Santa Cruz de Tenerife y Flota Nueva Espana 1656-1657
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Santa Cruz de Tenerife y Flota de Nueva España 1656―1657
Zarpó de Cádiz el 10 de marzo de 1656 con 29 buques, incluidos la capitana y almiranta. Llevaban 3.000 toneladas de mercancías y 3.531 quintales de azogue. El 15 sobre cabo Cantín sufren un temporal quedando los buques separados, menos once que pudieron mantenerse con la capitana. El 4 de mayo fondearon en Puerto Rico la capitana y algunos buques, Egüés tocó en la Habana arribando por fin a Veracruz el 9 de junio después de 92 días de mar. Uno de los mercantes separado de la flota fue capturado por los ingleses.
Por las constantes noticias de ingleses en Jamaica, ordenó inmediatamente comenzar a desembarcar lo transportado, con los medios disponibles logró dejar en tierra todo, el 25 de agosto se descargaba la última recua con plata quedando embarcada y asegurada, quiso dar la vela el 4 de agosto pero se levantó un duro temporal que se lo impidió, le llegaron noticias de la presencia en Jamaica de 25 velas enemigas y órdenes de arribar a la Habana cuanto antes, a pesar de no haber amainado del todo y contra la opinión de todos sus capitanes y pilotos, el 30 siguiente zarparon ocho buques de la flota más tres que iban a la Habana y Caracas.
Poco después de salir ocurrió lo contrario, el viento calmó de tal forma que en vez de los 25 días de navegación entre Veracruz y la Habana le costó el doble. Fue una bendición, pues la escuadra inglesa había estado esperándoles frente a la Habana durante dos meses, incluso intentaron entrar y fueron rechazados, fondeando en el puerto justo siete días después de haber desaparecido de la vista los enemigos.
Lo primero fue dar carena a los buques que la necesitaban, durante la espera entraron a primeros de noviembre el San Juan Evangelista y el Santo Cristo del Buen Viaje, habiendo salido de Cádiz en 1655 con azogues con destino a Veracruz, arribando con caudales a la Habana, pasando a su vez a ser carenados quedando unidos a la Flota. A primeros de diciembre llegó un correo del Rey advirtiendo de la presencia de las escuadra inglesa en aguas de Andalucía, por ello debía ir a las islas Afortunadas, intentaron dar la vela pero de nuevo se levantó un temporal, quedando a la espera de mejorar el tiempo, el 16 estaban listos para salir pero llegó un nuevo correo real con órdenes de esperar a don Diego Medina, pero no más tarde de primeros de enero, cómo ya estaban reunidos se decidió dar la orden de salir.
Dieron la vela el 24 de diciembre de 1656 al mejorar el tiempo desde la Habana, eran: Capitana Jesús María, insignia de Egüés, capitán don José Márquez, Maestre don Pedro de Goicoechea; Almiranta Nuestra Señora de la Concepción y San Luis, Almirante don José Centeno Ordóñez, capitán don Juan de Bobadilla, Maestre don Gerónimo de Villalobos; Nuestra Señora de los Reyes, a su bordo el conde de Bornos, gobernador del tercio de galeones, capitán don Roque Galindo; San Juan Colorado, de Honduras, capitán don Sebastián Martínez; Santo Cristo del Buenviaje, capitán don Pedro de Arana; Campechano Grande, capitán don Pedro de Urquina; Campechano Chico, capitán don Martín de Lizondo; La Vizcaína, capitán don Cristóbal de Aguilar y Juan Quintero; Sacramento, capitanes don Francisco de Villegas y don Juan Rodríguez de Málaga; Nuestra Señora de la Soledad, capitán señor Istueta; Patache, capitán don Pedro de Orihuela y los incorporados en la Habana, San Juan Evangelista, capitán don Diego de Medina y el Santo Cristo del Buen Viaje capitán don Juan de Montano. Las trece velas que mencionan, siendo la capitana y almiranta, cuatro galeones de refuerzo, un patache y seis navíos mercantes.
Cruzaron el océano sin contratiempos fondeando el 18 de febrero de 1657 en La Palma, cumpliendo órdenes se encontraban en las Canarias, donde fue informado de la reciente llegada de medio millón de pesos rescatados de la Flota anterior, dio la vela arribando el 22 a Santa Cruz de Tenerife, a su vez se le dieron informes que ya conocía, dando la orden de embarcar los caudales rescatados y por la falta de defensas de las nuevas construcciones, ordeno desembarcar 24 cañones de los mercantes para ellas, a cambio el capitán general de las islas Dávila metería en la capitana y la almiranta una compañía en cada uno.
Como sus órdenes eran arribar a Cádiz zarpó el 26 seguido, con un duro temporal y el pensamiento de no encontrarse con los ingleses por ser conocedor de su mayor número, al pasar por Gran Canaria fue alcanzado por un buque, informándole de la presencia de más de 60 velas enemigas en las costa sur de la península, por ello el capitán general de las islas don Alonso le pedía regresase, a ello se añadía el desarbolo de un palo en la capitana, por ello dio la orden de virar con rumbo a Santa Cruz de Tenerife, al amainar el temporal vino la calma retrasando su llegada fondeando en el puerto el 1 de marzo, nada más estar los buques a resguardo, ordenó desembarcar los diez millones y medio entre caudales y mercancías para ponerlos a salvo en tierra, trabajo que dadas las penurias del archipiélago duro casi dos meses.
El almirante Robert Blake quien bloqueaba Cádiz desde la primavera de 1656, en septiembre hizo presa de la Flota de Tierra Firme, solo pudo capturar a pesar de su mayor número a dos y hundir al Nuestra Señora de las Maravillas, el resto por ser buques menores no llamaron su atención y fueron entrando en Cádiz, esto le envalentonó, por ello persistía en esperar la llegada de la Flota de Nueva España.
Se mantenía cruzando las aguas, le llego la noticia por un tal William Sadlington el 23 de abril de la presencia de la Flota en Tenerife, al mismo tiempo le advertía de los tratos en los que estaba España con los bátavos para contratar a De Ruyter en su apoyo, como era apremiante y el tiempo corría en su contra, al ser conocedor de la presencia de la Flota en las islas Afortunadas lo comunicó a todos sus capitanes quienes decidieron ir a por el botín. Por esto no lo pensó, era cuestión de adelantarse y él estaba en esa disposición, por ello dio la orden de arrumbar a Santa Cruz de Tenerife encontrándose sobre la punta de Anaga el 28 de abril.
Se presentó el 30 seguido el almirante inglés Blake con 38 velas, al ver la disposición de los buques; por orden de Egüés los galeones estaban en primera línea protegiendo a los mercantes, ordeno penetraran doce de sus galeones mejor armados, siendo el primero en hacerlo a las ocho de la mañana el Speaker de 64 cañones, siguiéndole los demás tardando una hora en fondear a tiro de cañón; entonces como siempre vino la bravata inglesa, pues intimó a Egüés a la rendición, éste le respondió: «Que venga acá si quiere» poco después comenzó el intenso bombardeo, dado que desde las fortalezas se ayudaba a los buques y estas estaban guarnecidas por doce mil hombres, haciendo imposible tratar de desembarcar, sobre las once todas las velas enemigas estaban en el interior de la dársena, excepto una división con el Saint George buque insignia que se mantuvo fuera (buen ejemplo), siendo el blanco preferido la capitana por enarbolar el pabellón español.
La capitana comenzó a arder, Centeno estaba herido, viendo era imposible defenderse más, a la una se dio la orden de hacer estallar la mina colocada en su casco, habiendo permanecido durante cuatro horas bajo el fuego de varios enemigos, como no, los ingleses intentaron arriar el pabellón, dirigiéndose a él pero estando cerca explotó causándoles muchas bajas, estos descontentos prosiguieron el bombardeo hasta empezar a anochecer, dándose cuenta era inútil poder hacerse con los caudales, fue el momento en que Blake decidió dar la orden de salir del puerto.
El primero en entrar, el Speaker estaba en muy mal estado y otros no tanto pero casi todos con agujeros en los cascos, es así porque abandonaron dos buques apresados por necesitarse mutuamente para salvar los suyos, al estar muchos en difícil situación de hacerlo por sí solos a pesar de tener el viento favorable como a la entrada. Las bajas fueron muy reducidas en los españoles, como siempre las inglesas desconocidas, pues ambos jefes se arrogaron la victoria. La verdad es que se perdieron los buques, pero esa no era la única intención del inglés, y la suya no pudo cumplirla en ningún aspecto, pues no desembarcó para cargar en sus bajeles los caudales. Aun así fue felicitado por Cromwell y el Parlamento aprobó un día de acción de gracias. (Otro Vernon anticipado) Lo cierto es que en las fortalezas no hubo bajas y soportaron perfectamente el envite.
Egüés se hizo cargo como veedor que era de realizar el recuento de lo desembarcado, saliendo a la luz las prácticas de siempre, pues al final sobraba dinero y mercancía, dejando una vez más al descubierto lo realmente mal que funcionaban los registros, pero de paje a Rey, estando involucrada toda la escala de intervinientes, lo que a su vez puso en conocimiento de S. M., esto supuso un incremento para la Hacienda que supero en mucho las pérdidas. El Rey agradeció a la ciudad su defensa y recompensó a don Diego con la concesión de una encomienda de indias de 2.000 ducados de renta y a don José Centeno otra de 1.500.
Se embarcaron los caudales en varios buques mercantes al mando de Egüés, arribando en marzo de 1658 al puerto de Santa María, al desembarcar pasó a la Corte donde fue recibido por el Rey.
Bibliografía:
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VV. AA.: Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo Americana. Espasa-Calpe. 122 tomos. Completa.
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