Cañoneros del fin del Mundo, Los6

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Buffffff, creo que me adelantado bastante, pero también creo que la ocasión lo merecía. Insisto en lo que dije más arriba, es solo una opinión, una opinión basada en una serie de documentos, pero, al fin y al cabo, una opinión muy particular que quiero finalizar con una reflexión, también, muy particular.

Si tomamos como referencia el año 1870, resulta que tendremos 7 cañoneros “fuera de juego”, pero todavía quedan a flote 11 buques; 11 buques que llevan sobre sus cuadernas 10 años, aproximadamente, de vida marinera. Teniendo este dato en cuenta, sumando lo pequeño y la endeblez de los mismos, sumando, asimismo, lo precario, en todos los aspectos, del arsenal de Cavite y el entorno donde estos buques están operando, 10 años de vida marinera son todo un logro, y en este sentido, D. José Lledó Calabuig no iría muy desencaminado.

¿Por qué digo que D. José no iría muy desencaminado?, pues porque una de las fuentes con la que trabajamos, El Buque en la Armada Española, nos dice que todos los buques de esta primera serie fueron “retirados” o finiquitaron su existencia en el año 1870, todos excepto tres, los Mariveles, Pampanga y Balanguingui que lo hicieron en 1871; y por lo que a mí respecta, como autor de este trabajo, tengo que decir que, no he encontrado dato alguno que avale este hecho.

Pero esto es parte de lo que tendremos que seguir narrando, de momento volvamos al punto donde lo dejamos, esto es, lo que resta del año 1864.

Diciembre de 1864 – Enero de 1865. Cañonero Bulusán, un desembarco arriesgado.

Ya hemos dicho que el último correo de Filipinas nos había traído noticia de algunos encuentros tenidos con los piratas de aquellas islas. He aquí las comunicaciones oficiales que acerca de este suceso publica hoy la Gaceta:

Comandancia general de Marina del Apostadero de Filipinas.- Núm.2.361.- Excmo. señor: El cañonero Bulusán, mandado por el alférez de navío D. Dionisio Sola y Tejada, que como V. E. sabe, salió de esta capital el 16 de diciembre último para relevar al de su clase Mariveles que se hallaba en la estación de Balabac, al recorrer para el sur la costa oriental de la Paragua, reconoció la goleta mercante Calamianes, cuyo arráez Nicolás Manlave le manifestó que habían intentado abordarlo el día anterior dos pancos de moros piratas, los cuales procedían del río Tinán; inmediatamente el alférez de navío Sola, sin embargo que se separaba de su derrota, se dirigió a la boca del expresado río, y no pudiendo penetrar con el cañonero por su estado, armó un bote del mismo y también el de la goleta Calamianes, con los cuales pasaron la barra y entraron en el río, recibiendo a poca distancia de su embocadura fuego de fusil de la orilla derecha, al que contestó con la gente que llevaba en las embarcaciones. Continuó el intrépido oficial Sola río arriba con el objeto de ver si divisaba los pancos para quemarlos; pero como le hiciesen mucho fuego de una casa que estaba en la plaza, intentó desembarcar en sus proximidades para quemarles también; pero en esta operación recibió una descarga a quema ropa, de que resultó herido de gravedad el valiente oficial ya mencionado, el cual cayó sin sentido, siendo también heridos de poca importancia algunos otros individuos del cañonero.

En vista de este desgraciado acontecimiento, el condestable, que quedó mandando la fuerza, determinó la retirada, y los moros no molestaron las embarcaciones, porque a su vez tuvieron también en la acción muertos y heridos. En el momento que la gente llegó al cañonero, se puso este en movimiento para Balabac, adonde fondeó a las veinticuatro horas; esto es, el 30 de diciembre próximo pasado, habiendo tenido lugar la acción el 28 del propio mes. El teniente de navío D. Vicente Seijas y Heceta, gobernador M. y P. del establecimiento Príncipe Alfonso y a la vez comandante de la subdivisión de Balabac, considerando que el cañonero Mariveles por el estado de su máquina no podía exponérsele a una expedición forzada, dispuso que su comandante el alférez de navío D. José Azofra y García, se transbordase inmediatamente al Bulusán con parte de su dotación, y embarcando también 20 individuos de aquella guarnición correspondiente al regimiento número 3, saliese para el expresado río Tinán a escarmentar a los piratas, ver si era posible el apresamiento de los pancos y la quema del pueblo, que habían formado una tribu de moros procedentes de Joló.

Está comisión fue ejecutada activa y brillantemente por el alférez de navío Azofra, dejando quemado el pueblo, escarmentados los moros, muerto su datto principal, con siete más de los piratas, no sin haber dejado por nuestra parte de derramar su sangre el mismo Azofra y también el bravo soldado de la quinta compañía del indicado regimiento Eulalio Aravejo. Los pancos no pudieron ser quemados por haberlos los piratas internado en el mangle. El comandante de Balabac me remite el parte que le ha dado el alférez de navío Azofra, y que en copia tengo el honor de incluir a V. E. También me participa con la última fecha, 7 del pasado mes, que los bizarros alféreces de navío D. Dionisio Sola y D. José Azofra y los demás heridos y contusos del ejército y armada seguían en buen estado, si bien el primero tenía cuatro heridas de fusil, una en el vientre que le atravesó, otra en el brazo izquierdo y dos en la mano derecha. Todo lo que tengo la honra de exponer a V. E. por si considera digno de elevar al soberano conocimiento de S. M. estos hechos de armas, quedando en remitir a V. E. en carta separada las propuestas de recompensa para los individuos que más se hubiesen distinguido, y en cuyo trabajo está entendiendo con sujeción a ordenanza la Junta de asistencia del apostadero.

Dios guarde a V. E. muchos años. Manila 15 de febrero de 1865.- Excmo. señor.- Francisco de Paula Pavía.- Excmo. señor ministro de Marina.

Comandancia general de Marina del Apostadero de Filipinas.- Cañonero Bulusán, núm.9.- En cumplimiento del oficio de V. del 30 del pasado mes tomé en la tarde de aquel día el mando accidental del cañonero Bulusán y aquella noche hice víveres, aguada y carbón, y recibido la fuerza de infantería que me prevenía. A las cinco de la mañana levé y emprendí el viaje a la Paragua; el día 1º a las once de la mañana fondeé en la isla Rasa; el día 2 recorrí todas las islas e islotes que hay entre la Rasa y la de Malaby, en la que fondeé no habiendo encontrado panco ni embarcación ninguna.

Mandé que fuese el práctico a tierra al inmediato pueblo de Borlán, con cuyos naturales de la Paragua ya había comunicado el cañonero a su venida a Balabac, habiéndole proporcionado leña su datto Campo, que es cristiano.

A las ocho de la noche vino este datto a bordo; por él supe que al día siguiente de haberse marchado el cañonero se fue la goleta de Calamianes, con quien este había comunicado, temiendo ser atacado por los moros de Tinán; me confirmó que el río de aquel pueblo, no solo no era navegable para el cañonero, sino que estaba cortado con troncos de árboles; que el datto de aquel pueblo, llamado Monap, y sus gentes descendían de moros de Joló, y que en este mismo río, además del último tiroteo que habían sostenido con los botes del cañonero Bulusán, habían ya tenido otro con las fuerzas de uno de los cañoneros de la subdivisión de Calamianes. Averigüe que desembarcando en un río situado un poco más al norte de Tinán, llamado Masig, desierto hasta muy al interior en que hay un pueblo de naturales de la isla, siguiendo una de sus orillas, e internándose después hacía el sur, se iba a salir al pueblo de Tinán, y muy cerca de la casa del datto; conseguí que dicho datto Campo me diera dos de sus gentes para que me sirviesen de guía, a condición de que se vistiesen de marinero por temer las consecuencias de su complicidad en el ataque a los moros de Tinán.

El día 3 recibí los guías expresados, y a las diez de la noche levé y nos dirigimos hacia el sur fondeando al poco tiempo cerca del río Masig.

El día 4 al amanecer empezó a desembarcar en la playa la tropa de infantería y la marinería del cañonero. Dispuse que quedase con el vapor suficiente para navegar, y próximo a él señalé el sitio en que habían de permanecer los botes hasta nuestro regreso. A las once de la mañana reunidos en la boca del río la fuerza desembarcada compuesta de 19 hombres de infantería y otros tantos de marinería, yendo a la cabeza de los primeros sus sargentos y a la de los otros el condestable, emprendimos la marcha hacia el pueblo de Tinán, llevando bien custodiados los guías que me proporcionó el datto de Borlan. Después de más de dos horas de una marcha costosa por las dificultades del terreno, hicimos un pequeño descanso por haber avisado los guías estar cerca del pueblo; al poco tiempo de emprender la marcha de nuevo, divisamos las casas extendidas en un llano.

Al estar cerca de ellas nos vieron, y después de un corto tiroteo todos huyeron, persiguiéndolos hasta el río que atravesaron, cayendo varios heridos; puestos ya en fuga el datto Monap y otros tres fanáticos armados con lanzas y crices se echaron sobre nosotros decididos a morir. El datto fue el único que consiguió acercarse hasta distar de mí unos cinco pasos, a cuya distancia, y en el momento en que se disponía a tirarme una lanza, le hice fuego con el revólver, recibiendo yo en seguida un lanzazo que me atravesó de parte a parte el muslo derecho, derribándome en tierra; y ya se disponía a acabarme, cuando el soldado de la quinta compañía Eulalio Aravejo, se arrojó sobre él y no habiéndole acertado bien con la bayoneta al herirle, se agarró con él a brazo partido, inmediatamente el cabo José Martínez acabó de matarle atravesándole con la bayoneta; en la lucha que sostuvo el valiente soldado ya mencionado, recibió una herida de arma blanca en la rodilla derecha. El practicante Baltasar García del Rosario que había solicitado desembarcar con la fuerza, procedió a hacernos a mí y al soldado la primera cura.

Siendo ya algo tarde, encontrándome medio desmayado por la abundancia de sangre que perdí, y teniendo en cuenta lo dificultoso del camino, dispuse se emprendiese la retirada, y no encontrándome en disposición de ocuparme de nada, recomendé al sargento y al condestable que se marchasen con las mayores precauciones y con toda la ligereza posible hasta llegar a la playa, como se hizo sin haber sido molestados.

La muerte del datto Monap y de otros siete moros que quedaron sobre el campo, los heridos que se hicieron al atravesar el río, y la destrucción de todas las casas, han sido el resultado de la expedición.

Al amanecer del día 5 levamos e hicimos leña en Borlán, y el día 6 al amanecer emprendimos el viaje de regreso a Balabac, dirigiendo el buque el patrón por no estar yo en disposición de hacerlo; fondeamos aquella tarde sobre la Paragua y al amanecer del día 7 seguimos viaje fondeando en este punto a las ocho de la noche.

Creo mi deber decir a V. que todos los individuos que desembarcaron tanto de tropa como de marinería han cumplido perfectamente con su obligación ejecutando las órdenes y movimientos con valor, inteligencia y orden.

El sargento que iba encargado de la fuerza de infantería y el condestable, tanto durante el encuentro como en la retirada, siempre dieron el ejemplo marchando a la cabeza de sus secciones y manteniendo el buen orden.

El practicante de sanidad militar que ya he nombrado, y cuyos servicios fueron tan útiles, el cabo José Martínez y muy especialmente el soldado de la quinta compañía Eulalio Aravejo que tuvo ocasión de distinguirse portándose con tanto valor, creo que son muy dignos de particular mención.

Todo lo que pongo en conocimiento de V. para los fines que crea convenientes. Dios guarde a V. muchos años. Príncipe Alfonso 8 de enero de 1865.- José Azofra.- Señor comandante de la subdivisión.- Es copia.- Vicente Seijas Heceta.- Excmo. señor comandante general de Marina.- Es copia.- Pavía.

(Publicado por el periódico La Época el viernes 12 de mayo de 1865, con el titulo Moros Piratas)

1865

Un año parco en noticias de nuestros pequeños cañoneros.

Las primeras noticias del cañonero Prueba ya en servicio, nos la ofrece El Mundo Militar (El Panorama Universal) con fecha 5 de marzo de 1865. Con motivo del fallecimiento de la esposa del capitán general de Filipinas, Dña. Mercedes Méndez Vigo.

Si bien se trata de simplemente de una pequeñísima mención al cañonero, inserto el enlace:

http://hemerotecadigital.bne.es/issue.vm?id=0004002999&page=5&search=Ca%C3%B1onero&lang=es

La España, miércoles 19 de abril de 1865.

De una carta de Manila fecha 21 de febrero, que publica un periódico, copiamos los párrafos siguientes que contienen interesantes noticias de aquellas islas:

…Los Moros del sur han recibido otro escarmiento de nuestros valientes oficiales de Marina. El cañonero Mindanao, que iba para Balabac, tropezó en las costas de la Paragua con un panco de moros piratas, y como estos se fortificasen en las espesas orillas del río, el comandante del cañonero se vio precisado a desembarcar, más al verificarlo fue herido de alguna gravedad, lo que hizo necesario el reembarque, dirigiéndose el cañonero a Balabac; pero apenas quedó en aquel punto el herido, y se embarcó otro oficial en su lugar, volvió el cañonero en busca de los piratas, los desalojó de sus guaridas, causándoles algunos muertos, y quemó el pueblo que en aquel punto habían levantado los moros. También en este ataque recibió una fuerte contusión el oficial que mandaba el cañonero.

El Lloyd Español, jueves 13 de julio de 1865.

Según participa el comandante general del apostadero de Filipinas al ministerio de Marina, el cañonero Balanguingui, al mando del alférez de navío don Wenceslao Vallarino y Carrasco, había apresado el día 26 de abril último en su travesía de Cottabato a Pollok, una vinta de moros piratas con siete individuos de tripulación.

El martes 22 de agosto de 1865, el periódico La Discusión, en un artículo titulado Mas sobre nuestra Marina de Guerra, dedicado a los abusos y escándalos que se han producido en la Armada, lleva a sus páginas una lista de los mismos. En el punto 6º se puede leer lo siguiente:

La compra de cañoneros de hierro para Filipinas, que costaron un dineral y se hallan inservibles; y tanto, que hay que irles reemplazando sus cascos con otros de madera.

http://hemerotecadigital.bne.es/issue.vm?id=0002330598&page=1&search=Ca%C3%B1oneros&lang=es

1866

La Correspondencia de España, martes 10 de abril de 1866.

Según las últimas noticias de Filipinas los moros piratas de aquel archipiélago continúan haciendo de las suyas a pesar de los frecuentes escarmientos que reciben. Las cañoneras de Pollok, Arayat y Balanguingui habían salido en persecución de dos embarcaciones moras que molestaban a los pescadores de la costa inmediata. Las dos embarcaciones huyeron; pero embarrancaron en Bango y huyeron los tripulantes ocultándose entre el mangle. Nuestros marinos tuvieron que contentarse con quemar las dos embarcaciones.

Abril de 1866. Operaciones en Cottabato.

Por el ministerio de Marina se publica en la Gaceta el siguiente parte:

Comandancia General de Marina del Apostadero de Filipinas.- Excmo. señor: A mí salida de Manila el 25 de abril último me significó el Excmo. señor gobernador y capitán general la necesidad y conveniencia de darles una batida a los moros rebeldes que circulaban por las orillas del río Grande de Mindanao y molestaban nuestros puertos militares del mismo, ya para tener sobre aquellas razas salvajes y guerreras la preponderancia debida, cuanto para contenerlas en sus desmanes y actos de piratería; al efecto tuvo S. E. la dignación de darme traslado de las instrucciones que remitía al señor brigadier gobernador militar y político de aquella isla, y aun de revestirme con sus amplias facultades para cualquier clase de duda.

Con este motivo aceleré mi viaje todo lo que me fue….. ¿dable?, pero tuve que detenerme algunos días en la Silanga de Ilo Ilo a consecuencia de un recio temporal de S. O. que me duro en su mayor fuerza 24 horas. Seguí mi navegación a Mindanao, y en las primeras horas de la mañana del 4 del corriente fondeé en Zamboanga, donde supe que el brigadier Tenorio con las fuerzas militares que estaban listas para operar se encontraba en Río Grande.

Pocas horas permanecí en la rada de Zamboanga y me puse en movimiento con dirección a Pollok, donde fondeé en la mañana del 5 y donde también lo verificaron los buques que componen la división del sur al mando del capitán de fragata D. Sebastián Martínez, y otras embarcaciones de fuerza sutil que tenía de antemano dispuesto concurriesen a las operaciones que debían practicarse.

Habiendo llegado el brigadier Tenorio, procedente del río, en un cañonero, tuve una conferencia con él, y con vista de su plan de campaña y del croquis del terreno ocupado por los moros que había levantado después de un reconocimiento el distinguido comandante de ingenieros del ejército D. Manuel Herbelia, en el que aparecía que los moros tenían varios reductos y cottas fortificados y artillados en la parte derecha del brazo norte del Río Grande, frente a nuestro establecimiento de Cotabato, dispuse al amanecer del siguiente día 6 trasladarme al expresado punto de Cotabato, con la goleta Valiente, los cañoneros Filipino, Paragua, Arayat, Balanguingui, Bojeador, Caviteño, Pampanga, cuatro falúas y tres botes armados, dejando el Pollok la corbeta Narváez, el vapor Patiño y algunas embarcaciones de fuerza sutil a las órdenes del comandante de la primera, teniente de navío D. Vicente Vial, para que protegiesen las operaciones que pudieran surgir por aquel paraje y también para que trasladasen a un punto determinado de la bahía la columna de cuatro compañías que bajo el mando del comandante D. Ignacio Fernández y Fernández, debía emprender sus operaciones por aquel punto.

Así las cosas, y reunidos todos en Cotabato, de acuerdo con el brigadier Tenorio, distribuí las fuerzas navales para proteger y secundar las operaciones de las otras dos columnas que habían de partir del mismo establecimiento; una de siete compañías mandada por el teniente coronel D. Eduardo de Castro y del Hoyo, que debía dirigir en persona el mismo brigadier, jefe superior de todas las fuerzas, y había de ser trasladada en botes y lanchas a la orilla opuesta; y la otra de dos compañías de infantería y una de artillería, con dos piezas de campaña, al cargo del comandante D. Gaspar Tenorio y Pérez, tenía que ser embarcada en falúas y botes, para bajar el río y penetrar por el estero del Subpagan, donde en su nacimiento habían los moros establecido una cotta con gruesa artillería.

Con presencia de esta distribución de las fuerzas militares, dispuse la conveniente de las marítimas de mi mando; y al efecto ordené al capitán de fragata D. Sebastián Martínez, que con el mando de las cuatro falúas, los tres botes armados y el cañonero Arayat, embarcase la columna mandada por el comandante Tenorio y la condujese a operar por el estero de Subpagan, según estaba prevenido; que el cañonero Balanguingui se situase a la boca del estero de Pantican, no permitiendo la salida ni entrada de embarcaciones ni individuo alguno, y hostilizase a los que quisieren forzar el paso o se presentasen con armas en aquellas cercanías; que el cañonero Bojeador saliera del río, y en la dirección de Pollok, penetrase en el estero de Yambutanan, llevando la misma consigna que el anterior; así como el cañonero Pampanga, que también saldría del río, practicaría la propia derrota y se situaría en la boca del río Simuay, bajo las mismas instrucciones que el Bojeador.

El cañonero Paragua subiría el río para colocarse en Tumbao, poniéndose de acuerdo con el comandante militar del punto para defender aquel paraje de cualquier ataque que los enemigos pudieran intentar, sin permitir la bajada de embarcación ni moro alguno.

Por último, los cañoneros Caviteño y Filipino recorrerían el río, uno hasta la desembocadura y el otro hasta Tumbao, para mantener en respeto las poblaciones moras de la costa y acudir a los parajes que pudieran ofrecerse.

La goleta Valiente, con mi insignia, fondeada frente a este establecimiento para su respectiva protección y auxilio.

El 7, a las cuatro de la mañana, los cañoneros salieron a ocupar cada uno su puesto; las tropas con el brigadier Tenorio se trasladaron a la orilla opuesta; y la columna embarcada en las falúas, escoltada por el cañonero Arayat y bajo el mando, como deje dicho, del capitán de fragata Martínez, emprendieron su navegación para tomar el estero Subpagan.

Las tropas de tierra y mar están poseídas del mayor entusiasmo, y yo me prometo un feliz éxito de nuestras armas, quedando en seguir participando a V. E. lo que acerca de las operaciones vaya ocurriendo.

Todo lo que tengo la honra de elevar al conocimiento de V. E. para su debida inteligencia. Dios guarde a V. E. muchos años. A bordo de la goleta Valiente en Cotabato, 7 de mayo de 1866.- Excmo. señor.- Francisco de Paula Pavía.- Excmo. señor ministro de Marina.

Comandancia general de Marina del Apostadero de Filipinas.- Excmo. señor: Acaba de fondear en este momento el cañonero Arayat, procedente del estero de Subpagan, y su comandante el alférez de navío D. Pedro Cardona me ha noticiado la toma de la cotta que los moros tenían en aquel punto por las fuerzas de mar y tierra que operaban por el mismo paraje, entregándome el parte que acerca de lo propio me comunica el capitán de fragata D. Sebastián Martínez, y cuyo literal contesto es el siguiente:

« Excmo. señor: A las diez y media de la mañana de hoy desembarqué la fuerza de infantería y artillería del ejército que tomé en Cotabato, compuesta de 250 hombres, en el sitio designado por el señor brigadier gobernador político-militar de esta isla, y habiéndole expuesto al comandante de la fuerza, D. Gaspar Tenorio, que lo dejaba en su puesto protegido por las falúas y cañonero, y que con 40 hombres de marinería me dirigía a tomar las tres cottas de Subpagan, me dijo que si bien sus instrucciones eran las de permanecer en el punto que lo había desembarcado, en vista de estar bajo tiro de cañón y querer a la vez acompañarme, me seguiría; a lo que le conteste que lo admitía y quedaba bajo mi responsabilidad su protección, siendo su conducta digna de todo elogio.

En el acto dispuse formara su fuerza en orden de guerrilla, al centro la artillería y en el ala izquierda los 40 individuos de marinería, y al toque de ataque avanzaron todos haciendo a la vez disparos de artillería la expresada cotta, y como a quince pasos, a una voz de ¡viva la Reina! Se arrojaron todos con valor decidido, quedando a las once dueños de dichas cottas.

Ha habido un muerto, seis heridos de gravedad y 10 contusos; se han visto 15 moros muertos que se les dio sepultura, y varios rastros de sangre.

Los heridos se los mando a V. E., según opinión facultativa, por el cañonero Arayat.

Dicho cañonero, si V. E. lo estima conveniente, podrá mandármelo para cuando tenga que regresar a casa.

A pesar de la espesura del bosque por la parte sur y este, estoy bien, sin necesidad de ningún auxilio hasta tanto que llegue la columna del señor brigadier gobernador político-militar de esta isla.

Al tener la satisfacción de avistarme con V. E., daré pormenores de todo lo ocurrido en el día de gloria que han dado a nuestra querida Reina (Q. D. G.) sus fieles servidores del ejército y armada.

Todas las cottas inmediatas y caseríos los he incendiado, y recogido muchas porciones de país y animales.

Tengo en mi poder cinco cañones de hierro, dos de a 16, tres de a 24, uno de bronce de a cuatro y una porción de pertrechos de guerra »

Y con la mayor satisfacción tengo la honra de trasladarlo a V. E. para su debido conocimiento, quedando luego que reciba el parte detallado de la acción, en elevar a V. E. la correspondiente propuesta de premios a que se han hecho acreedores el distinguido capitán de fragata Martínez y los bizarros oficiales y tripulaciones de los buques que han estado a sus órdenes.

He dispuesto igualmente que el cañonero Arayat vuelva al estero de Subpagan para proteger las operaciones que por aquel punto se practican, toda vez que ya creo en comunicación con aquellas fuerzas a la columna que desembarcó en la orilla de frente a este establecimiento e iba al inmediato mando del señor brigadier Tenorio.

Sin embargo, he prevenido a Martínez que antes de retirarse de aquel punto, porque las operaciones así lo exijan, y las órdenes que reciba del indicado señor brigadier, embarque en las falúas la artillería tomada al enemigo, así como las armas y pertrechos, y los transporte a este establecimiento.

Los heridos que vinieron en el Arayat fueron cinco; pues aunque se embarcaron seis, uno murió en la travesía, que era el sargento primero del regimiento del Rey; y los restantes la mayor parte tienen heridas muy graves. Procuro que la asistencia sea esmerada y cual corresponde a los fieles servidores que se sacrificaron por su Reina y por su patria.

Dios guarde a V. E. muchos años. A bordo de la goleta Valiente en Cotabato a las ocho de la noche del 7 de mayo de 1866.- Excmo. señor.- Francisco de Paula Pavía.- Excmo. señor ministro de Marina.

(Publicado por el periódico La Época el viernes 3 de agosto de 1866, con el título Operaciones en Filipinas)

Una pequeña avería en el Mindanao.

El 3 de marzo por la mañana, navegando con dirección a Cavite, y conduciendo a su bordo al Excmo. señor general de Marina, el cañonero Mindanao núm.1, tuvo una pequeña descomposición en la máquina; uno de los vapores de guerra fondeado en la bahía, encendió la suya y dio remolque a dicho cañonero.

(Publicado por el periódico La Correspondencia de España el lunes 30 de abril de 1866)

Septiembre de 1866. La acorazada Numancia en Manila.

Aun cuando hemos anunciado la llegada de parte de los buques de nuestra escuadra del Pacífico a Manila, creemos que serán leídos con interés los siguientes pormenores que detallan este suceso, así como el recibimiento que se les hizo por las autoridades de Manila:

« La Numancia entró en el puerto el 8 de septiembre. El ayuntamiento, con sus maceros, se embarcó en el cañonero Prueba para ir a felicitar a nuestros marinos; pero con la noticia de que el comandante de la fragata Sr. Antequera se encontraba a bordo de otro cañonero, el Mindanao, envió una comisión de su seno para saludarle. El Sr. Antequera manifestó en sentidas frases su agradecimiento, y quedó en tierra para cumplir sus deberes reglamentarios, siguiendo la corporación municipal en el Prueba con rumbo a la Numancia.

Avisado ya (dice El Diario de Manila) el segundo del buque, teniente de navío Sr. Barreda, hizo formar sobre la cubierta toda la dotación, y el excelentísimo ayuntamiento, precedido de sus maceros, fue recibido en la Numancia con honores que correspondían dignamente a la noble significación que tenia la presencia allí de la representación de la ciudad de Manila.

Breves, sentidas y muy adecuadas al justo motivo de la visita, fueron las palabras que dirigió el señor corregidor al segundo comandante y oficiales de la Numancia. Su felicitación obtuvo una respuesta no menos digna, pues reflejaba la expresión de sentimientos de gratitud de los que, modestamente, no ven en sus hechos de armas otra cosa que el estricto cumplimiento del deber y la satisfacción que estaban dispuestos a llevar hasta el último sacrificio, de una deuda sagrada que tenían con la patria.

Después de esta ceremonia pasaron los concejales a examinar el buque, acompañados de los oficiales del mismo, los cuales con la mayor complacencia y prolijidad les explicaron todo lo relativo a los detalles que deseaban aquellos conocer.

Apenas habría pasado media hora que estaban a bordo, cuando atracó el vapor Isabel I con una comisión del comercio de esta plaza también a felicitar a los señores comandante, oficiales y tripulación de la Numancia, llegando poco después una lancha que el mismo comercio enviaba, cargada de tabaco y víveres frescos, de que se suponía escaso el buque después del largo viaje que acababa de hacer.

Serian las cinco de la tarde cuando la corporación municipal se trasladó al Prueba para regresar a Manila, siendo despedida por vivas de honor que, desde las vergas y contestando al segundo de la Numancia, dio la tripulación a la patria y a la ciudad de Manila, contestadas desde el Prueba por el excelentísimo ayuntamiento con vivas a la patria y a la marina »

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