La Goleta y Túnez entre los meses VI-VIII 1535

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1535 La Goleta y Túnez entre los meses VI y VIII


En el mes de junio del año de 1534, Barbarroja se hacía a la mar con ochenta galeras y veintidós fustas, ocho mil griegos al remo y diez mil hombres de armas, entre ellos ochocientos genízaros, poniendo rumbo al estrecho de Messina que tomó, pasando a Reggio matando a sus pobladores, quemando sus casa e incluso sus bosques quedaron arrasados, destruyendo todo lo que encontró a su alcance, igual hizo en Calabria, Nápoles, Gaeta de Civita Vechia, pasando como un autentico terremoto destruyendo hasta los buques en construcción en todos los puertos por los que pasó y los que estaban a flote fueron dados al fuego.

Mientras el rey de Francia, Francisco I le daba su apoyo y le mandó invadir el milanesado. Al ocurrir todo esto, Juan Andrea Doria escribe a Carlos I y entre otras cosas le dice: « V.M. tiene 35 galeras, y se podrá pertrechar seis más. . . diez del Papa, cuatro de Malta, dos de Florencia, una de Génova, una de Lucca y tres de Nápoles, en total 62, para afrontar a Barbarroja. Urge resolver » Barbarroja al no tener noticias del ataque por tierra de los franceses, (que se arrepintieron de llevarlo a término) puso rumbo a Marsella donde se abasteció a satisfacción y pasó a Bizerta.

En Túnez lo reciben como a un nuevo rey, ya que el pueblo odiaba al suyo, llamado Muley Hassán ó Hascén, consiguiendo sin derramamiento de sangre hacerse con el reino, lo que ya llama mucho la atención tener tan cerca a un enemigo tan peligroso, convencido por su Consejo don Carlos I con premura convoca Cortes en Madrid para como siempre recaudar fondos. Ya que la intención era, obligar a Barbarroja a abandonar Túnez antes de que se asentara y fortaleciera.

Al mismo tiempo se hizo una convocatoria de cruzada por el Papa Paulo III, razón por la que fueron acudiendo al puerto de Barcelona las distintas escuadras, que eran saludadas como se merecían, al cañón y música. El primero en llegar fue el infante de Portugal don Luis, hermano de la esposa de Carlos I doña Isabel de Portugal, con una gran nao, veinte carabelas, muchos caballeros y dos mil hombres de guerra. Le siguió Virginio Ursino, conde de Anguillara, con las doce galeras de los Estados Pontificios. Aurelio Botigela, con cuatro galeras muy bien pertrechadas de la Orden de San Juan de Jerusalén o Malta. Don Álvaro de Bazán con quince de las España. Don Berenguer de Requeséns, con diez de Sicilia. Don García de Toledo, con seis de Nápoles. Antonio Doria, con cinco de asiento, más algunas de caballeros construidas de su peculio personal para aportar más fuerzas. Y el último en arribar fue don Andrea Doria, con diecinueve galeras.

Nos hacen una descripción de la galera Real de Doria, para que en ella embarcara don Carlos I: « Magnifico vaso esculpido, dorado y dispuesto como morada del césar. Tenía veintiséis bancos y bogaban cuatro remeros en cada uno, de modo que dejando en claro los dos del fogón y el copano ó esquife, venían a ser ciento noventa los que la impulsaban. A popa arbolaba estandarte de raso carmesí con un crucifijo bordado, y a los lados las efigies de la Virgen María y del evangelista San Juan, y en los palos y entenas otras banderas de tela de oro con las armas imperiales »

Agrupadas todas las fuerzas en el puerto, menos las naos de Nápoles, pasó revista a todos los vasos don Carlos I, zarpando el día treinta de mayo del año de 1535 con rumbo a Mahón, sucediendo que por levantarse un viento de Tramontana (Nordeste o Norte) al tomarlo de empopada les facilitó arribar el día tres de junio, de aquí pasaron a Cagliari y posteriormente a Cerdeña arribando el día doce, al arribar se incorporaron las naos de Nápoles y el Rey volvió a pasar revista a la expedición, constando en este momento la expedición con setenta y cuatro galeras, treinta galeotas y fustas, más las que transportaban al ejército que debían de ser unas trescientas velas de todos los tamaños (hay diferencias entre las diversas fuentes, pero hemos optado por dar un número medio entre ellas) para embarcar a los veinticinco mil infantes, dos mil jinetes, de ellos ochocientos eran caballeros, no entrando en la suma todos los aventureros, criados, ni las dotaciones de las embarcaciones.

Zarpó la escuadra el día trece de junio, guardando el orden de; en vanguardia las carabelas de Portugal, en el centro las galeras de Doria con don Carlos I y a su retaguardia, las galeras de España al mando de don Álvaro de Bazán, detrás de éste el resto de fuerzas navales dando protección al convoy que transportaba al ejército. La expedición arribó sin problemas a Porto Farina, punto intermedio entre Bizerta y la antigua Cartago, donde capturaron a dos naos francesas con cargamento para Solimán.

Mientras, Solimán había intentado reforzar las defensas utilizando a nueve mil cautivos trabajando de día y noche, pero al saber de éste primer encuentro, lo que no se quiso creer, es que el mismo Rey de España iba a por él en persona. Ordenó encerrar a cuatro mil turcos en la Goleta, montando artillería de sitio en la fortaleza, envió a doce galeras a Bona y otras doce a Argel, éstas llevando sus ricos provechos de los robos efectuados para ponerlos a salvo, protegidos por la artillería de la fortaleza y se calcula que sus fuerzas militares sumaban unos cien mil hombres y treinta mil jinetes, la mayor parte de estos eran los típicos llegados al olor de las futuras conquistas, no eran en sí una fuerza militar, pero dada su práctica sobre la montura, sí que eran de tener en cuenta para los ataques en forma de guerrilla y los mismos sobre la retaguardia.

Zarparon de Porto Farina, que dista tres millas de la Goleta, al arribar comenzó el desembarco del ejercito, mezclados, por ver a la caballería mora lo hacían los jinetes de la expedición, quienes se fueron imponiendo poco a poco u obligándoles a no molestar, mientras a su espalda los soldados a parte de sus armas llevaban las palas, con las que iban cavando trincheras y aplanando zonas ya señaladas para asentar la artillería, las galeras de proa disparando su artillería y el dato curioso, que las carabelas de Portugal dieron la banda, para poder acometer con toda su artillería. (Lo que nos indica que ya eran más galeones que carabelas, sino no tiene explicación la disposición de su formación)

El arráez el ‹ Judío › al mando de la fortaleza viendo los aprestos realizó varias salidas con sus hombres, consiguiendo retrasar la construcción que los atacantes intentaban y causando muchas bajas, ya que los combate eran en campo abierto, pero el día catorce de julio se realizó el ataque por mar y tierra, logrando abrir varios boquetes en la muralla por los que se introdujeron los cristianos, dando por finalizada la conquista, habiendo permanecido veintiocho días en el asedio.

Los moros perdieron a unos dos mil hombres muertos, los más en la retirada desordenada que realizaron, al penetrar los atacantes. Se capturaron más de trescientas piezas de artillería, muchas de bronce, alguna de 60 libras, que curiosamente en sus balas estaban fundidas las flores de Lis o una Salamandra entre llamas y la leyenda, « Nutrisco et extinguo », la cual solo era puesta en las armas procedentes del cristianísimo rey de Francia. Al igual que al entrar en el puerto habían unas cien velas, de ellas cuarenta y dos eran galeras y entre ellas la capitana de Barbarroja, teniendo la suerte de recapturar la presa hecha por Cachidiablo, que era la galera de Portuondo.

Durante el asedió los buques estuvieron transportando a los heridos a Sicilia, regresando cargados con provisiones de boca y guerra. Algunas galeras recibieron fuego muy efectivo de los moros, de hecho don Álvaro fue herido y a don Juan Andrea Doria le pasó un proyectil a pocos centímetros de su cabeza, salvando la vida por puro milagro.

Al llegarle la noticia a Barbarroja, éste lo que realmente sintió fue la pérdida de los vasos, ya que los hombres eran fácil de reemplazar, pero no se quiso mover, ya que pensó que con lo conseguido los cristianos se marcharían ante el rigor del verano, pero fue informado que estaban de camino a Túnez, por lo que reunió a sus fuerzas, que en ese momento eran unos ochenta mil hombres y veinticinco mil jinetes, poniéndose a la cabeza de ellos para recuperar todo lo perdido, (no hay datos del combate, solo los finales) pero en el encuentro con los cristianos su ejército fue destruido por completo. Se dice que fue esta la ocasión en que el marqués de Aguilar, para dar confianza a sus hombre, pues no se creían lo conseguido, les espetó: « á más moros más ganancia »

Barbarroja pudo escapar y buscar refugio en Túnez, pero enterados los cautivos cristianos que se encontraban en la fortaleza, de la cercanía del ejército cristiano y las cuantiosas pérdidas sufridas por sus captores, se amotinaron, consiguiendo arrancar los hierros que les esclavizaban, combatiendo al principio sin armas, pasando a ir delante los que las iban recogiendo de sus enemigos, alcanzaron las almenas y las conquistaron, girando los cañones con la boca al interior, lo que obligó a Barbarroja a salir en total huída, siguiéndole los turcos Sinán y Cachidiablo, éste casi murió tiempo después de las heridas recibidas en la huída.

Ocurría este memorable hecho el día veintiuno de julio, que debía de haber pasado a la Historia de la Cristiandad, ya que se dieron libertad a veintiún mil cautivos de los sarracenos.

Persiguiendo a Barbarroja dejaron la escuadra quince galeras, al mando de Joanetín Doria y de Adán Centurión, cuando arribaron a Bona lo encontraron, pero ya tenía otras quince y estaba protegido por la fortaleza y su artillería, razón por la que no se atrevieron a atacar. Pero en vez de dejar de guardia a algunas y vigilar los movimientos del turco, regresaron todas para avisar a don Andrea Doria, quien les recriminó la inacción, zarpando inmediatamente él con cuarenta, pero al llegar al lugar ya no había ni rastro del turco, por lo que el enfado de Doria fue mayúsculo. Tanto lo estaba, que se lanzó sobre el puerto, lo conquistó y de la misma rabia, mando destruir todas las fortificaciones y castillos, sin tomar nada.

Mientras el rey don Carlos, para ganarse a un adepto, le devolvió su reino perdido de Túnez y la Goleta, bajo la condición de no dar ni permitir que sirvieran de escondite a los turcos, para ello se quedaría un fuerza española como presidio y debería de pagar un vasallaje, a lo que accedió Muley Hassán, regresando así a su puesto. El día diecisiete de agosto del mismo año, la galera Real izó la señal de largar las velas con rumbo a Sicilia con las galeras de don Juan Andrea Doria y España, mientras que el resto se reintegraba a sus reinos correspondientes.

Bibliografía:

Altolaguirre y Duvale, Ángel de.: Don Álvaro de Bazán. Primer marqués de Santa Cruz de Múdela. Tipografía de los Huérfanos. Madrid, 1888.

Cervera Pery, José.: Don Álvaro de Bazán. El gran marino de España. Colección Bazán. Madrid, 1988. No venal.

Enciclopedia General del Mar. Garriga. 1957. Compilada por el contralmirante don Carlos Martínez-Valverde y Martínez.

Fernández Duro, Cesáreo.: Disquisiciones Náuticas. Madrid, 1996.

Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española, desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Museo Naval. Madrid, 1973.

P. Cambra, Fernando.: Don Álvaro de Bazán. Almirante de España. Editora nacional. Madrid, 1943.

VV. AA.: Dos Expediciones españolas contra Argel, 1541 y 1775. Servicio Histórico Militar. Madrid, 1946.

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