Sada y Antillon, Miguel. Conde de Clavijo Biografia

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Miguel Sada y Antillón Biografía



Teniente general de la Real Armada Española.

Conde de Clavijo.

Caballero de la Soberana y Militar Orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén de Rodas y de Malta.

Gran Cruz de San Genaro. [1]

Contenido

Orígenes

Vino al mundo en el año de 1676, en la ciudad de Tudela, del antiguo reino de Navarra. Fueron sus padres don José de Sada caballero de la Orden de Calatrava hijo de la Casa de los Marqueses de Campo Real y de su esposa, doña Teresa de Antillón y Veraiz, hija y heredera de los condes de Clavijo, de quien heredó el título don Miguel.

Hoja de Servicios

Recibió una excelente instrucción de sus padres, al ser admitido en la Orden de Malta, se incorporó a sus galeras dando principio a una vida de marino, en ellas permaneció hasta que pasó a España siendo aceptado por el rey don Carlos II de Austria.

Participó en la expedición, que el general Fernández de Navarrete llevó a cabo en el año de 1700, para expulsar a los escoceses, que aún permanecían independientes del reino de Inglaterra, de las costas del Darién, que habían ocupado aprovechando la falta de buques en la Real Armada en esa época. Pero al llegar el Gobernador de Cartagena de Indias, ya los había devuelto al mar, falleciendo casi todos los escoceses por las enfermedades tropicales.

Después en el año de 1702, participó a las órdenes del conde de Fernán Núñez, en la defensa de la bahía y ciudad de Cádiz, que era atacada por los aliados que en este momento se habían unido y que eran los británicos y los holandeses, una casual unión en contra como siempre del mismo, por los temores a que se recuperase como en tiempos pasados.

Zarpó del puerto inglés de Spithead la escuadra formada por cincuenta navíos y ciento diez mercantes transportando a catorce mil hombres, al mando del almirante Jorge Rooke, la holandesa al de Allemond, entre los importantes viajaba el príncipe Jorge de Darmstadt, por parte española al principio toda las fuerzas consistían en ciento cincuenta infantes y treinta jinetes, a estos se unieron los trescientos hombres al mando del Gobernador don Escipión Brancacio, y en la bahía fondeados se encontraban cuatro buques y seis galeras de Francia, más las seis galeras de España al mando del conde de Fernán-Núñez.

El día veintiséis de agosto desembarcaron parte de las tropas entre Rota y el Puerto de Santa María, encaminándose hacía Rota donde solo una treintena de jinetes al mando de un capitán se les enfrentaron, siendo todos muertos en combate. El Gobernador de Rota don Francisco Antonio Díaz Cano, viendo que no disponía de ninguna fuerza entregó la población y la fortaleza a cambio de no sufrir el saqueo, esto fue concedido por los enemigos y aceptaron que el mismo Gobernador con su docena de hombres saliera, pasando directamente a incorporarse a las tropas del marqués de Villadarias.

Los ingleses se hartaron de cometer todo tipo de tropelías y asesinatos, así como indignidades y sacrilegios, sobre todo en los conventos e iglesias, ya que se dio la circunstancia que en este caso a diferencia de lo normal en los sacos, fueron los generales y jefes quienes los cometieron, y no la tropa. El autor inglés Campbell, censura las inconveniencias del duque, juzgando que por su culpa al cometer todos esos desmanes hizo más daño a la causa, por no tratar de repararlas guardando al pueblo las consideraciones que le estaban ordenadas.

Fracasaron sus intentos de forzar el paso del Puente de Suazo, así como el ataque a las fortalezas de Matagorda y el Puntal, intentaron forzar dos de sus navíos la entrada pero fueron rechazados con muchos daños, decidiendo los mandos reunidos en Consejo abandonar el intento, a esto se sumó la llegada del Tercio de infantería del maestre de campo don Juan Antonio de Ibáñez, reforzando considerablemente las fuerzas españolas, que los persiguieron hasta Rota donde volvieron a embarcar el día treinta de septiembre.

Pasó embarcado en la escuadra del Mediterráneo, la cual el día veinticuatro de febrero del año de 1704 al mando de la combinada hispano-francesa el conde de Tolosa, se encontró con la anglo-bátava a la altura de Vélez-Málaga, teniendo lugar el combate de este nombre sin un claro vencedor. En ella ya se distinguió el guardiamarina don Blas de Lezo, quien perdió una pierna.

En el año de 1706, se le ordenó embarcar en uno de bajeles de la Flota de Indias, que estaba al mando del general Andrés Pes, zarpando la Flota con rumbo a la Guaira, Cartagena de Indias, Veracruz y la Habana, siendo cargado con el situado que ascendía a un millón de pesos fuertes, entregados por el virrey duque de Alburquerque que lo era de Nueva España, cruzando de nuevo el océano arribando a la bahía de Cádiz el día ocho de abril del año de 1707.

En el año de 1710, se encontraba de segundo comandante de la famosa fragata sin nombre, que al mando de don Blas de Lezo, realizó once presas en sus navegaciones por el mar Mediterráneo y como no, en el combate y apresamiento del navío mercante armado británico Stanhope, en el cual resultó herido.

Cuando se recuperó de su herida, se le ordenó embarcar, realizando un tornaviaje en la Flota de Indias, al mando del general don Pedro Rivera, arribando de nuevo a la bahía de Cádiz el día diez de abril del año de 1713.

A su regreso pasó a Cartagena y de aquí a Barcelona, embarcando en la escuadra que a las órdenes de don Pedro de los Ríos, se le destinó en el año de 1715 a efectuar la expedición para el ataque y recuperación de la isla de Mallorca, que nos había sido arrancada por los imperialistas, zarpando el día once de junio del año de 1715, participó a lo largo de toda la campaña, no regresando a la Ciudad Condal hasta haber ocupado y controlado la isla.

Participó también en las expediciones para la conquista de Messina y Palermo, por lo que el día once de agosto del año de 1718, estuvo en el combate de cabo Passaro, en el que la confianza de Gastañeta y la perspicacia indolente del almirante Byng, consiguió de nuevo dejar a España casi sin buques de guerra; estaba al mando de la fragata Sorpresa viéndose forzado a rendir el buque, siendo como todos los que sobrevivieron hecho prisionero.

Al ser canjeado, regresó a Cartagena, pasando un tiempo después a Cádiz ya a comienzos del año de 1720, al mando de un buque de la Flota de Indias al mando del general don Baltasar de Guevara, zarpó con rumbo a Tierra Firme, realizando la misma derrota de siempre, regresando a la bahía de Cádiz el día veinte de diciembre del propio año.

En el año de 1722 se lo otorgó el mando de una fragata, para realizar un tornaviaje con pliegos a los mares del Sur, haciendo escalas en las islas Malvinas, Valparaíso, Arica y el Callo, regresando de nuevo doblando el cabo de Hornos para arribar al Mar del Plata, en la estación naval de Montevideo, de donde una vez repuesto de víveres frescos arribó a la bahía de Cádiz.

Para contrarrestar el contrabando en las costas de la actual Venezuela se acordó el envío a aquellas aguas de varios navíos para el servicio de guardacostas, siendo los primeros destinados a esta comisión los navíos Incendio y Potencia, al mando del jefe de escuadra don Miguel de Sada y Antillón, conde de Clavijo.

Antes de llegar a Cartagena de Indias, su base de operaciones, registraron la isla de Tobago, Trinidad, Tortuga, Cumaná y las costas de Caracas. Entre Ocumare y Chuso capturan un navío francés y las fragatas holandesas Sara Galey, de 18 cañones, Jardín de Tritón, de 28, y Dragón, de 22 cañones, siendo esta última hundida. Con las presas entró en Cartagena de Indias el 13 de marzo de 1725, las cuales llevaban una carga valorada en 100.000 pesos.

Allí se unieron a dos balandras para parar y arrestar a todo barco extranjero navegando o anclado a lo largo de la costa. El 19 de marzo de 1725 se hizo a la vela el conde de Clavijo con los dos citados navíos. Les acompañaban una balandra al mando del teniente don José de Zapiaín y un aviso a cargo de don Pedro de Garaycoechea.

La tarde del 20 de marzo localizan los buques españoles a dos buques holandeses, que trataron de huir. Después de un duro combate se rindió en la desembocadura del río Sinú a una de las fragatas holandesas, la llamada Neptuno, armada con 34 cañones. Muerto su capitán Cornelius Krincrains y varios oficiales, se rindieron a los ocho de la noche después de tres horas de duro combate. Esta fragata había zarpado de Texel en mayo de 1724 con 114 hombres de tripulación. Es conducida a Cartagena de Indias para repararla y armarla de nuevo.

Una de las más famosas acciones de los guardacostas del conde de Clavijo fue la captura de la fragata holandesa San Francisco en la costa de Tierra Firme en 1726, haciéndose con un millón de pesos que transportaba. Este buque pertenecía a una flotilla de cuatro fragatas que los holandeses habían enviado a primeros de 1726 al océano Pacífico.

El conde de Clavijo nada pudo hacer para evitar el fracaso de la feria de Portobelo en junio de 1726, al mandar el gobierno británico una potente escuadra al mando del vicealmirante Francis Hosier, quien bloqueó a los galeones españoles e impidió la acción de los guardacostas, mientras los buques británicos y holandeses comerciaban a sus anchas, saturando el mercado de productos. El navío Incendio regresó a Cádiz a mediados de agosto seguido. Se le pierde la pista y nos lo encontramos en el año de 1730 al mando del navío Santa Ana al frente de una división naval, siendo ya jefe de escuadra, con la que navegó por el Mediterráneo para frenar la piratería y los corsarios berberiscos, arribando de nuevo a la bahía de Cádiz el día dieciocho de septiembre, quedando desembarcado.

Se le dio el mando de otra división, zarpando el día veintiocho de abril del año de 1731 de la bahía de Cádiz, con la misión de combatir a los corsarios berberiscos, dando comienzo de nuevo otra campaña en el Mediterráneo. Estando en la mar le llegó orden de aproar al cabo de San Vicente, ya que se habían visto velas enemigas y se estaba a la espera de la llegada de la flota de azogues al mando de don Rodrigo Torres, a los pocos días de estar cruzando sobre ellas divisaron la flota, pasando a darle escolta hasta dejarla a salvo en la bahía de Cádiz el día catorce de julio siguiente.

Incorporado como general subordinado a la escuadra del mando del teniente general don Francisco Cornejo, zarpó de Alicante la expedición contra Orán el día quince de junio de año de 1732, donde una vez más demostró su valía, permaneciendo hasta la conclusión total de las operaciones militares. Hay que recordar que aún no existía el grado de brigadier, por lo que se pasaba directamente en el escalafón de capitán de navío a jefe de escuadra.

En el año de 1733 se le otorgó el mando de una escuadra, con la que zarpó de Barcelona el día cuatro de diciembre dando escolta a un convoy con tropas con destino a Nápoles

Por Real Orden del día catorce de junio del año de 1734, se le otorgó el ascenso al grado de teniente general y por otra Real Orden del día treinta de junio del año de 1735 se le otorga el cargo de comandante general del Departamento de Cartagena, siéndole concedido por S. M. la «gratificación de mesa» lo que equivalía a cobrar como si estuviera con mando de mar.

Recibió la Real Orden estando al mando de la escuadra del mismo Departamento, pero en Nápoles, elevando a S. M. permiso para poder dirigirse a tomar el puesto, lo que se le concedió arribando a Cartagena el día trece de marzo del año de 1737, tomando el mando del Departamento el día veintisiete siguiente. (Adviértase, que desde que se le nombra, hasta que lo toma pasan veintiún meses, menos tres días)

Permaneció en el mando hasta el día treinta y uno de mayo del año de 1739, cesando por haber sido destinado para el mando de una Flota de Indias, tuvo que esperar a que llegara su sustituto y el día cinco de junio zarpó de transporte con rumbo a Cádiz, donde estuvo hasta el día siete de abril del año de 1740, pues la Flota no se había podido alistar y recibió una notificación del Rey para que regresase a Cartagena.

Al llegar se le comunicó que el jefe de la escuadra que le había sustituido, el general conde de Bena-Massenaro había sido nombrado Embajador Plenipotenciario de España en Rusia, razón por la que aparte del mando del Departamento tuvo que tomar el de la escuadra, zarpando con ella para enseñar pabellón motivado por la constante presencia de buques cosarios sobre todo berberiscos, estando en estos momentos compuesta por los navíos, América y Constante, más las fragatas Aurora y Águila, haciéndose a la mar el día veintiuno de abril, pero por efecto de una turbonada el Constante sufrió averías en sus palos y el América perdió el bauprés, viéndose obligado a arribar de nuevo el día veintiocho siguiente.

Entregó el mando de la escuadra el día veintitrés siguiente por Orden del almirante general, pero le duró poco no tenerlo, pues fue confirmado el conde de Bena-Maserano en su destino de Embajador, por ello con fecha del día doce de agosto siguiente, por otra Real Orden se le entregó de nuevo el mando de la escuadra como propietario, pero sin abandonar el del Departamento. [2]

Estando en estos cargos le sobrevino el óbito el día nueve de junio del año de 1741, en la ciudad departamental de Cartagena.

Notas

  1. Condecoración creada por el Rey de Nápoles, después don Carlos III de España, para gratificar a todos lo que lucharon por conseguir el reino para su persona.
  2. Las penurias alcanzaban hasta los mandos, la falta de ellos como es el caso, debían dividirse para poder cumplir con pocos medios todas las comisiones posible.

Bibliografía:

Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Est. Tipográfico «Sucesores de Rivadeneyra» 9 tomos. Madrid, 1895—1903.

Enciclopedia General del Mar. Garriga. 1957. Compilada por el contralmirante don Carlos Martínez-Valverde y Martínez.

Paula Pavía, Francisco de.: Galería Biográfica de los Generales de Marina. Imprenta J. López. Madrid, 1873.

Pérez-Mallaina Bueno, Pablo Emilio.: Política Naval Española en el Atlántico 1700-1715. Escuela de Estudios Hispano-Americanos de Sevilla. Sevilla, 1982.

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