Moreno de Mondragon y DHontlier, Juan Joaquin Biografia
De Todoavante.es
Biografía de don Juan Joaquín Moreno de Mondragón y D'Hontlier
Teniente general de la Real Armada Española.
Caballero de la Militar Orden de Calatrava.
Comendador de Lopera en la misma Orden.
Gran Cruz de la Real y Muy Distinguida Orden Española de Carlos III.
Orígenes
Vino al mundo el día 24 de septiembre del año de 1735 en la ciudad de Ceuta. Fueron sus padres don Francisco Javier Moreno Vas de Mendoza y Vázquez de Mondragón. Mariscal de Campo del ejército y Caballero de Santiago y de su esposa, doña Catalina D'Hontlier y Berthier de la Motte, nacida en Bruselas.
Hoja de Servicios
Elevó petición y se le concedió la Carta-orden sentando plaza de guardiamarina el 4 de marzo de 1751, en la Compañía de Departamento de Cádiz, contando con dieciséis años de edad. Expediente sin número, siendo el 985 de la obra de Válgoma.
Al aprobar los cursos de las clases teóricas, se le ordenó embarcar en diferentes buques, navegando por el mar Mediterráneo y el océano Atlántico.
Durante sus embarcos, mantuvo diferentes combates contra los corsarios berberiscos, por ser buques destinados a combatir el corso de las regencias norteafricanas, siendo el mejor método de aprendizaje por permanecer en la mar durante largos periodos de tiempo.
En una de sus arribadas se le ordenó desembarcar para pasar los últimos exámenes, al conseguirlo se le ascendido al primer grado de oficial subalterno que era de alférez de fragata en 1754.
Se le ascendió al grado de alférez de navío por Real orden de 1757, continuando en las comisiones de practicar el corso, así como unos viajes de transporte con tropas tanto a los presidios españoles en el norte de África como a las islas Canarias.
Fue ascendido por Real orden de 1760 al grado de teniente de fragata, con este empleo, cruzó el Atlántico, llegando a la Habana en la escuadra del marqués del Real Transporte.
En este puerto, al ser atacado por los británicos en 1762, fue destacado a la defensa del castillo del Morro, como oficial de órdenes del comandante capitán de navío don Luis Vicente de Velasco.
Moreno estaba al mando de la defensa del baluarte llamado el Orejón del Mar, que fue batido por cuatro navíos enemigos, uno de ellos de tres puentes, a distancia de tiro de pistola, recibió una herida de mucha gravedad, siendo un cascote de un proyectil, que al golpear en la piedra se desprendió yéndole a impactar en la cabeza, herida de la que se recuperó, pero se resintió durante toda su vida.
Fue evacuado a la plaza, pero estando aún convaleciente, era tal su ansia de frenar a los británicos, que pidió y se le concedió, regresar a ocupar su puesto en el combate.
Poco después se embarcó en el navío Aquilón, que estaba acoderado para batir las posiciones del enemigo situado en la Cabaña, levantadas por los enemigos para tratar de expugnar el castillo del Morro.
Después de cuarenta y ocho horas de combate, el Aquilón tuvo que abandonar su posición, pues había sido incendiado en tres ocasiones, por los disparos con bala roja de los enemigos.
El día que se produjo el asalto final, pidió voluntarios para ir al Morro a reforzar su dotación, transportándolos en las lanchas de los navíos, pero tubo que desistir al ver que éste ya se había rendido.
Después fue destinado al castillo de la Punta, estando a las órdenes del capitán de navío don Manuel Briceño; cuando capituló la plaza, Moreno con los demás sobrevivientes fueron transportados a la península, por dos fragatas en las que iban el gobernador de la plaza Juan de Prado y el general Hevia con sus estados mayores, en otro buque iba el conde de Superunda y don Diego Tabares, en otras nueve, las tropas del ejército, y en dieciocho más, los oficiales, tropa y marinería de la escuadra, en total eran treinta buques de transporte, repatriándose de esta forma a los defensores de la Habana con destino a Cádiz, donde arribaron el 31 de octubre del mismo 1762.
Después de un largo periodo de tiempo en recuperación se reincorporó, siendo en 1764 cuando se le nombró Mayor General de una Flota de Tierra Firme al mando del jefe de escuadra don Agustín Idiáquez, con la que realizó el periplo natural de ellas fondeando en los puertos de La Guaira, Cartagena de Indias y Portobelo, regresando a la península.
Se encontraba en el departamento desembarcado cuando se le entregó la Real orden del 15 de enero de 1766, por la que era ascendido al grado de teniente de navío.
En 1769, se le otorgó el mando de la fragata Jesús Nazareno, buque mercante armado, siendo incorporado a la expedición contra la Luisiana.
Por Real orden del 21 de abril de 1774, por los méritos contraídos en los diferentes combates anteriores, fue ascendido al grado de capitán de fragata.
En 1775, se le destino como Segundo comandante del navío San José, con el que realizo varios cruceros por el Mediterráneo.
Una de sus acciones memorables, fue la destrucción de una batería de morteros, con la que los moros estaban atacando la ciudad de Melilla.
A continuación estuvo presente en los ataques que se dieron contra la plaza de Argel, por la escuadra al mando del general González de Castejón, estando en protección de las tropas desembarcadas, permaneció batiendo durante cinco horas dos fortalezas, atrayendo sobre sí el fuego impidiendo con ello que fuera dirigido a las tropas del ejército, además de conseguir al final acallar sus fuegos.
De nuevo por el arrojo, valor y sangre fría demostrado en el combate anterior, se le entregó al Real orden del 17 de febrero de 1776, con su ascenso al grado de capitán de navío, entregándosele el mando del San Julián, destinado a cruzar por aguas de América.
Al declararse la guerra contra el Reino Unido, en 1780 se le entregó el mando de una división compuesta del navío San Miguel, las fragatas Rosario y Gertrudis más el jabeque San Luis, vigilando las aguas del Estrecho, por uno de sus cambios bruscos de viento fue arrastrado por las corrientes, metiéndose bajo el fuego de las baterías de Gibraltar; no obstante lo apurado de la situación, antes de salir de ella, le sacó el mayor provecho posible, pues comenzó a abrir fuego contra la plaza y conforme la corriente lo arrastraba, le tocó el turno a un navío y cuatro fragatas británicas que estaban fondeadas en el puerto.
Otra vez el Gobierno y S. M. informados de su nueva acción, decidió firma una nueva Real orden fechada el 19 de junio de 1781, por la que se le notificaba su ascenso al grado de brigadier, no obstante se mantuvo en el mando de su navío el San Miguel, realizando con éste buque diferentes presas de los que acudían en auxilio de la colonia británica.
Pasó a incorporarse su buque a la escuadra al mando del teniente general don Luis de Córdova, con la que estuvo en apoyo de las baterías flotantes, prestando sus auxilios el 13 de septiembre a las dotaciones de éstas al declarase los incendios que las destruyeron por efecto de las balas rojas disparadas desde el peñón, en este desgraciado ataque se sufrieron las pérdidas de trescientos treinta y ocho muertos, seiscientos treinta y ocho heridos, ochenta ahogados y trescientos prisioneros.
Cuando lord Howe se hizo de nuevo a la mar con rumbo al Atlántico, el general don Luis de Córdova le salió de nuevo al paso y se trabó el combate del 20 de octubre de 1782, en aguas frente al cabo Espartel, de quien recibe el nombre.
Los británicos admiraron: «el modo de maniobrar de los españoles, su pronta línea de combate, la veloz colocación del navío insignia en el centro de la fuerza y la oportunidad con que forzó la vela la retaguardia acortando las distancias» El combate tuvo una duración de cinco largas horas.
Los buques enemigos por llevar ya forradas sus obras vivas de cobre tenían mayor andar, lo que les permitió mantenerse en todo momento a la distancia que les convenía y cuando ya el resto de la escuadra española iba llegando al combate, decidieron por el mayor número de navíos españoles rehuirlo, viraron y cazaron viento, enseñando sus popas se fueron alejando del alcance de la artillería española.
El 22 de octubre siguiente como consecuencia de un gran temporal, su navío fue a dar otra vez contra la roca de Gibraltar, perdiéndose junto a las mismas murallas de la plaza, en tan grave situación y ya con el buque perdido, optó por darle fuego, evitando así que cayera en manos de nuestros enemigos.
Como era preceptivo, se le formó Consejo de Guerra de Generales, para analizar las circunstancias y su conducta, pero la sentencia fue de absolución completa y plena, siendo recomendado por la misma sentencia a ser ascendido, por ello un tiempo después, recibió la Real orden fechada el 14 de enero de 1783, por la que era ascendido al grado de jefe de escuadra.
En 1789, con su insignia izada en el navío San Lorenzo, realizando la campaña de evoluciones y en 1790 trasbordó al navío Rayo, en el que izó de nuevo su insignia realizando sus navegaciones por el océano Atlántico y el Mediterráneo.
Al declararse la guerra entre la república francesa y España en 1793, se le destino e incorporó como general subordinado a la escuadra del Océano, al mando del teniente general don Juan de Lángara, con ella pasó al Mediterráneo y en unión a la del almirante británico Hood, tomaron el puerto de Tolón.
Poco después su división fue destacada a Génova y desde aquí a otros puertos de la península itálica en protección de los intereses de España, embarcando tropas en varios de ellos para ser desembarcadas en Tolón a donde arribó de nuevo un tiempo después.
Cuando la plaza fue ataca por el ejército revolucionario, y se vieron obligados a abandonarla, se entretuvo todo el tiempo que se le permitió para que pudieran embarcar todos los toloneses que querían hacerlo, jugándose en este acto su vida, la de sus hombres y su división, pero fue tan notable su comportamiento, del que además no sufrió pérdidas, que por Real orden del día 8 de octubre del mismo año de 1793, S. M. le daba las Reales gracias por su comportamiento tan humanitario.
Por Real orden del 25 de enero de 1794, fue ascendido al grado de teniente general, y se le nombró segundo jefe de la escuadra del Marqués del Socorro, con la que estuvo de navegando por el océano Atlántico.
En 1795 se le destinó al Mediterráneo, en la escuadra del general don Juan de Lángara, como su segundo pasando a tomar el mando de las fuerzas navales de Cartagena.
En 1797 pasó a formar parte de la escuadra del general don José de Córdova y Ramos y con la responsabilidad de tercer comandante de ella, participando en el desafortunado combate del cabo de San Vicente, el 14 de febrero de 1797.
Enarbolaba su insignia en el navío de tres puentes Príncipe de Asturias; al quedar despejada la cerrazón, que era muy espesa, vio el desorden en que navegaba la escuadra española y la impecable línea de batalla de la británica.
El general Moreno, trató por todos sus medios, reunirse con el general en jefe y auxiliar a la retaguardia, que estaba siendo doblada y en una situación nada halagüeña; logrando tras ímprobos esfuerzos reunir a tres navíos junto a su insignia, consiguiendo con su oportuna intervención evitar que el descalabro fuera de mayores proporciones para nuestra Armada; poniendo el punto final al combate, con una formidable andanada del navío Conde de Regla, siendo éste uno de los reunidos y que acudió con él al final del combate, aunque la fatalidad quiso que su jefe de escuadra el conde d'Amblimont perdiera la vida, el comandante del mismo navío el brigadier don Gerónimo Bravo fue herido, pero no acabó aquí la tragedia, pues el segundo de abordo también cayó herido, quedando como comandante de un tres baterías el teniente de navío don Francisco Maurell.
La verdad es que el navío Santísima Trinidad se salvó no sólo por el esfuerzo singular del Príncipe de Asturias, sino por la cooperación de varios buques: San Pablo, Pelayo, Conde de Regla, San Fermín, San Francisco de Paula y Príncipe, aunque todos ellos estaban a las órdenes del general Moreno.
Los británicos, al ver aproximarse esta fuerza, arribaron previa señal de Jervis, separándose del comprometido Santísima Trinidad para evitar ser pillados entre dos fuegos, lo que facilitó la aproximación de los españoles consiguiendo salvarle de caer en poder del enemigo, quedando el buque en tan mal estado que el general don José de Córdoba, su Estado Mayor y su ayudante trasbordaron a la fragata Diana, para pasar casi seguido al navío Conde de Regla, con el que arribaron a la bahía de Cádiz el 3 de marzo.
Confirmando sus esfuerzos y tesón para llegar al combate, le salvó de ser el único de los tenientes generales que fue recomendado por el Consejo de Guerra de Generales a S. M. por lo que un tiempo después y no pudiendo ascenderle más, el Rey le firmó un Real decreto, con la entrega de la Encomienda de Lopera en la Orden de Calatrava, que le rendía once mil trescientos reales de vellón anuales.
Para dejar aclarado el tema y que cada uno de los integrantes de esta escuadra en este combate ocupe su lugar en la Historia y demostrar que no todos tuvieron las mismas reacciones, a pesar de que el resultado fue el que fue, por que no todos hicieron lo que debían, que era algo tan raro como acudir al fuego en un combate naval. Y lo que transcribimos a continuación no es más que el reconocimiento de los enemigos, a las acciones que tomó don Juan Joaquín Moreno.
- «Excmo. Sr. — Con mucha satisfacción mia paso á V. E. adjunta la carta del Contra-Almirante Nelsson que me la incluye con una de fecha de ayer que me escribe al intento. — Dios guarde á V. E. muchos años. Navío Purísima Concepción, 9 de Junio de 1797. — José de Mazarredo. — Excmo. Sr. D. Juan Joaquín Moreno.»
La carta dice —
- «Teseo 8 de Junio de 1797. — Señor. — Habiendo lo dicho un oficial español que V. E. deseaba tener una carta inserta en una Gaceta inglesa, que se supone escrita á bordo del navío de S. M. el Egmont, se ha hecho todas las averiguaciones posibles para conseguirla, pero sin efecto hasta la presente; y el capitan Sulton del Egmont ha practicado diligencias á su bordo para saber si se habia dado al público alguna carta del mismo navío; más no pudo averiguar se hubiese escrito; pero el Comandante en Jefe Sr. Juan Jerwis, ha querido remita á V. E. una Gaceta, que dando noticias relativas al navío de V. E., afirma que V. E. fué quien en aquella tarde salvó al navío Santisima Trinidad, y el Sr. Juan Jerwis está pronto á certificar que su navío de tres puentes que arbolaba insignia de Almirante de línea, empeño la bizarra accion de atravesar la escuadra inglesa entre el Vitoria y el Egmont. Tengo el honor de ser con el mayor respeto su más humilde obediente servidor. — Horacio Nelsson. — Sr. Teniente General, D. Juan Moreno.»
Moreno respondió:
- «Excmo. Sr. — Incluyo á V. E. la respuesta que doy al Contra-Almirante Nelsson á la carta de 8 del corriente, que V. E. me remitió ayer con satisfaccion suya, aumentado con esta honrosa espresion la mayor que cabe en mi aprecio. — Dios guarde á V. E. muchos años. Isla de Leon. 10 de Junio de 1797. — Juan Joaquin Moreno. — Excmo. Sr. D. José de Mazarredo.»
La carta dice —
- «Muy señor mio. — Me sirve de la mayor satisfaccion el honor que me hace el Sr. Almirante D. Juan Jerwis, Comandante en Jefe de esa escuadra de S. M. B., facilitándome por el apreciable conducto de V. S., la Gaceta Morning-Herald. Quedo muy reconocido á su oferta y distinguidas espresiones; aprecio las diligencias practicadas por el capitan Sulton, y doy á V. S. las debidas gracias por sus atenciones, asegurándole en su mas reverente servidor Q. B. S. M. — Juan Joaquin Moreno. — Sr. Read-Admiral, D. Horacio Nelsson.»
Como aclaración de todo esto, transcribimos lo que Paula y Pavía dice al respecto:
- «Aquí conviene hacer una aclaración, que á su vez la hizo el ilustre General; Moreno, pues como buen militar jamás ambicionaba glorias agenas; tal es, que quien salvó el navío Trinidad de que cayera en poder de los enemigos, fueron los navíos Pelayo, mandado por el nunca bien celebrado D. Cayetano Valdés y el San Pablo, por el brigadier Hidalgo de Cisneros; que el General Moreno, con el navío de su insignia y los demás que le seguían sus órdenes, si bien contribuyó con sus acertadas maniobras al logro de aquel intento, lo más interesante que practicó fué restablecer el combate, y que los ingleses pronunciasen su retirada, abrigando los navíos que habían apresado, y conduciéndolos con su escuadra á la rada de Lagos.»
Por una Real orden del día 26 de septiembre del año de 1799, se le dio el mando de una escuadra surta en el arsenal de Ferrol, desplazándose por tierra desde Cádiz saliendo el día 12 de octubre, llegando a Ferrol y tomar el mando el día 18 de noviembre siguiente, izando su insignia en el Real Carlos de tres puentes y del porte de 120 cañones, y al poco tiempo realizó un crucero entrado el año de 1800 con toda la escuadra.
En 1800 se hallaba en dicha base, cuando en la mañana del 25 de agosto fue señalado el enemigo por el vigía de Monte Ventoso, la flota británica estaba compuesta por cinco navíos, uno de ellos de tres puentes más cinco fragatas, siendo los London, de 112, cañones; Fame, Impetuous, Bizarre y Captain, de 74, al mando en Jefe del contralmirante Warren y al mando del capitán de navío Pellew, el convoy de ochenta y siete velas, yendo entre ellos varios navíos de la India, que hicieron confundir a larga distancia a Moreno como navíos de guerra, por ello al principio dio una fuerza de 10 unidades, transportando un ejército de doce mil hombres al mando del teniente general Pullney.
Por ser el día del santo de la Reina, el capitán general don Francisco Melgarejo, se encontraba en una recepción en capitanía general.
Para describir el combate, pensamos que lo mejor es remitirnos al diario del propio Moreno, que comienza así:
El Gobierno felicitó a los generales Melgarejo, Moreno y conde de Donadío, concediéndoles a todos los defensores, el escudo de distinción para llevar en la manga de la casaca, así como pensiones especiales a las viudas o familiares de los caídos en el combate y una paga a todos lo que se encontraron en el combate, que dejó bien sentado hasta donde pueden llegar un puñado de españoles. No es comparable, pero sí que algo recuerda el fracasado intento del mismo país de conquistar Cartagena de Indias en 1741.
Se hizo tan celebre la defensa del Ferrol, que hasta se habló de ella muy ponderadamente en el ejército del Rhin, siendo mencionada, como ejemplo, en la orden que dio su jefe el general francés Moreau a sus tropas.
Moreno permaneció con su escuadra en Ferrol hasta que, por Real orden del 20 de abril del año de 1801, zarpó con ella rumbo a la había de Cádiz, estando compuesta, por los navíos Real Carlos y San Hermenegildo, del porte de 112 cañones y los San Fernando, de 94, Argonauta, de 84 y San Agustín, de 74, donde arribó el día 25 siguiente lanzando las anclas.
El 9 de julio de 1801, salió de éste puerto, la escuadra por orden del capitán general del departamento don José de Mazarredo, para proteger y convoyar a dicho puerto a una escuadra francesa al mando del almirante Linois, que estaba compuesta por los navíos Formidable, Indomptable y Dessaix, más la fragata Muyron, que estando fondeados en Algeciras, habían sido atacados, por una escuadra británica al mando del almirante Saumarez, compuesta de seis navíos.
Los buques franceses para evitar otro Abukir, picaron los cables y se dejaron llevar por la corriente contra la costa; pero fueron auxiliados muy eficazmente, en los primeros momentos por siete lanchas cañoneras españolas al mando del capitán de navío Lodares, causando con sus fuegos graves daños a los enemigos, que por otra parte, también lo recibieron de las baterías de la costa.
Se retiraron al abrigo de Gibraltar, pero se vieron forzados los británicos a abandonar por estar desarbolado por completo a su navío Annibal de 74 cañones.
La escuadra española estaba compuesta por los navíos Real Carlos, y San Hermenegildo, de tres puentes y 112 cañones, y los navíos Argonauta, San Fernando y San Agustín, más la fragata Sabina. Se unió a esta escuadra una división francesa al mando del contralmirante Dumanoir, con el navío Sant-Antoine, siendo el recién entregado español San Antonio y dos fragatas.
Se le dio a los buques franceses al mando de Linois, toda clase de auxilios para poderlos poner a punto, ya que del combate anterior habían salido muy mal parados, y llegó el 12, en que todos reparados se hicieron a la vela.
El almirante francés, mostró un gran empeño en llevarse su presa, el navío Annibal británico a la seguridad del puerto de Cádiz, esta labor la intentó la fragata Indiana, pero después de ímprobos esfuerzos y cuando se le intentaba hacer doblar Punta Carnero, se vió la imposibilidad de realizarlo, por lo que se vieron obligados a dejarlo el apostadero de Algeciras de nuevo, pues su marcha era muy lenta y la escuadra no podía ir de guardia de un buque capturado.
Mientras tanto el almirante británico Saumarez, había reparado sus destrozados navíos y se mantenía cruzando las aguas de Punta Europa, formando una línea, manteniéndose en ella facheando por tener un viento flojito del Este; Moreno que iba en la fragata Sabina con el almirante Linois, quiso ir al combate, diciendo: «a encerrar a balazos a esos buques en Gibraltar», pero el almirante francés no le hizo caso, pues su ánimo no estaba muy alto y quedaba satisfecho con la presa del Annibal.
Zarpó la escuadra combinada de Algeciras y casi al mismo tiempo la británica de Gibraltar, con solo cinco navíos contra nueve. Al entrar en el Estrecho trasbordó el general Moreno a la fragata Sabina del mando de don Miguel María Gastón siguiendo las instrucciones de don José de Mazarredo y poco tiempo después la abordo el contralmirante francés Linois, navegando en esos momentos con las gavias tomadas rizos para no adelantarse en demasía al buque a remolque.
La formación se había variado, quedando por su mal estado los navíos de la división francesa los tres en vanguardia, Desaix, de 74, Indomptable, de 80 cañones, y el Formidable de 80, en una segunda línea por la popa del Formidable pero abierto a estribor un cable el bergantín Vautour, de 14; en una tercera línea la Sabina a popa del Indomptable en el centro de la formación y a estribor a proa del San Agustín la fragata francesa Muirón y en cuarta línea, los españoles, San Fernando, el francés Sant-Antoine, al mando de Mr. Le Roy, Real Carlos, al mando de capitán de navío don J. Ezquerra, San Hermenegildo al mando del capitán de navío don J. Emparan, Argonauta y San Agustín.
La noche del 12 de julio además era cerrada, con muy poca visibilidad lo que aprovechó el navío Superb al que le acompañó la suerte en forma de una racha de viento de Levante, consiguiendo acercarse todo lo posible al Real Carlos, sobre el que descargó casi simultáneamente toda su artillería por la aleta de popa estribor del navío español, eran algo más tarde de las 2200 horas, pero algunos de los proyectiles fueron a impactar por la cercanía en la que se encontraba en el San Hermenegildo, el cual al recibirlos pensó que algún enemigo estaba a su altura aprovechando la oscuridad casi completa, viéndose atacado ordenó abrir fuego, pero éste dió de lleno en el Real Carlos, éste a su vez al ser atacado pensó lo mismo que su compañero, por lo que los dos arribaron sobre el contrario, llegándose a lanzar granadas de mano y frascos de fuego, lo que provocó un gran incendio en el Real Carlos, el cual alumbró la escena y nadie se lo creía, que dos tres puentes españoles se hubieran atacado hasta aniquilarse mutuamente, pues ya el fuego en el San Hermenegildo era incontrolable.
Y mientras el Sant-Antoine fue atacado por el Cæsar, Venerable, Superb y la fragata Thames, lo que obligó al navío francés a rendirse. Al amanecer del 13 fue cuando los mandos se dieron cuenta del desastre, puesto que era obvio que habían desparecido los tres buques que formaban el centro de la retaguardia. Al salir el Sol el viento calmó, encontrándose al O. de Sancti Petri, quedando rezagado el navío francés Formidable, viéndolo los británicos arribaron sobre él, el Venerable a tiro de pistola, apoyado por la fragata Thames, pero el navío francés se defendió tan arduamente que en muy poco tiempo el navío británico estaba desarbolado de los masteleros, causa por la que no pudo evitar irse contra un arrecife próximo, así el navío francés pudo doblar el castillo y desentenderse del británico, al cual y muy oportunamente acudieron en su ayuda el Cæsar y el Spencer, que lo sacaron de su apurada situación. Por delante ya habían entrado los demás buques de la escuadra combinada, fondeando en la bahía de Cádiz.
El resultado en bajas de este desafortunado suceso fue tremendo, pues de los más de dos mil cien hombres de entre ambos navíos españoles, sólo en torno a los trescientos fueron rescatados. La mayor parte consiguió llegar a nado al Sant-Antoine, pero como fue capturado cayeron en poder de los británicos, entre ellos el segundo comandante del San Hermenegildo, el capitán de fragata don Francisco Vizcarrondo, el resto fueron rescatados por el Superb y al día siguiente 13, por la tarde con la falúa del Real Carlos, arribó a la bahía de Cádiz, estando al mando del guardiamarina don Manuel Fernández Flores con cuarenta hombres extenuados, detrás de ellos en el chinchorro del mismo buque entraron otros seis con el Segundo comandante don Francisco Vizcarrondo, que se había arrojado al mar en un descuido de sus aprehensores, siendo rescatado por los del chinchorro y un contramaestre que asido a un trozo de un árbol la corriente lo arrastro a la playa.
Moreno pidió licencia para viajar a Madrid y explicar lo sucedido en persona al Rey, realizando el desplazamiento a su costa, pero tanto S. M. como el Generalísimo, le contestaron que: «Venga por cuenta del Rey y lleno de confianza en que S. M. lo verá y oirá si fuese necesario, pues sus servicios y méritos le son muy apreciables: venga y me hablará cuando guste.»
En la Corte fue oído por el Consejo Supremo de Guerra, siendo informalmente, pero sin dejar de ser un Consejo de Guerra de Generales, presidido por Rey y el Generalísimo don Manuel Godoy, permaneció casi todo un día dando explicaciones y fueron tan elocuentes, que todos vieron en él al gran marino que era, por lo que no hubo ninguna reclamación a su proceder, siendo agasajado por todos los presentes con grandes palabras de amistad.
No fue lo único que recibió, puesto que el Gobierno francés envió una carta al Ministro de Marina y de las Colonias, para el Sr. Moreno, teniente general de la Armada de S. M. C. en Cádiz, que dice:
Regresó a Cádiz, después de recibir todos los parabienes de la Corte, siguiendo en el mando de la escuadra y arbolando su insignia en el navío San Fernando, en el que permaneció hasta firmarse la Paz a finales del propio año, por pasar a desarme toda la escuadra, quedó desembarcado.
El 1 de enero de 1802 se le otorgó el mando del departamento de Cádiz, interinamente.
Para celebrar la boda del Príncipe de Asturias con la Princesa de las Dos Sicilias, se le concedió e impuso la Gran Cruz de la Real y Muy Distinguida Orden de Carlos III, condecoración muy poco prodigada y de mucho valor en aquella época, cesando en el mando en enero de 1803, por entregárselo al general Gabriel de Aristizábal en propiedad.
Al fallecimiento del general Aristizábal fue nombrado Moreno el 18 de enero de 1804 interinamente, siéndole entregado en propiedad un tiempo después, estaba en este alto destino cuando el 21 de octubre de 1805, tuvo lugar el desafortunado combate de Trafalgar, por él fueron dictadas las acertadas disposiciones para intentar salvar a los maltratados buques y lastimosas dotaciones durante el fortísimo temporal que, sobrevino al terminar el combate.
Continuaba el general Moreno en 1808 al mando del Departamento de Cádiz, cuando tuvo lugar el ataque contra la escuadra francesa del almirante Rosilly, compuesta por cinco navío y una fragata; dirigió gran parte de las operaciones que, desembocaron en la rendición de dicha escuadra; concertó el plan de ataque con las baterías de artillería colocadas en tierra y por las lanchas cañoneras; siendo su plan aprobado por la junta de generales y jefes de la plaza, presidida por su Gobernador el general Morla y el general de la Armada don Juan Ruiz de Apodaca, comandante en jefe de la escuadra del Departamento de Cádiz.
Se rompió el fuego el 9 de junio de 1808 por la tarde y simultáneamente por todas las baterías del arsenal, y las que Moreno había colocado en la Casería de Osio y Punta Cantera.
El Capitán general estuvo en La Carraca, donde se había reforzado la batería del ángulo para mejorar el tiro contra los franceses y ordenó la salida de una división de lanchas cañoneras, que iban apoyadas por el navío Argonauta, cuyo mando se le había otorgado al brigadier don Ramón Topete.
El 14 se rindió el almirante Rosilly, siendo la primera victoria española contra las fuerzas de invasión francesas, el botín de guerra fue cuantioso: prisioneros, tres mil seiscientos setenta y seis, 442 cañones de á 24 y á 36, mil seiscientos cincuenta y un quintales de pólvora, mil cuatrocientos veintinueve fusiles, mil sesenta y nueve bayonetas, ochenta esmeriles, cincuenta carabinas, quinientas cinco pistolas, mil noventa y seis sables, cuatrocientos veinticinco chuzos, ciento un mil quinientas sesenta y ocho balas de fusil, más toda la carga de munición de la artillería de los buques y sobre todo, fueron los víveres los que calmaron al menos el hambre de los españoles.
El 29 de agosto por sus meritorios servicios, la Junta de Sevilla, le concedió el uso de la Banda Roja a igualdad de los vocales de la misma.
El 3 de septiembre siguiente fue nombrado ministro del Supremo Consejo de Guerra y Marina, por lo que el 16 siguiente entregó el mando del Departamento al teniente general don Pedro de Cárdenas, pero conservando el título de Capitán General del Departamento de Cádiz.
Continuó prestando sus servicios a la Junta hasta el día de su fallecimiento, ocurrido en la ciudad de Cádiz el 4 de septiembre de 1812, faltándole 20 días para cumplir los 77 años de edad, de ellos sesenta y un años y seis meses de servicios a España.
Bibliografía:
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