangán divisó a un buque berberisco al que atacó, tras encarnizado combate lo apresó, pudiendo reparar sus calafates las averías más graves y conducirlo a la bahía de Cádiz.
Al año siguiente de 1625, se encontraba al mando de una división de galeones compuesta por seis unidades, pertenecientes a la Escuadra del Océano, con los que se mantuvo cruzando y vigilado los puntos de recalada de la Flota proveniente de Tierra Firme.
No debió de permanecer mucho tiempo en esta comisión, pues en 1636 se encontraba al mando de la escuadra de protección de la bahía de Cádiz y dice la fuente, que no tenía mucha experiencia de mar, por lo que se le puso como almirante para guiarlo a don Antonio de Oquendo, zarpando con rumbo al Mediterráneo para conseguir unirse a la armada de Nápoles.
En 1638 realizó una salida con la Escuadra del Océano con rumbo a las islas Terceras, por haberse recibido aviso que otra francesa se hallaban en sus cercanías, al arribar la española a sus aguas no pudo dar con la enemiga, a pesar de dar orden a las fragatas de salir en todas las direcciones posibles para dar con ella, por lo que no quiso perder la ocasión y se mantuvo en la zona, causa por la que cercenó casi por completo el tráfico ilegal, cayendo en sus manos varios buques que se dedicaban a trasportar mercancías, que eran después llevadas a las costas no oficiales de la Península.
Durante la guerra con Francia por el Rosellón en 1639, efectuó un desembarco en la población de Salses desde las galeras y don Jorge de Cárdenas saltó a tierra acompañando a sus tropas con una pica en la mano, como si fuera un soldado más. (¿Que tiempos?)
Al año siguiente de 1640, se encontraba otra vez con la escuadra de galeones cubriendo la recalada de los buques provenientes de ultramar. Realizando cruceros entre los cabos de Santa María y San Vicente, así como algún crucero sobre las islas Terceras.
En 1641 debía de tomar el mando de la escuadra de galeones que se estaba armando, por ser conocida la formación de una escuadra holandesa preparada para buscar la recalada de la Flota de Indias, para lo que ya se había reunido una escuadra con veintitrés velas en la bahía de Cádiz dispuestos a zarpar.
Parece ser que durante el armamento de la escuadra, hubo desavenencias entre el Gobernador de Cádiz, el duque de Ciudad Real con don Jorge de Cárdenas General de la escuadra, a tanto llegó el problema de jurisdicción que se enfrentaron en duelo a espada, como buenos caballeros, pero fueron igual de hábiles con el manejo del arma, ya que los dos tuvieron que abandonar el duelo, por haber hecho primera sangre en el contrario al mismo tiempo.
Enterado el Rey de tan desagradable asunto, ordenó una reconciliación entre ambos, pero al parecer Cárdenas había salido más mal parado del lance, por lo que al no poderse hacer cargo de la escuadra, S. M., ordenó al duque de Ciudad Real zarpara de inmediato para proteger a sus bajeles.
Acción que llevó a efecto, cumpliendo escrupulosamente la orden recibida, eso sí, se tuvo que enfrentar a los bátavos a los que puso en fuga salvando así a la Flota de Indias, la cual arribó bajo su protección a la bahía de Cádiz sin sufrir ninguna pérdida.
Pronto, en el mismo año 1641 se restableció y regreso a tomar el mando de la Escuadra de Galeones del Océano, pasando inmediatamente al Mediterráneo por estar en guerra con Francia y estos estaban atacando a las ciudades españolas fronterizas con el vecino país, donde el arzobispo de Burdeos se había puesto al frente de una escuadra, compuesta por treinta y nueve naves redondas, diecinueve galeras, ocho bergantines y cuatro brulotes.
La escuadra de los galeones al pasar al Mediterráneo estaba a las órdenes del General de la Galeras de España, a la sazón don García Álvarez de Toledo Osorio y Mendoza, duque de Fernandina y marqués de Villafranca, consiguiendo reunir una escuadra de treinta buques redondos, veintinueve galeras y cuatro pataches, que daban escolta a un convoy de sesenta y cinco buques, dando protección a los transportes cargados con las tropas y todo tipo de pertrechos de boca y guerra, para auxiliar a las tropas del ejército.
Después de cubrir estas necesidades de las tropas las escuadras regresaron, manteniéndose la de los Galeones para apoyar con sus fuegos a la población de Tarragona ya en el año de 1641, pero por la duración de las acciones, se vio obligado a abandonar las aguas para abastecerse de víveres, agua, pólvora y munición.
Momento que de nuevo aprovecho la escuadra francesa para bloquear la ciudad, acudiendo entonces la Escuadra de los Galeones y la del marqués de Villafranca, reuniendo para ello a todas las escuadras de galeras, las de España a su mando, las de Nápoles al mando de don Melchor de Borja, las de Sicilia a las de su general don Francisco Mejía y las de Génova al mando de Joanetín Doria, reuniendo en total a cuarenta y una de ellas, más otros veinticinco galeones y cinco bergantines consiguiendo llevar los socorros a las plazas de Rosas, Colibre y Perpiñan, ante esta considerable fuerza los franceses optaron por dejar la mar por los españoles.
Pero en la Corte, el valido Conde-Duque de Olivares convenció al Rey de que se podía haber aprovechado la ocasión y terminar con la escuadra francesa del Mediterráneo, por lo que sin juicio tan siquiera se les encerró presos en el castillo de Odón, al marqués de Villafranca, al duque de Maqueda y al duque de Medinasidonia.
En 1643 el Conde-Duque sufre su caída, por lo que inmediatamente el nuevo ministro don Manuel Pantoja, da la orden de rehabilitar a los mandos tan injustamente tratados, ya que en la segunda ocasión a pesar de que los franceses abandonaron las aguas contaban con muchos más buques que la vez anterior, estando fuera de lugar y de la cordura atacarles.
Estando libre renuncio al mando, no queriendo volver a verse envuelto en estas injusticias, ya que en su caso concreto planteó a su general proseguir el combate, pero como el marqués de Villafranca se lo negó, simplemente cumplió una orden, por ello una vez obtenido el permiso real se restituyó a su casa, en la villa de Torrijos (Toledo) encontrándose en ella el 30 de octubre de 1644 le sobrevino el óbito. Así que solo estuvo un poco más de un año descansando de toda una vida de combates y avatares propios de la época.
Bibliografía:
Bauer Landauer, Ignacio.: Don Francisco de Benavides cuatralvo de las galeras de España. Madrid 1921.
Enciclopedia General del Mar. Garriga. 1968. Compilada por el contralmirante don Carlos Martínez-Valverde y Martínez.
Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Est. Tipográfico «Sucesores de Rivadeneyra» 9 tomos. Madrid, 1895—1903.
O‘Donnell y Duque de Estrada, Hugo.: Los Álvarez de Toledo el Mar. Junta de Castilla y León. María del Pilar García Pinacho (Ed.) Los Álvarez de Toledo Nobleza viva. 1998.
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