Francisco Fernández de la Cueva y Enrique Cabrera 1643

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1643 - Don Francisco Fernández de la Cueva y Enrique Cabrera



Subimos este documento a pesar de no ser específicamente de tema naval, pero si por su importancia y por estar escrito por un marino, los cuales en esta época igual servían al Rey en tierra que sobre las cubiertas de los buques.

Carta del VIII Duque de Alburquerque sobre el combate de Rocroi al Rey



«Ilustrísimo Señor. — Escribí a V. S. los días pasados la relacion del desgraciado suceso que las armas de S. M. tuvieron sobre Rocroy; y aunque procuré dar cuenta a V. S. de todo — y lo puse en ejecucion —, no se pueden referir de una vez negocios de tanto peso, y mas cuando la pena y sentimiento estaban tan frescos en la memoria que no dejaban obrar al discurso para desmenuzar las menores circunstancias, que en semejantes sucesos son siempre las mas importantes para la claridad de quien los oye.

Bien me acuerdo que en la pasada prometi a V. S. hablar claro y arrimarme mas a la verdad del caso que a los rodeos de la disculpa, y por si entonces no lo hice, por haber cumplido con el nervio de mi relacion, ahora la eslabonare con todas las circunstancias, perdonándome V. S. si repito otra vez lo que ya ha oido, que todo es menester para que la culpa de los unos sirva de abono a la inocencia de los otros. Y tomando de mas atras mi relacion, digo, Señor, que sin comprender ninguno el intento y designio del Sr. D. Francisco Melo, fuímos marchando la vuelta de Abinas (Avesnes).

No sabia nadie del ejercito adonde habia de dar el rayo, porque no solo no lo habia comunicado el Sr D. Francisco a ningun cabo, pero aun a mí no me lo dijo hasta que ya estuvieron tomados los puestos, y como en aquel estado no tenia remedio los consejos, aunque allí importara la disuasion, solo atendi a prevenirle que mirase no nos hallasemos sin artilleria gruesa, como el año pasado en La Bassée; díjome que ya tenia prevenidos 4 medios cañones de las plazas circunvecinas para encaminarlos asi como llegasemos; advertile tambien que para hacer entrada en pais extranjero adonde nos habian de venir los viveres de tan lejos, me parecia que no teniamos carros para conducirlos, pues en nuestra armada, que era de mas de 20.000 hombres, no se hallaban aun 50 carros del Rey. Respondióme que ya habia enviado a Bruselas por ellos, y habiendo yo quitado el escrupulo que tenia con estas advertencias, marchamos a Rocroy, adonde, reconociendo la plaza, se eligieron los ataques y se empezaron aquella noche.

Parecerá vanidad el que yo diga esto; pues no lo es, sino hablar con la verdad que acostumbro, siendo testigo de todo cuanto me ha pasado los hombres de mas importancia de toda armada, pues siempre hable a voces delante de ellos, que no ha pasado cosa desde el principio al fin que yo no haya prevenido con advertencias tan necesarias que plugiera a Dios, Señor, que se hubieran admitido, pues hoy cantamos la victoria en vez de llorar nuestra ruina.

Púsose nuestro ejército en frente de banderas alrededor de la villa, o por mejor decir, púsole el Conde de Fontana (Fontaine), que parece que Dios le habia dado ciencia infusa para errarlo todo, o que permitió traerle con nosotros para castigo de nuestros pecados. Salío de mi cuartel a ver el frente de banderas y hallé, desde el cuerno izquierdo de la infantería hasta el derecho de mi caballería, que habia bien tres cuartos de legua sin persona que guardase, y conociendo luego aquella falta escribí un papel al Sr D. Francisco dándole cuenta de lo fácil que seria el socorrer la plaza por aquel flanco; y como no corria por mi cuenta el guardar mas que el puesto que se me habia encargado, salio el Sr D. Francisco a verlo, y yo, y todos, y hallando verdadero mi reparo, se mudo el frente por consejo mio, cerrando mas aquel flanco y asegurándolo de socorro; y fue tan lindo tiempo que a la noche vino el enemigo por aquella misma parte con 1.800 caballos a socorrer la villa, y hallandose burlado, mataron nuestras centinelas a sus reconocedores (batidores) y tocando alarma nos hallaron prevenidos y se fueron burlados. Nada de esto lo digo porque importe a lo principal del suceso, sino porque vea V. S. que fui siempre haciendo reparo hasta en las menores prevenciones y todas salieron verdaderas.

Determinóse ganar las medias lunas, porque estando nosotros sin fortificarnos, no diesemos lugar al enemigo con la tardanza a que se juntase a socorrerla; y como para ganarlas no tuvimos artilleria, murio infinita nuestra gente, porque tiraban sin temor a que se les ofendiésemos con esta parte tan principal de un sitio; pero al fin se ganaron y sustentaron y al artilleria nuestra no vino por mas que yo lo previne. Estuvo la gente tres días sin pan, que tampoco vinieron los carros que habian de venir de Bruselas, sin haber importado mi advertencia para que viniesen.

Dejemos la plaza en el último estado de ganarla, pues estábamos en tres dias cegando el foso, y vamos a la venida del enemigo, que fue lunes 18 de mayo.

Tuvimos noticia de que llegaba y, con la mayor prontitud que pude saque mi caballería a la plaza de armas; y encargándose Fontana de poner la batalla, que como a Maestre de campo general le tocaba, lo primero que hizo fue sacar el ejercito del puesto que tenia — con un marrazo por frente por el que no podiamos ser embestidos y un bosque por el costado derecho — y ponerlo a la falda de una colineja que, si el enemigo la ganara, nos pudiera derrengar con su artilleria. Di gritos diciendo que como se hacia aquello, que avanzásemos a ganarla. Ayudáronme todos, pero Fontana era tan porfiado que no lo quiso hacer hasta que vio aquella tarde que el enemigo quiso avanzar a ganarla, y entonces nos mandó avanzar a nosotros conociendo que era saludable lo que yo habia dicho. Cuando el enemigo venia, era fuerza que desfilara su gente por un paso angosto y, queriendo enviar (contra ellos) 1.500 caballos, me ofreci yo a ir con mi caballeria a disputarle la deshilada, que es cosa evidente que si me lo permiten, se vuelven sin socorrer la villa, como lo dice la razón y como los mismos enemigos han confesado. Tambien cuando aquella tarde se avanzaron a ganar nuestra colina, no habia pasado mas de la mitad de su gente e hicieron presencia con ella para que pasase la otra, y yendo nosotros resueltos a embestir y estando a tiro y medio mosquete, volvió el enemigo las espaldas y Fontana mando que hiciésemos alto. Yo di voces, delante de todos, (para) que embistiésemos, y viendo que no se daba orden para ello, me fui al Sr D. Francisco, y me dijo que él estaba esperando al barón de Beque (Beck) que estaba a tres leguas de allí y venia con mas gente, así que no queria salir a buscar el enemigo pudiendo esperarle y aguardar el socorro del barón, y que esperando se habian perdido muy pocas victorias, dandome ejemplos para convencerme.

Vamos ahora a la mal forma con que estaba dispuesto el ejército, que parece imposible que lo pudiese errar un niño, cuanto más un hombre tan viejo como Fontana. Habiendo 21 tercios de infanteria, tenia puestos cinco de frente al enemigo y los demas que hacian frente al sesgo por los costados, y toda la caballeria del Rey en ala al cuerpo izquierdo y, al derecho otra ala de alguna caballeria del Rey y lo demas de regimientos y caballeria alemana; en fin, él tenia puesto el ejército en plaza de armas en vez de ponerlo en batalla, y con tan poco retén y reserva como si no hubiese de pelear, porque Fontana nunca se persuadia que el enemigo nos habia de dar la batalla. Reconocí la flaqueza de nuestros puestos, y en particular la del cuerno izquiedo, adonde estaba mi caballeria, pues estaba tan desamparado aquel lado hasta llegar a un bosque, que nos podian ganar la retaguardia por aquel costado. Llamé al Sr D. Francisco para que lo reconociese, y preguntándole a D. Pedro de Villamor, mi comisario general, si se atrevia a guardar aquel puesto, respondio que no.

El último Tercio en Rocroy.
El último Tercio.
Autor Don Augusto Ferrer Dalmau.

Dijo (Melo) que qué remedio habria para guardarlo; replicamos que ninguno si no era trabajando con zapa y pala alguna zanja en aquel flanco para que el enemigo se embarazase al querernos embestir. Respondió el Sr D. Francisco que era imposible a causa de no haber zapas ni palas (propia confianza de quien tiene mucho valor o mucha prisa de ganar una villa, venirse sin los mas necesarios instrumentos de un sitio, que son la zapa y la pala para fortificarse) Añadió el Sr D. Francisco que si lo podria guardar enviando 1.000 caballos mas; respondiósele que no, pero que se guardaria algo mejor con los mil caballos. Fuese amagando que los enviaria luego y los caballos no vinieron. Viendo yo que anochecía y que, con el amparo de la noche, nos podriamos mejorar sin que el enemigo lo viese, pedí al Conde de Fontana que se pusiese en batalla mezclando batallones de infanteria con gruesos se caballeria, para que estuviesen unidas en incorporadas nuestras fuerzas, o que, por lo menos, me enviase mangas sueltas de mosqueteria para mezclar entre mis gruesos para que diesen mas viva carga al enemigo, y no quiso. Volvíle a enviar recados hasta el amanecer, que le envie el ultimo con el ayudante Pedro Pérez, y me respondió con él:

«¿Qué me quiere el Duque de Alburquerque, no le he enviado 500 mosqueteros para el bosque?»
Como vi esto, no quise replicar a su porfía, y dije a todos los mas capitanes y algunos de mis criados:
«Presto veremos que el enemigo nos ataca y nos corta ganándonos la retaguardia y la victoria»

Y fue tan leída esta razón en mi entendimiento, que sucedió al pie de la letra como lo dije. Embistiónos el enemigo, y para acabarlo de errar todo, Fontana mandó que le saliese a recibir nuestra caballería y que la infantería se quedase fija en sus puestos, que fue nuestra última perdición, pues salió la caballería a pelear contra la caballería y la infantería del enemigo, que venia mezclada y unida, y nuestra infantería se quedó sin que nos ayudásemos los unos a los otros; pero no obstante peleó tan valerosamente la caballería que ella sola tuvo ganada la victoria dos veces y volviendo contra el enemigo su misma artillería, que se la tuvimos ganada, se empezó a aclamar la victoria a tiempo que el retén del enemigo se fue deshilando a ganarnos la retaguardia y, ganada, nos embistió por todas partes y puso nuestra gente en derrota. En fin, Señor, yo no pude hacer mas que pelear por mi persona y juntar siempre las tropas para llevarlas a la cara del enemigo; pero ya el mal habia sucedido, que esta batalla estaba perdida desde que se puso el ejército en forma de pelear, o, por mejor decir, en forma de muestra, pues Fontana no le puso mas que para mostrarle. Dios le haya perdonado, pues por su culpa padece hoy la reputación de tantos, que aunque parezca poca modestia el hablar de los muertos, tampoco es justo que por ese respeto se calle su mala disposición, que eso fuera hacer culpados a los que merecen tener mucha gloria aun en medio de la contrariedad del suceso. Y asi he querido hablar claro a V. S. para que sepa y conozca que, aunque por el puesto que tengo pudo correr algo por mi cuenta de éste suceso, no corrió nada mas que el pudrirme de haberlo visto obrar tan mal y el haber dado mis consejos en vano, pues habiéndolos dado así en lo que V.S. ha oído como en que nos fortificásemos con cordón (contravalación), cosa tan sabida en los sitios y tan experimentada por buena, jamas lo quisieron hacer. Ya he dicho a V. S. que sería por sobra de valor y por ganar con mas brevedad la villa, excusándose de la tardanza de quien se fortifica; pero en todo acontecimiento yo, como por mis pocos años no puedo hacer voto solo, siempre me atengo a lo que he leído y oído platicar a otros, que con el deseo que tengo de aprender, escucho con atención y observo con codicia, y nunca he oído dejar de alabar por bueno el fortificarse, temiendo siempre al enemigo hasta el dia de pelear, que entonces es cuando no se ha de temerle. En fin, los franceses han dicho claramente que si les hubiéramos embestido la tarde antes, cuando yo lo dije, les hubiéramos roto; que si nos hallaran fortificados se hubieran vuelto, y que si nos hubiéramos mudado por la mañana a la forma(ción) en que quedamos por la noche, les hubiéramos roto. Y Gación (Gassion), el gobernador de la caballería francesa, dijo que yéndonos a reconocer por la mañana y hallándonos puestos en la forma que el día antes, había dicho al Duque de Anguien (Enghien):

«Embistamos que todos son nuestros»

Suceso ha sido que tendremos bien que sentir, no tanto por la pérdida, con ser tan grande, como por la ganancia que dejamos de hacer y por haberla perdido de ignorancia. Verdad es que el enemigo hizo mucha mas pérdida que nosotros, pues ellos mismos afirman que de seis partes de muertos perdieron ellos las cuatro. Ya he avisado a V. S. lo valerosos que anduvieron los españoles, y en particular mi tercio, a quien llaman en Francia el «petit château» por la firmeza con que se defendió siempre.

D. Antonio Coello ha salido de la prisión trocado por un capitán de caballos; también han salido D. Luis del Castillo, D. Diego Vázquez y otro paje mio, todos heridos, si no es D. Antonio que está bueno. Nuestra gente se va recogiendo cada dia, y el enemigo, pudiendo haber hecho mucho en todo este tiempo, no ha hecho nada, con que nos ha dado lugar a respirar y a juntar la gente. Ruego a Nuestro Señor pase adelante este ahogo y nos veamos con algún desquite de nuestra pérdida. Ya V.S. estará informado de todo, con que conocerá que ni fuí llamado a consejo, ni quisieron tomar el mio, ni pude hacer mas ni menos de lo que hice, pues es mi obligación el hacer todo cuanto mis fuerzas alcanzan, sin dejar nada reservado de lo que llego a conocer. De todo lo que en adelante fuere sucediendo daré cuenta a V. S. como a persona con quien descanso y a quien tan entrañablemente quiero, por cuya razón le descubro siempre la verdad de todo, porque no la mendigue de nadie estando yo de por medio, que soy tan fiel cronista y tan servidor de V. S. cuya Ilma persona guarde Dios muchos años. — Del Campo junto a Mons, a 15 de junio de 1643.»

Posdata autógrafa:

«V. S. me avise de todo lo que hubiere de hacer en materia de éste negocio y créame que todo lo que describo es verdad sin juntar a nada y también que suplico a V. S. procure sacar copia de la carta que el Sr Don Francisco escribe a su Majestad o saber lo que hay de cierto, que yo escribo al rey y V. S. me haga merced de enseñar ésta a todos, porque sepan la verdad: yo solo se decir a V. S. que no siento la pérdida sino la mala disposición que es tener el ejército de Flandes perdido por esto; pero no me queda ningún escrúpulo en mi conciencia pues todo lo dije a todos y al Señor Don Francisco y al maldito Conde de Fontana; y como mi oficio es obedecer a estos dos, yo hice en todo lo que me mandaron, y pudo tanto el valor de nuestra caballería que, no obstante la mala forma de nuestro ejército tuvo ella sola conmigo, que siempre fui delante de ella, ganado dos veces la victoria, toda la caballería mia contra la de el enemigo y contra su infantería, sin que jamas en ninguna razón nos ayudase la nuestra ni se moviese de su puesto. Mire V. S. cuándo se han visto tantos errores como en esta ocasión: en fin el que había de estar en todas partes andaba en una silla de manos, que con esto está dicho todo. Y también es la verdad que el enemigo ha perdido mucha mas gente que nosotros porque la nuestra esta presa casi toda, que estamos locos de contentos y el enemigo de verdad ha pedido solo de muertos en la pasa (revista) 5.000 hombres, sin muchos heridos.

V. S. sepa que en todo esto es la verdad lo que de escribo y me avise de todo, y si fuese menester enseñar esta carta por todo Madrid lo haga y, si no, sea verdad para V. S. besa a V.S. las manos su primo y mayor servidor. — El Duque de Alburquerque.»

Bibliografía:

Original en la biblioteca de la Casa de Alba.

Transcrito por Todoavante

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