Alcala Galiano y de Alcala Galiano, Dionisio Biografia
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Dionisio Alcalá Galiano y de Alcalá Galiano Biografía
Brigadier de la Real Armada Española.
Caballero de la Militar Orden de Alcántara.
Orígenes
Vino al mundo en la villa de Cabra provincia de Córdoba en 1760, siendo sus padres, don Antonio Alcalá Galiano y Pareja, y doña Antonia Alcalá Galiano y Pineda.
Hoja de Servicios
Sentó plaza de guardiamarina en la Compañía de Cádiz el 29 de agosto de 1775. Expediente N.º 1.396.
Desde pequeño era estudioso y aplicado, su amor a las ciencias le granjeó luego un puesto aventajado allí donde el saber no admite dudas; muy joven fue destinado a cooperar en la formación de las cartas marítimas, trabajos por los cuales sintió desde entonces particular afición y distinguiéndose con sumo provecho de la ciencia.
Embarcó en la fragata Júpiter en 1776 y al año siguiente tomó parte en la expedición contra los portugueses, estando la escuadra al mando del marqués de Casa Tilly, con un cuerpo de desembarco a las órdenes del general don Pedro Cevallos, obteniendo el resultado de la toma de la isla de Santa Catalina en la costa del Brasil. Pasó después a Montevideo hallándose en el bloqueo y rendición de la colonia de Sacramento, como oficial de órdenes de don Gabriel de Guerra, comandante del Río de la Plata.
Embarcó en el paquebote San Cristóbal y en él sirvió dos años en aguas del archipiélago de las Malvinas. En 1778 se le ascendió a alférez de fragata. De nuevo en Montevideo y declarada la guerra al Reino Unido, hizo su buque el corso apresando a una fragata mercante enemiga. Regresó a Cádiz a bordo de la fragata Santa Bárbara. Durante todos estos años, su afición a las ciencias le llevó a ampliar sus conocimientos, al aprovechar los estudios que por aquellos años se denominaban Sublimes, mayores y astronómicos.
Al firmarse la paz con el Reino Unido, el ministerio de Marina pensó en perfeccionar los levantamientos hidrográficos de las costas de España y redactar su derrotero.
Pronto sus conocimientos astronómicos e hidrográficos tuvieron de nuevo aplicación activa, en expedición tan notable desde el punto de vista marinero, como la llevada a cabo en 1785 por el capitán de navío Antonio de Córdova y Lasso, comandante de la fragata Santa María de la Cabeza, al estrecho de Magallanes con objeto entre otros, de experimentar si realmente valía la pena acometer su paso con los buques de vela de aquel tiempo, a pesar de los huracanados vientos de componente Oeste y las fuertes corrientes, o bien si era mejor desafiar los temporales del mar abierto, doblando el cabo de Hornos.
Fue designado para ello Vicente Tofiño, quien eligió al comandante expresado y al teniente de navío Alcalá Galiano, para que junto con el personal a sus órdenes en el Observatorio de Marina llevase a cargo el cometido. Siendo elegido el teniente de fragata Alejandro Belmonte, permaneció en ésta comisión entre los años 1784 y 1785, aunque se prolongó hasta 1788, al terminar sus trabajos en ella se le destino al Departamento de Cádiz.
Otra de las expediciones hidrográficas en que tomó parte, fue la que tuvo por objeto determinar la verdadera posición de las islas Terceras, situadas algo a la ligera por el oficial de la marina francesa Flerieu. La corte de Lisboa dio toda clase de facilidades, pues se dar más seguridad a la navegación, razón de mucho interés. Para la corrección de la carta de las Azores se dispuso fuera realizada por la fragata Santa Perpetua y el bergantín Vivo y la balandra Natalia, mandado este último por Alcalá Galiano. Tofiño fue designado jefe de la pequeña flotilla.
Nuevamente le vemos metido de lleno en una expedición a remotos e inhóspitos parajes. Esta vez fue en la célebre llevada a cabo en 1789 por el capitán de navío Alejandro Malaspina, con las corbetas Descubierta y Atrevida, la primera mandada por Malaspina, jefe de la expedición y la segunda por don José de Bustamante y Guerra, también del mismo empleo que el primero. Esta expedición, de objetivo altamente universal, se efectuaba no sólo con fines hidrográficos y astronómicos sino también para estudio de la botánica y de las ciencias naturales en general, a cuyo efecto embarcaron naturalistas y dibujantes. Otro importante objeto de la expedición era conocer la verdad del estado de las colonias españolas y sus necesidades políticas, económicas y militares.
Era una expedición del tipo de las llevadas a cabo por Cook y como la que por aquel entonces realizaba La Pérouse que tan mal fin habría de tener, con su famoso desastre. Con el prestigio adquirido en la expedición de la Santa María de la Cabeza y en los trabajos realizados con Tofiño, no podía faltar siendo elegido para formar parte en esta expedición, trabajó con su ahínco acostumbrado y publicó al final una interesante ‹Memoria› con el resultado de sus observaciones astronómicas y cálculos náuticos. Buenos colaboradores de Galiano fueron entre otros los tenientes de navío De la Concha y Vernaci, el primero de los cuales había de dar su sangre en tierras del Plata. Contornearon los buques de Malaspina la costa de América del Sur, tocando diferentes puertos y fondeando en diversas bahías inhóspitas; exploraron parte de las costas occidentales de América del Norte, regresando a Acapulco.
Donde recibieron la orden de efectuar una detallada exploración para comprobar o desechar la idea de la existencia del Paso del Norte, unión entre los océanos Atlántico y Pacífico, como había asegurado el navegante español Ferrer de Maldonado y también Juan de Fuca. Se propuso al virrey que los capitanes de fragata don Dionisio Alcalá Galiano y don Cayetano Valdés abandonasen la expedición de Malaspina, para tomar el mando de las goletas Sutil y Mejicana y llevasen a cabo un prolijo reconocimiento del estrecho de Juan de Fuca. Como segundos iban los tenientes de navío Vernaci y Salamanca; Galiano, como más antiguo, mandaba la expedición.
Ambos buques eran de muy poco calado, a propósito por ello para navegar por canales de poco fondo; la Sutil, aparejada de bergantín y la Mejicana de goleta, ambas bien pertrechadas de instrumentos astronómicos, antiescorbúticos y de objetos de rescate para intercambiar con los naturales. Visitaron primero el puerto de Nootka, donde había un puesto español y varios buques españoles. Por observaciones astronómicas obtuvieron la longitud del puerto, para referir a ella todas las demás por medio de los cronómetros, procediendo a efectuar los reconocimientos ordenados luchando con las rápidas corrientes y los fuertes vientos encajonados entre las altas montañas que la rodean.
Encontraron buques británicos y con los oficiales de dicha nacionalidad puso Galiano de manifiesto sus dotes diplomáticas. Trabó conocimiento y cortés amistad con el célebre explorador Vancouver. Con él los españoles cambiaron información sobre los descubrimientos realizados por los de una y otra nación y una vez reconocidas todas las calas, con los buques o con los botes, y no hallada salida alguna, se dieron por terminadas estas exploraciones, demostrándose el carácter apócrifo del viaje que daba al estrecho de Fuca como canal de unión entre los dos océanos. Volvieron a California y fondearon en el apostadero de San Blas.
Desarmadas las goletas, regresó a la península atravesando el virreinato de Nueva España hasta llegar en los últimos meses de 1794 a Veracruz donde embarcó, al arribar se le entregó la Real orden con su ascenso al grado de capitán de navío en el mes enero próximo pasado.
Se le considera el inventor del procedimiento de hallar la latitud por observación de altura polar, de un astro a cualquier distancia del meridiano. Mendoza, en la edición de sus tablas de 1809, se atribuye la paternidad del procedimiento. Quizá fuese también inventor por su lado, pero lo cierto es que Galiano lo fue antes, como queda demostrado en la ‹Memoria› de sus observaciones de longitud y latitud publicadas en 1796. Trata en ella, cómo hallar la longitud de un lugar por dos alturas del Sol observadas fuera del meridiano; deducirla por algunas estrellas en los crepúsculos aunque estén distanciadas de él; hallar la longitud por la distancia de la Luna al Sol o a una estrella.
De regreso a la Corte obtuvo el hábito de la Orden de Alcántara por Real cédula fechada el 5 de diciembre de 1795. La fama adquirida en sus anteriores trabajos le hizo ser designado al ser firmada la paz de Basilea para levantar el nuevo mapa topográfico de la península. Cuando todos los preparativos estaban ultimados, la desgracia en que cayó Malaspina arrastró a los que eran sus amigos, incluso los no complicados en la conspiración contra Godoy, quien llevó al Jefe de la expedición a prisión y posteriormente al destierro. Siendo como menos malo su destino al Departamento de Cádiz en cuyo puerto se le otorgó el mando del navío Vencedor.
Por el tratado de San Ildefonso se renovaron las alianzas con Francia el 18 de agosto de 1796. Ello trajo consigo el ataque a Cádiz por los británicos, una escuadra al mando de Nelson intento bombardear la ciudad, en cuya defensa tomó parte principal y decisiva, al mando de algunas de las famosas lanchas cañoneras, las que unos años antes habían sido inventadas por don Antonio Barceló, y que al principio fueros subestimadas por nuestros enemigos, pronto se dieron cuenta que no era así, pues su poca superficie impedía a los grandes navío acertar en ellas, mientras que éstas por el gran tamaño de los buques, no desperdiciaban un solo disparo, lo que las convertía en enemigos ‹incómodos›
En diciembre de 1798 Galiano como comandante del navío San Fulgencio, aprovechando una noche tempestuosa con fuerte viento de Levante, zarpó forzando el bloqueo de Cádiz al tener mayor velocidad que sus enemigos, realizando un tornaviaje en busca de caudales de los que estaba tan necesitada estaba la Hacienda. A los veintiocho días de haber zarpado arribó a Cartagena de Indias, lo que dice mucho de su buen hacer y saber navegar, es muy posible fuera el viaje más corto en ésta época, continuando su derrota hasta arribar a Veracruz. Desde aquí zarpó con varios buques con rumbo a la Habana donde quedaron las fragatas Juno y Anfitrite, zarpó de nuevo buscando los recios vientos del N. O. conocidos que se podían encontrar en las cercanías del golfo de San Lorenzo, en aguas de Terranova los que le llevaron a fondear en el puerto de Santoña pese a la persecución de que le hicieron objeto los británicos, desembarcando un total de siete millones de duros (monedas de a ocho reales) y diversos productos coloniales de mucho valor.
Recibió la orden de pasar a Ferrol, para zarpar esta vez en división a pesar de ser su grado de capitán de navío, estando compuesta por los navíos San Fulgencio, y San Ildefonso más las fragatas Esmeralda, Clara y Medea, en el viaje de ida volvió a burlar a sus perseguidores, pero no así a la vuelta, pues habiendo fondeado en la Habana procedente de Veracruz como la vez anterior, cuando todo estaba preparado para zarpar de nuevo, los vientos fueron contrarios impidiéndole zarpar y unas horas después fue bloqueado el puerto por una escuadra británica compuesta por tres navíos y cinco fragatas al mando del almirante Blinhg, quien le había estado siguiendo sus aguas sin poderle dar alcance. En la Habana le sorprendió la Paz de Amiens, firmada el 27 de marzo de 1802; después de firmarse ésta, se encomendó al brigadier don José Justo Salcedo se hiciera cargo de ella, lo que no gustó a Alcalá Galiano, pero poco después se presentó con su navío y más caudales, fondeando en la bahía de Cádiz en el mes de abril de 1802.
A su regreso a Cádiz le fue otorgado el mando del navío Bahama de 74 cañones: «Feo en su exterior—lo describe su hijo Antonio en sus “memorias” — aunque hecho de soberbio maderaje de cedro con tablazón de grandes dimensiones, encogido de proa y popa, mal configurado así como airoso de costado, muy velero navegando a un largo, aunque ciñendo el viento no era de los más finos y buque por otra parte destinado a servir, al que en esta ocasión tomaba su mando, de glorioso teatro de sus hazañas y muerte en un memorable y fuerte combate»
El buque formaba parte de una escuadra que debía ir a Nápoles a buscar a la futura princesa de Asturias, zarpó y al encontrase en aguas del Estrecho, saltó un fuerte viento de Levante, obligando a navegar dando bordadas, en una de las arribadas ordenadas por Galiano, el timonel viró de orza, justo en el instante que el navío Príncipe de Asturias e insignia estaba tomando rizos, produciéndose un abordaje sin grandes desperfectos entre ambos buques, todo causado porque Galiano con más vela iba a superar la proa de su insignia, a lo que se sumó el error del piloto.
La escuadra arrumbó al cabo de Espartel a buscar refugio, al rolar el viento al O. se arrumbo al cabo de Gata, al llegar a él el general enarboló banderas para poner rumbo al ESE., por ello se supo entonces que la escuadra no iba a Cartagena, cuando llegaron a la vista de la ciudad de Argel, se le dió la orden que junto a la fragata Sabina pusiera rumbo a Túnez, donde se le comisionaba para desempeñar una comisión diplomática, desarrollándola con buen tino.
De regreso a Argel, donde la escuadra había fondeado con igual comisión, como siempre andaba con sus instrumentos tomando observaciones, descubrió un grave error en la posición de la isla Galita, no coincidente con los recientes mapas entregados a los comandantes, por ello al arribar a Cartagena envío al Depósito Hidrográfico las debidas correcciones.
La escuadra pasó seguidamente a Cartagena y allí el Bahama, fue incorporado a la escuadra del marqués del Socorro destinada a ir a Nápoles a buscar a la princesa María Antonia, estando formada por el navío Príncipe de Asturias, insignia, Bahama y Guerrero, más las fragatas Atocha y Soledad, con un bergantín de aviso, zarpando el 22 de julio siguiente con rumbo a Nápoles para embarcar y transportar a la futura Princesa de Asturias y al Príncipe heredero del Reino de las Dos Sicilias, arribando de regreso a la ciudad Condal el 1 de octubre, donde desembarcaron los egregios viajeros, en la misma ciudad contrajeron matrimonio el Príncipe de las Dos Sicilias, con la Infanta doña María Isabel de Borbón, verificado el ceremonial de la boda, como el nuevo matrimonio debía regresar a sus estados embarcaron de nuevo y el 9 de octubre siguiente se hicieron a la mar, arribando al puerto de Nápoles el 19 de noviembre donde desembarcaron, al finalizar todo el ceremonial zarpó la escuadra fondeando en el puerto de Cartagena el día 4 de diciembre del mismo año 1802.
Con motivo de la boda de los príncipes se concedieron muchas mercedes, siendo uno de los beneficiados siendo ascendido al grado de brigadier, pero él no se quedó agradecido por considerar que no debía recibir como merced entre las conferidas a muchos, lo que en justicia y como distinción le correspondía. Siendo así que hizo llegar a la Corte su descontento por escrito, poniendo de manifiesto su disgusto a Godoy y poco después se le comunicó que S. M. concedía a su hijo la gracia de alférez de fragata, con el privilegio que fuese educado precisamente a las órdenes de su propio padre; pero éste tenía otros planes con respecto a su hijo no aceptando esta gracia altamente honrosa.
Estando en Nápoles a donde llevaron a los príncipes de aquel reino, transbordó a la fragata Soledad, con orden de dirigirse a los mares de Grecia y Turquía para levantar las cartas del Mediterráneo Oriental; de cuyos parajes no había entonces en Europa más que una mala carta británica con errores capitales, hasta en las latitudes de las islas y escollos que las forman. Entre ellos navegó en el mes de diciembre sin haber tenido una avería; marcó y situó astronómicamente todas aquellas islas e islotes, continuando su camino hasta Buyukderé y embocadura del mar Negro.
Durante esta memorable campaña mereció el respeto y consideración, así de las autoridades turcas como de todos los países en los que lanzó anclas, al mismo tiempo también las recibió de los representantes y comandantes extranjeros con quienes se encontró, tanto en Constantinopla como en Atenas que también visitó y en todos los puertos del Mediterráneo oriental donde estuvo. Después de visitar el golfo de Lepanto regresó a España costeando Asia Menor y las costas de África del Norte situando islas y otros accidentes hidrográficos; termino sus trabajos en cabo Bon, entrando en Túnez para comprobar la marcha de los cronómetros.
De regreso a España después de un año en la mar, compuso la carta de aquellos parajes con suma maestría, viajando al efecto a Madrid llamado por Real orden, para entregar sus escritos, dibujos y cálculos realizados en tan corto espacio de tiempo, pero volvió a llevárselos por recibir una Real orden que le desterraba de la Corte y destinado a Cádiz, donde remató sus trabajos, sin que se le hubiera ni siquiera dado las gracias; el 16 de septiembre de 1805 estaba en Cádiz ocupado en escribir la relación del viaje, por no haberla podido terminar en la capital.
Desde el 12 de diciembre de 1804 existía estado de guerra con el Reino Unido, por la injusta agresión llevada a cabo contra cuatro fragatas españolas a la altura del cabo de Santa María, que habían sido atacadas por otras tantas británicas en tiempo de paz, provocando con ello que España declarara la guerra al Reino Unido.
Al regreso a la península se había otorgado el mando del navío Santa Ana, de 112 cañones, para ocuparse por entero «…al desempeño de los trabajos relativos a su expedición en que había estado empleado en el Mediterráneo» terminando por fin la «relación» pero sin haber abordado el buque.
Cuando empezaron los armamentos en el Departamento de Cádiz con toda intensidad, se dirigió al Príncipe de la Paz, rogándole le confiriese un destino que pudiese servir a su Patria con las armas, siendo la respuesta otorgarle el mando del navío Glorioso 2º, el cual permutó por el San Leandro, y a finales de mayo tomó de nuevo el mando de su querido Bahama.
La escuadra combinada al mando del almirante francés Villeneuve arribó a la bahía de Cádiz después de realizar la maniobra de distracción con la expedición contra la Martinica, y sufrir los españoles el combate del cabo de Finisterre, pero a su llegada las fuerzas del teniente general Álava de apostadero en ésta bahía quedaron a las órdenes del teniente general don Federico Gravina.
La débil escuadra bloqueadora de Collingwood se fue reforzando más y más. Aprovechando la flojedad de ésta se ofreció de nuevo para forzar el bloqueo e ir a ultramar en busca de caudales, siéndole negado por haberse reforzado en poco días considerablemente la escuadra enemiga.
Ordenado por Napoleón a Villeneuve la salida de la escuadra, se convocó a bordo del navío Bucentaure, insignia del almirante francés un Consejo de Guerra al que asistieron Churruca y Galiano como únicos brigadieres, el segundo en calidad de comandante del Cuerpo de Pilotos. Al refutar la opinión general de los españoles, expuesta por el mayor general Escaño, de ser contrarios a la salida sin esperar un debilitamiento de los británicos, el contralmirante Magón se expresó de manera harto inconveniente. Galiano, de carácter vehemente, le replicó con acaloramiento, llegando al punto de temerse un duelo entre ambos, por ello tuvo que intervenir don Federico Gravina para calmar los ánimos, diciéndole a Villeneuve que al igual que habían sido los españoles los primeros en entrar en combate en el reciente de cabo Finisterre, le seguirían todos en el momento diera la orden de zarpar, pues nunca se habían echado atrás los españoles, en cuestiones de tanta importancia y no era momento de empezar a hacerlo. La escuadra salió de improviso.
Galiano había acompañado a su familia el 17 de octubre a Chiclana, con el pensamiento de volver pronto, pues era razonable pensar que la decisión del Consejo de Generales, no sería violada por intereses personales del almirante francés, por ello la escuadra no saldría.
Pero no obstante, en la madrugada del 19 de octubre de 1805 zarpó el Bahama, formando parte de una división avanzada al mando del francés Magón. Fuera de puntas toda la escuadra, el Bahama, pasó a formar parte de la segunda división de la escuadra de observación mandada por Gravina. Pero en la mañana del 21 quedó en la línea a retaguardia, entre el Plutón y el Aigle, por la orden de ‹virada en redondo a un tiempo› del almirante Villeneuve, quedando desorganizada toda la línea, solo la de Observación al mando de don Federico Gravina que ahora se había quedado en la retaguardia, fue la única que pudo mantener la línea, después de ejecutada la orden recibida.
El Bahama estaba incorporado a una división llamada de ‹reserva›, pero al virar fue justo el duodécimo navío por el que corto la segunda columna británica al mando del almirante Cuthbert Collingwood, con su navío Royal Sovereign, quedando por ello desde el primer contacto en lo más duro de los dos puntos iníciales de ruptura de la escuadra enemiga.
Galiano presentía el duro golpe que iba a recibir España en su Armada y estaba resuelto a perecer con honor. Lo mismo que presintió don Cosme Damián Churruca.
Unos minutos antes de entrar en fuego arengo a sus hombres y dirigiéndose al joven guardiamarina que era pariente suyo, portador de la bandera le dijo: «Cuida de defenderla; ningún Galiano se rinde y tampoco un Butrón debe hacerlo.» Recorrió luego todas las baterías, animando a la tripulación con patrióticas exhortaciones y al regresar a la cubierta dijo a todos mostrándoles la bandera: «Señores, estén ustedes en la inteligencia de que esa bandera está clavada.»
El Bahama, se batió heroicamente con dos navíos enemigos y en algún momento con tres. Siendo el primer enemigo que le dio la banda el navío Colossus, al que luego se le añadió otro y al final fueron tres.
Galiano recibió primero una contusión en la pierna a consecuencia de un balazo que le dobló el sable, después un astillazo en la cara por el que sangraba abundantemente, negándose a dejar su puesto a pesar de la insistencia de sus oficiales en el alcázar, otra bala le arrebató el anteojo de las manos y por último otra de mediano calibre le destrozó la cabeza arrancándole la vida. Por las circunstancias y a pesar de estar cerca de tierra, se decidió lanzar su cuerpo al mar, recibiendo así la acostumbrada sepultura de un gran marino que si cabe lo ha inmortalizado más.
Desarbolado el buque y todo cubierto de cadáveres, el teniente de navío en quien recayó el mando, por estar todos sus oficiales de mayor grado o muertos o heridos, juzgando toda resistencia inútil y hallándose el buque falto de todo poder combativo, ordenó arriar la bandera, acción que no tuvo que realizar el guardiamarina Butrón pues se encontraba en la enfermería herido gravemente. El furioso temporal que siguió al combate arrojó al Bahama, contra la costa donde se deshizo.
En la biografía escrita por su hijo, don Antonio Alcalá Galiano nos hace una descripción de su persona diciendo: «Era D. Dionisio Alcalá Galiano de corta estatura, de complexión recia y robusta, de color blanco y ojos azules, de gesto desapacible y como de hombre distraído. Era de condición muy irascible, aunque pronto en deponer la ira, rígido en la observancia de la disciplina, sumamente activo, generoso por demás, fácil en ofenderse aún por frioleras, y algo vano de las prendas que tenía. Su instrucción no pasaba de mediana. Aún en las ciencias sabía perfectamente lo que sabía, pero era corta su erudición. Entendía medianamente el latín, traducía y hablaba regularmente el francés y poco el inglés, y de este poco hacía grande alarde y estaba muy ufano por ser en su tiempo muy poco conocida en España la lengua inglesa. Era muy amado de sus subalternos, como lo prueba que al dejar en 1805 el mando de un navío para tomar el del Bahama, quisieron trasbordarse con él, y se trasbordaron, toda la oficialidad y tripulación; circunstancia notable y demostración muy honrosa.»
Su buen hacer a lo largo de su carrera, todos sus conocimientos quedaron plasmados en diferentes obras y su muerte heroica en combate, le elevaron tanto en vida como después de fallecido a dejar en la Real Armada un recuerdo imperecedero, siendo perpetuado en el Panteón de Marinos Ilustras con una lápida, colocada en la tercera capilla del Oeste, que dice:
A la memoria
del Brigadier de la Armada
Don Dionisio Alcalá Galiano
Muerto gloriosamente sobre el navío de su mando
el «Bahama» en el combate de Trafalgar
el 21 de octubre de 1805
Otro de los grandes que se nos fue innecesariamente, para que luego algunos digan que no hubo derroche de todo tipo en este infausto día.
Bibliografía:
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