Cádiz temporal 1810
De Todoavante.es
El 5 de marzo se desató uno de esos temporales que no es posible dejarlo en el olvido. Comenzó al amanecer con vientos del S.E., al S., de forma que el abrigo de la bahía Cádiz no era tal, pues en el mismo fondeadero ni los más valientes podían navegar con los grandes botes de los navíos.
Estaban fondeados entre otros los navíos San Ramón, Montañés, Argonauta, Castilla, Concepción y la fragata Nuestra Señora de la Paz, todos al mando del teniente general don Juan María de Villavicencio, más la escuadra británica del almirante Puwis, un navío portugués y otros extranjeros, al medio día los cables comenzaron a faltar, pidiendo sus comandantes socorros para sostenerse, pero era imposible dárselo pues nada se podía hacer.
Continuó el fuerte temporal y al día siguiente 6, se vio al navío Montañés mocho y encallado en la boca del río San Pedro, pero no a mucha distancia se encontraban otros cinco buques mercantes en su misma situación, durando todo el día, por ello al amanecer del 7 se pudo ver que ya había entre el Trocadero y el río San Pedro tres navíos españoles, el portugués, una corbeta británica con tropas a bordo y diecisiete buques mercantes encallados, se mantuvo hasta medio día la fuerza del viento que comenzó a caer en este momento, lo que permitió poder acudir en socorro de los necesitados, aunque lo primero fue sacar de la corbeta británica a todos los hombres que transportaba, al mismo tiempo ir recogiendo náufragos que constantemente estaban pidiendo auxilio.
Pero los invasores napoleónicos viendo que los buques estaban a su alcance comenzaron a atacarlos, fue tan contundente el ataque que al navío Montañés no era posible socorrerlo, pensando el mando en darle fuego para impedir se hicieran con la artillería que portaba, pero los enemigos no lo pensaron mejor, porque comenzaron a bombardearlos con «bala roja», así ardieron tres navíos españoles y una fragata, más el navío portugués, por ello no consiguieron tan preciado material. Se sabe que hubieron muchos ahogados e incluso desaparecidos de todos los pabellones.
La fuerza del temporal debió ser extraordinaria, y su larga duración fue en gran parte la causa de tantos siniestros; más no poca debe achacarse al estado de penuria y abandono en que se encontraban nuestros buques: los cables de muchos de ellos estaban en mal estado y no había en el Arsenal para ser reemplazados, las dotaciones eran mínimas, tanto que en algún navío fue imposible sacar la «esperanza» (el ancla más pesada a bordo de todo buque), siendo muy posible hubiera salvado a más de uno, pero se juntaba que era gente de leva y no expertos de mar, aumentando y complicando todavía más el problema, y los daños, ya que varios de ellos se lanzaron al agua en clara deserción para buscar su salvación olvidando al resto, algo impropio en gente profesional de la mar.
Para terminar de completar el panorama tres de los buques eran pontones para los prisioneros napoleónicos, teniendo en sus inmediaciones botes para impedir se escaparan, al ver los oficiales la posibilidad de que los cautivos picaran los cables, en la seguridad de alcanzar la costa y conseguir la libertad por ser arrastrados por el viento, a pesar de ser casi imposible mantenerse, se dio la orden de doblar la vigilancia, evitando que nada sucediera al estar mejor custodiados.
Los navíos perdidos fueron, el Purísima Concepción, de 118 cañones, Argonauta y Montañés, de 74, San Ramón, de 68 y Castilla, de 58, más la fragata Nuestra Señora de la Paz, de 34 y una fragata mercante, fueron muy dañados los navíos Príncipe de Asturias, de 118, Plutón, de 74 y Miño, de 54, el británico Baluarte, corbeta Mercurio, de 24 y la fragata Casilda, de 34 más una británica.
Bibliografía:
Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Est. Tipográfico «Sucesores de Rivadeneyra» 9 tomos. Madrid, 1895-1903.
Fernández Duro, Cesáreo.: Naufragios de la Armada Española. Establecimiento tipográfico de Estrada, Díaz y López. Madrid, 1867.
Paula Pavía, Francisco de.: Galería Biográfica de los Generales de Marina. Imprenta J. López. Madrid, 1873.
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