Niza combates 1543

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Niza combates 1543

Su pérdida y posterior recuperación, por los ejércitos españoles.


Entre los años de 1541 á 1544, se produjo la cuarta guerra entre el rey de Francia don Francisco I y el rey de España don Carlos I.

Como el Rey francés, ya no sabía por dónde atacar al Rey español, consideró necesario buscar un aliado de fuerza, lo que le llevó a entablar una alianza con el Sultán del Imperio Otomano ó la Sublime Puerta, Solimán el Magnífico.

El cual se dirigió por tierra a las de la actual Hungría, entonces posesiones del Sacro Imperio, para acosar por este lugar y atacar, amenazando la frontera Este del Sacro Imperio, por lo que el Rey-Emperador se vería acorralado y en algún punto debería de ceder.

Al mismo tiempo que le daba la orden a su gran almirante Barbarroja, que al mando de cien galeras pusiera rumbo al puerto de Marsella, por lo que se hizo a la mar el día 25 de abril del año de 1543.

En su rumbo atravesó el estrecho de Messina y se dedicó a realizar saqueos de aquellas costas y sus ciudades, para arribar al puerto de Marsella el día 20 de julio.

En este puerto se reunieron las galeras de la Sublime Puerta y las francesas, cargadas casi al máximo, levaron anclas con rumbo a Villefranche, donde se cargaron sesenta piezas de artillería, más un pequeño ejército francés, al mando del duque de Enghien, al que había que sumar, los ocho mil jenízaros otomanos.

Consiguieron desembarcar en la cercanías de Niza, a la que le pusieron sitio, realizando varios asaltos que fueron rechazados, por lo que no encontraron otra forma de poderla asaltar, que realizar un largo bombardeo durante varios días, al final de ellos la plaza ya no pudo soportar el envite, pues sus murallas habían sido casi destruidas por completo y abierto grandes boquetes.

Por ello el día 18 de agosto se rindió, como era costumbre en la época se dedicaron al saqueo, donde parecía que era a ver quién podía más, si otomanos ó franceses, cometiendo toda clase de tropelías.

Pero en el interior de la plaza, se encontraba el castillo, a cuyo frente de su defensa, se encontraba el prior de Lombardía, el cual motivó tanto a sus fuerzas, que los enemigos fueron incapaces de tomarlo y se mantuvo firme en ello.

Esta noticia, llegó al rey don Carlos I, por lo que sabedor de la crítica situación del prior, ordenó de inmediato que se trasportara una fuerza suficiente, para desalojar a los enemigos, recibiendo la orden el marqués del Vasto, que era a la sazón el Gobernador del Milanesado, pero al mismo tiempo, también se lo ordenó al duque de Saboya.

A estas fuerzas se unieron, las marítimas de Génova, al mando de su jefe Giannettino Doria, a las que se sumaron las del mando de don Bernardino de Mendoza, con las galeras de España.

Pero lo curioso de todo esto, fue la reacción de los enemigos, que notificados de lo que se les venía encima, ni siquiera se esperaron a verlos llegar, pues abandonaron la ciudad en una franca huida.

Al llegar los ejércitos españoles y entrar en la ciudad, se la encontraron en ruinas, porque en su huida los turcos y franceses, le habían pegado fuego por entero, no quedando casi nada en pie, a excepción de algún muro que había conseguido mantenerse, además de totalmente saqueada, tanto que incluso las rejas de las casas se las habían llevado.

El almirante otomano, en sus prisas y sobrecargadas catorce de sus galeras se fueron a pique, con el resto unido a las francesas, pusieron rumbo a Tolón donde pasarían la invernada, para pasado el mal tiempo, hacerse a la mar en la primavera siguiente.

Eso sí, cuando levó anclas del puerto francés, con rumbo a su país, las galeras estaban a tope de cristianos esclavos, para luego ser vendidos y sacar más provecho de sus depredaciones por el Mediterráneo occidental.

Esto es una muestra palpable, de que atacar a España en los siglos XV á XVIII, fue una cuestión vital para casi todos los países de Europa, ya que ninguno poseía nada ni parecido, por lo que para conseguir ser alguien, había que robar al que lo tenía y para ello, no importaba ni la religión ni la proximidad a un objetivo, simplemente era necesario, llegar a un acuerdo sobre el reparto de lo sustraído.

Por esta razón hubo muy pocos años de tranquilidad en España, siéndole muy difícil recuperarse de tanta rapiña, pues cuando no eran unos, lo eran los otros y a veces hasta tres o cuatro al mismo tiempo, y eso agota al más rico ó poderoso, sea quien sea y si no, simplemente revisemos la Historia, que es prolija en el devenir de sus propias páginas.

Bibliografía:

Enciclopedia General del Mar. Garriga, 1957, Compilada por Ángel Dotor.

Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Est. Tipográfico «Sucesores de Rivadeneyra» 9 tomos. Madrid, 1895—1903.

VV. AA. Historia General de España y América. Ediciones Rialp. Madrid, 1985-1987. 19 tomos en 25 volúmenes.

Mariana, Padre.: Historia General de España. Imprenta y Librería de Gaspar y Roig. Madrid, 1849-1851. Miniana fue el continuador de Mariana.

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