Cadiz bombardeo napoleónico 1811

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Bombardeo de Cádiz en 1811 por los napoleónicos


Para bombardear Cádiz los franceses se probaron unos nuevos cañones inventados por el ingeniero Villantroys, para que obtuvieran mayor alcance y poder a su vez lanzar granadas, en vez de los proyectiles macizos, pero esta no explotaban ni los cañones tenían el alcance suficiente.

En el año de 1811, lo bombardeos continuaron irregularmente, siendo el mes de marzo el que más se intentó castigar a la ciudad, de ellos el día 13 fue el más duro, de hecho cayeron dentro del recinto amurallado once, de ellas una cayó en la iglesia de la Merced y otra en la plaza de San Juan de Dios.

En el bombardeo no hubo víctimas y el pueblo con su gracejo comenzó a burlarse de nuevo, de lo que se hizo eco el diario El Conciso, publicando el día 15 de marzo, de este tenor:

« Lista de las desgracias ocurridas con las granadas:

Muertos: un gato, y un perro (o perra según algunos)

Heridos: las narices de un ángel de madera que sostenía una lámpara.

Contusos: la cama de un Religioso de San Juan de Dios.

Extraviados: dicho Religioso, que contra su costumbre fue (inspirado de algún ángel y no el de las narices rotas) a dormir a otra parte. »

Ya se venían cantando la letra de unas coplas en tabernas y plaza como la conocida:

Con las bombas que tiran
los fanfarrones,
se hacen las gaditanas
tirabuzones.


Otra menos conocida:

Murieron tres mil franceses
en la batalla del Cerro
pero han logrado un desquite:
que una bomba mate a un perro.

El conciso del día 24 siguiente, da una aclaración del porque no llegan las granadas a Cádiz.

«Granadas: Nuestros vecinos erre que erre (empeñados en regalar a Cádiz con sus granadas) han vuelto a hacer el 23 sus tentativas: ¡Vaya que no gana uno para sustos! Por fortuna esta vez no hubo perro ni gato que se incomodase; ni aún un caballero hamburgués que por prudencia suele en tales casos alejarse de la plaza de San Juan de Dios, se sabe que tomase tal medida, pues ahora salimos con que las dichosas granaditas no están a prueva de levante; este reynó la última noche, y así aun las pocas que suelen llegar, si hay viento en popa, se quedaron en el camino, donde no se sabe que haya tenido desgracia alguna, como sea la de algún Delfín; y para Delfines no necesitan los franceses de granadas; con píldoras suelen componerse» (sic)

El año de 1812 empezó con una serie de rumores sobre un nuevo mortero con el que los franceses pensaban castigar a la ciudad. El bombardeo comenzó el 12 de marzo. El fuego, en efecto, era más duro, continuando durante todo el mes de marzo. Después de una breve interrupción, los ataques continuaron el 16 de mayo, y junio, acrecentándose el temor y las víctimas. El cerco cada vez se hacía más estrecho y la efectividad mayor. El día 15 de julio de 1812 una granada cayó en la calle Sacramento, muy cerca de donde se reunían las Cortes. En agosto la situación parece insostenible, hasta que el día 25, se inició la retirada de las tropas francesas.

La mayoría de las granadas que durante todo el asedio cayeron en Cádiz, fueron a los barrios de Santa María y la Merced y la Plaza de San Juan de Dios. Las que alcanzaron mayores distancias fueron muy escasas.

La población de los barrios más afectados, sobre todo desde junio de 1812, tuvo que abandonar sus casas, y fueron instalados en el campo del Sur y en la Caleta, en tiendas de campaña suministradas por los ingleses.

Sin embargo, pese a la situación de temor en algunos instantes el balance total de los bombardeos llama la atención: del 16 de marzo de 1810 al 25 de agosto de 1812, los franceses lanzaron 15.531 proyectiles, de los que solo llegaron a Cádiz 534.

Hay que concluir, por tanto, que estos proyectiles tuvieron poca influencia en la vida de la ciudad, y menos en los edificios. En cuanto a víctimas, parece ser que, durante los treinta meses y veinte días que duró el asedio, únicamente murieron en Cádiz entre doce o catorce personas a resultas de las bombas francesas.

Bibliografía:

Ramos Santana, Alberto.: Historia de Cádiz. De ciudad soberana a capital de provincia. Vol. III.

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