Combate de La Rochelle 23 y 24/VI/1372
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Combate naval de La Rochelle 23 y 24 / VI / 1372
Este encuentro naval, se produjo en las aguas del mismo nombre del puerto, entre una escuadra castellana y otra inglesa, entre los días 23 y 24 de junio de 1372.
Como en el combate de Winchelsea, las fuentes nos llevan a veces a distorsionar los datos, por lo que habría que investigar mucho más, pero sobre las fuentes consultadas, siempre que hallan diferencias, se pondrán en conocimiento del lector, para que él se haga una composición de los hechos.
Reinaba en Castilla don Enrique II de Trastámara, el cual mantenía la alianza con la monarquía francesa, de combatir a los ingleses en la llamada «Guerra de los cien años»
En estos momento, el rey de Francia era Carlos VII, quién con su ejército estaba atacando a la plaza de La Rochelle, pues era una posición de suma importancia, para sus propósitos de desalojar a los ingleses de su país, para ello pidió al rey de Castilla, le enviase una escuadra, para bloquear por mar la plaza e impedir con ello, los posibles auxilios que enviaran los ingleses.
Para ello puso a las órdenes del almirante Ambrosio Bocanegra, que era de origen genovés e hijo del también almirante de Castilla Edigio, por lo que cumpliendo las órdenes recibidas zarpó con una escuadra muy poderosa, pero se desconoce su composición, ya que unos autores dicen que, estaba compuestas por naves gruesas y galeras, mientras que otros sólo de galeras.
A su vez, el rey de Inglaterra Eduardo III, estaba organizando otra escuadra para acudir en auxilio de la plaza, que para él también era de suma importancia el conservarla, para lo cual movilizó todos sus recursos disponibles.
Componiéndose la escuadra de naves de guerra y mercantes, transportando un ejército de auxilio para reforzar la plaza, todas estas unidades se pusieron a las órdenes del conde de Pembroke, a la sazón era yerno del Rey, haciéndose a la mar desde el puerto de Southampton.
Tampoco hay datos exactos de los hechos, ya que para unos, fueron los ingleses los que llegaron antes a las aguas de la plaza, siendo el 22, mientras para otros, fueron los castellanos, ya que estos zarparon de la plaza, para presentar combate, el 23, lo único en que están de acuerdo, es que el rumbo de la escuadra inglesa era del noroeste.
En la composición de las escuadras, es donde vienen los mayores problemas, pues según unos, la escuadra castellana estaba compuesta por cuarenta naves gruesas de combate más trece galeras, mientras otros dicen que sólo eran doce galeras y otros, que de veinte ó veintidós naves gruesas y sin galeras.
Pero según conclusiones, en la composición de la escuadra se cita, que se hallaban en el lugar la escuadra del adelantado Mayor de Guipúzcoa, don Ruy Díaz de Rojas, lo que nos hace pensar, que la escuadra en realidad estaba compuesta de ambos tipos de buques y sabiendo que la escuadra de Guipúzcoa era de veinte naves gruesas, nos lleva a la conclusión, de que sabiendo posteriormente la cantidad de galeras que atacaron, podemos decir con poco porcentaje de error, que la realidad era, que la escuadra de La Rochelle, estaba compuesta por veinte naves gruesas y veinte galeras.
La escuadra inglesa estaba compuesta por treinta y seis naves, aquí no sabemos por que no hay dudas, y la afirmación, es de que la escuadra castellana era superior a la inglesa, aunque por muy pocas unidades, por lo que si damos por bueno lo anteriormente dicho, de la composición de la escuadra castellana, es muy posible que las cifras sean algo más exactas.
También se encuentran inexactitudes, en si realmente hubieron dos combates o solo uno el 23, pero según los relatos, es más seguro que el combate, fuese un primer encuentro el 23 y el segundo y definitivo el 24.
Así que después de todas estas dudas, casi confirmadas por razonamientos lógicos, (eso no quiere decir que sean exactos), lo cierto es que la escuadra castellana se encontraba en la plaza y al ver aproximarse a la inglesa levaron anclas y zarparon, ganando barlovento inmediatamente, lo que propició la suficiente ventaja, para tomar la decisión de pasar al ataque.
Como además las tripulaciones castellanas estaban más prácticas, sus naves eran más potentes que las inglesas y éstas además iban sobrecargadas por las tropas de auxilio, pudiendo maniobrar con mucha mayor facilidad las castellanas, lo que se tradujo inmediatamente en un casi total atropello de las naves enemigas.
A parte de que las naves castellanas, llevaban a bordo unas grandes bombardas, que disparadas a corta distancia, causando grandes estragos entre los enemigos y en sus fondos, a lo que se sumaba la tradicional forma de combatir de los castellanos, que sus arcabuceros, ballesteros y arqueros, les lanzaban todo tipo de objetos desde las altas cofas y las elevadas bordas, lo que producía al estar las cubiertas enemigas repletas de combatientes, gran mortandad.
El combate se mantuvo algo indeciso, aunque los daños causados por las naves gruesas castellanas, eran muy visibles en las enemigas, por ello fue disminuyendo el fuego, conforme el día se convertía en noche, cesando por completo y dejando ya anochecido caer las anclas.
Entonces surgió el genio de los grandes marinos, pues Bocanegra siendo conocedor de la mucha intensidad de las bajamares en aquellas aguas, pensó en una argucia que dejaría a los ingleses totalmente perdidos.
Por ello, al amanecer del 24, Bocanegra al mando de sus veinte galeras, se hizo a la mar, se dirigió a las naves inglesas fondeadas, pero no hizo nada, sólo desfiló ante ellas como si dejara el mar libre a los enemigos, ya que sus galeras poco podían ayudar a las naves gruesas en ese combate; esto mismo pensaron los ingleses por lo que no hicieron nada por molestarle, pero él fue navegando despacio, esperando la bajamar del amanecer.
Al producirse lo esperado por Bocanegra, las naves inglesas por su mayor calado quedaron varadas, viendo que ya no podían maniobrar, viró y se dirigió a ellas, ya que las galeras tenían menor calado, por lo que al llegar a su alcance comenzó a lanzar efectos de fuego, haciéndolo al mismo tiempo que maniobraban entre las naves enemigas y logrado así prenderles fuego a casi todas ellas.
Está acción, supuso el fin de la escuadra inglesa, pues prácticamente ninguna de sus naves quedó hábil para navegar, ya que las que no fueron quemadas fueron abordadas y con ello capturadas, cayendo en manos de los castellanos.
Alcanzando el desastre a que en una de las capturadas, se encontró el tesoro Real, que lo transportaban para el pago de los salarios de los combatientes de la plaza asediada, así que el éxito fue total.
El número de bajas castellanas es desconocido, pero en cambio el de los ingleses, se calculó que entre cuatrocientos caballeros y ocho mil hombres, que fueron muertos, heridos o capturados.
Así mismo este triunfo, le devolvió a Castilla el predominio del mar, perdido en el combate de Winchelsea, pero el de éste perduró durante muchos años.
La muestra de ello, es que en 1377 una escuadra aliada de castellanos y franceses, al mando de los almirantes Sánchez de Tovar y de Jean de Vienne, compuesta de cincuenta galeras, se dedicaron a saquear e incendiar las costas del reino de Inglaterra.
Siendo las ciudades que sufrieron el arrojo de estos almirantes y sus tropas, las de Dover, Rye, Folkestone, Porstmounth, Darmount y Plymouth.
Y para terminar y conmemorar esta gran victoria, recordar que en 1380, una escuadra castellana al mando del almirante Sánchez de Tovar, se introdujo en el río Támesis remontándolo hasta la misma ciudad de Londres, donde permaneció unos días en actitud desafiante y ante, la despoblación que ocasionó y viendo que nadie se le ponía enfrente, consideró que lo mejor era dejarlos en paz.
¿Y luego dirán, que los españoles no somos benévolos?
Bibliografía:
Condeminas Mascarós, F.: La Marina Española (Compendio-Histórico). Barcelona. Editorial Apolo. 1923.
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Fernández Duro, Cesáreo. La Marina de Castilla. Desde su Origen y Pugna con la de Inglaterra, hasta la Refundición en la Armada Española. Madrid. 1894.
Montero Sánchez, Antonio.: Compendio de la Historia de la Marina Militar de España. Rivadeneyra. Madrid, 1900.
Salas y González, Francisco Javier.: Marina Española de la Edad Media. Imprenta Ministerio de Marina. Tomo I, 1925, 2ª Edición. Tomo II, 1927. Edición póstuma.
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