Langara y Huarte Arizmendi Trejo, Juan Francisco Biografia
De Todoavante.es
Biografía de don Juan Francisco de Lángara y Huarte, Arizmendi Trejo
VIII Capitán General de la Real Armada Española.
Caballero de la Militar Orden de Calatrava. En la que obtuvo la encomienda de las casas de Talavera.
Gran Cruz de la Real y Muy Distinguida Orden Española de Carlos III.
Gentil-Hombre de Cámara de S. M. en ejercicio.
Contenido |
Orígenes
Vino al mundo en la ciudad de Coruña, el 10 de septiembre de 1735, por estar su padre destinado en el Departamento de Ferrol, al mando de una compañía de los Batallones de Infantería de Marina, siendo su padre don Juan de Lángara y Arizmendi, y de su esposa doña Ana Huarte y Trejo. Como curiosidad, en su Fe de bautismo constan con los nombres siguientes: Juan Francisco, Joseph, Caetano, Nicolás de los Dolores.
Hoja de Servicios
Sentó plaza de Guardiamarina en la Compañía de Cádiz, el día uno de mayo del año de 1750, y habiendo efectuado con sumo aprovechamiento todos sus estudios elementales en la academia, fue propuesto por Jorge Juan, entonces capitán de la Compañía y director de estudios, para que ampliara sus estudios de matemáticas sublimes, al sacar unas excelentes notas pidió su Comandante que pudiera viajar para su perfeccionamiento a la ciudad de París.
Al regreso en el año de 1755, se le ordenó embarcar en diferentes buques y navegó por las costas de España y África, en comisiones de mucha importancia. Era el típico oficial que por sus grandes dotes y conocimientos, hasta el mismo Rey le encomendaba trabajos en la confianza total de ser bien servido.
Más tarde, y mandando ya un buque, hizo tres viajes a las Filipinas, desde 1766 a 1771; mandó en estas travesías el navío mercante El Buen Consejo y las fragatas de guerra Venus y Rosalía, poniendo en uso en estas navegaciones, los adelantos del arte del pilotaje. Todo porque a aquellas aguas no eran nada fáciles y como costumbre, se enviaba a ellas a los más preparados para aprovechar sus conocimientos e ir levantando cartas náuticas, y casi lo más importante, los continuos cambios de vientos dependiendo de la época del año por ser muy bruscos y fuertes, intentando ver la posibilidad de que se pudieran adelantar a su llegada y facilitar así que los buques buscaran un buen refugio a tiempo.
En el año de 1773 al mando de la fragata Venus, realizó un nuevo viaje a Manila en el que iba con Mazarredo, una de las noches de Luna llena, a Mazarredo se le ocurrió la posibilidad de determinar la longitud por la distancia de ese astro a una estrella, reaccionó Lángara y tomaron las medidas, consiguiendo ambos una demarcación casi perfecta.
Por ésta época había una gran pugna científica entre las naciones del Reino Unido, sobre todo y Francia, que enviaban a sus mejores matemáticos y cosmógrafos a realizaban experiencias en la mar, para una vez confirmadas darlas a conocer a sus respectivas Armadas, mejorando así la formación de toda la oficialidad de ambas.
Viendo el Rey que España también contaba con marinos de valía, le envió una Real Orden a Lángara, por la que se le otorgaba el mando de la fragata Rosalía en el año de 1774, para que formara una expedición con rumbo al Atlántico entre el septentrión y la meridional, para ello escogió a un grupo de marinos que le ayudaran en su trabajo y que llegaron a su vez muy alto, ya que fueron en el viaje Mazarredo, Apodaca, Varela y Alvear.
Permanecieron por espacio de seis meses en la mar tomando todas las demarcaciones posible, consiguiendo formar una carta náutica que fue en la práctica catalogada por excelente, tanto, que mejoró ampliamente las existentes en el resto de Europa, pues no solo se limitó a las demarcaciones si no que se añadió cuales eran las mejores derrotas para cruzar el océano en cualquier dirección.
Al regresar se compararon con las ya existentes, viendo que había algunos errores importantes, por ello el S. M. ordenó que se actualizaran por una comisión todas las cartas, de forma que ya no hubieran más errores, bajando además el tiempo de permanencia en la mar para acudir más rápidamente a cualquier punto de los virreinatos. Pues de todo su trabajo lo que resultó casi más importante, era el punto que se había marcado en ellas para cambiar de rumbo, evitando así las peligrosas calmas de algunas zonas que eran causa de muerte de muchos marinos, al contraer la enfermedad del escorbuto por su mayor permanencia en la mar.
En este mismo año contrajo matrimonio con doña María Lutarga de Hévia y Navarro, el día trece de septiembre del mismo año de 1774 al regreso de su viaje, dándose la circunstancia que su esposa pasado un tiempo por fallecimiento de su madre, pasó a ser la III marquesa de la Victoria, nieta por tanto del I Capitán General de la Real Armada, don Juan José Navarro de Viana y Búfalo, un tiempo después por ser hija única paso a ser la II marquesa del Real Transporte y II vizcondesa [1] del Buen Viaje, por ser su padre, el jefe de escuadra don Gutierre Guido de Hevia y Valdés Bustamante Alonso del Caso.
A pesar de poder utilizar los títulos de su esposa, don Juan de Lángara nunca lo hizo, no por desprecio, sino por pensar que no eran suyos, al no ser ganados por su persona en buena lid como los que los ostentaban, que sí dieron muestras de valía de sobra para ellos. (Todo un ejemplo de humildad a seguir, pero . . . .)
En el año de 1776, se le otorgó el mando del navío Poderoso, que paso a formar parte de la expedición compuesta por seis navíos, seis fragatas, un chambequín, tres paquebotes, una urca, un bergantín, dos bombardas, una saetía y dos brulotes, más una flota para transportar al ejército de nueve mil hombres.
La escuadra al completo estaba al mando del general marqués de Casa Tilly y el ejército a desembarcar a las órdenes del general Ceballos, con la misión de recuperar las tierras ocupadas por el vecino país de Portugal en tierras del Brasil, por haber ocupado territorios pertenecientes a la corona de España y no querer reconocer su error.
Zarpó la escuadra el día trece de noviembre del año de 1776, con rumbo a aquellas aguas y costas, al arribar desembarcó el ejército en diferentes puntos, después de unos combates se recuperaron las islas de Santa Catalina y Sacramento, lo que obligó a los portugueses, por mediación de los sempiternos británicos a llegar a un acuerdo.
Se acordó que las dos comisiones se desplazaran a Madrid, donde se firmó el Tratado de Paz de El Pardo en el año de 1778 y desde aquí, viajando por tierra a Cádiz, desde donde zarpó la comisión de científicos a fijar las líneas de demarcación de las posesiones respectivas de ambos países en aquellos territorios, que posteriormente fue ratificado por los plenipotenciarios de los dos estados.
Al concluir todo este trabajo de campo y ratificado el Tratado, se dio orden de regreso a la expedición, la cual arribó a la Península en el mes de noviembre del año de 1779, permaneciendo Lángara estos tres años al mando del mismo navío.
En el año de 1779, una vez más en la historia se declaraba la guerra al Reino Unido. En previsión de los típicos ataques al tráfico marítimo, por Real Orden del día diecinueve de junio se le ordenó cruzar entre los cabos de Santa María, San Vicente e islas Terceras, para ello se le otorgó el mando de una división que le fue designada por el Comandante General del Departamento de Cádiz, el teniente general don Andrés Reggio, pues ya ostentaba el grado de brigadier, estando compuesta por su navío el Poderoso y San Leandro, más las fragatas Santa Catalina y Santa Teresa, manteniéndose en esos cruceros.
Durante ellos tuvieron que correr varios temporales, pero en el que se sufrió los días a partir del veinticinco de septiembre, a pesar de tomar todas las medidas a su alcance, el navío insignia se fue a pique entre los días veintisiete y veintiocho. Gracias a las órdenes tan ajustadas que en todo momento daba Lángara, se puso salvar a toda la dotación del navío sin pérdida alguna, lo que dadas las circunstancias fue un logro quizás único en la Historia Naval de la época.
Al quedarse sin buque, trasbordó al San Leandro en el que enarboló su insignia de jefe de división, repartiendo a la tripulación entre el resto de buques, en esta circunstancias se avistó una vela dando la orden que una fragata se acercara a reconocerla, al estar cerca se vio el pabellón británico que arbolaba la fragata corsaria Winchom del porte de 26 cañones, la cual fue abordada y capturada, pasando a servir en la Real Armada como urca, teniendo lugar el hecho sobre la isla de Santa María de las Terceras; pero poco después el día catorce de septiembre fue capturada la Santa Mónica alias la Morisca, que pertenecía a la escuadra del mando del general don Antonio de Ulloa, por la Pearl, británica.
- «Excmo. Sr. — Muy señor mío: El día 2 del corriente llegaron a Cádiz al mando del brigadier D. Juan de Lángara, en el estado que manifiestan los adjuntos las fragatas Santa Catalina, Santa Teresa, navío San Leandro y fragata inglesa apresada Winchom, constando de la adjunta carta del citado oficial las ocurrencias que ha tenido en su crucero sobre las islas Terceras, una de ellas la desgraciada del navío Poderoso que mandaba.
- De la relación que hace del suceso y providencias que él tomó, se deduce que nada le quedó que hacer de lo que correspondía a un oficial de su honor e inteligencia facultativa. — Aunque parecería que en términos tan claros se hacía ociosa la formalidad de consejo de guerra, omitido de orden de Su Majestad en el idéntico caso de la pérdida del navío Fernando, sin embargo de que lo solicitó con eficacia su comandante D. Jerónimo Argomedo, como igualmente lo ejecuta ahora en la referida carta el citado D. Juan de Lángara, habiéndome repetido de palabra con más viveza sus instancias, le he prevenido, condescendiendo a ellas, que me presente su diario y los de los oficiales, y dispondré se examinen para proceder después a lo que corresponda, si en vista de lo expuesto no determinare otra cosa S. M. — etc., etc. — Isla, 5 de octubre de 1779. — Excmo. Señor Castejón»
La contestación del Rey no se hizo esperar, pues por Real Orden dice:
- «Enterado el Rey extensamente del diario que ha remitido el brigadier D. Juan de Lángara, relativo a la comisión a corso que ha desempeñado últimamente con todo celo y actividad recorriendo todas las islas Terceras, aproximándose a ellas por si encontraba, así embarcaciones españolas, para abrigarlas, como enemigas persiguiéndolas, como lo ha acreditado apresando la fragata corsaria ingles de 26 cañones nombrada la Winchom, después del desgraciado incidente de la pérdida del navío El Poderoso de su mando, en cuyo crítico lance, sufrido en un recio temporal, halla S. M. fundado el concepto de V. E. que expone en carta de 5 del corriente (núm. 908) manda S. M., opina, se omita el examen de los diarios sobre este suceso, y por consiguiente el consejo de guerra que el honor del citado brigadier ha pedido a V. E. pues está S. M. plenamente satisfecho de que ha practicado cuanto ha sido dable en este lance.
- Lo que prevengo a V. E. para su cumplimiento que lo comunique a ese oficial para su debida satisfacción. — Dios, etc., — San Lorenzo, 12 de octubre de 1779. — El marqués de González Castejón. — Sr. D. Andrés Reggio»
Como muestra de la confianza del Rey en su persona, por Real Orden del once de diciembre del año de 1779, se le asciende al grado de jefe de escuadra, zanjando así el Monarca cualquier duda al respecto sobre su buen hacer en la pérdida del navío, quedando avalado por su beneplácito.
Regresó al Departamento de Cádiz y al poco de llegar se le entregó una escuadra compuesta por once navíos y dos fragatas, con la orden de cruzar entre los cabos de Santa María y San Vicente, en misión de protección del tráfico marítimo proveniente de las Antillas.
El día catorce de enero del año de 1780, se avistaron velas que al ir aproximándose se identificaron como enemigos, era el almirante Rodney al mando de veintiún navíos, diez fragatas, más un buen número de mercantes con rumbo a Gibraltar, donde debía desembarcar a las tropas que llevaba en los transportes.
A pesar de la gran diferencia de navíos Lángara le dio caza y comenzó el combate que lleva por nombre el del cabo sobre el que se libró, Santa María. Se trabó el duro combate y al ver Lángara la inmensa diferencia de poder, dio orden a sus navíos de abandonar el combate, siguiendo la orden se dispersaron lo que les facilitó a algunos el ponerse a salvo regresando a Cádiz.
En ese momento ya habían caído en poder de los enemigos, los navíos Diligente, Monarca, San Justo y San Julián y el Santo Domingo había saltado por los aires al darle un proyectil en su santabárbara. Lángara arbolaba su insignia en el navío Fénix, que al ser de los pocos que quedaron haciendo frente a los británicos, fue rodeado por hasta por cinco de ellos, recibiendo en el enfrentamiento tres heridas graves y pérdida de más de un tercio de su dotación. El combate comenzó sobre las dieciséis horas, de un día tempestuoso terminándose sobre las veinticuatro horas.
Una nota de alivio a las pérdidas la dio la dotación del navío San Julián, pues estando en poder de los británicos, el buque estaba en tan malas condiciones y la mar tan agitada, que lo arrastraba contra la costa, pero como la dotación de presa era poca, faltaban manos para poderlo arrumbar, por ello el jefe de la dotación de presa pidió ayuda a los españoles, quienes pusieron como condición que el buque sería llevado a la bahía de Cádiz, viéndose ya casi perdido sin remisión optó por ceder, de forma que los prisiones pasaron a tomar el mando del buque y los aprehensores sus prisioneros, por lo que se dio el caso peregrino de que al entrar en la bahía, los vencedores del combate estuvieran parte como prisioneros de los perdedores.
A pesar de lo adverso del combate, S. M. no tuvo ninguna objeción sobre su confianza, pues por los partes pudo apreciar de su valor inigualable y capacidad de mando, ya que viendo la pérdida de sus navíos prefirió quedarse casi sólo y que el resto se salvara, lo que ponía muy alto su honor y la defensa de los intereses del Rey. Por ello firmó la Real Orden con fecha del tres de febrero del año de 1781, por la que se le ascendía al grado de teniente general, por lo que estuvo en el grado anterior solo cincuenta y cinco días.
La gran satisfacción la obtuvo su padre, que en esos momentos se encontraba de Comandante General del Departamento de Cádiz en una de sus interinidades, teniendo el honor de escribir en la dos Reales Órdenes de los ascensos de su hijo el «Cúmplase» de ordenanza.
Tardó mucho tiempo en recuperarse de sus heridas, ya que de nuevo se presenta en el Departamento de Cádiz a principios del año de 1783, siéndole entregado el mando de una escuadra, que en unión de la francesa debía de tomar la isla de Jamaica, pero al firmar la paz el Reino de Francia con el Reino Unido, de la cual obtuvieron la independencia las trece Colonias británicas (creación de los futuros Estados Unidos de América del Norte) se suspendió la expedición.
Toda su vida fue un impulsor del estudio y la práctica, pues lo uno sin lo otro no era viable para un buen oficial de marina, por lo que en varias ocasiones elevó la petición a S. M. de realizar prácticas de mar, sobre todo en la organización y mando de escuadras, formas de poder arribar o cazar los vientos, para formar lo antes posible la línea de combate, así como ordenar viradas al mismo tiempo, como pasar de una formación a otra de dos líneas, virada por avante, en redondo o plantarse en la virada (dejar el buque parado en un punto exacto, para descargar la artillería y después continuar), etc., al fin en el año de 1787 se le entregó una escuadra compuesta por nueve fragatas y tres buques menores que servirían de avisos de ella.
Las intensas prácticas durante seis meses dieron una gran fuerza en el manejo de grandes y largas filas de buques, así como una gran experiencia en los oficiales al mando, las cuales se repitieron todos los años hasta el de 1792, ya que en el próximo se declaró la guerra a la República de Francia.
En el navío Reina Luisa, que a la sazón era el insignia del general don Juan de Lángara, con el que zarpó del Arsenal de Cartagena a mediados del año de 1793 con rumbo a Tolón, uniéndose los dieciocho navíos y dos fragatas españolas a la escuadra británica del almirante Hood y a la española del mando del general don Francisco de Borja, que por su ancianidad fue relevado del puesto por el recién llegado, quedando de Comandante en Jefe de la escuadra fuerte española, arribaron a la base francesa y el día veintisiete de agosto desembarcó la tropa y tomó el puerto, arsenal, fortalezas y plaza. De la escuadra británica entraron en él veintiún navío, de la española diecisiete y en su fondeadero se encontraban veintiuno de Francia, más los que estaban en grada construyéndose.
Se continuó reforzando la plaza con nuevas unidades, entre ellos cuatro navíos napolitanos, formando al final más de dieciséis mil hombre el ejército desembarcado y que había ido tomando posiciones en los fuertes que daban protección a la base. El almirante Hood dividió el mando de las fuerzas ya que como jefe inicial de todas ellas se había designado a don Federico Gravina, pero se le dio solo el mando de las españolas y el resto al general O’Hara, británico.
El general Lángara al disponer de tantos buques, dio la orden de que una división cruzara sobre el cabo de Rosas, sobre él se divisó una vela a la que se le dio caza, siendo la fragata Efigemia de la marina de la reciente República, la que fue abordada y capturada siendo marinada al puerto de Barcelona.
Encontrándose en el puerto, el general Lángara fue relevado del mando por haber sido nombrado capitán general del Departamento de Cádiz que entonces llevaba anexo el de Capitán General de la Real Armada, por lo que embarcó en el navío Pelayo y lo transportó a su alto destino, haciéndose cargo de la escuadra el teniente general don Federico Gravina y Nápoli, el cual ordenó zarpar el día veintisiete de julio.
Se encontraban cruzando las aguas de la población de Palamós el día veintisiete del mes de agosto, cuando arribó a incorporándose el navío Concepción al mando del general don José de Mazarredo, que había sido nombrado Comandante en Jefe de la escuadra, quedando Gravina como segundo de ella, dándose la orden de regresar al Arsenal de Cartagena, donde lanzaron las anclas el día treinta del mismo mes.
La plaza fue contraatacada por el ejército revolucionario francés, estando al mando del general Dugommier y entre sus jefes un joven comandante de Artillería llamado Napoleón Bonaparte, los cuales atacaron con tantas unidades y fuerza, por medio de la artillería en tierra que inutilizó la de los buques, siendo tomados los fuertes de Faraón, Malburque, Artiga y otros, lo que obligó al ejército aliado a reembarcar, siendo dirigida esta maniobra con el mayor de los aciertos por el Mayor General de la Escuadra española, el general don Ignacio María de Álava estando Cañas como su ayudante, siendo de los últimos en embarcar y lograron hacerlo en la fragata Florentina, con la que pudieron ponerse a salvo los últimos defensores.
En el mismo año de 1794, por Real Orden y en muestra del gran afecto en que le tenía el Rey, al llegar a Cartagena tenía ya preparado un navío, con la comisión de zarpar con rumbo a Liorna y embarcar al Señor Infante Príncipe heredero de Parma, para en su compañía desembarcarlo en el mismo puerto, de donde pasó a la Villa y Corte siempre en compañía del Príncipe.
En el mismo año de 1794 se le nombró Comandante principal de los Batallones del Real Cuerpo de Infantería de Marina. Al año siguiente de 1795, sin cesar en su anterior mando se le nombró Capitán General del Departamento de Cádiz.
En el año de 1796, fue elegido por S. M. Secretario de Estado y del Despacho Universal de Marina, pasando por ello a la Villa y Corte. En el año de 1797 su ciudad natal, Coruña, lo nombró Regidor Perpetuo de ella. En el año de 1798 sin cesar en tan alto cargo, se le ascendió a la más alta dignidad de la Real Armada, siendo su Capitán General y por ser anexo el cargo de Director General de la Real Armada.
Permaneció en este alto puesto hasta finales del año de 1799, siendo exonerado de ellos por haberle nombrado con plaza fija S. M. en el Consejo de Estado.
Le sobrevino el óbito en su alta posición en la ciudad de Madrid el día 18 de enero del año de 1806. Contaba con setenta años de edad de ellos cincuenta y cinco al servicio de España y su Rey.
Entre sus condecoraciones la más preciada por él era: la Gran Cruz de la Real y Muy Distinguida Orden Española de Carlos III.
A su lado y en la escuela de sus buques, se formaron multitud de brillantes oficiales, que dieron el fruto bien arraigado de sus enseñanzas.
Como marino, pero también como hombre de ciencias, supo coger la pluma y nos dejó para la posteridad una serie de escritos, entre ellos:
«Defensa militar por el teniente de fragata D. J. de L. a favor del teniente de navío D. Francisco Morales de los Ríos por la pérdida de la fragata Hermione en 31 de mayo de 1762» Manuscrito en 4.º
«Diario de navegación de la escuadra y convoy, del mando del marqués de Casa-Tilly: por su capitán de bandera y comandante del navío Poderoso D. J. de L. desde 11 de octubre de 1776» Manuscrito en 4.º
«Diario de navegación de D. J. de L. mandando el navío Poderoso, en escuadra y crucero sobre el Brasil, año de 1777» Manuscrito.
«Diario de navegación del navío Poderoso desde Montevideo á España en 1778» Manuscrito en 4.º marquilla.
«Diario de navegación de la escuadra del mando del marqués de Casa-Tilly en 1779» Manuscrito.
Todos estos documentos permanecen en el Depósito Hidrográfico, por compra del mismo a la testamentaría por fallecimiento de su esposa la Señora marquesa de la Victoria el día veintitrés de agosto del año de 1837, habiendo ocurrido el óbito el día nueve próximo anterior.
En el mismo Depósito existe con el título de «Posición de la isla Trinidad en el Océano meridional», estando en el tomo 1º de las «Memorias del mismo Depósito» entre las págs. 19 á 23 de la 2.ª de ellas, se incluye la noticia, relativa al 4.º viaje del Señor Lángara al mar austral: «Navegación egecutada por la fragata del Rey Santa Rosalía en 1771»
En la que se expone una prolija información, dejándola extractada en lo importante que es; dándola por cierta la existencia de una isla, no siendo otra que la de Trinidad dejándola fijada en, 20.º 31.’ de latitud S. y 24.º 12.’ De longitud O. de Cádiz. Y el islote mayor llamado Martín Vas, en 20.º 30.’ De latitud S. y 23.º 42.’ De longitud O. de Cádiz.
Notas:
- ↑ Por Real cédula del día veinticinco de febrero del año de 1760, se le concedieron los títulos de Castilla con la denominación de Marqués del Real Transporte y Vizconde del Buen Viaje, al jefe de escuadra don Gutierre Guido de Hevia y Valdés Bustamante Alonso del Caso.
Bibliografía:
Enciclopedia General del Mar. Garriga. 1957. Compilada por el Contralmirante don Carlos Martínez-Valverde y Martínez.
Fernández de Navarrete, Martín.: Biblioteca Marítima Española. Obra póstuma. Imprenta de la Viuda de Calero. Madrid, 1851.
Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Est. Tipográfico «Sucesores de Rivadeneyra» 9 tomos. Madrid, 1895—1903.
Fernández Duro, Cesáreo.: Naufragios de la Armada Española. Establecimiento tipográfico de Estrada, Díaz y López. Madrid, 1867.
Ferrer del Río, Antonio.: Historia del reinado de Carlos III en España. Madrid, 1856, 4 tomos.
González de Canales, Fernando. Catálogo de Pinturas del Museo Naval. Ministerio de Defensa. Madrid, 2000. Tomo II.
Guardia, Ricardo de la.: Notas para un Cronicón de la Marina Militar de España. Anales de trece siglos de historia de la marina. El Correo Gallego. 1914.
Cantillo, Alejandro del.: Tratados, Convenios y Declaraciones de Paz y de Comercio desde el año de 1700 hasta el día. Imprenta Alegria y Chalain. Madrid, 1843.
O’Scanlan, Timoteo.: Diccionario Marítimo Español. Museo Naval. Madrid, 1974. Facsímil publicado en el año de 1831.
Paula Pavía, Francisco de.: Galería Biográfica de los Generales de Marina. Imprenta J. López. Madrid, 1873.
Compilada por Todoavante ©