Ayalde y de Ibarrola, Tomas de Biografia

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Tomás de Ayalde y de Ibarrola Biografía



Teniente general de la Real Armada Española.

Orígenes

Vino al mundo a lo largo del año de 1760 en la población de Usurbil, en la actual provincia de Guipúzcoa, siendo su padre, don Jerónimo de Ayalde de Archega, alcalde de Usúrbil, y de su esposa, doña Ana María de Ibarrola de Echeveste, nacidos los dos en la misma población.

Hoja de Servicios

Elevó petición y se le concedió la Carta Orden de ingreso en la Compañía de Guardiamarinas del Departamento de Cádiz, sentando plaza el día veintisiete de febrero del año de 1776. Coincidió que este año se abrieron las Compañía de Ferrol y Cartagena, por esta razón junto a los compañeros asignados pasó embarcado de transporte en el navío San Miguel, zarpando el día veinte de marzo siendo de los primeros en estrenar la de Ferrol. Expediente. N.º 1.431. Junto a su hermano José.

Aprobó el examen de los estudios teóricos y se le ordenó embarcar en el navío Miño el día veinticinco de mayo del año de 1779, para comenzar los prácticos. Mostró una gran desenvoltura en ellos lo que unido a la falta de mandos subalternos, le facilitó el ascender a alférez de fragata el día tres de julio siguiente, lo que indica que solo estuvo de prácticas como guardiamarina nueve días.

Siendo destinado al navío Brillante, pero como era habitual no estuvo mucho tiempo, trasbordando al San Carlos y posteriormente al Septentrión, pertenecientes todos ellos a la escuadra del general don Luis de Córdoba, por lo que estuvo en el apresamiento del gran convoy británico que tuvo lugar el día nueve de agosto sobre el cabo de Santa María, compuesto por cincuenta y cinco velas, escoltado por tres fragatas de guerra, de los mercantes por reunir condiciones aconsejables algunos de los apresados, pasaron a formar parte de la Armada después de ser mejorados, sobre todo los cinco fuertes y marineros indiamen, convirtiéndose: la Hillborough, de 30 cañones, en la Santa Balbina, de 34 cañones; la Royal George, de 28, en la Real Jorge; de 30; la Monstraut, de 28, en la Santa Bibiana, de 34, y las Geoffrey y Gatton ambas de 28, fueron respectivamente la Santa Paula, de 34 y Colón, de 30.

Participó en la segunda campaña del Canal de la Mancha, en la que la escuadra del general don Luis de Córdova, en unión de la francesa al mando del conde de Guisen, pero al igual que la vez anterior no hubo triunfo que cantar, pues el canal estaba limpio de enemigos. Por lo que arribaron primero al Arsenal de Brest, donde se separaron las escuadras; la española volvió a zarpar con rumbo a Cádiz donde arribó el día veintitrés de septiembre del año de 1781.

En el año de 1782, se llevó a cabo el gran asedio de Gibraltar, en respuesta a esta acción española, los británicos enviaron una escuadra para socorrer la plaza al mando del almirante Howe, al que le salió al encuentro el general Córdova con sus fuerzas, pero las enemigas con su convoy aprovecharon un fuerte temporal cuyos vientos les favorecían consiguiendo arribar al Peñón descargando los tan esperados auxilios. Se perdió el navío español San Miguel, arrojado por la tempestad bajo los mismos muros de Gibraltar.

Cuando el almirante lord Howe volvía al Atlántico, don Luis de Córdova le salió de nuevo al paso y se trabó el combate del día veinte de octubre del año de 1782, en aguas frente al cabo Espartel, de quien recibe el nombre.

Los británicos admiraron: «el modo de maniobrar de los españoles, su pronta línea de combate, la veloz colocación del navío insignia en el centro de la fuerza y la oportunidad con que forzó la vela la retaguardia acortando las distancias» El combate tuvo una duración de cinco largas horas.

Los buques enemigos por ir ya forradas sus obras vivas de cobre tenían más andar, lo que les permitió mantener en todo momento las distancias y cuando ya el resto de la escuadra española iba llegando al combate, decidieron por el mayor número de navíos españoles rehuirlo, por lo que enseñando sus popas se fueron alejando del alcance de la artillería española.

Recibió una Real Orden con fecha del día veintiuno de de diciembre del año de 1782, por la que se le ascendía al grado de alférez de navío, pasando unos días hasta recibir la orden de embarcar en la fragata Asunción, realizándolo el día veintiséis de febrero del año de 1783, con destino a las islas Filipinas con las actas de la firma de la Paz en aquellas islas, a las que se realizó el viaje, entregaron los documentos y regresaron a la bahía de Cádiz, después de tan largo viaje quedó desembarcado por pasar a desarme la fragata. Por lo que se le destinó como ayudante en los Batallones de Infantería de Marina, tomando el cargo el día tres de agosto del año de 1784.

Con fecha del día treinta de agosto del año de 1785 se le ordenó embarcar en el navío Astuto, estando cargado con tropas y azogues, zarpó con rumbo a Cartagena de Indias, donde desembarcó a la tropa, continuando viaje a Veracruz donde desembarcó los azogues, arribó a la Habana donde terminó de cargar el situado, zarpando con rumbo a la bahía de Cádiz, donde desembarcó el día veinticinco de octubre del año de 1787 por pasar el buque a desarme y al pisar tierra, se le entregó una Real Orden con fecha del día veintiocho de abril próximo pasado, por la que se le notificaba su ascenso al grado de teniente de fragata.

Permaneció en el Departamento en distintos destinos, sistema que se utilizaba para que los jóvenes oficiales se fueran haciendo con todo lo que importaba a su futura carrera. Recibió la orden de embarque en la fragata Rosario el día uno de abril del año de 1789, que pertenecía a escuadra del general don Félix de Tejada, la cual pasó a realizar la campaña sobre Liorna y Nápoles.

El día uno de septiembre se le ordenó trasbordar a la fragata Guadalupe, con la que regresó a la bahía de Cádiz, al arribar pocos días después, el día cinco de octubre recibió la orden de trasbordar al navío San Hermenegildo, con el que navegó de transporte a Ferrol, por haber sido nombrado Subinspector de éste Arsenal.

Permanecía en éste destino, cuando recibió la Real Orden del día uno de marzo del año de 1791, con la noticia de su ascenso a teniente de navío, permaneciendo en el mismo hasta la Real Orden del día doce de julio siguiente, en la que se le comunicaba su embarco en la fragata Elena, realizando misiones en el Cantábrico, transportando tropas y pertrechos del Arsenal a los diferentes puertos, recibiendo su comandante la orden de pasar a vigilar el cabo de San Vicente y pasar al Mediterráneo a realizar el corso sobre las costas de las regencias norteafricanas, al finalizar su misión el buque regresó a su base de Ferrol y desembarcó la dotación completa por pasar a desarme el día veintinueve de diciembre del mismo año.

(Es curioso cuando menos, que una fragata destinada en Ferrol, sea desplazada a realizar misiones que correspondían a los Departamentos de Cádiz y Cartagena, no sé si alguien no estaba en lo que se mandaba o simplemente con tanto desarme, preferían desplazar al buque que estuviera en servicio y no armar uno en el Departamento correspondiente)

Quedó sin destino en el Arsenal, hasta recibir la orden del día uno de febrero del año de 1792, por la que se le nombraba de nuevo ayudante Subinspector del mismo, permaneció en el puesto hasta el día veinticinco de junio de 1793, por recibir la orden de embarcarse de nuevo en el navío San Hermenegildo, que era el navío insignia del jefe de escuadra don Federico Gravina, con la que zarpó con rumbo al Arsenal de Cartagena, para avituallarse y seguir rumbo al cabo de Creus donde se unió a la escuadra del mando del general don Juan de Lángara, a donde acudió también la británica del almirante Hood, unidos pusieron rumbo a Tolón, al arribar a la base francesa desembarcó la tropa y tomó el puerto, arsenal, fortalezas y plaza. En defensa de los franceses que huían de la Revolución, por cuyo motivo tanto España como el Reino Unido le habían declarado la guerra a la República de Francia.

Durante las operaciones en tierra Ayalde se mostró de los más destacados sobre todo por su bravura, pero la ciudad y el puerto fue contraatacada por el ejército revolucionario francés, estando al mando de Dugomier y entre sus jefes un joven comandante de artillería llamado Napoleón Bonaparte, obligando a ambas escuadras a abandonarlo el día dieciocho de diciembre, la española puso rumbo al Arsenal de Cartagena, donde arribó el día treinta y uno siguiente.

Permaneció en el Arsenal hasta recibir la orden del día tres de marzo de 1794 de trasbordar al navío Reina Luisa, insignia del general don Juan de Lángara, con la que zarpó con rumbo de nuevo a Liorna para traer a España, al Príncipe heredero de Parma, ya de regreso en el mismo Arsenal, el día doce de mayo siguiente se le ordena trasbordar al navío San Hermenegildo, que seguía siendo el buque insignia de don Federico Gravina, con rumbo a la defensa de Rosas donde volvió a demostrar su valor, pasando posteriormente al puerto de Barcelona, ya que se había recibido una Real Orden por la que se le otorgaba el mando del bergantín Vivo, tomando posesión el día veinticuatro de junio siguiente, con el que estuvo transportando tropas y marinería para reforzar la plaza de Rosas, y refrescando a las dotaciones.

Prosiguió con los cruceros sobre los puertos de Portvendre, La Selva, Cabo Creux y Cabo de San Sebastián, se le encomendó la misión de continuar reforzado de tropas las zonas costeras, así arribó en varias ocasiones de Palamós a Rozas, para no dejar al ejército abandonado, estando en esto se le comisionó especialmente para transportar a un reo de Estado, desde la ciudad Condal a Liorna dejándolo en manos de la justicia y retornando a Barcelona, pero no se le dejó ni fondear, pues se le acercó una falúa y le entregó unos pliegos, para de nuevo llevarlos a Liorna, regresando al puerto de partida, al arribar se encontró con su ascenso al grado capitán de fragata y habiendo sido reclamado por el general don Juan de Lángara, entregó el mando del bergantín y zarpó de transporte al puerto de Mahón, donde se encontraba la escuadra y abordando el navío insignia Reina Luisa, el mismo general le nombró segundo comandante del buque.

Por Real Orden del día siete de septiembre del año de 1795, se le otorga el mando de la fragata Dorotea, de la escuadra de don José de Mazarredo, la cual fue cargada con caudales que transportó a la ciudad de Argel, siéndoles entregados al Cónsul de España en aquella Regencia, zarpando con rumbo a Cartagena quedando incorporado a este Arsenal, del que zarpó en corso en varias ocasiones, en una de sus arribadas, por Real Orden del día trece de agosto del año de 1796, se le entrega el mando de fragata Mahonesa, que estaba incorporada a la misma escuadra, siendo su primera misión zarpar con rumbo al puerto de Mallorca y allí cargarla con marineros para reforzar la escuadra, regresando a Cartagena.

De nuevo zarpó de puerto de Cartagena el día uno de octubre siguiente, para transportar a seis prácticos para la escuadra del general don Juan de Lángara, estando en aguas del Cabo de Gata el día trece, se encontró en la derrota con la fragata británica Terpsichore del porte de 40 cañones y varias carronadas, mientras que la suya era de 34, pero no se lo pensó y trabó combate, éste duró dos horas y media, en el transcurso de él la Mahonesa sufrió graves daños; la jarcia y las velas destrozadas, el casco acribillado y con varios impactos en la línea de flotación, así como varias piezas de artillería desmotadas, la artillería que montaban ambas era de a 12, cuando ya tenía un oficial y veinte hombres muertos, más un oficial y veintisiete tripulantes heridos pero se mantenía firme en su resistencia de ser capturada.

Pero la británica tampoco estaba entera; pues su aparejo estaba troceado, los tres palos no podían soportar una navegación por estar con varios impactos, incluso el bauprés estaba partido y las vergas en parecidas condiciones a los palos, y las velas de igual forma que la española. A pesar de esto el resto de la dotación española se negó a seguir combatiendo, Ayalde los intentó convencer de que no era tanta la diferencia, que estaban en aguas española y los daños de la enemiga no eran inferiores, por lo que solo era cuestión de aguantar algo más y serían vencidos, pero no pudo evitar ser abordados a pesar de la defensa que los oficiales y algunos marineros realizaron, al rendirse por incapacidad de poder vencerlos fueron apresados y la fragata con dotación de presa marinada a Gibraltar.

Al ser conocida la noticia, se les canjeó inmediatamente regresando a Cádiz, pero lógicamente el Comandante tuvo que pasar el Consejo de Guerra de Oficiales Generales, el dictamen del alto Tribunal, le acusó de error de concepto facultativo y muy poca precaución por dejarse llegar a tiro de pistola. A su favor tenía su gran valor demostrado y una carta del capitán británico que le hizo prisionero Mr. Bowen, que remitió un informe en el que venía a demostrar que no era culpa del comandante pues le indica su tenacidad, celo, valor e inmejorable conducta del comandante y los oficiales, así como algunos de sus hombres, ya que intentaron defenderse sin la ayuda del resto de la tripulación.

El Rey en consideración a sus buenos servicios, el informe del enemigo (que no tenía porque mentir) sólo le sancionó con la pérdida de sueldo y empleo por un tiempo de seis meses, en los que debía de servir como marinero aventurero en el buque insignia del Comandante General de la Escuadra del Océano. Al tenerla cumplida el mismo Comandante General, lo puso al mando del apostadero de las fuerzas sutiles de la puerta de Sevilla, con las que realizó varios ataques a las fuerzas británicas bloqueadoras de la bahía de Cádiz, ya que en el tiempo de su condena, se había sufrido el fatal combate naval del Cabo de San Vicente del día catorce de febrero del año de 1797 y ahora se estaba en el bloqueo de la escuadra al mando del contralmirante Nelson, ya en 1798.

El día seis de septiembre de éste año, lo reclamó el general don José de Mazarredo a su buque insignia, que ahora era el navío Concepción, con el destino de Subinspector de la escuadra de su mando, por lo que zarpó en ocasión que ordenó el general en persecución de la escuadra bloqueadora, pero no pudo darles alcance y regresó a la bahía transcurridos ocho días.

De nuevo la escuadra zarpó con rumbo al Arsenal de Cartagena, donde se le unió la francesa al mando del almirante Bruix, con la que retornaron a la bahía de Cádiz y desde aquí doblando el cabo de San Vicente, con rumbo a la Arsenal francés de Brest.

Permaneció en este Arsenal hasta el fin de la guerra; zarpó de éste con la división al mando de don Antonio de Córdova, con rumbo a la bahía de Cádiz, arribando el día trece de mayo del año de 1802. No tardó mucho en ser reclamado, por lo que el día veintiocho siguiente trasbordó al navío Príncipe de Asturias, que al mando de jefe de escuadra don Domingo de Nava, zarpó el día cinco de junio pasando a cruzar la división sobre las aguas de las regencias norteafricanas, al finalizar la demostración de bandera arribó a Cartagena, donde se unió a la escuadra del mando del Marqués del Socorro, con la que zarpó con rumbo al reino de Nápoles con la misión embarcar allí a la futura Princesa de Asturias, arribando a la ciudad Condal donde desembarcó S. A., zarpando de nuevo llevando a bordo a la Infanta de España, para matrimoniar con el Príncipe heredero del Reino de las Dos Sicilias, volviendo a arribar al puerto de Nápoles.

Ya de regreso en Cartagena se le entregó la Real Orden del día cinco de octubre del año de 1802, por la que se le ascendía al grado de capitán de navío, permaneciendo en su navío de destino. Con fecha del día uno de febrero del año de 1803, zarpó con rumbo a Ferrol arribando sin novedad y lanzando las anclas, hasta que el día veinte siguiente por pasar a desarme el navío quedó desembarcado.

Pero al día siguiente por una Real Orden, se debe de presentar en el Departamento de Cádiz, al llegar por una Real Resolución del día treinta de abril se le destina como subdirector de pertrechos del Arsenal de la Carraca, permaneciendo en este cometido hasta recibir la Real Orden del día dieciséis de septiembre de 1804, para embarcar en el navío Santísima Trinidad, en el que permaneció hasta el día veinte de marzo del año de 1805, por recibir la orden de trasbordar al navío Argonauta, con el cargo de Subinspector de pertrechos y ayudante general de la escuadra del mando del general don Federico Gravina.

Se encontraban en la bahía de Cádiz al arribar la francesa de Villeneuve, con prisas se alistaron los buques españoles y zarparon el día diez de abril la escuadra del mando del general don Federico Gravina, en combinación con la francesa recién llegada ostentando el mando en jefe de la combinada el almirante francés, pusieron rumbo a la Martinica, al arribar se desembarcó y tomó el fuerte del Diamante. A parte este viaje fue una maniobra de distracción para forzar a la escuadra británica del mando del almirante Nelson a que les siguiera, para que dejarán libres las aguas entre Finisterre y el Arsenal francés de Brest, punto de arribada que le había sido marcado por el Emperador francés a su almirante.

Estando en aquellas aguas, le llegó la información al almirante Villeneuve que la escuadra de Nelson estaba en las mismas, pero no queriendo encontrase con ella decidió regresar a la Península. Poco tiempo después el Almirantazgo británico informado a su vez del regreso, ordenó al almirante lord Cornwalis abandonar el bloqueo de Brest y Rochefort, para acudir en apoyo del almirante Robert Calder, que se encontraba bloqueando Ferrol con quince navíos, cuatro de ellos de tres baterías, pero recibió la misma orden de abandonar el bloqueo para situarse entre las noventa y ciento veinte millas cruzando en espera de la llegada de la flota combinada.

El 22 de julio sobre el cabo de Finisterre, la escuadra combinada se encontró con la británica. La combinada se había retrasado por una serie de vientos del nordeste, que por serles contrarios a su rumbo les retrasaron entre ocho y diez días, a lo que se sumaba que los buques habían sufrido mucho y algunos no estaban en condiciones para entrar en combate sumándose, que el trabajo extra realizado mantenía a las dotaciones agotadas, pero la escuadra era superior, ya que la formaban veinte navíos de ellos uno solo el insignia de don Federico Gravina, el Argonauta del porte de 92. Lo incomprensible de este encuentro, es que la flota combinada llevaba a siete fragatas francesas y una española, que podían haberse enviado para avisar a la escuadra de la presencia de la británica, lo cual no se realizó, como queda demostrado.

Sobre las dos de la tarde, empezó a caer una niebla intensa, pero se pudo ver todavía la maniobra que realizó Calder, en imitación a la del almirante Jervis en el cabo de San Vicente ocho años antes, pues se les venía encima de vuelta encontrada por sotavento, era evidente que su intención era solo atacar a la retaguardia y con la superioridad de dos o tres contra uno y causar los máximos daños posibles. A esto el almirante Villeneuve respondió dando la orden de virar por avante y como la vanguardia estaba formada por los buques españoles, ahora se convertían en la retaguardia y los que tuvieron que soportar el peso del combate. (Otra virada del almirante Villeneuve, aunque fuera anterior a la más famosa de Trafalgar, ¡vamos que al almirante le gustaba virar en el último minuto!)

Sobre las cinco de la tarde comenzó el combate, ya que salieron de la niebla el Heros y el Ajax británicos, pero se dieron cuenta de que la formación no era la misma, por lo que soltaron escotas manteniéndose al pairo hasta recibir las ordenes, sobre las cinco cuarenta y cinco se les dio la orden de atacar, así comenzó el combate siendo los navíos españoles San Rafael, Firme y España, sobre los que se les vinieron encima varios de los navíos enemigos y entre ellos dos de tres baterías y 98 cañones; al mismo tiempo la niebla iba en aumento, lo que obligó a mantener distancia a la vista y no se dio ninguna orden de ayudar a los tres buques, solo un poco antes de las ocho de la noche, los navíos franceses Plutón, Mont Blanc y Atlas, pudieron localizar por el fuego al España y rescatarlo.

A partir de aquí ya fue imposible seguir el combate, porque la niebla seguía cayendo y ya la oscuridad de la noche no permitía mantener el contacto, por lo que se perdieron apresados el San Rafael y el Firme, que en sí no era una gran pérdida, ya que eran de los más antiguos de la flota, pero en cambio sus tripulaciones, también eran de las expertas y esto sí que hizo más daño. Los españoles perdieron dos navíos y en torno a las seiscientas cincuenta bajas en total, mientras los británicos solo perdieron algo menos de doscientos hombres y algunos importantes daños de las primeras descargas de los españoles. Siendo llevados los prisioneros a Portsmouth.

Con respecto a éste combate el Emperador de los franceses dijo: ‹Los españoles se han batido como leones› (Y nosotros preguntamos, con toda esta muestra de saber entregar todo por nada, ¿Cómo después supuso que fuera tan fácil conquistar un país con ese ejemplo de sus hombres?)

Ante este inesperado combate, el almirante francés de la combinada decidió poner rumbo a la bahía de Cádiz. Al arribar y estar ya listos los buques el general Gravina cambió su insignia al Príncipe de Asturias, donde le siguió Ayalde, formando parte de la Mayoría de la escuadra. Después de todos los avatares que tuvieron lugar en el fondeadero, el almirante francés resolvió zarpar desoyendo los avisos de tener casi encima un temporal, así se fue haciendo a la mar la escuadra el 20 de octubre de 1805. Dando pasó al ya conocido combate del 21 de octubre, llamado de Trafalgar por hallarse frente al cabo de éste nombre en tan nefasta ocasión, donde el almirante Nelson consiguió una gran victoria sobre la escuadra combinada. (Que pensamos, que en parte le fue servida en bandeja de plata.)

Por el comportamiento de las tripulaciones y sus oficiales, el rey don Carlos IV concedió el ascenso al grado superior a todos aquellos que se habían portado como héroes, por ello recibió una Real orden del 9 de noviembre, por la que se le comunicaba su ascenso al grado de Brigadier y el siguiente día diecinueve por otra Real Orden se le otorgaba el mando del mismo navío, el Príncipe de Asturias pero sin dejar su anterior cargo en la Mayoría y con fecha del 7 de junio de 1807 se le nombra Mayor General de la Escuadra del Océano, mientras la escuadra no zarpó de la bahía.

Por ello se encontraba en el Departamento al sobrevenir la invasión napoleónica y como consecuencia el general don Juan Ruiz de Apodaca ordenó a pesar de las dilaciones del almirante francés Rosilly; comenzando el ataque el día nueve y terminando el día catorce, en que la situación ya era insostenible por parte francesa.

Por lo que al rendirse el botín de guerra fue cuantioso; prisioneros, tres mil seiscientos setenta y seis, 442 cañones de á 24 y 36, mil seiscientos cincuenta y un quintales de pólvora, mil cuatrocientos veintinueve fusiles, mil sesenta y nueve bayonetas, ochenta esmeriles, cincuenta carabinas, quinientas cinco pistolas, mil noventa y seis sables, cuatrocientos veinticinco chuzos, ciento una mil quinientas sesenta y ocho balas de fusil, más toda la carga de munición de la artillería de los buques y sobre todo, fueron los víveres los que calmaron al menos el hambre de los españoles.

La inactividad y falta de cuidados a la escuadra, suscitó que por Real Orden del día uno de septiembre del mismo año de 1808 fuera cesado como Mayor General de ella, pero no por tener nada en contra de él, sino porque la escuadra entera pasó a desarme; (No fue solo el combate de Trafalgar el que acabó con la Real Armada Española) el día quince desembarcó después de comprobar que ya nadie estaba a bordo de la escuadra. Por Real Orden del día ocho de noviembre del mismo año se le entregó el mando del navío San Leandro, zarpando el día siete de abril del año de 1809 con el nuevo capitán general de la provincia de Venezuela con destino a la Guayra y cargado con azogues para desembarcarlos en Veracruz; con él zarparon diecinueve buques mercantes a los que les dio escolta, una vez cumplida la primera parte, al resto de los mercantes que no habían quedado en estos puertos los fue acompañando a sus diferentes destinos.

El día veinticuatro de julio, zarpó de Veracruz con rumbo a la Península, pero en el trayecto el día cinco de agosto se encontraba en la latitud N 24º 5’ y en la longitud 273º 29’ de Cádiz, le sobrevino un temporal muy fuerte, posiblemente un huracán, que no dio tiempo a rizar velas y fue desarbolado del mesana, mayor y mastelero de velacho, en esta situación se mantuvo el buque por espacio de cuarenta horas, al comenzar a calmar los vientos lo armaron en bandolas y el día treinta pudo arribar a la Habana, donde pasó a ser reparado, al estar ya en condiciones embarcó para su regreso a la Península el general don Juan María de Villavicencio y el ingeniero naval don Honorato de Bouyon, volviendo a zarpar el día catorce de octubre, en conserva con el navío San Ramón y las fragatas británicas (ahora aliadas) Vudaunted y Etalion.

Estando en rumbo en la posición de latitud N 37º 6’ y longitud 298º 16’, le volvió a sobrevenir unos vientos duros del SO al NO, lo que produjo un quebranto en el buque, que le hizo embarcar de catorce a dieciséis pulgadas de agua por hora, así que se llamó a Bouyon y éste pudo contener la entrada de agua a solo tres pulgadas por hora, pero aún así era demasiada para cruzar el océano, así que en junta de generales se decidió arribar a San Juan de Puerto Rico, arribando el día veintiuno de noviembre donde se pudo revisar bien el buque, llegando a la conclusión que no era posible proseguir viaje y lo mejor era repararlo para regresar a la Habana, terminando de componerlo en el apostadero.

El problema estaba, en que el San Ramón por orden, continuó viaje, pero el San Leandro era el que llevaba parte importante de los caudales, así el día veintidós se reunieron los generales presentes decidiendo trasbordar los caudales y las frutas a las dos fragatas británicas, y que fueran ellas las que las transportaran a la bahía de Cádiz, trabajo que se comenzó de inmediato con todos los brazos disponibles, al quedar vacío el casco se pudo averiguar que habían ocho tablones que habían perdido la estopa a lo largo de toda la quilla, por donde seguía entrando la cantidad ya mencionada que no se pudo cortar con anterioridad, siendo de tres a cuatro pulgadas por hora y en estas condiciones zarpó con rumbo a la Habana donde arribó el día veintinueve de marzo del año de 1810.

Ante la imposibilidad de poder zarpar con su navío y estando desembarcado, el día diecinueve de noviembre aprovechando que un navío británico el Bastion zarpaba con rumbo a la bahía de Cádiz, lo abordó y de transporte arribó el día diecinueve de diciembre. Quedó desembarcado en el Departamento, hasta que por Real Orden del día once de enero del año de 1811, se le nombró Comandante General de las fuerzas sutiles de la isla de León, y por otra Real Orden del día dieciséis de septiembre del año de 1812 se le nombró Vocal de la Junta que debía formarse en la isla de León, con la prevención de informar sobre la forma de las defensas de la isla y procurar mejorarlas. Durante este periodo de mando de las lanchas cañoneras, estuvo constantemente dañando a las baterías enemigas, en muchas ocasiones con grave riesgo de su vida y la de los que le acompañaban.

Por estas acciones se le concedió más tarde la Cruz Laureada de la Marina. El día dieciséis de mayo del año de 1813, se le nombró Subinspector del Arsenal de la Carraca, por lo que quedó exonerado en el mando de las fuerzas sutiles. Encontrándose en este cargo, recibió una Real Orden del día catorce de octubre del año de 1814, por la que se le ascendía al grado de jefe de escuadra. Pero continuó en el cargo que ya ostentaba.

Sobrevino el levantamiento de Cabezas de San Juan, que obligó al Rey a jurar la Constitución de 1820, siendo destinado al apostadero de la Habana, como comandante de las fuerzas navales de la isla y del apostadero, por lo que viajó a la isla de transporte en la fragata Sabina, realizó todo lo que pudo, ya que el erario era poco y las necesidades muchas, pero consiguió algún que otro triunfo a pesar de la escasez de medios, hasta que le llegó la Real Orden del día veinte de febrero del año de 1822, por la que se le había nombrado Vocal de la Junta del Almirantazgo, razón por la que debía integrase lo antes posible a la Corte, así que aprovechó el viaje a la Península del bergantín Aquiles y con él de trasporte regresó a la bahía de Cádiz.

A su llegada, viajó hasta la Corte, donde tomó el cargó el 1 de octubre de 1823. Se encontró al mismo tiempo, que se le había concedido el indulto sobre el Consejo de Guerra con ocasión de la pérdida de la fragata Mahonesa en 1797, lo que ocasionó que por esos seis meses de estar exento de cargo, al serle reconocidos como prestados, se le entregó por cumplir el tiempo reglamentario la Gran Cruz de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo, pero ese mismo día en que tomó el cargo de Vocal, en la población del Puerto de Santa María, el rey Fernando VII se entrevistaba con el duque de Angulema, que había invadido la Península al mando de ‹Los cien mil hijos de San Luís›, de ella salió el Monarca investido de nuevo con todos sus poderes absolutistas, retornando por ello a la situación política de 1820, siendo abolida la Constitución de 1812.

El Rey abolió la Junta del Almirantazgo, por lo que quedó sin destino en el Departamento de Cádiz. Por Real orden del 14 de julio de 1825, el Rey tuvo a bien gratificar con un ascenso a todos los militares que le habían sido fieles durante el Trienio Liberal, obteniendo así Ayalde el grado de teniente general. Al sobrevenir el fallecimiento del general don Juan de Dios Topete capitán general del mismo, con fecha del 26 de marzo de 1828 se le nombro interino en el mando, por ser el más antiguo de los de su grado, permaneció en él hasta la llegada de su propietario el día uno de septiembre siguiente.

Recibió con fecha del 12 de mayo de 1829, la notificación de que el Rey de Francia, le había condecorado con la Cruz de comendador de la Orden de San Luís. Por ser una condecoración extranjera, para poderla llevar en su uniforme tuvo que pedir en consiguiente permiso Real, el cual le fue concedido por el Gobierno.

A principios de 1831, hubo una revolución de las tropas de marina, como causa de ella fueron llamados a la Corte el capitán general del Departamento, don José de Quevedo, el coronel general de la Brigada de Marina, don Domingo Monteverde y el comandante general del Arsenal de la Carraca, don Joaquín María Pery. Para ser sustituidos todos ellos mientras se les juzgaba en Consejo de Guerra, por Real Orden del día veintiuno de marzo se nombró a Ayalde. La sentencia no encontró nada en que apoyar su culpabilidad, por lo que fueron declarados inocentes y repuestos en sus grados y cargos, cuando regresaron el día dieciséis de noviembre del mismo año, Ayalde volvió a su situación anterior de disponible.

Recibió una Real orden, con fecha del 6 de febrero de 1835, para que de nuevo interinamente se hiciera cargo del Departamento, por el fallecimiento en esta misma fecha del capitán general de la Real Armada y del Departamento de Cádiz, de don Cayetano Valdés y Flores Bazán y Peón, pero con fecha del 19 del mismo mes y año, se le confirmó en propiedad como capitán general del Departamento de Cádiz.

Permaneció desempeñando el alto puesto, hasta que por ancianidad y muy cansado de pelear por hacer renacer algo la Armada con los poderes políticos y desilusionado porque nada se hacía, elevó su dimisión a la Reina Regente, quien después de comprobar con sus asesores la realidad del anciano general, por Real orden del 4 de enero de 1836 se le concedía quedar exento de todo servicio.

Doña María Cristina de Borbón, queriendo demostrarle el gran aprecio que le tenía, en la misma Real orden se le concedida la Gran Cruz de la Real Orden Americana de Isabel la Católica.

No vivió mucho en su nuevo estado de casi tranquilidad, pues el 3 de noviembre del mismo año le sobrevino el fallecimiento. Contaba con setenta y cinco años de edad, de ellos permaneció sesenta dedicado por completo al servicio de España y la Real Armada Española.

Bibliografía

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