Beranger, Francisco de Biografia
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Orígenes
Vino al mundo en la ciudad marinera de Jerez de la Frontera en el año de 1768.
Hoja de Servicios
Comenzó su carrera militar en el ejército, como subteniente del Regimiento de Caballería de Dragones de Lusitania, el día veintitrés de enero del año de 1783.
El día quince de enero del año de 1790 consiguió el pase a la Armada, con la graduación de alférez de fragata, después de una ardua lucha que le llevó siete años. Al finalizar sus estudios teóricos y habiendo aprobado, se le ordenó embarcar en el mes de octubre del año de 1791 en la fragata Perla para proseguir con los prácticos. El buque pertenecía a la escuadra del marqués del Socorro, con la que cruzó por las aguas del cabo Finisterre, en previsión de una ruptura con el Reino Unido.
En el año de 1793 transbordó al bergantín Vivo, que pertenecía a la escuadra del general Lángara y en una de sus navegaciones por el Mediterráneo en las costas del noroeste, se enfrentó al de su mismo tipo Titsikan de nacionalidad francesa, teniendo lugar el combate frente a Mataró, siendo vencido el español por lo que fue hecho prisionero.
Fue canjeado lo antes posible, regresando a España y volviendo a prestar sus servicios de mar en varios buques de la misma escuadra, siendo destinado en principio al navío San Fulgencio, del que pasó al bergantín Resolución, posteriormente a los navíos Santa Anaé Infante D. Pelayo, con el que participó en la evacuación de Tolón, en el sitio de Rosas, en la acción de Santa Margarita y resto de operaciones navales, que tuvieron lugar durante la guerra con la república francesa, hasta la firma del tratado de Paz de Basilea.
Por Real Orden del día doce de abril del año de 1793, se le ascendió al grado de alférez de navío. Por Real Orden del día veintidós de noviembre del año de 1794, se le ascendió al grado de teniente de fragata. Permaneciendo embarcado en distintos buques de la escuadra del Océano
Zarpó de Cartagena embarcado en el navío Pelayo, que estaba al mando de don Cayetano Valdés y perteneciente a la escuadra de don José de Córdova, con la que se puso rumbo al Estrecho, donde un duro temporal arrojó a la escuadra hasta el cabo de San Vicente, donde fue localizada desorganizada por la escuadra británica del almirante Jervis, produciéndose el combate del día catorce de febrero que recibió el nombre del cabo, donde la decisión del comandante de éste navío y toda su tripulación, lograron arrancar de las manos de los enemigos al navío insignia, de la escuadra española el cuatro baterías Santísima Trinidad.
Después del combate regresaron a la bahía de Cádiz, formando parte de la escuadra del general Mazarredo, participando en cuantas ocasiones tuvieron lugar, los enfrentamientos contra la escuadra bloqueadora británica, en particular las llevadas a cabo por las lanchas cañoneras y bombarderas, que tanta fama ganaron en estas acciones y en concreto en una que participó directamente, que fue el ataque a los navíos británicos Alexander y Powerfull, cuyo mando lo ejercía don Antonio Miralles.
Hicieron una salida en el año de 1798 en persecución de la escuadra británica, que por acusa de un temporal les obligó a romperlo, a pesar del esfuerzo de Mazarredo y sus hombre no pudieron encontrarlos regresando a la bahía ocho días después.
Al año siguiente se hizo otra salida con rumbo al Mediterráneo, arribando al puerto de Cartagena donde se unieron con la francesa del almirante Bruix, zarpando con rumbo a Cádiz y posteriormente al francés de Brest en el año de 1799. Estando en este puerto a la dotación del navío Pelayo les leyó su comandante, la Real Orden del día veintinueve de octubre del mismo año, por la que S. M. les daba las gracias a todos por su decidida acción en el combate del cabo de San Vicente.
Estando en este puerto, recibió la orden de trasbordar al navío Neptuno, junto con su comandante Valdés, que también había sido trasbordado al mando de éste buque, quedando a las superiores órdenes del general don Federico Gravina, con esta escuadra participaron en la campaña de Santo Domingo, en ayuda de la francesa para reprimir la rebelión de los negros, participando en las operaciones de Monte Cristi y de Guarico, todo durante el año de 1801, al terminar las operaciones regresaron a la bahía de Cádiz, arribando en el mes de mayo del año de 1802 y el día veintisiete de junio siguiente zarparon de nuevo con rumbo a Ferrol, al arribar por pasar a desarme el navío fue destinado en el mismo Arsenal, a la subinspección de pertrechos.
El día cinco de octubre del año de 1802, fue ascendido a teniente de navío, pasando a ser el Ayudante Secretario del Comandante General de Arsenales.
En el año de 1804, una nueva provocación de los británicos, que consistió en el ataque en tiempos de paz, a las cuatro fragatas españolas al mando del brigadier Bustamante, cargadas de pasajeros y sus enseres, entre los que habían familias enteras, entre ellas la propia familia del jefe de división, que solo se salvó un hijo perdiendo a seis y a su esposa, ya que fueron cañoneados muriendo muchos de ellos y el resto pasaron a ser sus prisioneros, lo que honradamente obligó a España a declararle la guerra, que no era otra la razón del ataque.
Ante esta nueva amenaza, junto a su jefe el general Valdés paso de nuevo al navío Neptuno y con él unirse a la escuadra del general Gravina, en la flota combinada al mando del almirante francés Villeneuve. Con esta flota y navío concurrió a la triste jornada del día veintiuno de octubre del año de 1805, combate de Trafalgar, por su excelente comportamiento en tan infausto día fue recomendado y recompensado, por Real Orden del día nueve de noviembre del mismo año de 1805, con el ascenso al grado de capitán de fragata.
Como su buque se había perdido y con unos pocos años más toda la escuadra, se le destinó al Arsenal de Ferrol, pero por Real Orden del día veintiuno de marzo del año de 1807, se le ordena pasar al Arsenal de Cartagena e incorporarse a la escuadra de este Departamento, la cual zarpó al mando del general Valdés, quien le había nombrado primer Ayudante de la Mayoría de la escuadra y embarcado en el insignia de ella el navío de tres baterías Reina Luisa con rumbo al puerto de Mahón, donde se encontraban al sobrevenir la invasión napoleónica y consiguiente alzamiento nacional contra el invasor, el día dos de mayo del año de 1808.
Consiguió regresar al Arsenal de Cartagena al año siguiente de 1809, donde estuvo realizando misiones distintas, tanto a bordo de las lanchas de apoyo al ejército, como cuando recibió la Real Orden del día dieciséis de mayo, por la que se le nombraba teniente coronel del cuerpo de Infantería de Marina y se le entrega el mando del cuarto batallón de ella, estando a las órdenes de don Enrique O’Donnell, al que después se le otorgó el título de conde de Abisbal.
Pero por otra Real Orden, pasa a tomar el mando del primer batallón, que se encontraba reforzando al ejército acantonado al norte del río Ebro, participando los días nueve y diez de julio del año de 1810, en los combates con los que se consiguió rechazar a los napoleónicos en la cabeza de puente de Tortosa.
El día veintiocho de diciembre como segundo del brigadier don Ramón Milans, realizó una salida en la que tras un duro combate en defensa de la plaza de Tortosa, cayó herido siendo llevado a la ciudad, cuando capituló la plaza el día dos de enero del año de 1811, cayó prisionero por no poder moverse. Fue trasladado al territorio de Francia y en él permaneció hasta finalizar la guerra, pero no perdió el tiempo, ya que en dos ocasiones intentó la fuga, pero le volvieron a capturar, por estas acciones fue marcado por los enemigos como ‹muy peligroso›
En el año de 1814 regresó a Madrid, pasando el juicio de purificación, por el tiempo de cautiverio (encima) y por ser la sentencia totalmente laudatoria, el Rey en agradecimiento por Real Orden del día veinticuatro de mayo del año de 1811, se le asciende al grado de capitán de navío, retroactivamente, siendo destinado al Departamento de Ferrol y de éste pasó al de Cádiz por orden superior.
Por Real Orden del día doce de mayo del año de 1815, se le entrega el mando de la fragata Esmeralda, en la que permaneció hasta el día treinta de junio siguiente, por pasar a tomar el mando por Real Orden de la de su misma clase Soledad, zarpando el día dieciséis de julio siguiente, con rumbo a los mares del Sur transportando al teniente general don Gaspar de Vigodet, que llevaba una comisión secreta.
Tan secreta, que ni siquiera llegaron al destino predicho, ya que su verdadera misión era arribar a Río de Janeiro, para embarcar en su fragata y en el navío portugués San Sebastián, a las princesas del Brasil, que iban a contraer matrimonio con don Fernando VII y con el Infante don Carlos, una vez a bordo ambas damas se largaron velas y zarparon, arribando a la bahía de Cádiz sin novedad el día tres de septiembre del mismo año de 1815.
Por Real Orden del día diecisiete de noviembre del año de 1816, fue ascendido al grado de brigadier, siéndole concedido el permiso Real para poder llevar la Cruz de Comendador de la Orden de Cristo, que el Rey portugués le había entregado en agradecimiento al transporte de sus hijas.
Se le ordenó tomar el mando de la fragata Sabina, con la que zarpó de la bahía de Cádiz el día cinco de enero del año de 1817, dando protección a un convoy cargado con tropas, con destino a la Habana y a Veracruz, aquí se le pusieron a su mando como división las goletas de guerra Proserpina y Belona, salió en persecución de una de las flotillas de buques insurgentes, en este caso la de Mina, que había realizado un desembarco de tropas en el ‹Soto de la Marina›, Beranger con su decidido carácter, ordenó poner sus botes en el agua cargados con sus infantes y marinería, los cuales desembarcaron enfrentándose a los enemigos, consiguiendo con gran fuerza prender fuego a todos los buques de apoyo de los insurgentes y estos quedar muy mal parados sin refugio, siendo rendidos y capturados.
Por esta acción de tanto valor y tan buenos resultados, el virrey de Nueva España, a la sazón el conde de Venadito, recomendó a S. M. los buenos y precisos servicios que había llevado a buen término Beranger. Zarpó de la Habana, con rumbo a la bahía de Cádiz donde arribó el día dieciséis de octubre. Por la noticia ya mencionada don Fernando VII por Real Orden del día dos de diciembre del mismo año, le recompensa con la entrega de la Cruz de Comendador de la Real Orden Americana de Isabel la Católica.
En este mismo año de 1817, por la revolución en los virreinatos ya en plena ebullición, se reunió un ejército en las cercanías de Cádiz, con la intención por parte de su jefe, el general conde de la Bisbal de que fuera transportado hasta ellas, pero la falta casi total de buques lo impedía, esto provocó uno de los mayores ‹ arreglos › de la historia naval de España.
Por lo que contra toda lógica por lo oneroso del importe a pagar, pero manejado el Rey por un casi valido don Antonio Ugarte, que ya tenía apalabrada la compra de cinco navíos y tres fragatas a Rusia, por mediación de su embajador en España Baylío Tatischeff, la compra se llevó a efecto, lo que significaba de antemano la desaparición casi total de los buques construidos en España, ya que todos estaban a la espera del importe para pagar su repaso y puesta en servicio, entre ellos dos o tres de tres baterías, que la final desaparecieron todos por falta de mantenimiento.
En contra de esta determinación de don Fernando VII, se opuso en primer lugar el Ministro de Marina don José Vázquez de Figueroa, que por Real Orden del día catorce de septiembre del año de 1818 fue exonerado y desterrado a Santiago de Compostela, otros altos generales como el decano del Almirantazgo don José María de Villavicencio, don Nicolás de Estrada, don Julián de Retamosa y otros, para solucionar el problema el Rey por Real Orden del día veintidós de diciembre del año de 1818 ordenó desmantelar el Almirantazgo, así no quedó nadie que le pudiera llevar la contraria, ya que al mismísimo Villavicencio que por el mismo Rey había sido elevado a la más alta dignidad, siendo nombrado Capitán General de la Real Armada y que en su ausencia, cuando la guerra de la Independencia había sido Regente del Reino, se le desterró a Sevilla.
Posteriormente se supo, que el Rey en secreto ya había firmado la orden de compra, con fecha del día diecisiete de agosto del año de 1817, que había sido convencido por el embajador ruso y el ministro de marina don Ramón de Eguía, que por ser de los que aún utilizaban los polvos y llevaba una coleta, era conocido coloquialmente como el ‹ coletilla › por ser uno de la camarilla cortesana, que a nada que dijera el Rey no había problema en conseguirlo, siendo firmado el documento de pago con fecha del día veintisiete de septiembre del año de 1819, por el embajador ruso y Ugarte.
Pero a pesar de ello, al arribar los buques provenientes del mar Báltico a las órdenes del contralmirante Muller, en el Arsenal de Cádiz estaban presentes todos los oficiales destinados a ellos, con parte de los contramaestres y maestrantes, así como la marinería.
Como se debían de aplicar las Reales Ordenanzas de la Armada Naval del año de 1793, los buque al ser recibidos sufrieron una larga y laboriosa inspección para saber su estado, el cual era ruinoso en casi todo, pues la tablazón estaba carcomida, los aparejos gastados al máximo y la artillería en muy mal estado, esto produjo un mal estar general en toda la Corporación, que se dejó sentir muy hondamente.
Entre los comandantes se hallaba don Francisco Beranger, que se le entregó el mando de uno de ellos (no dice nombre) y cumpliendo con las Ordenanzas de la Armada Naval, abordó su navío con el segundo y parte de los oficiales, repasando el buque en todas sus partes y verificando su estado, de esta inspección se dedujo que el navío estaba en muy malas condiciones y para poder hacerse a la mar, necesitaba una seria y firme puesta en seco para repasar todos sus fondos.
Elevando por escrito esta petición al Gobierno, al igual que todos sus compañeros, por toda respuesta del Ministro de Marina, fue que por una Real Orden del día treinta de marzo del año de 1819, fuera dado de baja completamente en las listas de la Armada por su infidelidad al Gobierno.
Viendo el Rey que nada había que hacer, ya que la mayor parte de los marinos estaban fuera de servicio, por Real Orden del día doce de octubre del mismo año lo restituyó a la Corporación y con su grado, añadiendo que la determinante acción tomada sobre su persona, no le perjudicase en lo sucesivo en sus ascensos y carrera.
Por Real Orden del día catorce de noviembre del año de 1821, se le nombró inspector del primer Regimiento de Marina, cargo en el que permaneció hasta su cese por otra Real Orden del día seis de febrero del año de 1822, quedando disponible en el Departamento de Cádiz.
Por Real Orden del día veintinueve de diciembre del año de 1824, se le otorga el mando del navío Soberano, el cual ni salió a la mar en todo el tiempo de su mando, que cesó por otra Real Orden del día trece de septiembre del año de 1826.
Por otro Real Decreto del día cuatro de junio del año de 1828, se le nombra Comandante del Tercio Naval y provincial de Valencia, cargo en el que permaneció hasta que por otro Real Decreto del día treinta de enero del año de 1831 se le cesa en el anterior y se le nombra con el mismo cargo del Tercio Naval de Cádiz.
Por Real Orden del día veintiocho de junio del año de 1832, fue nombrado inspector de las matriculas de Poniente. Al terminar reguló con nuevas disposiciones su control pues había encontrado desmedíos abusos, que fueron propiamente resueltos con sentencias justas, enviando a S. M una memoria de todo lo realizado, la cual fue valorada por los asesores del Rey y al recibir el elogio de lo que había hecho, le concedió como premio a su lealtad, la Cruz Pensionada de la Real y Muy Distinguida Orden de Carlos III. Pero ya la recibió en su anterior destino de la comandancia del Tercio Naval de Cádiz.
Se encontraba en su destino cuando recibió la Real Orden del día veintiocho de septiembre del año de 1836, por la que se le nombraba vocal de la Junta del Almirantazgo (vuelto a crear), por lo que viajó a Madrid para tomar el puesto de destino.
Se le entregó una Real Orden con fecha del día diez de marzo del año de 1837, por la que se le nombraba interinamente Presidente de la Junta del Almirantazgo y del Juzgado de Marina en el término de la Corte.
Por Real Orden del día treinta y uno de octubre del año de 1837, se le notifica su ascenso al grado de jefe de escuadra. Habiendo permanecido en su grado de brigadier, solo veintiún años. Lo que nos dice muy claro, que las cosas no navegaban muy bien en la estructura superior del Gobierno del país y si a un marino ya con el grado de brigadier permanece ese tiempo para tener un ascenso, no hace falta pensar mucho para saber que pasaba en las escalas inferiores.
Por Real Orden del día doce de enero del año de 1838, se le entregó en propiedad, la dignidad de Presidente de la Junta del Almirantazgo, y por la misma se le entregaba la Gran Cruz de Real y Militar Orden de San Hermenegildo, por haber cumplido el plazo reglamentario, hasta que como siempre, el Almirantazgo fue disuelto por Real Decreto del día 20 de mayo del año de 1840 y por otro de fecha del día cuatro de agosto siguiente, se le hace entrega de una carta laudatoria de S. M. la Reina Regente.
Por Real Decreto del día catorce de diciembre del mismo año de 1840, se le nombra vocal de la recién activada de nuevo Junta del Almirantazgo, permaneciendo en el puesto hasta su fallecimiento.
Que por desgracia no tardó mucho en llegar, pues le sobrevino el óbito el día trece de abril del año de 1841 sobre las 1530 horas, en su casa de la Villa y Corte. Contando con setenta y dos años de edad.
Bibliografía:
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Enciclopedia Universal Ilustrada. Espasa. Tomo 8. 1910, página, 181. Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Est. Tipográfico «Sucesores de Rivadeneyra» 9 tomos. Madrid, 1895—1903.
Mazarredo Salazar, José de y Escaño García de Cáceres, Antonio de.: Ordenanzas Generales de la Armada Naval. Imprenta de la Viuda de don Joaquín Ibarra. Madrid, 1793.
Paula Pavía, Francisco de.: Galería Biográfica de los Generales de Marina. Imprenta J. López. Madrid, 1873.
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