Gaztañeta y de Iturribalzaga, Jose Antonio de Biografia
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Orígenes
Vino al mundo el 11 de agosto de 1656 en la población de Motrico, provincia de Guipúzcoa, siendo sus padres, don Francisco de Gaztañeta y doña Catalina de Iturribalzaga.
Hoja de Servicios
Salió a navegar muy joven, pues embarcó por primera vez en el año de 1672, con doce de edad, lo hizo con su padre que era capitán de la Armada, además se preocupo de su formación, tanto práctica como técnica y en ésta, rápidamente profundizo en las matemáticas, cosmografía y pilotaje, en los que llegó a sobresalir.
Viajó a Veracruz, en un navío al mando de su padre, que falleció en esta ciudad, por lo que se tuvo que hacer cargo del buque, arribando al puerto de Pasajes sin problemas.
Los buenos resultados obtenidos con este regreso, le dieron confianza para continuar, así en los doce años siguiente hasta el de 1684, en buques sueltos realizó, cuatro tornaviajes a al virreinato de Nueva España, cinco a la Guaria y Cartagena de Indias y dos que fueron lo que ya llamó la atención al Mar del Plata.
Informado el Rey de las buenas formas que apuntaba, le ordenó pasar a servir en la Armada Real del Océano en el año de 1684, con la misión de trazar las derrotas de la escuadra, al comprobar lo exacto de sus cálculos en el año de 1686, el Rey le nombró piloto mayor, con el grado de capitán de mar.
Al regresar la escuadra combinada española-holandesa e inglesa, que había zarpado de Nápoles con rumbo a la Península, Gaztañeta había obtenido del Rey el cargo de capitán de mar y guerra de la Capitana Real de España, sabedor de que el almirante francés Tourville le estaba esperando para destruir a la escuadra, trazó una derrota poco usual algo más larga, pero separándose de los posibles lugares en la que podía encontrarse la enemiga, de forma que evitó el encuentro y arribaron al puerto de Cartagena. Posteriormente se sipo que efectivamente Tourville estaba en Mahón esperando que pasara, pero no lo pudieron ver. Al llegar el Monarca le nombró con el título y honores correspondientes a un Almirante, pero con la salvedad de no dejar su cargo de Piloto Mayor.
En el año de 1699 se formó la escuadra para desalojar a los escoceses del Darién, se le entregó el mando al Almirante general del Océano, don Pedro Fernández de Navarrete, pero de piloto mayor iba en el buque insignia Gaztañeta.
Permaneció en el puesto de Piloto Mayor hasta el año de 1701, durante este tiempo y gracias a sus advertencias a los pilotos, se evitaron que varios buques fueran apresados, sobre todo los que por los pocos buques que disponía la Armada se veían obligados a realizar la travesía del océano en solitario, añadiéndose a esto, que otros por su poca práctica se vieran en riesgo de irse a pique por loa bajíos y agujas de ciertas zonas por las que navegaban, aplicando sus mismas enseñanzas escritas, en los casos de quedar desarbolados por huracanes o tormentas, saber las disposiciones que se debían de tomar para evitar irse al fondo.
Una de sus mejores demostraciones de buen organizador, fue la de alistar en menos de nueve días una flota, con la misión de transportar a tres mil soldados al reino de Nápoles.
Informado el rey don Felipe V, decidió averiguar hasta donde podía llegar, siendo nombrado superintendente general de los astilleros de Cantabria en el año de 1702, un trabajo que nada tenía que ver con lo realizado hasta ese momento y alejado de los castillos, toldillas y alcázares de los navíos.
Se le dieron todos los poderes inherentes a su cargo, para que nadie pudiera entorpecerlo pero debía de ser responsable de la organización, maestranza, contabilidad e intervención de materiales y jornales; decidió que fuera en Zornoza donde se pusiera la quilla del ya navío Salvador del porte de 74 cañones, siendo todo él de nueva concepción, el buque se terminó y realizó sus pruebas a ellas fueron invitados los más afamados asentistas de la zona, lo cuales se quedaron prendados de las ventajas del nuevo navío.
A partir de este momento comenzaron la construcción de varios buques, que fueron encargados por el Consulado de Sevilla o bien por el Gobierno, dejando patente lo acertado de sus estructuras y formas, pero recibió las más sinceras gracias Reales en el año de 1713, cuando se comprobó el comportamiento de seis navíos del porte de 60 cañones, destinados a realizar tornaviajes entre Cádiz y la ciudad de Buenos Aires, pues ganaban en comodidad, ya que había más espacio y el viaje era más corto en tiempo.
Era tanta la diferencia a favor del diseño de Gaztañeta, que el Almirantazgo bátavo envió a sus constructores para tomaran los gálibos y medidas de esos rápidos buques, pues les eran muy necesarios por su largos viajes a sus Indias Orientales y así se le agradeció por propios y extranjeros las ventajas de su construcción.
El día diecinueve de junio del año de 1718, zarpó del puerto de Barcelona al mando del general don Antonio Gaztañeta una escuadra compuesta por los navíos: San Felipe el Real, de 80, Príncipe de Asturias, de 72, Triunfo, de 60, San Luis, de 60, Santa Isabel, de 60, San Pedro, de 60, San Carlos, de 60, San Fernando, de 60, San Juan Bautista, de 60, San Isidro, de 50 y San Francisco, de 50, cuatro galeras, diez fragatas, siete galeras, dos brulotes, dos bombardas y tres mercantes armados, que dieron escolta y protección al convoy formado por doscientos setenta y seis transportes y ciento veintitrés tartanas, trasportando un ejército de dieciséis mil hombres y ocho mil caballos, al mando del marqués de Lede, realizando la travesía en doce días, hasta Sicilia y en la que iba de plenipotenciario Patiño; siendo el objeto de tanto despliegue, el evitar que la Cuádruple Alianza se quedará con aquella isla, en nombre del archiduque Carlos; desembarcaron los nuestros sin resistencia, dándoles los habitantes una buena acogida, si bien sólo hubo unos combates con la guarnición Piamontesa de Messina.
Se efectuó el desembarco a cuatro millas de la ciudad de Palermo, sucediéndose duros enfrentamientos por ser muy reñidos los combates, sobre todo en la ciudad de Messina pues su guarnición piamontesa no cedía en ningún momento hasta ser vencidos en toda la línea, pero por las sucesivas victorias más el apoyo de la población facilitó la conquista de las ciudades de Palermo y la mencionada, consiguieron vencer al resto quedando en poder de la corona de España la ansiada isla. Al concluir la toma de la isla una división al mando del general don Baltasar de Guevara, se envió a la isla de Malta.
Si todo había ido muy bien en la travesía y en la toma de la isla, el día once de agosto siguiente las cosas se torcieron, a la altura del cabo Passaro, apareció en el horizonte la escuadra británica al mando del almirante Byng, creyendo en un principio que venía en misión de mediador, puesto en esos momentos no se estaba en guerra declarada con el Reino Unido. Desprevenida por la creencia confirmada por las cartas del cardenal Alberoni, que tampoco inducían a sospechar sufrir un ataque, el caso es que como no se habían tomado las prevenciones oportunas, la reacción de Gaztañeta, al percatarse de la hostilidad de los movimientos de la escuadra enemiga, dio órdenes para intentar formar la línea, ayudando con las galeras a los navíos más sotaventados, más ya no daba tiempo, los enemigos atacaron cortando la retaguardia, que estaba al mando del marqués de Mari estando compuesta por casi la mitad de la fuerza, generalizándose el combate en diferentes contactos parciales.
Al poco viendo que sus navíos no habían podido con la capitana española, se personó el propio almirante británico con su navío, el de su contralmirante Delaval, de 80 cañones, más otros cuatro de 70, con lo que el navío español se vió de pronto rodeado de siete enemigos aun mismo tiempo; su defensa fue heroica por denodada, el almirante británico por la bocina instaba al general español a su rendición, amenazándole con incendiarlo con un brulote, a lo que respondió dando la orden de avivar el fuego, consiguiendo hundir al brulote que ya se le acercaba y obligando al almirante enemigo a cambiar de lugar en el combate, pues el fuego del navío San Felipe el Real, lo estaba colocando en mal trance; durando todo el día el combate, ya de anochecida una bala de fusil atravesó a Gaztañeta, la pierna izquierda quedándosele alojada en el tobillo derecho; a su lado caía su capitán de banderas don Pedro Dexpois, también herido de un astillazo, al igual que el general Espínola.
La fragata Volante con tenacidad y mucho valor pudo interponer entre el San Felipe el Real y una parte de sus enemigos sacrificándose heroicamente, logrando atraer el fuego de tres navíos de 70 cañones, soportando durante cuatro horas el duro castigo por la gran diferencia de fuego, pero su comandante antes de darse por vencido se fue a pique con toda la dotación, salvándose unos pocos.
Por haber anochecido siguieron los fanales del navío San Felipe el Real, entrándole por la popa se le aproximaron dos navíos británicos, uno por cada banda, el primero del porte de 70 cañones le batió por la aleta de estribor, disparando una andanada a la que respondió el español, al recibirla entera el enemigo quedó muy mal parado con muchas averías, mientras el otro se acercó por babor para realizar la misma acción, contestándole el San Felipe el Real, pero éste también salió muy mal parado, ocasionándole la rotura de muchos cabos de labor y quedando inútil el palo de mesana.
Por lo maltratado se quedó rezagado lo que fue aprovechado por los británicos quienes le rodearon con otros seis navíos; el estado del almirante español era crítico, la hemorragia iba debilitándole, además le comunicaron que ya no quedaba casi pólvora; se apercibió que dos navíos españoles del jefe de escuadra don Baltasar de Guevara venían en su ayuda, por ello ordenó arriar la bandera, para evitar que ellos también cayeran en manos del enemigo, dándoles a entender que la acción estaba perdida; en su navío tenía a más de doscientos hombres fuera de combate y casi todos los oficiales.
De la escuadra, los buques que no quedaron destruidos o fueron apresados, se dispersaron. Ninguno de los navíos españoles combatió, sino con dos o tres de los enemigos al mismo tiempo.
Nuestro almirante trató de redimir con su vida, el error de la salida y acreditó en el combate su gran espíritu militar, tesón e inteligencia; fue llevado prisionero a Augusta con el resto de los españoles; como de costumbre, los británicos proclamaron a los cuatro vientos, que habían sido forzados a combatir «por empezar el fuego los españoles» (Uno más de los ataques británicos en tiempo de paz)
Hubieron reclamaciones diplomáticas por parte de España, de las cuales se consiguió sacar facilidades para canjear s todos los prisioneros, pero ninguna mención de devolver algún buque, entre los cautivos se encontraba don Antonio Gaztañeta, don José Patiño, don Andrés Reggio y Spínola, al regresar se le ordenó embarcar en la escuadra del general don Baltasar de Guevara y con ella entró en la bahía de Cádiz en octubre del año de 1718, pero para no desaprovechar ocasión, en el viaje, se cruzaron con una fragata británica, la cual fue atacada y apresada.
En el año de 1726 salió al mando de una escuadra del puerto de Cádiz, cruzó el océano Atlántico y estando ya a la vista de las costas de Santo Domingo, sufrió un fuerte temporal que puso en gran peligro a toda la Flota, pero por su experiencia logró campearlo, logrando dejar a tres mil soldados en la Habana, continuando viaje a Veracruz y Cartagena de Indias.
El 24 de enero del año de 1727 había salido de la Habana una Flota con dieciocho velas, que el día cinco de marzo, logró arribar a la bahía de Cádiz transportando la mitad del oro y la plata de las Indias, la otra mitad arribó a Galicia, habiendo logrado al amparo de la noche cruzar por el medio de la escuadra británica al mando del almirante Hossier, que permanecía cruzando para cortarles el paso e impedir que el situado llegara a España.
Por este éxito el Rey quiso recompensarle y lo hizo dándole una pensión de mil ducados, más otra de mil quinientos para su hijo.
Gaztañeta sustituyo a Patiño y prosiguió con la labor de éste, para intentar conseguir una Armada para el Rey de España.
Fue autor de los planos de numerosos buques, redactando un reglamento de levas de marinería.
Fue en realidad más un hombre de ciencia que de la milicia, sin dejar por ello de ser un marino experimentado y de combatir con valor y denuedo cuando la ocasión lo requería.
Escribió algunas obras, entre ellas: «Norte de la navegación hallado por el cuadrante de reducción», se imprimió en Sevilla en el año de 1692. En esta obra explicó la aplicación del cuadrante, que por su fácil forma de aplicarlo se introdujo en la formación de los marinos, explica los principios de pilotaje a la vista de una carta plana con la solución de los triángulos rectilíneos, errores hallados en los métodos para su rectificación, explica los elementos de la astronomía náutica, con unas formulas que reducían los problemas y doctrinas haciéndolas más comprensibles, a pesar de estar inventada por el cosmógrafo Alonso de Santa Cruz un siglo y medio antes, no se había aplicado por su complejidad, pero él la redujo comenzando a instalar las correderas para saber la velocidad del bajel. Todo gracias a su experiencia y los adelantos técnicos que ahora lo hacían más fácil.
«Cuadrante geométrico universal para la conversión esférica a lo plano, aplicando al arte de navegar», en el año de 1693.
«Proporciones de las medidas más esenciales para la fábrica de navíos y fragatas de guerra, que puedan montar desde 80 cañones hasta 100, con la explicación de la construcción de la barenga maestra, plano y perfil particular de un navío de 70 cañones, con los largos, gruesos y ancatos de los materiales, escrito de orden del Rey», Madrid, en el año de 1720. Esta obra por Real cédula del día trece de mayo del año de 1721, el Rey ordenaba se repartiera entre todos los astilleros de la Corona para que se siguieran sus enseñanzas. Queda patente que Gaztañeta fue un constructor empírico, basado más en sus conocimientos que en cálculos científicos, pero fue el primero en lograr llegar a la proporción de 3 a 1 en relación manga-eslora para los buques de guerra, en cambio mantuvo la de 2'5 a 1 para los mercantes, lo que les daba más capacidad y restaba velocidad, siendo hasta este momento éstas las relación que se mantenía indistintamente entre un buque de guerra y uno mercante, un gran avance que no se terminó de consolidar hasta finales del siglo XIII, siendo por tanto el inventor del «Sistema Español» que a alarga copiaron todos.
Falleció en Madrid el 8 de febrero de 1728.
Bibliografía
Enciclopedia Universal Ilustrada. Espasa Calpe, 1924, Tomo 25, página 1.134.
Enciclopedia General del Mar. Garriga. 1957. Compilada por el contralmirante don Carlos Martínez-Valverde y Martínez.
Fernández de Navarrete, Martín.: Biblioteca Marítima Española. Obra póstuma. Imprenta de la Viuda de Calero. Madrid, 1851.
Gaztañeta y de Iturribalzaga, José Antonio.: Arte de Fabricar Reales. Lunwerg Editores. Barcelona, 1992. Digitalización impresa del original del año de 1688, escrita y dibujada por Gaztañeta.
Guardia, Ricardo de la. Notas para un Cronicón de la Marina Militar de España. Anales de trece siglos de historia de la marina. El Correo Gallego. 1914.
Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Est. Tipográfico «Sucesores de Rivadeneyra» 9 tomos. Madrid, 1895—1903.
Paula Pavía, Francisco de.: Galería Biográfica de los Generales de Marina. Imprenta J. López. Madrid, 1873.
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