Garcia de Quesada y Lopez Pinto, Trinidad Biografia

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Biografía de don Trinidad García de Quesada y López Pinto



Jefe de escuadra de la Real Armada Española.

Caballero Cruz de la Real y Militar Orden de San Fernando de 1ª clase. 15 de enero de 1838.

Encomienda de la Real y Muy Distinguida Orden Española de Carlos III.

Orígenes

Vino al mundo el 24 de diciembre de 1818 en la ciudad de Cartagena.

Hoja de Servicios

En 1824 se refundieron las tres compañías de Guardiamarinas en un Colegio, el cual debía de establecerse en la población de Puerto Real, pero se decidió trasladarlo a La Carraca, a pesar de ser un establecimiento de la Armada no se pudo poner en marcha. En 1828 se suprimió el Colegio y se dio libertad de enseñanza aplicando la Constitución de 1812, por ello ya no era necesario pasar las pruebas de limpieza de sangre, al estar preparado se pasaba un examen presidido por una Junta de Jefes de la Armada, quienes al dar el Vº Bº se producía el ingreso en la Corporación. No era fácil superarlo, porque en los exámenes las exigencias eran las justas y conformes a los requerimientos de la profesión, fue una época muy dura pues dada la libertad de estudio los jueces de las pruebas eran implacables en su aplicación, no perdonando ningún error por nimio que fuera. Pasando de esta forma veintiún años en los cuales no hubo academia, ni colegio, ni compañía de guardiamarinas, siendo libre la preparación de todos los aspirantes, viviendo en «casas de confianza» e ingresando al aprobar el examen, llegando a 1845 cuando por fin se abrió la Escuela Naval Militar en San Carlos. Por esta razón no hay expedientes de estos años.

Era tal la dejadez que sufría la Armada que de un presupuesto en 1833 de cincuenta y seis millones de reales, solo seis se destinaron a la construcción de buques, de forma que no daba ni para mantener lo poco existente, como solución, en 1834 se integró el Ministerio de Marina en el de Comercio y Gobernación de Ultramar, de esta forma pasaban a hacer los marinos sus trabajos de mar en los buques mercantes, situación que permaneció hasta 1847 cuando volvieron a separarse.

Contando con la ayuda de sus dos hermanos, don Blas y don Francisco oficiales de la Armada, se preparó para pasar el examen, consiguiéndolo el 5 de febrero de 1831, contando con tan solo trece años de edad. En esta época la máxima para poder acceder era de catorce.

Se le ordenó embarcar en el apostadero de Algeciras en el bergantín Manzanares, trasbordando sucesivamente al Realista y Jacinto, luego a la goleta Mahonesa, con todos ellos navegó cuatro años por el Mediterráneo perfeccionándose en sus conocimientos náuticos, tiempo que también aprovechó para comenzar con sus estudios de idiomas y mecánica, por la que sentía una especial atracción.

Estaba en su apogeo en 1836 la guerra civil en el Norte, consiguió poder llegar a ella, ansia de todo guardiamarina que aspira a llegar algo más alto, fue habilitado de oficial el 11 de agosto y por ello enviado a primera línea, participando en el Tercer sitio de Bilbao, Luchana, Lezo, Rentería, Ondárroa, Guetaria, Zarauz y otros, en los que construyó puentes bajo el fuego enemigo.

El 24 de diciembre de 1836 tuvo lugar el combate de Luchana, estando embarcado en el bergantín Guadiana, destacando por su valor en esta acción y en el levantamiento del Tercer sitio de Bilbao, siéndole concedida la Cruz de la Real y Militar Orden de San Fernando de 1ª clase, el 15 de enero de 1838.

En 1837 se le ascendió al grado ya ostentado, otorgándole el mando de la trincadura Vizcaya, posteriormente la Isabel II y por último la Constitución, realizando comisiones de guerra en el Cantábrico hasta 1839, regresando a la bahía de Cádiz en abril, desembarcando por ser nombrado bibliotecario y redactor del Depósito Hidrográfico a propuesta de su Director.

En 1841 se le ordenó embarcar en la fragata Cortes, navegando en cruceros por el Mediterráneo. Por Real orden de diciembre de 1842 fue ascendido al grado de teniente de navío y nombrado Ayudante de la Mayoría General de la Armada.

En agosto de 1843 se le graduó con el grado de capitán de fragata sin antigüedad, al año siguiente se le otorgó el mando del místico San Fernando, comisionado especialmente para organizar el servicio de guardacostas en el apostadero de Huelva, al concluir su comisión en 1845 se le destinó a la isla de Cuba, donde obtuvo el mando del pailebote Teresita y más tarde la goleta Clarita, siendo este su último mando a flote, pues dada su preparación en 1846 se le nombró Comandante de las construcciones del apostadero de la Habana, pasando por ello al cuerpo de ingenieros navales.

Los días 10 y 11 de octubre de 1846 fueron aciagos por el huracán que azotó la isla, fue de tal virulencia que los edificios recién terminados del sufrido en 1844, fueron deshechos como si de papel de hubieran reconstruido, incluso las plataformas ferroviarias sin carga por efecto del viento se deslizaban sobre los raíles como si fueran remolcadas, muchas de ellas fueron destruidas.

Al concluir este desastre comenzó el trabajo de reconstrucción, pero fue comisionado para comprar materiales destinados a aumentar la capacidad del Arsenal, comenzando la construcción del varadero empezado poco tiempo antes y una fundición de metales, para todo ello embarcó en la goleta Habanera con rumbo a los Estados Unidos, al concluir su comisión el comandante general del Apostadero, escribió una ‹Memoria› dirigida al Capitán General, siendo su último párrafo:

«Fáltame únicamente recomendar á V. E., como es de justicia, á D. Trinidad García de Quesada, cuyos servicios he utilizado con gran ventaja del Estado en el arsenal de este apostadero. Los adelantos que han tenido todos sus obradores con la instalacion de los tornos y maquinaria que este Jefe ha traido del Norte y que se hallan ya en accion, movidos por una máquina de vapor de la fuerza de 10 caballos; la perfeccion con que se trabajan toda clase de piezas de fundicion; la economía del asierro de maderas, ejecutado por el motor de la rueda hidráulica, y las mejoras que en todos conceptos ha tenido el ramo de construccion, se deben en gran parte á los conocimientos, disposicion y carácter estudioso de este Jefe, y á su capacidad cultivada con gran aprovechamiento en la mecánica y otras ciencias auxiliares, á que se dedica con notable y ventajosa aficion. Así en que yo me prometo que la construccion del vapor Isabel la Católica (luego Don Juan de Austria) corresponda á mis esperanzas, y que sus máquinas, que venciendo todas las dificultades que se me han presentado, deben empezar á trabajarse muy en breve, prueben hasta la evidencia que en nuestros arsenales podemos emprender esta clase de obras, y salir de la tutela en que estamos de los extranjeros.» (En otra parte de la Memoria, se asombran de los EE. UU., por el avance realizado en estas técnicas, así como afirmar que su Marina ya contaba con tres vapores de guerra.)

En 1849 se le volvió a comisionar pero esta vez al Reino Unido donde compró más máquinas, de paso verificó los avances en la construcción naval, comprando así mismo otros aparatos para ser instalados en el apostadero de la Habana. Estando dirigiendo el ensamblaje de las nuevas máquinas, tuvo el despiste de cortarse con una tijera de metales el dedo pulgar de la mano derecha, por ello el Comandante General redactó una nueva recomendación, pues aparte de dirigir participaba (como queda demostrado) directamente en los ajustes de los diferentes componentes, por ello emanó la Real orden del 6 de mayo de 1850, otorgándole en propiedad su grado de capitán de fragata.

Desde este momento era directamente el Gobierno quien le comisionaba, quedando libre de jefes intermediarios, así podía dirigirse directamente a quien debía de aprobar el presupuesto, ganando de esta forma un precioso tiempo por la rapidez de los avances de la época, participando directamente en la vigilancia de la construcción de diecisiete vapores y dieciocho cañoneros para las islas Filipinas, así mismo intervino en la compra de los diques flotantes de Ferrol y Cartagena, seis remolcadores, cuadro dragas con gángiles, cinco juegos de máquinas de hélice para las fragatas, otro completo para la fabricación de lonas y otros tejidos instalados en Cartagena, pero a todo esto siempre se añadía otras máquinas que él consideraba convenientes para otros trabajos, con la sana intención para que el Gobierno pudiera encargar todo tipo de buques en astilleros españoles y no depender de los extranjeros.

A su regreso se le comisionó para montar parte de todo lo comprado en Ferrol, nombrado a su vez Director del montaje e Inspector de todas las máquinas existentes en los demás Arsenales, destinos que fueron ratificados en 1854 y 1859, todo ello a pesar de su relativa corta graduación. La factoría montada comenzó a producir motores de 80 caballos, pasando a los de 160, algo más tarde a los de 300 y por último estando bajo su responsabilidad, comenzaron a estudiarse los de 500.

Después de recibir innumerables veces las Reales gracias, se le concedió la Encomienda de la Real y Muy Distinguida Orden Española de Carlos III, tanto en su grado de ordinaria como de número y por fin, por Real orden del 2 de mayo de 1857 se le ascendió al grado de capitán de navío. A ello se unió el agradecimiento con distinciones del Reino Unido, Holanda y Turquía, por haber realizado trabajos en buques de sus banderas que dados por perdidos por sus ingenieros García de Quesada los salvó, los bátavos le concedieron la Cruz de Caballero de la Orden del León Neerlandés.

Por Real decreto del 22 de diciembre de 1858 se le nombró Director de Ingenieros, en comisión, para el 26 de enero de 1859 recibir otro Real decreto con su ascenso al grado de brigadier y en propiedad el cargo anterior.

En su Decreto de ascenso lleva un preámbulo nada habitual en ellos, pero en este caso los escribió el general Mac-Crohon, siendo presentado al Ministro quien lo incluyó, diciendo: «Las recomendables circunstancias de este Jefe, y las pruebas que ha dado de alta capacidad y de inteligencia en los distintos ramos que abraza la profesion del ingeniero marítimo, ya como Jefe del ramo en los arsenales de la Habana y de Ferrol, ya como encargado de fundar y organizar la factoria de máquinas de vapor establecida en el último de los citados puntos, cuyos adelantos y productos ha tenido S. M., ocasion de observar por sí misma en su reciente viaje á aquel Departamento marítimo, ofrecen garantía y seguridad de que servirá cumplidamente la direccion puesta á su cargo; y al fin de rodear al citado Jefe de lleno de autoridad que conviene para su desempeño, el Ministro de Marina tiene la honra de proponer á V. M., su ascenso á Brigadier de Ingenieros de la Armada, por cuyo medio podrá conferirsele en propiedad el cargo de Director del ramo en este Ministerio.»

En calidad de su nuevo cargo acompañó al Ministro de Marina en una visita de inspección a los tres Departamentos, al concluir elevó una ‹Memoria› en ella figuraba todo lo necesario para poder construir los buques y mantenerlos, llegando a plantease en el Gobierno y sus sucesores un plan económico, para permitir cambiar los buques o reparaciones con sus correspondientes transformaciones, para cada año poder construir una quinceava parte de la fuerza naval, diferenciando los buques con posibilidades de adaptación o forzar a nueva construcción.

Permaneció en la Dirección de Ingenieros hasta 1861, por ser nombrado Vocal de la Junta Consultiva de la Armada; en cuyo tiempo fue muy notable el avance y las múltiples modificaciones llevadas a cabo en los Arsenales.

Por Real cédula del 18 de enero de 1863 fue ascendido al grado de jefe de escuadra, cuando tan solo contaba con cuarenta y ocho años de edad y treinta y seis de servicios. En agradecimiento por sus desvelos en mejorar la Real Armada, S. M. le concedió la Gran Cruz de la Real Orden Americana de Isabel La Católica.

Publicado en el diario La correspondencia de España, del 6 de junio de 1867: «Hoy á las ocho y media ha fallecido repentinamente, en el acto de tomar chocolate, el General de ingenieros de la Armada, y vocal de la Junta Consultiva, D. Trinidad García de Quesada y Lopez Pinto. Su muerte ha sido muy sentida en esta córte. Persona de grande y vasta instruccion, de afable trato, de bondadoso carácter, era muy apreciado de sus infinitos amigos y de la alta sociedad, en la que habia figurado siempre.»

Don Cesáreo Fernández Duro prosigue con la descripción del general García de Quesada diciendo: «Era de alta estatura, enjuto de carnes, de temperamento sanguíneo en alto grado, de carácter bondadoso, aunque vehemente y un tanto escéntrico, de trato ameno y agradable, de costumbres sanas y sencillas, desprendido y benéfico.»

Por lo inusual de su fallecimiento se ordenó la intervención judicial, por ésta se saben todos sus bienes al fallecer, siendo: «Diez y seis obligaciones de ferrocarriles de á 2.000 reales, 30 onzas de oro, ocho centines y la última paga envuelta todavía en el papel que le fue entregado; es cuanto encontro é inventarió el juzgado.»

Se da a la luz este dato, para dejar constancia y otros se enteren del significado de la frase —servir a la Patria— y no aprovecharse de ella, pues a lo largo de su corta vida había pasado muchos millones por sus manos por las innumerables compras de todo tipo que bien podían haber dejado un "rastro" al final, pero nada de todo eso se encontró indicando y constatando así su inmejorable comportamiento en todos los sentidos, y sobre todo ello, su intachable honor.

Publicó: «Prontuario de artillería naval moderna. Mandado publicar por el Excmo. Sr. D. Francisco Armero y Peñaranda, Comandante General de la Marina de este apostadero. — Habana, oficina de D. José S. Boloña, impresor de la Real Marina por S. M., en 1851.»

Bibliografía:

Ceballos-Escalera y Gila, Alfonso de. Vizconde de Ayala, Ceballos-Escalera y Gila, Luis de, y Madueño y Galán, José María.: Los Marinos en la Orden de San Fernando. Ministerio de Defensa. Madrid, 2011.

Estado General de la Armada para el año de 1846.

Estado General de la Armada para el año de 1852.

Estado General de la Armada para el año de 1858.

Estado General de la Armada para el año de 1859.

Estado General de la Armada para el año de 1861.

Estado General de la Armada para el año de 1864.

Estado General de la Armada para el año de 1866.

Fernández Duro, Cesáreo.: Naufragios de la Armada Española. Establecimiento tipográfico de Estrada, Díaz y López. Madrid, 1867.

Paula Pavía, Francisco de.: Galería Biográfica de los Generales de Marina. Imprenta J. López. Madrid, 1873.

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