Fuerte Delfin tomado 29/I/1794

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Toma del Fuerte Delfín 29 / I / 1794

Con la ejecución en la guillotina del rey Luis XVI a finales de enero de 1793 la guerra entre España y Francia era ya inevitable. Durante los primeros meses se estuvo debatiendo la línea de operaciones a seguir. El nuevo ministro don Manuel Godoy quería llevar la guerra a los Pirineos como principal frente en la guerra. El ministro de Marina don Antonio Valdés propugnaba por enviar una escuadra al Caribe para atacar las posesiones francesas y defender el comercio y el transporte de caudales de los ataque de los numerosos corsarios franceses. Cuando el rey Carlos IV decide enviar una escuadra al mar Caribe, nombra comandante de ella a don Gabriel de Aristizabal el dia diecinueve de febrero cuando éste acababa de llegar al Ferrol desde Cádiz. El día cuatro de marzo iza este general su insignia en el navío de 112 cañones Reina Luisa, trasladándose a finales de mes al navío de igual artillado Salvador del Mundo, que estaba al mando del marqués de Castañar.

A las cuatro de la madrugada del día seis de mayo zarpa la escuadra de Aristizabal y entra en Cádiz el día doce siguiente. Tres días más tarde arría su insignia del navío Salvador del Mundoy la enarbola en el navío de 80 cañones San Eugenio. El día once de junio zarpa la escuadra del teniente general don Gabriel de Aristizabal y Espinosa. El día veintitrés de julio costean la isla de Trinidad y tres días más tarde entran en La Guaira, el puerto de Caracas. La escuadra estaba compuesta por el ya mencionado San Eugenio, los navíos de 74 cañones San Lorenzo, San Isidro, San Juan Bautista, San Gabriel, San Ramón, mandados respectivamente por el brigadier don Antonio O’Carol, los capitanes de navío don Pedro Carriazo, don José Salazar, don Juan Herrera, don Manuel Pando, don Francisco Montes, y la fragata de 34 cañones Santa Águeda.

La escuadra llegó en un estado deplorable. Durante la travesía hubo una epidemia que causó varios muertos y muchos enfermos, teniendo que desembarcar a más de quinientos hombres. El gobernador de Caracas, don Pedro Carbonell, le suministra tropas para su escuadra, además de las destinadas a la isla de Santo Domingo. Desde el mes anterior se habían recibido informes de las luchas entre los partidarios franceses de la Convención y el comandante de Marina de Guarico. El día dos de agosto zarpa de La Guaira con sus seis navíos y dos goletas para enviar tropas que socorran al gobernador de Santo Domingo. El teniente general Aristizabal transbordó las tropas a los tres corsarios de Caracas y a varios buques mercantes, y regresó a la costa de Caracas, entrando a las seis de la mañana del día once de agosto en Puerto Cabello. Las razones para ello fueron varias, como la falta de marineros, habiendo dejado seiscientos enfermos en La Guaira, tenía agua para sólo un mes y la época de huracanes llegaría pronto, prefiriendo permanecer en la costa de Tierra Firme durante la invernada. La primera intención de Aristizabal era apostarse en la isla Trinidad y atacar el comercio enemigo ó tomar alguna de las islas francesas, pero los acontecimientos se precipitaron.

La situación en la isla de Santo Domingo es extremadamente complicada, donde las tropas españolas son hostigadas por las francesas, más numerosas. El gobernador, don Joaquín García, solicita el apoyo de la escuadra. Recibía víveres y pertrechos de buques norteamericanos que eran continuamente hostigados por una flotilla francesa, la cual ya había capturado un bergantín. Solicitó el apoyo de la escuadra para que enviara las tropas necesarias y buques para proteger los convoyes, bastando, según el gobernador García, con los tres corsarios de Caracas, o dos de ellos y la balandra Ventura y la goleta San Bruno de la Armada, puestos al mando de don Antonio Careaga. La escuadra de Aristizabal continúa perdiendo muchos hombres por los muertos, enfermos y deserciones. Estima este general que necesita unos cuatrocientos hombres, que son solicitados al gobernador y capitán general de Venezuela. Su escuadra se encontraba ahora en mala situación por falta de pertrechos. Además, se había entregado a las autoridades españolas el comandante francés De La Riviere con el navío Le Ferme, la fragata Calipso y otras unidades menores. Este navío se encontraba con la mitad de su gente y estaba falto de velas, jarcias y pertrechos, los cuales tienen que ser sacados del resto de navíos de la escuadra (1). Las estimaciones del teniente general Aristizabal son que no podrá salir con su escuadra rumbo a la costa de Santo Domingo antes de primeros de diciembre. Además, varias fragatas de su escuadra se encuentran en La Habana y en la isla Trinidad.

Por noticias llegadas por un mercante norteamericano, los franceses contaban con dos navíos, los llamados Eolo y Júpiter, siete fragatas y otros buques menores en las pequeñas Antillas. En esos momentos se estaba preparando la salida de un convoy en La Guaira rumbo a la Península con dos millones de pesos y otros géneros. Otros buques saldrían de Veracruz en noviembre del año de 1793 con nueve millones de pesos y otros géneros, eran el navío San Pedro Alcántara y la fragata Ceres, pero el virrey de Nueva España conde de Revillagigedo, ante el peligro de ser capturados, decide retenerlos hasta que lleguen otros buques de guerra a Veracruz para su escolta. Aristizabal se ve en la obligación de separar su escuadra para proteger el convoy de La Guaira y evitar que sea capturado por los buques franceses, acudir con socorros a la isla de Santo Domingo y escoltar los navíos de guerra con caudales retenidos por el virrey Revillagigedo.
Aristizabal envía al bergantín Nuestra Señora del Rosario, al mando del teniente de navío don Juan Antonio Careaga, para informar al gobernador García de las disposiciones de este general para cumplir con todas las comisiones. Además, el teniente Careaga debía reconocer las obras de defensa francesas, las ensenadas y abrigos cercanos a Bayajá.

En la mañana del día diez de diciembre zarpa la escuadra de Puerto Cabello. Tres navíos se dirigen con Aristizabal a Santo Domingo, mientras el resto de la escuadra escolta al convoy de La Guaira hasta el canal de Bahama. Libres del peligro de ser capturados los mercantes por buques franceses, los buques españoles de la escolta se reúnen con Aristizabal. En la costa de Caracas habían quedado varios buques menores. A finales de enero de 1794 debía zarpar de Puerto Cabello el teniente de navío don José María Goicoa con la balandra Ventura. Se le debía unir los bergantines Bolador y Duende e incorporarse en Santo Domingo a la escuadra de Aristizabal. El gobernador don Pedro Carbonell, ante la indefensión en que se encuentra la isla de Trinidad, decide enviar un convoy de tropas a esta isla desde Venezuela, utilizando para ello los buques antes mencionados, que además les ordena quedarse a las órdenes del gobernador Chacón para salvaguardar el comercio de Trinidad, al considerar que estos buques y refuerzos eran más necesarios en la isla.

Encontrándose la escuadra de Aristizabal reunida en Montecristi, llega el día treinta de diciembre el bergantín Nuestra Señora del Rosario con cartas del gobernador de Santo Domingo. Informa al comandante de la escuadra sobre el estado de defensa de Guarico y Bayajá y la posibilidad de su ocupación sin dificultades con el apoyo de la escuadra. Al mismo tiempo el bergantín trae noticias del gobernador y comandante general de Marina de La Habana sobre la presencia en el canal de Bahama de dos navíos franceses de 74 cañones, cuatro fragatas de 40 cañones y cuatro bergantines. Esta presencia enemiga provoca la detención en La Habana del envío de tropas y municiones a Santo Domingo en la fragata Nuestra Señora de la O y una urca. También quedarán detenidos en La Habana en cuanto lleguen de Veracruz el navío San Pedro Alcántara y dos fragatas con nueve millones y medio de pesos destinados a la península y a los situados de las islas. Al general Aristizabal se le pide el concurso de su escuadra para escoltar los caudales y después acompañar a la fragata y urca con tropas, destacando algún buque para llevar los situados a Puerto Rico y Trinidad.

El teniente general Aristizabal debía acudir a demasiadas comisiones con su pequeña escuadra. Destacó al bergantín Rosario a la Aguadilla de Puerto Rico con órdenes para que la fragata Santa Águeda, que se encontraba allí destacada, se reuniera con la escuadra en la bahía de Manzanillo. El día tres de enero del año de 1794 llega la escuadra a la bahía de Manzanillo, en la parte francesa de la isla, muy cerca de la frontera española. Diez kilómetros al sur se encuentra Fort Dauphin (Fuerte Delfín) ó Bajayá, hoy en día su nombre es Fort Liberté. El general Aristizabal realiza un consejo de guerra el día cinco de enero a bordo del navío insignia San Eugenio (2).

La plaza francesa estaba defendida por unos mil hombres, 40 cañones y gran cantidad de municiones, pero muy escasos de víveres, y en Guarico había otros seis a ocho mil hombres. Por parte española, la guarnición de Dajabón, a cincuenta kilómetros al sudeste de Fuerte Delfín, contaba con mil quinientos hombres, pero estando amenazado por tropas francesas sólo se podían destinar quinientos o seiscientos hombres para el ataque a Bayajá a los que se sumarían trescientos infantes de Marina y quinientos marineros de los navíos San Eugenio, San Lorenzo, San Isidro, San Juan Bautista y otros buques menores. En el consejo de guerra se decide suspender el ataque por las escasas tropas disponibles y los numerosos compromisos de la escuadra, además de no poder asistir a un largo asedio por los escasos víveres de los buques y su necesidad de realizar reparaciones en el arsenal de La Habana en breve tiempo.

Una de las primeras disposiciones al poco de llegar a la bahía de Manzanillo fue enviar al navío San Ramón y a la fragata Santa Águeda a bloquear Guarico y otras unidades menores a Puerto Delfín. El día siete de enero son destinados los dos primeros buques a recoger en Cuba un batallón de infantería, siendo relevados en el bloqueo de Guarico por el navío San Gabriel. Regresaron de La Habana el día veintiséis de enero con cuatrocientos soldados del segundo batallón del regimiento de infantería de La Habana, los cuales se unen en Dajabón a las tropas del coronel don Joaquín de Saso. Durante el bloqueo de Guarico, el navío San Gabriel capturó cuatro embarcaciones americanas cargadas de víveres para los franceses, mientras el resto de buques menores capturó otras cinco.

Mientras tanto, el segundo en el mando, el jefe de escuadra don Francisco Javier Muñoz, sería enviado el día quince de enero a La Habana para traer pertrechos a la escuadra y más tropas destinadas a Santo Domingo. Fondeó en La Habana con los navíos San Lorenzo, San Juan Bautista y Ferme, este último para quedar carenándose en el arsenal. El navío San Lorenzo es destinado a servir de protección a los buques cargados con caudales y detenidos en La Habana. Estos buques eran el navío San Pedro Alcántara y la fragata Ceres, que a primeros de febrero zarpan de La Habana rumbo a Cádiz, llevando a bordo en los tres buques tres batallones de infantería y dinero para Santo Domingo y Florida, que sumados a los caudales de S. M. y particulares sumaban quince millones de pesos, seis de ellos a bordo del San Lorenzo. Los citados tres buques entraron en la bahía de Cádiz el día veintinueve de marzo de 1794. El navío San Juan Bautista, la fragata Nuestra Señora de la O y las urcas Santa Librada y Santa Florentinazarpan de La Habana al mando del jefe de escuadra Muñoz el día trece de febrero, cuando la plaza ya se había rendido.

El día veintisiete de enero quedó la escuadra de Aristizabal reducida a tres navíos, San Eugenio, San Ramón y San Isidro, la fragata Santa Águeda y varios buques menores anclados en la bahía de Manzanillo. Esa misma noche se presentaron ante el general Aristizabal dos oficiales franceses que le comunicaron las muchas necesidades de la plaza, sobre todo víveres, y se ofrecieron a rendir los fuertes de la entrada a la bahía con sólo cuatrocientos hombres.

Embarcados en los botes y lanchas de la escuadra, salieron a las doce de la noche cuatrocientos marineros, ciento treinta infantes de Marina al mando del capitán de navío don Justo Salcedo, doscientos cincuenta soldados de infantería del 2º batallón de Cuba al mando del coronel graduado marqués de Casa-Calvo y una compañía de Caracas mandados por el teniente coronel graduado don Juan Casas, además de un destacamento de brigadas de artillería de Marina. Iban protegidos por dos lanchas cañoneras y la goleta corsaria de Puerto Rico al mando de don Jerónimo Clarac. La operación de mar y tierra estaba dirigida por el capitán de fragata don Francisco de Alcedo y Bustamante, mayor de la escuadra. Se dieron las órdenes para que la fragata Santa Águeda y el navío San Ramón llegasen al amanecer para cubrir una posible retirada o verificar la ocupación de los fuertes. Comenzó el asalto a las cuatro de la mañana tomando en una hora el fuerte de la boca y batería de Anse sin que se tenga que lamentar una sola baja.

Entre las 0700 y las 1000 de la mañana del día veintiocho de enero entraron por este orden el bergantín Rosario, la fragata Santa Águeda y el navío San Ramón, además de otras embarcaciones menores, entre las que se encontraba una goleta recién llegada de Maracaibo con una compañía de infantería. Dos lanchas cañoneras y las tres de los buques citados vigilaron para impedir la entrada de refuerzos por mar. Mientras tanto, el alférez de fragata don Pascual Enrile fue a dar aviso al comandante de las tropas de Dajabón, el coronel del regimiento de Puerto Rico don Joaquín de Saso, para que apoyase con sus tropas el ataque por mar, lo cual hizo a partir de su llegada a las tres y media de la tarde con trescientos soldados y noventa caballos. Al amanecer se vieron las banderas españolas izadas en los fuertes. El capitán de navío Salcedo mandó a dos oficiales a llevar la petición de entrega de la ciudad, mientras el navío y la fragata se situaban a medio tiro de cañón de Fuerte Delfín. Una hora y media después regresaron con cuatro oficiales franceses parlamentarios y un borrador de la capitulación.

Aristizabal respondió al margen de cada capítulo y les dio seis horas para tomar la decisión de rendirse, saliendo a las seis y media. A las doce de la noche salió Aristizabal de su navío insignia y acompañado del coronel Saso, embarcó en una falúa llegando a la batería de Anse a las dos y media de la mañana. Para entonces se hallaban empeñados el resto de los buques, pues había mandado que entrasen los navíos San Eugenio y San Isidro. Por varios contratiempos los parlamentarios franceses se retrasaron en su llegada, concediendo Aristizabal otras seis horas para su respuesta de rendición. Los franceses habían despachado varios correos a Guarico para pedir socorros, pero el general español sabía, por la larga distancia, que no llegarían las tropas de refuerzo en todo el día.

Reconoció los fuertes e izó su insignia en el San Ramón. A las 1100 de la mañana del día veintinueve de enero llegaron dos oficiales franceses con la capitulación aceptada, eran los capitanes Leyzan y Chamellard. A la 1300 entraron los navíos San Eugenio y San Isidro, situándose frente a Fuerte Delfín, desembarcando setecientos soldados para la toma del fuerte. Se realizaron las ceremonias de entrega de banderas y desfiles. El coronel Saso es nombrado gobernador, mientras las tropas francesas son llevadas a los buques de la escuadra. Estaban de camino mil ochocientos soldados franceses desde Guarico, que se retiraron tras la noticia de la rendición. Las únicas bajas fueron las heridas leves del teniente de fragata don Antonio Guruceaga, mientras los franceses tuvieron tres heridos, uno de ellos grave.

Tras la capitulación, se capturaron varios corsarios franceses en Monte-Cristi y una cañonera ocupó el día uno de febrero el puesto de Fort Blanc, diez kilómetros al este de Fuerte Delfín, con la rendición de cien hombres, que contaba con dos cañones de á 24 y 18 libras, dos pedreros y 45 fusiles. La fragata Santa Águeda y la goleta corsaria de Puerto Rico zarparon el día tres de febrero para cruzar sobre el Guarico. Al día siguiente entró en navío San Gabriel, preparándose un convoy para trasladar a los prisioneros a La Habana. La guarnición de la plaza consistía en mil treinta y un hombres de infantería y dragones franceses y algunas compañías de milicias. Se hallaron en buen servicio 38 cañones de varios calibres, una carronada de á 36, dos morteros de á 12 pulgadas y 104 bombas y uno de á 6 pulgadas con 63 bombas. Había otros trece cañones desmontados. La lista de material de guerra capturado, fusiles, pistolas, balas, mechas, etcétera, en los fuertes y en la plaza, era muy cuantioso, no así los víveres, pues disponían de ración para sólo dos días.

Tras la ocupación de Bayajá, el gobernador García se dispuso a realizar una expedición contra los franceses. El día tres de marzo del año de 1794 llegan a Bayajá el navío San Juan Bautista, la fragata Nuestra Señora de la O y las urcas Santa Librada y Santa Florentina, división que estaba al mando del jefe de escuadra don Francisco Javier Muñoz. Habían zarpado estos buques de La Habana el doce de febrero con ochocientos treinta y nueve soldados del regimiento de infantería de Nueva España, trescientos treinta y uno de los batallones de La Habana y cincuenta artilleros, pertrechos y municiones. Llevaron también los caudales de los situados de las islas de Trinidad, Santo Domingo y Puerto Rico, que sumaban quinientos setenta y dos mil pesos. Con estos nuevos refuerzos García comienza una expedición el día seis de mayo a la plaza de Jaquecy y regresa a Bayajá el día trece del mismo mes.

El día dieciséis de febrero del año de 1794 sale de Puerto Rico un convoy llegado el día seis del mes anterior. Recibe la escolta del navío Miño, la fragata Venus y la urca Santa Bibiana, aumentando las unidades de guerra españolas en el Caribe.

El día veintisiete de abril del año de 1794 entra en Bayajá, procedente de San Juan de Puerto Rico, el navío San Ramón, llevando a bordo a dos compañías de granaderos del regimiento de aquella plaza. Además llevaba once mil doscientos un pesos, que cubría la paga de esta tropa por seis meses.

Zarpó de la bahía de Manzanillo el día nueve de mayo y el día siete de junio del año de 1794 entró en La Habana la escuadra de Aristizabal, cinco navíos y una fragata, para invernar, reparar sus averías y abastecerse, dejando a su segundo en Santo Domingo, el jefe de escuadra don Francisco Javier Muñoz, con el navío San Ramón, tres fragatas y una urca. La escuadra de Aristizabal había sido reforzada en La Habana con cuatro navíos salidos de Cádiz al mando del jefe de escuadra don José Varela y Ulloa. Las tripulaciones, la mayoría bisoñas, y no aclimatadas, sufrieron enfermedades, habiendo perdido unos ochocientos hombres entre muertos y heridos, entre ellos el propio jefe de escuadra Varela que falleció en el hospital el día veintitrés de julio del año de 1794. Para el mes de septiembre siguiente estaban las escuadras listas para hacerse a la mar. Don Juan de Araoz, comandante del apostadero de La Habana, hizo un trabajo encomiable, sin olvidarnos que el virrey de Nueva España surtió de hombres, víveres, pertrechos y caudales para mantener en estado operativo los buques de la Armada. Hasta el mes de febrero del año de 1795 permaneció la escuadra en La Habana, cuando zarpó hacia su siguiente comisión en la isla Trinidad.

Tras la salida de la escuadra de Arisatizabal, la situación en Fuerte Delfín se fue deteriorando hasta la casi total anarquía. Desde la liberación de los esclavos, los colonos franceses temieron por sus vidas. El día siete de julio del año de 1794, quinientos negros armados y al mando del general Juan Francisco, entraron en la ciudad y la saquearon. En la plaza mayor son degolladas más de seiscientas personas y otros muchos perecieron ahogados al intentar huir por mar. El gobernador culpó al general Aristizabal por haber recalado con su escuadra en La Habana, debiendo permanecer en Santo Domingo. Lo cierto es que el gobernador don Joaquín García obró de forma inapropiada y dejó que la situación de los negros liberados, utilizados por él para sus propósitos militares, se le fuera de las manos.

Para reponer el orden en la plaza se ordena al capitán de fragata don Juan María Butler, comandante de la fragata Santa Rosa, que se dirija con la de su mando y la fragata Santa Perpetua a la plaza, a cuya bahía llegan el día diecisiete de julio del año de 1794 desde su puesto de patrulla en Ocoa.

El día siete de julio del año de 1794 zarpan de La Habana rumbo a Cádiz los navíos San Isidro y Miño cargados de caudales. La división del jefe de escuadra don Antonio O’Carol con los navíos San Leandro y Santa Isabel, mandados por los capitanes de navío don Antonio García de Postigo y don Baltasar Mesía, debían zarpar con caudales, pertrechos y víveres para el ejército de operaciones en Santo Domingo. El general Aristizabal ordena a O’Carol que escolte a los dos navíos anteriores hasta pasadas las islas Bermudas, regresando al oeste para cumplir una comisión en Santo Domingo y restablecer el orden en Bayajá. Durante la travesía, tuvo el jefe de escuadra O’Carol varias noticias desconcertantes, dadas por una balandra en Santo Tomé. Una era la llegada a la costa de Guarico y Manzanillo, en Santo Domingo, de una escuadra francesa procedente de Europa de seis navíos, doce fragatas y doce transportes de tropas. Otra era la evacuación y abandono de las posesiones españolas en Santo Domingo ante la presencia de esa escuadra enemiga. Supo el jefe de escuadra O’Carol el día nueve de julio, al encontrarse a la altura de Matanzas, con la fragata Calipso y la corbeta Mariscala (3), que iban a La Habana desde Bayajá, que el navío San Ramón estaba en ese puerto con la fragata Nuestra Señora de la O. Si los franceses habían ocupado el puerto era posible que los buques españoles no se encontraran allí por cualquier circunstancia.

Todas estas noticias contradictorias, unida a una epidemia que causó en los dos buques casi cien muertos, originó que en junta de oficiales decidieran arribar a Puerto Rico en el mes de agosto. Desde San Juan de Puerto Rico se fletó un bergantín corsario para averiguar si eran ciertas las noticias sobre Santo Domingo. El bergantín regresó con noticias del capitán general de la isla de Santo Domingo, por las cuales en la isla no había rastro de ninguna poderosa escuadra francesa. Abastecidos y pertrechados, los dos navíos, el Santa Isabel y San Leandro, zarpan el día diez de septiembre y llegan a Bayajá el día quince siguiente para cumplir las órdenes recibidas, que no eran otras que asegurar el orden en la plaza, primero con su presencia, y si fuese necesario, por la fuerza.

Por los tratados de paz con los franceses, firmados el día veintidós de julio del año de 1795, España debía abandonar la parte francesa de la isla de Santo Domingo ocupada durante la guerra. La escuadra de Aristizabal debía proteger a los ciudadanos españoles hasta la total entrega y embarcar a todos los que quisieran ser evacuados.

El día veintidós de agosto del año de 1795 entró en La Habana el navío San Gabriel dando escolta a varios mercantes que habían salido de Bayajá con veinticuatro oficiales y doscientos diecisiete soldados prisioneros franceses.

En los primeros meses del año de 1795 comienzan las conversaciones y preparativos para la entrega de los territorios ocupados durante la guerra. El día tres de mayo de ese año zarpa de Cádiz el navío Ángel de la Guardacon avisos del marqués de Socorro para las autoridades militares y civiles sobre la evacuación, anunciando también la próxima salida de una escuadra rumbo a Bayajá. El marqués de Socorro debía tomar el mando y esclarecer lo ocurrido en la rebelión de los negros y la masacre que provocaron. Tres días después zarpa de Cádiz el bergantín Resolución y llega a Bayajá el nueve de julio con las mismas noticias. En diciembre del año de 1795 se envían desde Santo Domingo a La Habana a los navíos San Eugenio y San Lorenzo y otros buques menores a Puerto Rico y a Caracas, todos con personal evacuado. El día nueve de diciembre de ese año entró en La Habana desde Ocoa, Santo Domingo, el navío Asia, llevando religiosos y otros evacuados.

El día diecisiete de junio del año de 1796 zarpan del puerto de Bayajá los navíos San Eugenio, San Ramón y Santa Isabel y llegan a La Habana la noche del día veintitrés de junio con tropas y familiares evacuadas de Santo Domingo. El navío Asia llegó días más tarde. En estos cuatro navíos se han embarcado ochenta y tres oficiales, mil cuatrocientos treinta y ocho soldados y cuarenta y tres civiles.

Las operaciones de esta escuadra en Santo Domingo no fueron las únicas realizadas durante la guerra con los franceses. Las misiones siempre fueron mucho más numerosas que las unidades disponibles para realizarlas. Además de las comisiones de patrulla en diversas zonas, la escuadra de Aristizabal escoltó convoyes, protegió otros buques de guerra destinados a llevar caudales a Cádiz y el situado a los presidios de Santo Domingo, Puerto Rico, Trinidad, Florida, Luisiana y realizó una campaña en la isla de Trinidad.

(1) Charles Joseph Mascarére, vizconde de la Rivière, se entregó a las autoridades españolas después de haber actuado por un corto tiempo contra los revolucionarios franceses. El día dieciséis de enero del año de 1793 llegó a la isla Trinidad la fragata de 36 cañones Calypse, al mando del teniente de navío Mallebeault. Dos días después llegó el navío Le Ferme, de 74 cañones, la corbeta Marechal de Castries, de 20 cañones y la goleta Elizabet, armada con 14 cañones, todos al mando del jefe de escuadra De la Riviere, comandante de la pequeña escuadra de la Martinica. Hasta la llegada de la escuadra de Aristizabal, a la cual se incorporó, se había estado deteriorando en el puerto, siendo necesarios varios meses para su habilitación.

(2) A ese consejo asistieron el comandante de la escuadra don Gabriel de Aristizabal, su segundo en el mando, jefe de escuadra don Francisco Javier Muñoz, el capitán de fragata don Francisco de Alcedo y Bustamante, mayor de la escuadra, el coronel del Regimiento de infantería Fijo de Puerto Rico, don Joaquín de Sasso, comandante de las tropas acantonadas en Dajabón, además de los cinco comandantes y el segundo al mando del San Eugenio, que eran los siguientes: don Antonio O’Carol y su segundo don Juan Salcedo del San Eugenio, Don José Salazar del San Isidro, don Manuel Pando del San Gabriel, don Tomás Ugarte del San Lorenzo, don Juan Herrera del San Juan Bautistay don Carlos de la Riviere del Ferme.

(3) Se trata de la fragata Calypse y la corbeta Marechal de Castries, buques franceses de guerra que se entregaron en Trinidad a las autoridades españolas.

Bibliografía:

Beerman, Eric.: Revista de Historia Naval, año 1994, nº 47. Bicentenario de la toma del Fuerte Delfín.

Gaceta de Madrid, nº 26, 1º de abril de 1794, páginas 363-371.

Guiteras, Pedro José.: Historia de la isla de Cuba. Tomo II. Nueva York, 1899.

Pezuela, Jacobo de la.: Ensayo histórico de la isla de Cuba. Nueva York, 1842.

Varios documentos del Archivo General de Indias y del Archivo General de Simancas.

Compilada por Santiago Gómez.

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