Larraspuru (La Respur) y Churruca, Tomas de Biografia

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Biografía de don Tomás de Larraspuru (La Respur) y Churruca



Capitán general de la Armada del mar Océano.
Caballero de la Militar Orden de Calatrava.
Consejero de Guerra del Rey.

Orígenes

Vino al mundo el día 28 de diciembre del año de 1582, en la población de Azcoitia, siendo bautizado en la parroquia de Santa María La Real de la misma población el día 31 siguiente, siendo sus padres don Nicolás de Larraspuru y Balderraín, y doña María de Churruca Basterrica y Aramburu.

Hoja de Servicios

En el año de 1598 comenzó a prestar sus servicios como soldado, contando con tan solo dieciséis años de edad.

El 6 de mayo de 1603, yendo embarcado en el Delfín, perteneciente a la armada de don Luis de Silva, se enfrentaron a seis buques ingleses y holandeses, el buque español abordó a la capitana enemiga, recibiendo en el combate un balazo en la pierna derecha de mucha gravedad.

Se le ascendió a capitán entregándole el mando del patache Nuestra Señora de la Esperanza, con el que se distinguió, realizando misiones de enlace y reconocimiento, siendo todas ellas de mucho peligro.

En 1606 se enfrentó a una urca holandesa de gran porte, de la que pudo escaparse al conseguir con un efectivo fuego desarbolarla, pues llevaba mucha más gente y le era imposible intentar abordarla, pero la dejó medio tirada en la mar y a sus propios recursos.

En 1607 por todos estos servicios realizados a satisfacción de sus jefes, resolvió elevar al Rey un memorial de su persona, en el que le pedía se le otorgase el mando de un galeón, de los pertenecientes a la Carrera de Indias: en su memorial le decía al Rey: « servía continuamente a S. M. desde hacía nueve años, habiendo empezado con plaza de soldado, y que había pasado por los diferentes grados: cabo de escuadra, sargento, cabo de gente de mar y guerra de un patache y capitán de infantería »

Tenía solamente veinticinco años, cuando se le otorgó el mando del galeón solicitado.

Por el alto concepto que de él se tenía, fue nombrado Almirante en la escuadra, que estaba al mando don Lope Díaz de Armendariz, marqués de Cadereyta como su Capitán General.

En 1622 la escuadra estaba compuesta por ocho galeones y tres pataches, que daba escolta aun convoy de diecisiete galeones, fue el día cuatro de septiembre cuando zarparon de la Habana, tres días se después se desató un tremendo ciclón que destrozó casas, arrancó árboles y deshizo plantaciones, a la escuadra la pilló encajada en el canal de Bahamas, sin tener espacio para maniobrar, lo que ocasionó la pérdida del galeón Santa Margarita, que fue arrastrado hasta varar en los cayos de los Mártires, donde se deshizo, el Nuestra Señora de Atocha Almiranta de la escuadra zozobró, y el Rosario fue a varar a la isla de la Tortuga, mientras que un patache fue deshecho por unos arrecifes, de los mercantes se perdieron cuatro, permaneciendo todos los demás a flote, aunque solo cuatro llevaban algún árbol.

Llegada la noticia del desastre a la Corte, comenzó una de esas reacciones propias españolas, ya que no se quedó nadie quieto, don Juan Fajardo fue destinado con tres galeones a la isla de Madera para dar protección a la escuadra cuando arribara; don Antonio de Oquendo se le ordenó cargar en su escuadra todo tipo de pertrechos para repara la escuadra que había ido llegando cada uno como pudo a la Habana; don Francisco de Rivera junto a don Fadrique Álvarez de Toledo y Juan Fajardo, al mando de sus escuadras para dar escolta a la Flota desde las Azores hasta la bahía de Cádiz, por tenerse noticias de un armamento especial de holandeses y moros en su intento de hacerse con la Flota que sabían maltratada por el temporal.

Al llegar la escuadra de Oquendo y desembarcar lo aprestos en la Habana fue cuando Larraspuru demostró sus conocimientos de construcción naval, dirigiendo la reconstrucción de los buques, sobre todo de los galeones, que demostraron tener unas cualidades especiales, sobre todo náuticas y veleras.

Esta Flota era esperada con gran inquietud en la bahía de Cádiz, cuando llegó Larraspuru, con el galeón cargado con el situado y las especies, lo que le facilitó ganar mucha fama, por la demostración de su pericia y grandes conocimientos, no solo náuticos sino de tácticas navales que le valieron poder llegar siempre con sus buques a la Península.

Por éste ejemplo dado, se le nombró con mando en jefe de otra Flota, compuesta de catorce naos y tres pataches, con la misión de volver a América, para proteger y abastecer a Araya, que estaban siendo amenazadas de nuevo por los holandeses.

Al llegar, los holandeses ya no estaban, pero no se conformó, por lo que se dedicó a limpiar aquellas aguas de los corsarios y piratas tan dados a obtener el trabajo ajeno.

De nuevo regresó a España, escoltando a un convoy que traía donativos extraordinarios, que los vecinos de Nueva España y del Perú enviaban al Rey, pasó por el canal en agosto de 1624, realizando la travesía sin contratiempos, llegando a la bahía de Cádiz, ante la sorpresa de todos, pues no se esperaba la llegada de ninguna flota, ésta estaba compuesta de treinta y dos velas, desembarcando trece millones de pesos fuertes.

En 1625 por necesidades la escuadra del Océano se tuvo que desplazar a Flandes, para que no faltara ésta en su base de Lisboa, se le encargó a Larraspuru que formase otra, así el 21 de marzo, arribó la del mando del duque de Maqueda con seis galeones; Judici con otros cinco; Guipúzcoa aportó otro cinco; don Alonso de Idiáquez, uno; Matolosi, seis; el Almirantazgo, doce; agregándose poco después los dieciséis fletados en Pasajes y Cádiz, alcanzando por ello la cifra de sesenta y un galeones, cantidad muy a tener en cuenta. Por aprestar esta escuadra de galeones, en un muy corto espacio de tiempo, recibió el agradecimiento y el pláceme del rey don Felipe IV.

Siguió prestando servicios de protección muy notables, a las Flotas de Indias, que seguían siendo la miel a la que acudían todas las moscas y en primer lugar los holandeses, que las acechaban como a lobos de mar, a tanto llegó el asedio que por Real orden, se permitió que las flotas con rumbo a la península, pudieran realizar una recalada en la aguas de Galicia, para desembarcar el tesoro público, para así evitar a las manadas que las esperaban en la derrota de la bahía de Cádiz.

En 1626 en la protección de una de las Flotas procedentes de Indias, que como era acostumbrado había zarpado de la Habana, el 15 de agosto se le unió una de la Florida y a ellas la escuadra con trece galeones al mando de Larraspuru, se encontró con una holandesa al mando del famoso almirante Piet Hayn, con otra de trece galeones y de ellos ocho mucho más grandes que los españoles, pero viendo quien iba al mando de la española no se atrevió a cortarle el paso, a pesar de ser la escuadra holandesa mucho más poderosa y mejor armados que los españoles, pues como era costumbre estos venían con carga y por tanto con menos piezas de las normales listas para defenderse; ésta flota sufrió poco después un fuerte temporal que la medio deshizo, pues a pesar de venir maltrecha y con pocas posibilidades de defensa efectiva, se encontró con otra escuadra holandesa, esta vez al mando del almirante Henry Lonk, pero éste también evitó enfrentarse a la española, ¡a tanto había llegado su fama personal!. Arribó el 22 de noviembre de 1627, faltando la Almiranta de Honduras por haberse perdido.

En 1628 la plaza de la Mamora se encontraba sitiada por los moros, el 8 de mayo zarpó Larraspuru de la bahía de Cádiz con su escuadra compuesta por treinta y cinco galeones, al llegar reconoció las posiciones, viendo que el puerto estaba bloqueado, así que dio la orden de desembarcar en las proximidades en una maniobra de tenaza, al mismo tiempo que él con la escuadra y con la misma velocidad que ya traía, embistió a la bloqueadores que le dejaron pasó, tanto que se internó toda la escuadra bombardeando a boca de jarro las fortificaciones, que al mismo tiempo eran atacadas por la parte opuesta por tierra, los moros se vieron tan mal por lo inesperado del ataque, que salieron en una franca huida, al tomar la plaza se pudieron capturar ocho piezas de artillería, acompañada de gran cantidad de municiones y pólvora, ya que no les había dado tiempo a utilizarla. Su buque quedó medio destruido en la proa, pero los carpinteros y calafates los remendaron lo suficiente para regresar en él, las bajas enemigas subieron de los mil quinientos hombres, sobre todo por el efecto de los arcabuces en la huída de los moros.

Entre los años de 1629 y 1632 continuó efectuando viajes redondos a América, pero utilizando derrotas en desuso pasando entre Caicos y Mayaguana, mientras que los enemigos lo esperaban en el cabo de San Antonio de la isla de Cuba, lo que no supieron y quedaron burlados, no solo por el almirante sino también por Oquendo, haciendo trabajar mucho a los exploradores, logró hacer llegar a España a dos Flotas de Indias sin avistar enemigos en toda la derrota. Arribó con la Armada y Flota el 7 de abril de 1629.

Sobre todo lo demostró en la de 1630 cuando llegó a la Corte la noticia que habían salido de Holanda ochenta buques para interceptar la Flota española, pero la continua utilización de las unidades más rápidas como exploradoras, don Tomás se enteró sin que le llegara el aviso de la Corte, se hizo a la mar desde Cartagena de Indias, pero sabiendo que los enemigos le esperaban en el cabo de San Antonio de la isla de Cuba, él puso rumbo a Jamaica continuando a Santo Domingo, desde aquí viró a Norte para aprovechar las corrientes y vientos (ya descubiertos por don Cristóbal Colón) que le llevaron a entrar en la barra de Sanlúcar a los noventa y nueve días de su salida, siendo a mediados o finales de diciembre, cuando ya se le daba por destruida su Flota, desembarcando los siete millones seiscientos treinta y dos mil pesos en oro y plata, más las especies tan apreciadas en Europa. Hemos de suponer que los holandeses cuando cayeron en la cuenta de la burla, nada podían hacer.

Por esta demostración de valor y conocimiento, el rey al cesar don Fadrique Álvarez de Toledo, le nombró Capitán General de Mar Océano, añadiendo al cargo como agradecimiento la merced del hábito de la Militar Orden de Calatrava y un puesto en el Consejo de Guerra del Rey. El Monarca se dice, que llego a comentar con firmeza, «que no tenía en su servicio mejor general»

Al parece en total cruzó el océano en siete ocasiones al mando de las Flotas de Indias.

Don Fadrique Álvarez de Toledo había dictó en 1629 unas «Instrucciones Generales» compuestas por cincuenta y tres artículos, para regir la navegación y el combate, pero cuando en 1631 toma el mando como capitán general de la Armada de la guardia de las Indias, a lo ya escrito por don Fadrique cambió algunos artículos siendo aplicada el 10 de junio del mismo año:

«1.º Procuraran los capitanes y capellanes de la armada, que toda la gente de mar y guerra se confiese y comulgue antes de salir á navegar, pues ningun medio hay tan eficaz para conseguir los buenos subcesos que se desean.

2.º Ternán particular cuidado con que ninguna persona, de cualquier calidad y condición que sea, blasfeme ni reniegue de Dios, ni jure, poniendo las penas que pareciere y ejecutándolas inviolablemente.

3.º En ninguna manera haya juego ni de día ni de noche.

4.º Todas las mañanas y noches rezarán los muchachos las oraciones que se acostumbran, y los sábados la Salve y letanía de la Santísima Vírgen Nuestra Señora.

6.º Por el tenor de la presente declaro que pongo treguas y suspendo general y particularmente, y tomo en mis manos todas las pendencias, desafios é injurias que haya habido hasta la publicacion de la presente, de toda la gente, así de guerra como de mar, y otra cualquiera persona de mayor ó menor calidad que estuviese en el armada, por el tiempo que durare este viaje y un mes despues aunque las tales pendencias sean de mucho tiempo atras, y mando expresamente, so pena de aleve y traidor, y que muera por ello, que ninguno contravenga esta tregua y suspensión.

7.º Por excusar las ofensas que se hacen á Nuestro Señor en embarcar mujeres públicas en los bajeles, ordeno y mando que en manera alguna se consienta que se embarquen.

9.º No se consentirá que ninguna persona traiga daga durante la embarcacion.

Nombres para los dias de la semana, en caso que no le pudieran recibir de la Real por algun accidente particular:

Domingo. . . .La Santísima Trinidad.

Lunes. . . . . .San Agustín.

Mártes. . . . . San Ignacio.

Miércoles. . .Santa Madre Teresa.

Juéves. . . . .Santiago.

Viérnes. . . . .San Nicolas.

Sábado. . . . .La Virgen Santísima de Aranzazu.»

Falleció en Azcoitia en 1632, contando con cuarenta y nueve años de edad.

En la Colección de Jesuitas, tomo XCV, se hace una referencia a su vida y dice así: « D. Tomas de Larraspuru, favorito de la fortuna, marinero constructor piloto, ascendido por mérito excelente desde soldado a capitán general de la armada del mar Océano, primera de España, portadora del estandarte real, á cuya vista todos los otros se abatían. Señaló la insignia de Calatrava en su pecho el aplauso de las derrotas con que una y otra vez condujo á España caudales del Perú, pasando con pocas naves entre 80 que en ocasiones le buscaban. Antes de cumplir cincuenta años falleció en Azcoitia (1632), lugar de nacimiento »

Bibliografía:

Enciclopedia General del Mar. Garriga. 1957. Compilada por el contralmirante don Carlos Martínez-Valverde y Martínez.

Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Est. Tipográfico «Sucesores de Rivadeneyra» 9 tomos. Madrid, 1895—1903.

Fernández Duro, Cesáreo.: Disquisiciones Náuticas. Facsímil. Madrid, 1996. 6 Tomos.

Martínez de Isasti, Lope.: Compendio Historial de Guipúzcoa. Editorial La Gran Enciclopedia Vasca. Bilbao, 1972. Facsímil de la de 1850. Facsímil de la edición príncipe del año 1625.

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