La Goleta, Tunez y Bizerta conquista 1573
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La Goleta, Túnez y Bizerta conquista 1573
Don Juan de Austria sin caer en los beneficios para España de la propuesta de don Álvaro, se inclinó por la de Doria y con esta decisión escribió a don Felipe II. Éste le contestó después de un tiempo, era necesario pensar con cautela la propuesta y por toda respuesta de momento le dijo: «…que debían de ser tomadas Túnez y Bizerta pero se debía de posponerse la expedición hasta el mes de septiembre de 1573, porque ‹…sin un solo real y con muchos centenares de millones de ducados de deuda› necesitaba tiempo para conseguir nuevos empréstitos»
Así decidido se fueron preparando los aprestos, pero sin prisa y conforme el dinero iba llegando, a principios del mes citado y previsto por el Rey, las cosas estaban casi preparadas, pero faltaba reunirse todos en lugar designado, Palermo, al estar todos la expedición se componía de: ciento cuatro galeras, cuarenta y cuatro navíos grandes, veinticinco fragatas, veintidós falúas y doce buque especiales para carga. El ejército lo componían veinte mil hombres de los Tercios de Mar y Tierra, setecientos cuarenta gastadores, cuatrocientos caballos ligeros, artillería de sitio, cantidad suficiente de munición y víveres; todo embarcado y listo se hicieron a la mar el 24 de septiembre.
Arribaron a la Goleta (Halk-el-Uad) el 7 de octubre por la noche, comenzando el desembarco el 8 al amanecer estando todas las tropas, artillería y pertrechos en tierra al día siguiente, uno de los primero en hacerlo fue don Álvaro, pues como segundo de la escuadra, don Juan le confió estar al frente de todo y así lo hizo, desembarcando los primeros soldados del Tercio elegido por el Marqués, siendo dos mil quinientos hombres todos veteranos en combates y junto a él los capitanes también seleccionados, (como hecho casi anecdótico, entre los soldados se encontraba don Miguel de Cervantes Saavedra), el desembarco se hizo justo donde aún se conservaban las ruinas de la ciudad de Cartago, cuando todos sus hombres estaban en tierra se puso en marcha, presentándose ante los muros de la fortaleza de Túnez.
Fue tan rápido todo que los habitantes no se apercibieron de nada y cuando lo hicieron estaba la artillería de sitio en posición, pero optaron por no hacer frente a semejante fuerza, decidiendo por ir abriendo las puertas y darles paso franco, don Álvaro siempre perspicaz se puso al frente, dividió sus fuerzas para entrar al mismo tiempo por todas ellas, así si había combate en el interior al menos estarían todos los españoles dentro y por todas partes, pero nada ocurrió, fue tomada sin disparar un solo arcabuz. Pudieron admirar que aún había muchas construcciones en pie de las realizadas por los españoles en la anterior toma de 1535. Afianzada la conquista don Álvaro envío emisario a don Juan con la buena nueva, quien entró en la ciudad el 11 siguiente.
Según un cronista nos dice de esta ocasión: «…que el silencio, el orden en la formación, la colocación de la tropa y el intrépido despejo con que se hizo el reconocimiento, sorprendió al enemigo, que apoderado del miedo, se figuró un repentino asalto, y sin considerar las ventajas de su posición, abandonó la plaza y buscó en la fuga su seguridad.» Esto indica que a pesar de las medidas de prevención de don Álvaro, los habitantes abrieron la puerta principal primero, pero por el resto estaban en franca huida, por eso al entrar no había nadie y no hizo falta gastar pólvora.
Al entrar don Juan en vez de ordenar destruir toda la fortaleza como era costumbre, hizo todo lo contrario, ordenó levantar nuevos alojamientos para ocho mil hombres, siendo los destinados de guarnición en la ciudad, realizándose el trabajo en muy poco tiempo. Estando en esto llegó el alcaide de Bizerta acompañado de otros gobernantes para firmar la paz y prestar obediencia al Rey don Felipe II, por ello tampoco hubo razón de utilizar la fuerza contra ellos. Enterado el Rey envío emisarios a Muley Hamet, para acudir a retomar el mando de la ciudad de Túnez, por haber demostrado ser un buen vasallo de España.
La escuadra seguía fondeada en la Goleta, pero si se levantaban los vientos del primer cuadrante podía arruinarla, por ello don Juan dio la orden de regresar a todas las galeras aliadas quedándose solo las españolas. Don Álvaro al comprobar que toda la fortaleza estaba en orden de defensa, decidió también salvar sus galeras y zarpar acompañando a don Juan, pues éste tuvo que esperar la llegada de Muley Hamet, para hacerle entrega del mando de la ciudad, al cumplimentar la orden fue cuando pudo salir de ella.
Abandonaron la ciudad los dos juntos con varios de sus hombres, embarcaron inmediatamente con rumbo a Sicilia, pero los vientos se levantaron y zarandearon a las frágiles galeras de tal forma que les obligaba a buscar un refugió y rápido, por ello el Marqués decidió hacer una arribada forzosa a Trápana, en espera de poder hacerse a la mar realizándolo a pesar de no haber amainado del todo el temporal, consiguiendo con mucho trabajo entrar en Palermo. Don Juan, quien había salido su escuadra un poco después pudo arribar al puerto de Farina, donde se esperó a que amainara el fuerte temporal. El Marqués arribó a su base de destino, Nápoles, el 2 de noviembre poniendo a toda su gente a recuperar las naves, por encontrarse en muy mal estado por el pasado temporal.
Bibliografía:
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Blanco, Ramiro.: Elogio Histórico de don Álvaro de Bazán. Conferencia pronunciada por el autor en el centro del ejército el día diecinueve de noviembre de 1887. Madrid, 1888.
Cervera Pery, José.: Don Álvaro de Bazán. El gran marino de España. Empresa Nacional Bazán. Madrid, 1988. No venal.
P. Cambra, Fernando.: Don Álvaro de Bazán. Almirante de España. Editora nacional. Madrid, 1943.
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