Cabo de San Vicente 1640
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Cabo de San Vicente 1640
En 1640 la escuadra francesa con base en Tolón zarpó al mando del almirante marqués de Brézè, vicealmirante Mr. Dumé y contralmirante Mr. de Coupoville, con una escuadra compuesta de veinticuatro galeones y doce brulotes, al encontrarse en aguas del mar de Alborán, tropezaron con una escuadra argelina, compuesta de diez galeones, cinco galeras y dos bergantines, la cual iba persiguiendo a un buque español, pero al ver a la francesa se refugió en su centro, a cambio de esta protección su capitán contestó a las preguntas que se le hicieron, la principal si la Flota de Indias seguía en el puerto de Cádiz a lo que contestó que sí, ya que por dificultades de vientos no había podido hacerse a la mar en marzo, pero estaba lista cuando él zarpó de la bahía y de eso sólo hacían tres días.
En la noche del 21 de junio comenzó a zarpar la Flota de Tierra Firme al mando del general don Jerónimo Gómez de Sandoval, llevando de almirante a don Pedro de Ursúa, más otros capitanes entre ellos don Adrián Pulido. El general de la Flota [1] Era don Luis Fernández de Córdoba y como almirante don Asensio de Arriola. La escuadra estaba compuesta por ocho galeones y un patache, más los dos galeones de la Armada en la Flota, en total diez buques de guerra, siendo por tanto un tercio de la fuerza de la escuadra francesa. Navegaban confiados pues estaban en el conocimiento de la presencia de la escuadra argelina, pero ésta no les preocupaba, por ello los galeones iban cubriendo la línea de mercantes que por haber pasado la noche aun estaban en línea de fila, por seguir al farol de popa del buque que iba a proa.
Al amanecer se levantó una neblina pasando y ocupando el lugar en diferentes líneas, para navegar a la vista lo mejor posible, mientras que los galeones de la guarda pasaron a ocupar los extremos de las líneas exteriores de los mercantes. Pasadas unas horas y al ir disipándose la niebla un vigía alertó de velas por proa, la escuadra francesa al completo contando treinta y seis velas. Encima el viento les era favorable, por ello no dio tiempo a formar el Consejo de Guerra pertinente y por banderas, el general de la escuadra dio la orden de combatir sin tregua para salvar al convoy.
Los galeones intentaron navegando de bolina formar la línea, pero unos sí pudieron hacerlo y otros no, pues partían de distancias muy diferentes (recordar estaban en línea de fila en los extremos de la formación del convoy) a pesar de ello consiguieron alcanzar la cabeza de la línea el general en jefe y el último de la retaguardia su almirante don Asensio de Arriola, pero por una mala maniobra del galeón San Juan y de la nao Gallega, los dos quedaron separados de la línea y a partir de aquí sufrieron el mayor ataque.
No obstante el galeón capitana se puso a tocapenoles con la almiranta francesa, descargándole todo tipo de armas, donde los arcabuces tuvieron mucho y bueno que decir, el resto de franceses fueron buscando a su enemigo ideal, mientras el contralmirante Mr. de Coupoville con sus buques intentó doblar a los españoles, al mismo tiempo que les daba protección a sus brulotes, pues estaba buscando el momento oportuno para lanzarlos sobre la línea española.
Consiguiendo su propósito al lanzar uno dando de lleno en el San Juan, por ser el que había quedado más separado y sotaventado siendo presa fácil, el cual ardió por completo muriendo su capitán el marqués de Cardeñosa, don Diego de Guzmán con casi toda su gente, pues los que saltaron se ahogaron por el peso de las armas y los que se quedaron, fueron abrasados por el fuego como su capitán. Otro de los brulotes se enganchó a la jarcia del bauprés de la capitana española, pero don Pedro Negrete arrió inmediatamente un bote con varios hombres y se interpuso al brulote, consiguiendo, ayudado por la tripulación del galeón desasirse de él y dirigirlo a un lugar que no hiciera daño.
Lo mismo ocurrió con la capitana de la Flota, pero está fue salvada de igual forma por el arrojo de don Adrián Pulido, con la misma táctica de interponer un bote entre los dos cascos, el brulote y la capitana, haciendo resbalar a estrepadas el casco del incendiario hasta conseguir alejarlo por la popa, donde prosiguió su deriva dado que se encontraba a barlovento perdiéndose en la mar. El problema estuvo con la dotación que no hizo caso a sus mandos, efectivamente el espectáculo debía dar terror, pues el brulote iba lamiendo el casco y arboladura de la capitana, esta inseguridad causo espanto y el resultado final fue que solo treinta de los cuatrocientos hombres de la dotación quedaron salvados a bordo, el resto se lanzó al mar pereciendo por el peso de los coseletes y armas.
Esto obligó a don Luis Fernández de Córdoba y Arce a retirarse y buscar refugio; visto por el almirante francés y pensando era la nave que llevaba el dinero, ordenó su persecución, por ello él se puso en vanguardia siguiéndole varios de sus buques, pero don Luis demostró su habilidad y decisión, realizando maniobras impidiendo ser abordado, arribando a la bahía de Cádiz donde encontró seguro refugio.
El bombardeo efectuado por la escuadra española fue tan seguido y contundente que ningún buque enemigo pudo distraerse para atrapar los mercantes, por esta razón todos ellos entraron de nuevo en la bahía de Cádiz. Continuó hasta anochecer cuando por falta de visión ya no se hacía fuego.
Se perdió en el combate el galeón San Juan y el patache, la nao Gallega al mando de don Sancho de Urdanivia fue martirizada por la artillería enemiga consiguiendo salir pero muy maltrecha, porque en algunos momentos del combate y no siendo un galeón, los franceses le llegaron a colocar hasta seis de los suyos y el galeón capitana de la Flota salió más chamuscado que maltratado, sufriendo solo nueve muertos y veinte heridos. Al arribar de nuevo a la bahía de Cádiz, se alegraron todos de verlos, pues solo faltaba un buque importante, cuando se había batido contra el triple de enemigos; se libraron de su total destrucción por no ser mejores conocedores los franceses del arte de navegar y combatir, de haber sido superiores las consecuencias hubieran sido mucho más trágicas, por esto se les recibió con un pequeño canto que en su parte más importante dice: «…si no volvían los galeones con feliz suceso, lo hacían con reputación…»
Notas
- ↑ La Escuadra y Flota se componía de; Capitana de la escuadra, general don Jerónimo Gómez de Sandoval; Almiranta de la escuadra, almirante don Pedro de Ursúa; Capitana de la flota, general don Luis Fernández de Córdoba y Arce; Almiranta de la flota, almirante don Asensio de Arriola; nao Gallega, capitán son Sancho de Urdanivia; galeón San Juan, capitán don Diego de Guzmán, marqués de Cardeñosa; San Jerónimo, capitán don Francisco de Ledesma; Santiago de Nápoles, capitán don Gaspar de Carasa; Cuevas, capitán don Juan de Echeverri; urca, capitán N. de Zabala y Pingue ó patache, capitán don Juan de Ilarraga.
Bibliografía:
Álvarez y Baena, Josef Antonio.: Hijos Ilustres de Madrid. Ilustres en Santidad, Dignidades, Armas, Ciencias y Artes. Diccionario histórico por orden alfabético de sus nombres, que consagra al Ilmo. y Nobilísimo Ayuntamiento de la Imperial y Coronada Villa de Madrid. Editorial Atlas. Madrid, 1973. Facsímil de la edición de 1789.
Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Est. Tipográfico «Sucesores de Rivadeneyra» 9 tomos. Madrid, 1895—1903.
Fernández Duro, Cesáreo.: Disquisiciones Náuticas. Madrid, 1996.
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