Llanes y Guinart, Pablo Biografia

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Biografía de don Pablo de Llanes y Guinart


Óleo de don Pablo de Llanes y Guinart. Brigadier de la Real Armada Española. Cruz de San Fernando de 2ª clase.
Pablo de Llanes y Guinart.
Cortesía del Museo Naval. Madrid.


Brigadier de la Real Armada Española.

Cruz de San Fernando de 2ª clase. 16 de marzo de 1825.

Orígenes

Nació en Mahón el 8 de agosto de 1796.

Hoja de Servicios

Comenzó su servicio como guardiamarina en la Marina Real Británica en 1809, la época en que la Armada española estaba casi totalmente sin buques y en una guerra como la de la Independencia, combatiendo contra el mejor ejército del mundo del momento.

Realizó sus primeras armas, estando embarcado en la escuadra del almirante Cuthbert Lord Collingwood, quien desde sus puertos base de Gibraltar y el concedido mientras durase la guerra en la península de Mahón, permaneció prestando auxilio a los españoles contra los invasores napoleónicos, permaneciendo embarcado sucesivamente en los navíos Sultán, Hibern, Caledony y la fragata Andaptown.

Estando cerca de las bocas del río Ródano se enfrentó contra la escuadra francesa, resultando herido en dos ocasiones, siendo una de ellas de gravedad, al ser en la pierna y haberle rozado alguna zona sensible, de su herida se resintió el resto de su vida.

Al terminar la guerra solicitó y se le concedió el pase a la Armada española, siendo el 2 de mayo de 1819, otorgándosele el grado de alférez de fragata. Hay que pensar llevaba diez años sobre las cubiertas de los buques y en un periodo de guerra casi constante.

Su incorporación la efectuó en el Departamento de Cartagena, pero se le ordenó trasladase a Cádiz pasando de transporte en el navío Guerrero.

A su llegada se le ordenó embarcar en las fragatas, primero la Perla y después la Ligera, siendo las dos pertenecientes a la escuadra del general don Francisco Maurelle, quien había recibido la orden de ir de protección de los transportes de la expedición del conde de la Bisbal, para sofocar las rebeliones y alzamientos producidos en la América española, pero no llegó a salir de puerto por los acontecimientos políticos producidos en la península, causados por el pronunciamiento del general Riego el 1 de enero de 1820.

Posteriormente se le ordenó trasbordar al bergantín Hércules, perteneciente a la escuadra del general don Ángel Laborde, zarpando de la bahía el 11 de noviembre de 1820, con rumbo y destino a Tierra Firme.

Realizó varias y distinguidas comisiones siendo destinado a la Habana, donde desembarco del bergantín Hiena de transporte, recibiendo la orden de trasbordar al bergantín Almirante, sufrió un temporal en el Canal Viejo de Bahama el 24 de noviembre de 1821, siendo estrellado sin remisión contra el cayo Bahía de Cádiz sobre las cinco de la madrugada, asido a los restos del casco pudo salvarse al ser arrastrado por la corriente a una playa de la isla de Cuba.

Se presentó junto a gran parte de la dotación en la Habana, fue trasbordando de un buque a otro hasta ser destinado a la corbeta Cerés, incorporada a la división del capitán de navío don Ángel Laborde, pasando destinado a Puerto Cabello, por estar bloqueado el puerto por una división del comodoro Danells, con una fuerza de ocho buques entre ellos dos corbetas, cuando el 1 de mayo de 1823 entabló combate, siendo apresadas las dos corbetas insurgentes María Francisca y Zafiro, dándose a la huída el resto de buques por ser más rápidos, levantando con esta victoria el bloqueo. Recibiendo la orden directa del jefe de la división española para marinar la María Francisca.

Arribaron a puerto Cabello donde fondearon, trasbordando a su buque, zarpando inmediatamente la división a los Taques para dar protección a las tropas del ejército del general Morales, a su llegada fondearon los buques de mayor calado, pasando a las fuerzas sutiles por orden de Laborde, pero solo eligió a dos oficiales entre ellos a Llanes, entraron en la laguna de Maracaibo, participando en las acciones de los días 22 á 24 de julio donde volvió a dejar patente su buena formación marinera, al finalizar regresaron a Taques, pasando al buque de don Ángel zarpando con rumbo a Puerto Cabello, donde se incorporaron las dos presas volviendo a hacerse a la vela con destino a la Habana, fondeando en su puerto a finales del mes de septiembre seguido.

En 1824 se le dio la orden de trasbordar a la goleta Cóndor, zarpando con destino a la Martinica para transportar al teniente de navío don Ignacio Mª Chacón, quien por orden Real transportaba unos pliegos, encontrándose el 5 de abril en el Canal Viejo de Bahama, sobre Punta Maternillo en las Antillas se vió de pronto atacada por otra de mucho mayor porte, la Juanita al mando de un francés perteneciente a los insurrectos colombianos.

La goleta Cóndor maniobró para tomarla al abordaje, porque su artillería nada podía hacer contra la superioridad de la colombiana, don Pablo Llanes era el oficial de detall y como tal, el jefe del primer trozo de abordaje, por ello al realizar la arribada sobre el buque enemigo se lanzó el primero a su cubierta, dio muerte al primer adversario que se le interpuso, pero otro le descerrajó un pistoletazo a boca de jarro, destrozándole la mandíbula inferior, pero aún y así, lo mató con su sable de un golpe, al mismo tiempo otro enemigo le propinó un gran golpe en el costado, en ese momento el teniente de navío Chacón, abordó el buque enemigo en auxilio de su compañero, haciendo lo propio el comandante de la goleta don José Montojo y Albi, quienes le libraron de una muerte segura, pero aún pudo ver antes de desmayarse por la pérdida de sangre, con gran satisfacción del deber cumplido, como era arriada la bandera enemiga e izar y tremolar la española, señal inequívoca que el buque había sido apresado y rendido, el combate duro seis largas horas, la española de cuarenta hombres de dotación, sufrió veintiuna bajas entre muertos y heridos, distinguiéndose en el combate el contador don Antonio Hernández y el piloto don Manuel Durán.

En el parte del combate remitido al Gobierno por don Ángel Laborde, entre otras cosas dice: «Dígnese V. E. tener la bondad de proponer á S. M. para premio á este benemérito oficial, y añadirle de mi parte la sencilla y respetuosa indicación, de que jóvenes de este temple no suelen ser de larga vida, por lo que opino es necesario ascenderlo con antelación.»

Por su bravo comportamiento en este combate y la recomendación de su Jefe, se le otorgó el ascenso al grado de alférez de navío y la Cruz de San Fernando de segunda clase, pero al serle concedido el ascenso se dieron cuenta que le correspondía por rigurosa antigüedad, por ello S. M. firmó la Real orden del 14 de julio de 1825, siendo de nuevo ascendido por méritos de guerra al grado de teniente de navío.

En primera instancia fue tratado en la Habana pasando a la península terciado el mismo año, una vez restablecido de sus heridas, siendo un largo y doloroso proceso, se le encomendó el mando de los guardacostas, comprendiendo las aguas desde la desembocadura del río Ebro hasta la frontera con Francia, donde de nuevo capturó varios buques corsarios y contrabandistas.

Pasando un tiempo después con la misma comisión a las aguas del estrecho de Gibraltar, donde se le otorgó el mando del bergantín Aquiles, para reprimir el incesante contrabando llevado a cabo por los habitantes de la Roca, permaneció cinco años en éste destino volviendo a demostrar su gran valía, traducida por los ahorros que sus capturas representaron para la Hacienda del Estado, cesando en el servicio el 16 de octubre de 1832.

Siéndole otorgado el mismo día el mando del bergantín Jacinta, para prestar el servicio de bloquear los accesos marítimos en la comprensión del triángulo formado por la mar, entre las ciudades de Valencia, Palma de Mallorca y Barcelona, tratando de evitar los ansiados apoyos por las fuerzas que defendían al pretendiente a la corona de España, el Infante don Carlos María Isidro de Borbón, siendo a su vez comisionado para verificar la construcción de ocho faluchos de gran tamaño, como unidades de apoyo a los guardacostas, permaneciendo en estos destinos hasta finales de 1834.

Se le otorgó el mando del bergantin Isabel II, continuando al mando de los guardacostas del noroeste, permaneciendo en ellos hasta el mes de enero de 1836, por hacerse cargo el intendente de rentas, prosiguiendo su comisión desde el apostadero de la Ciudad Condal.

A finales de 1837 se le nombró segundo comandante de la fragata Esperanza, realizando un viaje al apostadero de la Habana, al llegar se le otorgó el mando del bergantín General Laborde, realizando la misión de proteger las costas norte y las dos bocas de entrada de ambos canales, permaneciendo hasta serle entregada la Real orden del 15 de enero de 1839 con su ascenso al grado de capitán de fragata, quedando destinado en el apostadero en destino de su rango.

Se le envió en comisión a los Estados Unidos para verificar la compra de dos vapores, entonces buques de moderna tecnología, se dedicó afanosamente a la búsqueda de los más idóneos, consiguiendo se construyera los nombrados Congreso y Bazán, tenían un motor de 160 caballos de potencia nominal, siendo tan acertada su elección que fueron durante muchos años la mejor adquisición realizada en aquel país. En reconocimiento a la decisión y su acierto el Gobierno le concedió la Cruz de Comendador de la Real Orden Americana de Isabel la Católica.

Se le otorgó el mando de uno de ellos, realizó los relevos de guarniciones, transportó a Veracruz al Plenipotenciario español en México don Pedro Pascual de Oliver, participando en la guerra con la República de México por un problema en las costas de Yucatán, entregando el mando a principios de 1843, regresando a la península.

Estaba en la ciudad de Barcelona descansando junto a su familia, cuando se produjeron los sucesos políticos que, desembocaron en la expulsión del Regente instalándose un Gobierno provisional, del que había sido nombrado Ministro de la Guerra el general Serrano, se unió a él realizando el viaje a Madrid.

Por Real orden del 7 de octubre de 1843 fue ascendido al grado de capitán de navío, siendo nombrado el 9 seguido capitán del puerto de la Habana, en 1845 tomó el mando de la fragata Cristina del porte de 50 cañones, más otros buques auxiliares, con la misión de dar protección al comercio español, por estar hostilizado por las fuerzas navales de la República Dominicana y Haití, realizó varios viajes a Veracruz, permaneciendo dos años en su destino.

Le fue entregada la Real orden del 10 de octubre siguiente, con su ascenso al grado de brigadier, por ello regresó a la península, al llegar se le nombró vocal de la Junta Directiva y Consultiva de la Armada, siéndole a su vez otorgado el cargo de segundo comandante del Departamento de Cartagena; pero no llegó a ocupar ninguno de los dos puestos, pues su salud comenzó a resentirse de las anteriores heridas, por ello pidió licencia y se le otorgó, pasando a la ciudad de Barcelona con su familia para tratar de recuperar la salud perdida.

Pasados casi cinco años se reincorporó al servicio por ser llamado a principios de 1850 por el ministro de Marina a la sazón el marqués de Molins, quien le comisionó para gestionar e inspeccionar la construcción de cuatro vapores para la Armada, encargados a dos astilleros de la ciudad de Londres, pero el rigor del clima, le hizo recaer en su debilitada salud, por ello sólo pudo ver terminados tres de ellos, siendo bautizados: Isabel la Católica y Fernando el Católico, construidos en el astillero de Money & Wigram y el Isabel II y Francisco de Asís en el de Charles J. Mare & Co., siendo éste último el que no pudo ver terminado.

Regresó a bordo del primero entregado el Isabel II pues le fallaban las fuerzas, desembarcando en el puerto de Cádiz en el mes de octubre de 1850, desde aquí pidió licencia siéndole concedida, emprendiendo viaje hasta la ciudad de Barcelona para reunirse de nuevo con su familia, donde falleció el 22 de octubre de 1851, contaba con cincuenta y cuatro años de edad, habiendo permanecido en activo cuarenta y dos años, diez de ellos en la Marina Real Británica.

Bibliografía:

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Bordejé y Morencos, F. Fernando de.: Crónica de la Marina Española en el siglo XIX, 1868-1898 (Tomo II) Editorial Naval. Madrid, 1995.

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Fernández Duro, Cesáreo.: Naufragios de la Armada Española. Establecimiento tipográfico de Estrada, Díaz y López. Madrid, 1867.

González de Canales, Fernando. Catálogo de Pinturas del Museo Naval. Tomo II. Ministerio de Defensa. Madrid, 2000.

Paula Pavía, Francisco de.: Galería Biográfica de los Generales de Marina. Imprenta J. López. Madrid, 1873.

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