Cañoneros del fin del Mundo, Los2
De Todoavante.es
No obstante se defendían con una tenacidad y un arrojo salvajes, y los claros que la metralla hacía eran pronto cubiertos por nuevos combatientes que sostenían un nutrido fuego de lantaca y fusil, tratando al mismo tiempo de entrar en las bajuras de la isla Mayor, a que nos hallábamos muy próximos y donde la corriente nos impelía.
A las cinco de la tarde nos hallábamos entre los bajos; uno de los pancos se había ido a pique, quedando anegado sobre las bajuras, y los restos de su tripulación se dirigían a nado, unos a tierra y otros para los otros pancos, éstos en situación más ventajosa, pues habían logrado poner entre ellos y nosotros una cadena de arrecifes que no podíamos salvar, habiendo tocado con la proa tres veces que lo intentamos, continuaron defendiéndose y contestando a nuestro fuego, pero ya muy mermados de tripulaciones. Entonces hice embarcar en un bote de mi propiedad, que a prevención llevaba al remolque, la mitad de la tripulación con el patrón Antonio del Rosario, y cogiéndolos entre dos fuegos, en media hora les hicimos tantas bajas que su defensa se hacía cada vez más débil, aunque tenazmente sostenida.
En este momento logro tomar un pequeño canal que me permite estrechar más la distancia, aunque no pude llegar hasta ellos lo que era mi objeto; un nuevo metrallazo hace más reducido el número de los enemigos, un certero fuego de carabinas y revólveres los diezma y tiene a raya arremolinados hacia la proa, noto indecisión y veo al dato circular furioso entre los suyos, cris en mano, haciéndolos volver a las lantacas que habían abandonado, asesto mi revólver contra él, que cae atravesado por la bala, los pocos moros que quedaban vuelven a desordenarse, y aprovechando este momento, mando al bote dar el abordaje, algunos que avanzan cris en mano a rechazarlo caen muertos o heridos por nuestros tiros, y el resto, sobrecogidos de terror, se arrojan al agua o corren sobre las bajuras que la baja mar ha descubierto, dándoles caza la fusilería o los barre la metralla antes de coger tierra.
El mismo ataque se dirige sobre el otro panco, que sólo tiene ya una veintena de defensores, éstos no esperan el abordaje y se dirigen a tierra sufriendo la misma suerte de sus compañeros. cuatro de los individuos de los que se arrojaron al agua se dirigieron al bote gritando: ¡cristianos¡ eran cautivos de años anteriores.
A la puesta de sol quedó terminado el combate por la más completa y decisiva destrucción del enemigo, con la admirable y puede decirse milagrosa particularidad que de tantas balas como en más de cuatro horas de un vivo fuego sostenido a quemarropa han cruzado en todos los sentidos sobre nuestras cabezas, sólo hayamos tenido un herido y un contuso de corta consideración.
En los costados del buque, durante todo el combate, ha sido un repiqueteo constante de balas de fusil, interrumpido a intervalos por lo más sonoros golpes de las lantacas, que chocando en direcciones oblicuas, pues tuve el cuidado de tenerlos siempre por la mura, sólo han hecho ligeras impresiones en las planchas.
Presentes en este combate se han hallado el Sr. gobernador de Antique, capitán de artillería don Enrique Barbaza, que para asuntos del servicio solicitó pasaje para Iloilo, y el particular Sr. D. Antonio Keiser, que le acompañaba, de los que me es un deber de justicia hacer a V.E. singular recomendación por su distinguido comportamiento y servicios en este día, pues no bien se avistó al enemigo, estos señores, llenos del más delicado pundonor y animoso entusiasmo, se pusieron a mis órdenes, pidiéndome les asignara armas y puestos, habiendo tomado durante el fuego una activa parte en el combate, contribuyendo con ardor a la destrucción del enemigo con el certero y nutrido fuego de sus carabinas-revólveres.
El comportamiento de la tripulación no me ha dejado nada que desear: el silencio más profundo, el orden de la más estricta disciplina han reinado desde el principio hasta el fin del combate, y como previne antes de entrar el fuego, durante él no se ha oído más voz que la mía o la del que, falto ya de municiones, pedía cartuchos; pero es de mi deber hacer particular mención del patrón antonino del rosario y grumetes Agapito Taquinol y Pedro Eleuterio, que fueron los primeros en saltar al abordaje, siendo este último el que había recibido la contusión en el estómago por una bala que chocó antes en el cañón, rebotando al palo trinquete; del condestable José Solís Martínez, que ha dado muestras de gran serenidad y pericia en el manejo de la artillería, y del grumete Gregorio Molina, que fue herido de bala en el brazo izquierdo.
Los muertos que el enemigo ha tenido en esta lucha puedo asegurar a V.E. no bajan de 200, pues recorrido por un bote el sitio del combate, el capitán de artillería don Enrique Barbaza, que iba en él, volvió a bordo horrorizado de tanto estrago, asegurándome no había dado una palada sin chocar con la proa o con los remos en algún cuerpo que flotaba entre dos aguas.
Las armas cogidas al enemigo son seis lantacas, de ellas cuatro de gran tamaño, veinticinco fusiles, incluso algunos rifles ingleses, un barril y varios frascos de pólvora inglesa y algunas armas arrojadizas y blancas, quedando gran cantidad de ellas a pique en el lugar del combate.
Interrogados los cautivos, manifestaron que la expedición, compuesta de pancos de distintos puntos, se reunió y armó en Cabumol, en la isla de Joló, llegaron a Sipalay el 2 en número de nueve pancos y doce salicipanes, cuatro de los primeros con seis de éstos, se dirigieron a cebú, y ellos, con los cinco pancos y seis salicipanes restantes, se dirigían a las costas de Iloilo, donde habían recalado la noche antes y sin haber podido hacer ningún cautivo, hallándose por la mañana sobre Sietepecados, fueron perseguidos por una lancha de vapor que empezó a hacer fuego de cañón sobre ellos, y habiendo entre los pancos dos más chinos de muy poco andar, el dato principal, para poder huir, mandó trasbordar las armas y gente a los tres grandes, lo mismo que la de los salicipanes, que tampoco podían seguirle, y abandonando aquellas embarcaciones, forzó de vela y remo para el sur, y el vapor, después de hacerles como unos treinta disparos, uno de los cuales mató a tres hombres, dejó de perseguirlos y se dirigió al norte. Efecto de este trasbordo, las tripulaciones de los tres pancos eran tan numerosas, hallándose entre ellas, según dicho de los cautivos, seis Dattos y seis Pandinas, con lo que se explica la tenaz resistencia que han hecho y el salvaje arrojo con que han arrostrado la muerte. los nombres de estos datos y principales y el número de tripulantes de cada embarcación lo expreso a V.E. en relación adjunta. De las embarcaciones apresadas fue necesario incendiar una de ellas por no ser posible utilizarla, destruyendo con hachas la parte de ella que no pudo arder por hallarse sumergida, en cuya operación nos detuvimos hasta las nueve de la noche, y no contando más que con ocho horas de carbón, decidí venir a este apostadero, remolcando los otros dos pancos, para proveerme de combustible y reunir la gente necesaria para un desembarco.
Lo que tengo el honor de participar a V.E., debiendo manifestarle que habiendo sido testigos imparciales del combate dos naturales, que accidentalmente se hallaban a bordo para servir de prácticos y el teniente de justicia de Cabalacnan, este escarmiento dado a los piratas ha tenido tal popularidad en todos sus pormenores, y excitado tal entusiasmo entre los naturales, que hasta personas de las más acomodadas y principales entre ellos se han presentado solicitando con empeño les permita embarcarse como aventureros para seguir en los cruceros de este buque »
Y con inclusión de copia de la relación a que se refiere y la expresiva de las armas aprehendidas, tengo el honor de trasladarlo a V. E. para su debido superior conocimiento.
Dios guarde a V. E. muchos años. Manila 19 de junio de 1861.- Excmo. señor.- Eusebio Salcedo.
No contento D. José Malcampo y su cañonero núm. 6, el Panay, con lo arriba señalado, continúan ambos con su devastadora campaña:
El Excmo. Señor comandante general de Marina del apostadero, dice con esta fecha al Excmo. Señor gobernador capitán general lo siguiente:
« El teniente de navío don José Malcampo, comandante del cañonero núm. 6 (Panay) estacionado en Iloilo me dice con fecha 24 de junio lo siguiente:
Excmo. Señor.- Tengo el honor de poner en su superior conocimiento de V. E. el satisfactorio resultado de un encuentro que con este buque de mi mando he tenido en la tarde del 16 sobre los islotes Unisan, con dos salicipanes y dos vintas de piratas samales tripulados por cuarenta hombres.
Las cuatro embarcaciones, dos lantacas, seis fusiles, varias armas arrojadizas y treinta prisioneros, contándose entre ellos un “Pandita”, han caído en nuestro poder, habiendo muerto diez en el combate que fue corto y decisivo, sin que por nuestra parte hayamos tenido ninguna baja.- Habiendo salido a cruzar el 13 con los cañoneros de esta división recorrí las costas de Panay y Negros hasta el Norte, cruzando alternativamente de una a otra, y convencido por las noticias de los pueblos de que se hallaban tranquilas, me dirigí para el Sur en la noche del 15 recalando sobre (Publicado por el periódico La Época el lunes 18 de agosto de 1861, con el título Islas Filipinas) ¿Inampolugan?, a medio día del 16.- El bantay de esta isla manifestó no haber novedad, y dando orden a la cañonera Joló, num.10, que se dirigiera sobre Valladolid, en la costa de Negros para inquirir noticias, arrumbé yo a Cabalacnan con el mismo objeto. También este bantay me aseguró no haber moros en las inmediaciones, y ya me dirigía para la costa de Negros cuando por una de esas inspiraciones que no se explican, varié el rumbo con dirección Unisan.
El cariz estaba tomado por el Norte, y al estar sobre los islotes desfogó un chubasco de agua y viento que nos ocultó a la vista, obligándonos a navegar con precaución.- Pasada la fuerza del chubasco aclaró un poco y se vieron las cuatro embarcaciones que, no creyéndose descubiertas, iban a toda fuerza de remos a doblar la punta S. E. del islote mayor para ocultarse; más al ver que nos dirigíamos a ellas retrocedieron, y poniendo las bajuras que circunvalan la isla entre ellos y nosotros, se agruparon a la entrada de una especie de estero que forma el mangle, y rompieron fuego contra nosotros.- La posición era en extremo ventajosa para ellos, pues ocultos por un frontón de mangle solo quedaban descubiertas las popas de los dos salicipanes, único blanco para nuestros tiros.- Nosotros nos hallábamos en seis pies de agua, fondo desigual de piedra, sin poder tomar una posición que los enfilará por impedirlo la bajura, ni poderles causar daño por hallarse a cubierto de nuestra metralla.
En este estado, comprendiendo que se iban a gastar municiones inútilmente sin conseguir un resultado, que la tarde estaba ya avanzada y si la noche nos cogía en aquella posición era fácil que se escaparán, mandé suspender el fuego de cañón, y resuelto a jugar el todo por el todo, embarqué seis hombres en el bote de a bordo, y doce en el de mi propiedad que llevó armado con un falconete de a uno, y avance con ellos sobre el enemigo que dirigía su fuego sobre nosotros.- Desde que estuvimos a distancia en que la metralla del falconete fuera aprovechada mandé romper el fuego de este y el de carabina con objeto de ocasionarles algunas bajas, cuyo tiroteo sostuve sobre un cuarto de hora, más no causándoles este gran efecto porque el enemigo había puesto sus parapetos y viendo que era necesario terminar de una vez porque nos amenazaba otro chubasco que ya empezaba a desfogar; aunque el enemigo era más del doble en número, con conocimiento del carácter del moro y sus condiciones en el combate, que carecen del valor sereno y reflexivo que necesita para esperar a pie firme una acometida enérgica, resolví dar el abordaje, y arengando a la gente me lancé sobre ellos a todo el andar de los botes haciendo una descarga general en el momento de embestir; y al grito de viva la Reina saltamos a bordo de los salisipanes envueltos por el humo.
Cuando este se disipó solo vimos diez moros tendidos sin vida, todavía palpitantes, los demás corrían por el mangle dejándonos dueños de las embarcaciones. A nuestra vez saltamos también al mangle en su persecución, pero ya completamente vencidos se internaron dispersos.- Entonces procedimos a marinar las embarcaciones y sacarlas de las bajuras. El patrón Antonio del Rosario, más ágil que yo en esta ocasión, fue el primero en saltar al abordaje, cuya circunstancia que acredita su valor me impone el deber de recomendarlo a V.E. Ya tenía las embarcaciones amarradas por la popa cuando se incorporó a nosotros la Joló, y dos ¿vintas? Que acudieron de Cabalacnan.- Hacía dos días me hallaba atacado de fuertes dolores reumáticos que me invadían el brazo izquierdo y toda la región del pecho, enfermedad que se me ha quedado periódica desde que la adquirí en los manglares de Simisa y Balanguingui; y si la vista del enemigo me hizo olvidar mi situación y dominar la agudeza de los dolores, cuando ya no tuve que combatir, empecé a sentirlos con más vehemencia, habiendo agravado mi estado la lluvia a que durante una hora había estado expuesto en términos de postrarme completamente.
En este estado resolví trasladarme a IloIlo; más antes de emprenderlo mandé un bote a tierra con el patrón Antonio del Rosario, que habla bien el moro, al que, según las instrucciones que de mí recibió, se acercó a tierra sin mostrar las armas, y seguro de que aun cuando no aparecieran, no estarían fuera de la voz, les intimó que se rindieran a discreción, bajo el concepto de que si en el término de doce horas no se presentaban todos y me obligaban a desembarcar, no quedaría uno con vida; pues los había de desollar vivos. Conociendo las costumbres inhumanas de esta raza, entre las que es muy común ejecutar con sus enemigos este género de suplicio cuando se les resisten, me prometía ser más creído y conseguir mejor resultado con esta bárbara amenaza, que de ofrecerles el perdón; porque incapaces ellos de esta generosidad, no pueden creer que exista en los otros.
Como si está estrategia no ofrecía resultado, siempre era tiempo de atacarlos en tierra, dejé instrucciones al comandante de la Joló para que estuviera toda la noche sobre la máquina rodeando la isla sin hostilizarles aunque los vieran en la playa, y los botes que a su efecto le dejé permanecieran de guardia en los canales que le separan de los otros islotes para que no pudieran diseminarse ¿……? a nado, y me dirigí a este apostadero para dejar las embarcaciones y volver con algunas fuerzas para dar una batida si era necesario; más la amenaza hecha produjo su resultado, pues habiendo visto la imposibilidad de escape, a la media noche empezaron a presentarse en grupos por las playas gritando que se rendían, habiéndoles recogidos los botes fueron asegurados en la cañonera que entro con ellos en este puerto en el siguiente día. Cuando se desembarcaron los prisioneros el entusiasmo de los naturales, era extraordinario y mil apasionados vivas a la Reina, a la marina y a los españoles salían espontáneamente de las masas. Circunstancias de que creo deber hacer mención a V. E. pues estas espontáneas aclamaciones por parte de un pueblo ponen de manifiesto que comprenden perfectamente son deudores de las ventajas que hoy ven conseguir sobre sus enemigos, a la solicitud del gobierno de S. M.
Y con copia de la relación a que se refiere tengo el honor de trasladarlo a V. E. para su debido superior conocimiento. Dios guarde a V. E. muchos años. Manila 2 de julio de 1861.- Excmo. Señor.- Eusebio Salcedo.
Y de orden de S. E. se da publicidad al preinserto despacho para general conocimiento y satisfacción de las fuerzas que han prestado el importante servicio a que el mismo se refiere.- Manila 2 de julio de 1861.- José Luís de Baura.»
Finalmente, con el título RENEGADOS, se da un listado de los moros apresados, para, a continuación, finalizar el escrito de esta forma:
Iloilo 24 de junio de 1861.- José Malcampo.- Es copia, Eusebio Salcedo.- Es copia, J. Luís de Baura.
(Publicado por el periódico La Época el sábado 31 de agosto de 1861, con el título Noticias Oficiales. Secretaría del Gobierno Superior Civil de las Islas Filipinas).
La España, miércoles 3 de julio de 1861.
Guerra y Marina.
Por el ministerio de Marina se han dictado las siguientes resoluciones:
Junio 25.- Señalando a las cañoneras de vapor que componen las fuerzas sutiles del apostadero de Filipinas, los números y nombres que se expresan a continuación, en el concepto de que las comprendidas desde el uno al ocho sean las de 30 caballos, y las restantes las de 20:
- 1, Mindanao; 2, Calamianes; 3, Paragua; 4, Mindoro; 5, Luzón; 6, Panay; 7, Samar; 8, Cebú; 9, Bulusán; 10, Joló; 11, Mariveles; 12, Arayat; 13, Pampanga; 14, Bojeador; 15, Balanguingui; 16, Albay; 17, Mactán; 18, Taal.
La Correspondencia de España, viernes 26 de julio de 1861.
Se ha mandado que las cañoneras números 4 (Mindoro) y 13 (Pampanga) formen parte de la división de la Isabela, en Filipinas.
Agosto de 1861.
Al 5 de septiembre alcanzan las noticias que hemos recibido hoy del archipiélago filipino:
En el mes de agosto había salido el comandante de la división de Sorsogon, con las cañoneras 7 (Samar) y 15 (Balanguingui) y dos falúas más, a perseguir unos pancos moros que merodeaban en los Naranjos.
Sorprendidos estos cuanto menos lo esperaban, empezó el fuego por ambas partes, causándoles dos o tres bajas con los disparos de carabina, pues los de colisa fueron muy inciertos por el continuo movimiento de la cañonera. El resultado entonces fue el apoderarse de algunos cautivos y de las embarcaciones, quedándose por consiguiente los enemigos internados en las islas. Perseguidos en ellas se vio que habían pasado a otra inmediata llamada Destacadas, a la cual se dirigió la expedición, cercándola, distribuidos por pelotones para hacer el desembarco y practicar el reconocimiento. Aquí fueron más fáciles, pues tras una pequeña resistencia de la que resultaron tres moros muertos, lograron la captura de 17, y el resto de los cautivos. Los ocho moros restantes que faltaban para el total número de ellos, no fueron habidos y se cree que se arrojarían al agua y habrán perecido.
La ferocidad de los moros fue tal, que al ser sorprendidos por las cañoneras, asesinaron bárbaramente a ocho o diez cautivos que dijeron no haber visto buque alguno.
(Publicado por el periódico La Iberia el domingo 3 de noviembre de 1861, con el título Ultramar. Filipinas)
La España, jueves 19 de septiembre de 1861.
Islas Filipinas.
Ayer recibimos el correo de Manila, y tenemos el placer de anunciar a nuestros lectores, que hasta la fecha del 24 de julio, a que alcanzan las noticias que nos comunica, no ocurría novedad en nuestras ricas posesiones de Asia, y el estado sanitario seguía siendo satisfactorio.
…Han ascendido igualmente a tenientes de navío, los alféreces de navío, don Santiago Palero, comandante del cañonero de 20 caballos núm.12 (Arayat), y don Manuel de Bustillos, comandante del cañonero de 20 caballos núm.13 (Pampanga)
La Época, viernes 4 de octubre de 1861.
…También se ha determinado que los mandos de las cañoneras de hélice del apostadero de Filipinas sean fijos y provistos de real orden, y que las de 30 caballos se confieran a los oficiales de la clase de tenientes de navío, y las de 20 a la de alféreces de navío, atendida la escasez de la clase superior, y como medida de excepción a la regla general que prohíbe que los alféreces de navío obtengan mando.
La España, sábado 26 de octubre de 1861.
Además de otras menos importantes se han adoptado por el ministerio de Marina las siguientes resoluciones, con las fechas al margen indicadas:
Octubre 22.- Confirmando en los mandos de las cañoneras de hélice Mindoro, Luzón, Panay y Samar a los tenientes de navío don benigno Acebal y Cifuentes, don José Osteret y Godos, don Mariano Balbiani y Tribes y don Braulio Montojo; y confiriendo los mandos de los buques de igual clase Mindanao, Paragua, Cebú y Calamianes a los oficiales de la misma graduación don Manuel de Bustillo y Perey, don Santiago Patero y Micón, don José Roca y Parra y don Manuel Sierra y Castro.
Octubre 22.- Confirmando en los mandos de las cañoneras de hélice de 20 caballos Joló, Bulusán, Pampanga, Balanguingui y Mactán a los alféreces de navío don José Rodríguez Machado y Muñoz, don Fernando Benjumea y Gilbaja, don Francisco Patero y Chacón, don Ricardo Fernández y Gutiérrez de Celis y don Francisco Carrasco y Guisasola; y confiriendo los mandos de los buque de igual clase Mariveles, Arayat, Bojeador, Albay y Taal a los oficiales de la misma graduación don Luís Borja y Salamanca, don Basilio Lineres y Peñalver, don Patricio Montojo y Pasaron (futuro comandante general del apostadero de Filipinas, y comandante de la derrotada Escuadra española el 1 de mayo de 1898 en aguas de Cavite), don Álvaro de Silva, marqués del Viso y don Pascual Cervera y Topete (futuro comandante de la Escuadra de Operaciones de las Antillas, derrotada en aguas de Santiago de Cuba el 3 de julio de 1898).
La España, 8 de noviembre de 1861.
Por el ministerio de Marina se han adoptado, entre otras, las siguientes resoluciones con las fechas que al margen van indicadas:
Noviembre 7.- Aprobando las disposiciones de orden interior propuestas por el comandante general del apostadero de Filipinas para la conservación, salida y entrada de los pertrechos en los almacenes de Cebú y boca del río Mindanao; pero en el concepto que los patrones y marineros destinados en las cañoneras son los que han de servir los destinos de guarda almacén y mozos, sin aumento de gasto de ninguna especie.
Noviembre de 1861. D. Casto Méndez Núñez y la División de Fuerzas Sutiles del Sur.
Las correspondencias de Filipinas recibidas ayer alcanzan al 8 de diciembre:
La última lección que han recibido los moros piratas les ha costado 50 hombres y tres pancos, todos destruidos por la cañonera de vapor, núm. 2 (Calamianes), al mando del teniente de navío señor Pérez Lago (comandante de la subdivisión de Calamianes)
Por último, en los periódicos de Manila hallamos la siguiente carta de Tambao, Río Grande, dando algunos pormenores de la reñida lucha sostenida por nuestras tropas y armada contra los moros, de cuyo hecho decimos algo en otro lugar:
« El 17 al amanecer, dice la carta, tomamos la fortaleza mora a quien ellos llaman Cotta, después de tres horas de un nutrido fuego de fusilería y bastantes disparos de cañón con granada; dimos el abordaje con nuestros buques a la Cotta, y las tropas el asalto por tierra. Digo abordaje, porque con toda la máquina embarrancamos en la misma estacada del fuerte y metimos dentro de él el botalón de foque, que fue por donde saltamos a los muros de la Cotta al grito de ¡viva la Reina! Nos ha costado tomar la dicha Cotta, algunos hombres muertos y unos 60 heridos; entre los muertos se cuenta a dos tenientes de ejército, y heridos un comandante de ejército, el teniente de navío Malcampo y el comandante de la cañonera número 12 (Arayat), pero este último de poca consideración.
Los que padecieron bastante fueron los cañoneros y en particular el cañonero núm. 5 (Luzón) que recibió un balazo en su máquina, habiéndole causado bastante avería.
El enemigo perdió en el combate más de 200 hombres, el fuerte estaba bien fortificado, tenía 4 cañones de a 6 y de a 4, 27 lantacas de varios calibres y se cogieron también muchas lanzas y campilanes; dentro del fuerte habría como 500 moros y fuera muchos grandes grupos.
Nuestra fuerza por tierra ascendía a unos 500 hombres de los regimientos 4 y 6; y por mar los buques siguientes: Constancia, Valiente, cañoneras núm. 5 (Luzón), núm. 12 (Arayat), núm. 13 (Pampanga) y núm.18 (Taal); cinco falúas y tres transportes de la clase de bergantines goletas.
La Cotta tenía de elevación en estacada 25 pies y de espesor dos varas en sus muros; estaba forrada toda de gruesa estaca de coco; así es que nuestras balas quedaban embotadas y no causaban el daño que queríamos; por eso tuvimos que dar el abordaje, pues de otro modo no la hubiéramos tomado.
Ahora estamos como a unas tres millas de la Cotta río arriba, a donde se está haciendo un fuerte para dejar una guarnición de 200 hombres.
La Cotta se ha destruido completamente toda para que no vuelva a fortificarse otra vez »
(Publicado por el periódico La España el viernes 31 de enero de 1862, con el título Interior. Las Islas Filipinas).
La Gaceta de Madrid, con fecha viernes 31 de enero de 1862, pública la relación de los partes de combate, y de algún otro, que los mandos de las operaciones dirigen al capitán general de Filipinas y al comandante general del apostadero.
Son especialmente interesantes, pues nos dan una completa relación de las unidades de la Marina, los redactados por el Comandante de la División de Fuerzas Sutiles del Archipiélago, capitán de fragata don Casto Méndez Núñez, y por el Comandante de la Subdivisión de Calamianes y comandante del cañonero núm.2 (Calamianes), teniente de navío don Demetrio Pérez de Lago.
http://www.boe.es/datos/pdfs/BOE/1862/031/A00001-00002.pdf
http://www.boe.es/datos/pdfs/BOE/1862/031/A00002-00003.pdf
Daños sufridos por los buques:
Goleta Constancia.- De los seis balazos que recibió este buque en el costado, ninguno ha hundido más de cuatro líneas la plancha; pero rompieron el escotín de velacho de cadena, la guía de la verga mayor y su braza, el botalón de foque se partió, y la metralla cortó los vientos y barbiquejos.
Cañonero núm.5, Luzón.- Su máquina no puede funcionar por haber sido destruida la válvula de seguridad y tubo de alimentación por los cañonazos del enemigo.
Cañonero núm.12, Arayat.- Destrozada toda la obra muerta y el tambucho de la cámara; rota y perdida una hélice; roto el telégrafo de la máquina; una pequeña rotura en la plancha superior de la amura de babor. Un candelero, la caja de rifles, la de banderas y los descansos de los faroles de situación.
Cañonero núm. 13, Pampanga.- Ha recibido este buque un cañonazo en la cámara, que destrozó parte de ella; otro en la amura de babor le partió un ancla; otro en una asa del cañón, que le partió y levantó un astillazo al palo trinquete; la falea y tres talicones rotos; la chimenea y el mambrú atravesados de metralla; dos balazos de cañón en el bote, y sale mucha agua por los tubos de la caldera; la obra muerta enteramente destrozada, y una hélice con una paleta partida y el palo trinquete partido.
Cañonero núm.18, Taal.- Atravesó el costado en las dos amuras, la de estribor a dos bajo la línea del agua y la de babor a uno por encima; el tambucho de la cámara destrozado, el pito de la máquina taladrado por una bala de lantaca, un metrallazo que llevó parte del aforro de la rada, el farol de babor y un pedazo de verduguillo.
Continua la relación (que podéis leer en los enlaces señalados) con las unidades más pequeñas.
Pensaba incluir dos planos de las operaciones, que publica El Mundo Militar con fecha, domingo 9 de febrero de 1862, pero me he dado cuenta que trasladarlos al foro impediría ver con claridad las “leyendas” de los mismos, así que os dejo él enlace. También podréis encontrar una narración de las operaciones, y un bonito dibujo de la goleta Constancia y una de nuestros cañoneros bombardeando la cotta.
http://hemerotecadigital.bne.es/issue.vm?id=0003991851&page=2&search=Mundo&lang=es
En la misma publicación, con fecha 23 de marzo de 1862, aparece otro precioso dibujo del despliegue de nuestros buques frente a la cotta. En un primer plano aparece uno de nuestros cañoneros, y es especialmente interesante pues nos muestra con bastante nitidez como eran aquellos pequeños buques.
http://hemerotecadigital.bne.es/issue.vm?id=0003992186&page=2&search=Mundo&lang=es