Portugal conquista 1580
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Portugal conquista 1580
Era tanta la confianza de don Felipe II en el Marqués que al fallecer el Cardenal don Enrique el 31 de enero de 1580, recibió al poco tiempo una carta de S. M. indicándole regresara a la bahía de Cádiz con su escuadra, como así lo hizo, al arribar se encontró con otra carta del Rey por ella debía de hacerse llegar a la Corte para concertar la forma de tomar el país vecino. Una vez acordado con el Rey, éste le indicó se pusiera en contacto con el Capitán General del ejército, no era otro que el Duque de Alba, III de su título, don Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, las conversaciones se realizaron en la población de Llerena, donde los dos concertaron con gran fijeza y puntualidad los objetivos a conquistar. Terminadas, el Marqués se puso en camino a la bahía de Cádiz.
Don Álvaro zarpa de la bahía de Cádiz el 8 de julio con cincuenta y seis galeras, y cuarenta y ocho barcones, chalupas y carabelas transportando en éstas todas la vituallas con rumbo a Setúbal, pero estando en rumbo pensó mejor era asegurar la retaguardia, por ello debía ganar primero todo el Algarve, desembarcó en Faro, sin pelea se puso del lado del Rey de España, pasando a Lagos, donde ocurrió lo mismo, le siguió Portiman y al final Sagres, con esto conquistó todo el Algarve sin disparar un solo tiro, asegurando cada ciudad con una parte de sus tropas de guarnición en las distintas fortalezas.
Asegurado el regreso continuó a Setúbal, al llegar las tropas del ejército estaba sitiando la fortaleza y además tenían dos galeones de resguardo los San Mateo y San Antonio, al ver se alargaba su conquista enfiló sus galeras y abrió fuego sin cesar, esto desgastó la defensa de los portugueses, quienes se rindieron uniendo a su escuadra los dos galeones apresados, ahora solo le quedaba Lisboa, zarpando el 28 de julio. Pero como se había concertado entre ambos Generales, en las proximidades de la capital se embarcaron fuerzas del ejército del Duque, zarpando definitivamente a la toma de la capital, arribando a las cercanías de Cascaes donde desembarcó parte de las tropas, haciéndose a la mar de nuevo con rumbo directo a la desembocadura del río Tajo, o Mar de la Paja arribando el 25 de agosto.
Dando la orden de enfilar las galeras y bombardear la ciudad, por ello la población se asustó comenzando a salir de ella como podía, estorbando con ello a los militares quienes casi no podían devolver el fuego, al mismo tiempo otras galeras bombardeaban las fortalezas que daban guarda a la entrada, provocando se desentendieran de las que lo hacían sobre la ciudad, con ello le dieron la espalda a las tropas del ejército, momento que el Duque no desperdició y los ganó casi sin pérdidas, terminando de penetrar el resto de la escuadra, consiguiendo hacer sobre unas sesenta presas de buques, pues solo de urcas fueron treinta y dos, más otras como carabelas y galeones.
Fondearon las naves en el puerto y al ver las tropelías de las tropas de don Sancho de Leiva entrando a saco en la ciudad, desembarcó a las suyas para frenarlas, porque en su opinión: «…a que fin crear odios y enemigos con desafueros soldadescos cuando el reino se iba a anexionar al de España.» Con esta acción se ve el buen criterio de don Álvaro, por ser innecesario e injusto crearse enemigos en ese caso, en cambio no había cuartel cuando el enfrentamiento era con otros, quienes a su vez habían demostrado su forma de tratar a los españoles. (A cada cual le aplicaba su mismo rasero.)
Se tuvieron noticias de estar en navegación con rumbo a las islas Azores una escuadra de galeones que Portugal tenía acantonada en Brasil. Cuando don Álvaro supo de ello en el momento que tomó las ciudades del Algarve, destacó diez galeras al mando de su hermano don Alonso, para avisarle de la posible llegada de estas naves en ayuda de la capital.
Estando precisamente en la conquista de Lisboa tanto don Álvaro como el duque de Alba, don Alonso divisó a los galeones con el pabellón portugués, como su desventaja en poder artillero era mucha, optó por maniobrar, primero de vuelta encontrada para poder descargar su artillería y posteriormente de enfilada por la popa por la misma razón, les hizo mucho daño y está forma de combatir les obligó a forzar de vela poniéndolos en franca huida, por ser muy difícil poderlos apresar por su alto bordo, los navíos pusieron un rumbo alejado de la costa española para arribar al Sur de Francia, siendo ésta la última acción de esta conquista.
Se cuenta que don Antonio Prior de Crato, al ser tomada Lisboa se puso en camino al Norte, donde volvió a presentar combate a la altura de Oporto, pero fue más testimonial que efectivo, pues viéndose perdido fue protegido por una campesina escondiéndolo en su granero, cuando las tropas españolas pasaron de largo en persecución del ejército en desbandada, pudo ser embarcado en un pequeño buque y con él arribar a Calais. Lo peor es que la campesina fue denunciada y las tropas españolas la pasaron por las armas, acusada de traición.
Esta conquista es muy posible sea a pesar de los problemas de comunicación de la época, la primera vez en la historia que un ejército desconectado de la Armada, actuando al unisonó y apoyado por ésta estuvo tan perfectamente coordinado, evitando se alargara el conflicto, con el resultado provechoso que resulta del considerable ahorro de vidas y dinero, pues estos van unidos al tiempo que dure una guerra, en este caso los dos generales al mando fueron invencibles por su efectividad y velocidad en acabar con ella. Dejando demostrado que para los españoles de ese siglo, no había contrariedades que no fueran las propias del dios Eolo, todas las demás se salvaban con buenos mandos. Como no cabe duda que eran los dos, don Álvaro de Bazán y Guzmán en la mar y don Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel en tierra. [1]
Notas
- ↑ El ejército que acudió a esta conquista, estaba formado por: Capitán General el duque de Alba, Maestre de Campo, don Sancho Dávila. Infantería española: Parte del Tercio de Nápoles, con mil ochocientos cuarenta y cuatro hombres; parte del Tercio de Lombardía, con mil trescientos treinta; Tercio de don Rodrigo Zapata, con mil quinientos setenta y seis; Tercio de don Martín Argote, con mil quinientos setenta y seis; Tercio de don Luis Enríquez, con dos mil ochocientos cinco; Tercio de don Antonio Moreno, con mil cuatrocientos noventa y siete; Tercio de don Niño de Zúñiga, con mil novecientos cuarenta; Tercio de don Pedro de Ayala, con dos mil y Tercio de don Francisco Valencia, con mil seiscientos sesenta y seis. De infantería de los reinos itálicos: Tercio de don Próspero Colonna, con mil novecientos hombres; Tercio de don Carlos Spinelli, con mil doscientos sesenta y Tercio de don Carlos Carafa, con mil. De infantería del Sacro Imperio: regimiento de don Gerónimo Lodron, con tres mil quinientos hombres. Caballería de línea, doce escuadrones de las Guardias viejas de Castilla, con ochocientas cuarenta y seis plazas. Caballería ligera: siete escuadrones, con cuatrocientas plazas. Y trescientas setenta plazas, de arcabuces a caballo, divididos en seis escuadrones. Artillería: seis piezas de sitio (grueso calibre); cuatro medios cañones; cuatro medias culebrinas; dieciséis falconetes y veintisiete esmeriles. Parque: nueve mil ciento ochenta y seis, carros; cincuenta, del tren de barcas; trescientas acémilas y dos mil quinientos cinco gastadores. Con unos totales de: Infantería, veintitrés mil catorce hombres. Caballería, mil seiscientos dieciséis. Artillería, cincuenta y siete piezas. El Parque ya está con sus totales.
Bibliografía:
Altoaguirre y Duvale, Ángel de.: Don Álvaro de Bazán. Primer marqués de Santa Cruz de Mudela. Estudio Histórico-Biográfico. Tipografía de los Huérfanos. Madrid, MDCCCLXXXVIII.
Blanco, Ramiro.: Elogio Histórico de don Álvaro de Bazán. Conferencia pronunciada por el autor en el centro del ejército el día diecinueve de noviembre de 1887. Madrid, 1888.
Cervera Pery, José.: Don Álvaro de Bazán. El gran marino de España. Empresa Nacional Bazán. Madrid, 1988. No venal.
Cervera Pery, José.: La Estrategia Naval del Imperio. Auge, declive y ocaso de la Marina de los Austrias. San Martín. Madrid, 1982. Premio Virgen del Carmen de 1981.
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