Navarro, Pedro Biografia

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Biografía de don Pedro Navarro
Capitán de Mar y Tierra, a caballo de los siglos XV y XVI.
Conde de Oliveto.

Célebre ingeniero de minas en tierra y su inventor para uso militar, en la aplicación de éstas contra los muros de fortalezas.

Vino al mundo en la población de Garde, perteneciente al Valle del Roncal en el aún reino independiente de Navarra, en el año de 1460.

Hay mucha controversia sobre él en cuanto a su lugar de nacimiento, fechas y padres, pero un historiador contemporáneo apellidado Oviedo, nos dice: « Fue este conde Pedro Nauarro, por su nacimiento navarro, e hijo de vn hidalgo llamado Pedro de Roncal, que yo conocí, e desde muchacho siruio al marques de Cortón, cauallero del reyno de Nápoles, el cual fue preso por los turcos e lleuado a Turquia, e en vna nao del marques anduuo este Pedro Nauarro en curso por el mar mediterraneo, e hizo buenas cosas, por lo cual la marquesa, mujer del dicho marques e Don Enrique su hijo, le dieron la nao al Pedro Nauarro. . .» (Se ha intentado mantener la ortografía original, de ahí los errores, que no son tales).

Por distintas fuentes se sabe como transcurrió su vida al principio a pesar de que algunos de sus biógrafos lo denominan apellidado como –Berétta ó Berretera-, insistiendo en que era vizcaíno pero los datos encontrados nos dicen que era navarro.

En sus primeros años se dedicó al pastoreo y las labores propias de la tierra, pero sus ganas de ver más cosas y estar casi encerrado en su tierra le constreñía a su carácter, consiguiendo siendo aún muy niño ser admitido como grumete en una nave genovesa, perteneciente a unos comerciantes quienes lo trasladaron a la ciudad de Nápoles.

En ella y dados sus buenos modales consiguió entrar al servicio del marqués de Cortón, que era a su vez caballero del reino de Nápoles, aunque su edad y su cometido no eran entrar en combates, eso no le impidió el hacerlo en las continuas guerras que se sucedían en la península itálica.

Se sabe, que participó en la guerra entre las republicas de Florencia y Génova en el año de 1487, siendo un simple soldado al servicio de los florentinos.

En esta guerra fue cuando su forma de manejar la pólvora le hizo famoso, pues colocada a forma de mina consiguió derribar un trozo de la fortaleza, por éste meritorio trabajo se le dobló la paga.

Fue entonces cuando acompañó al marqués de Cortón a Turquía y éste le concedió la posesión de la nao, dedicándose al corso en el mar Mediterráneo, llegando a ser temido sobre todo por las regencias norteafricanas, llegando a ponerle nombre éstos, como el « Roncal el Salteador »

En el año de 1499, atacó a una nave de piratas portugueses, en el combate resultó herido de un arcabuzazo, dada su grave herida decidió regresar a Civitavecchia, donde desembarcó y guardó cama para su pronta recuperación.

Estando en ella le dio tiempo de pensar y decidió no volver a la mar, para dedicarse a lo que mejor se le daba que era el manejo de la pólvora.

Siendo un gran admirador de don Gonzalo Fernández de Córdoba, al recuperarse se puso a sus órdenes, don Gonzalo confiando plenamente en él le dejó a su cargo el manejo de la pólvora y de la ingeniería.

Ocupando este cargo en el mes de mayo del año de 1500, zarpó del puerto de Málaga con rumbo a Messina, uniéndose en este puerto a la escuadra española y la de la república de Venecia, que juntas comenzaron una guerra naval contra los turcos.

En una acción en la población de Cefalonia y ante el castillo de San Jorge, probó una nueva composición de la pólvora y la forma de atacar el muro, siendo el día veinticinco de noviembre del año de 1500 cuando la probó haciéndola explosionar, fue de tal magnitud el efecto que un gran trozo del muro se vino abajo, lo que permitió el avance fácil de las tropas, además de probar por primera vez el azufre, el cual introducido en las troneras y prendiéndole fuego a los que estaban en su interior los abrasaba dentro, lo que propiciaba el que las desalojaran abriendo así camino al avance.

Al terminar la guerra contra los turcos, siguió a don Gonzalo a la península itálica, aquí volvió a demostrar sus conocimientos que poco a poco los iba perfeccionando, por lo que puso a prueba su especialidad en varias ocasiones.

En el año de 1502, estando en la defensa de la plaza de Canosa, al frente de seiscientos hombres, estaba siendo atacado por los franceses a las órdenes de Bayardo impidiendo a todo trance la pérdida de ella; pero le llegó la orden de don Gonzalo de que la abandonara, pero para demostrar que lo hacía en cumpliendo de una orden, hizo salir a su tropa con las banderas desplegadas á tambor batiente y gritando vivas a España.

Prosiguió la conquista de la península itálica y el día quince de mayo, cayó en manos españolas la población de Nápoles, quedando aún en poder de los franceses el Castello Nuovo.

Los castillos de estas plazas por su tipo de construcción eran muy difíciles de tomar, pero se le encargó a Navarro que preparase una de sus minas, siendo colocada en el lugar elegido y hecha explosionar el día once de junio del año de 1503, lo que produjo el derrumbamiento de parte de la muralla, por la que inmediatamente se introdujeron el Gran Capitán, Navarro y García de Paredes seguidos de sus infantes, que en poco tiempo conquistaron la plaza.

Al tomar este castillo se dirigieron al del Huevo, que por el mismo método, no tardó en caer en manos de los españoles.

Todos estos acontecimientos y la forma de su realización, unidos a la masiva destrucción que producían, se corrieron por Europa las novedades, siendo reconocido Navarro como el mejor entre los mejores en su trabajo, incluso se llegó a denominarle como: « el inventor de la mina moderna militar »

Por todo esto y la facilidad con que las tropas podían tomar las fortalezas disminuyendo las bajas le fueron reconocidos por el rey Fernando V de Aragón, por ello en agradecimiento le concedió el título de conde de Oliveto, población que esta situada al sur de la península itálica.

Durante años se mantuvieron las posturas encontradas sobre quién había sido el inventor de la mina militar moderna, siendo dos los países que se la disputaban Italia y España, pero por la documentación examinada posteriormente se ha llegado a la conclusión de que fue Navarro el inventor de ella.

Al terminar estas campañas regresó a España, al poco tiempo recibió una Real Orden de don Fernando V, para que se pusiese al mando de un ejército para volver al orden al duque de Nájera, que en el año de 1507 se había revelado contra el Rey.

Al presentarse Navarro con sus fuerzas, el duque de Nájera no creyó oportuno el presentar combate contra el afamado militar, por lo que le instó a entablar conversaciones para llegar a un acuerdo y con él a la paz.

Por la excelente reacción del conde de Nájera y el final tan rápido al que se había llegado por la fama de Navarro el Rey le nombró capitán general de la Armada española en el año de 1508, con la misión de conquistar reductos en el norte de África que eran de vital importancia para mantener alejados a los berberiscos y controlar el Mediterráneo.

Pero primero, para cuidarse la espalda realizó una serie de campañas navales que dejaron las aguas del Mediterráneo, tanto españolas como norteafricanas limpias de cualquier corsario o pirata, de los muchos que por ellas navegaban.

En el año de 1508, se formó una expedición para la conquista del Peñón de Vélez de la Gomera, llegaron el día veintitrés de julio, penetraron en el puerto de la ciudad llevando a remolque las naves de remos a las redondas y quemaron o apresaron a varias fustas, al hacer esta maniobra los del Peñón lo abandonaron creyendo que el objetivo era la ciudad, por lo que su conquista resulto francamente fácil gracias al ingenio de Navarro.

Pasando posteriormente a rescatar a los portugueses que se encontraban en grave aprieto, por estar sitiados en la ciudad de Arcila a los cuales liberó, al mismo tiempo que conquistó la ciudad.

Como agradecimiento del rey de Portugal, hubo conversaciones que a punto estuvieron de acabar en guerra, ya que los españoles se habían apropiado de posiciones que por el Tratado de Tordesillas pertenecían al reino de Portugal y su Rey no lo iba a consentir. ¡Esta es la gratitud de algunos!

Al terminar las operaciones, dejando en ellas unas considerables fuerzas como defensa de estas posiciones tomadas retornaron a Málaga, para preparar una nueva expedición.

En este puerto, se estaba preparando la expedición contra Orán por orden directa del rey Fernando V, el cual no estuvo muy afinado al dar el mando supremo de ellas al cardenal Jiménez de Cisneros y como subordinado a Navarro, ya que nunca estuvieron de acuerdo los dos, por las diferencias de caracteres, educación, aptitudes y miras en el objetivo, pues incluso antes de zarpar ya se vió claro el desacuerdo entre ellos.

La escuadra estaba compuesta de unas noventa naves, que transportaban un ejército de catorce mil hombres, zarparon del puerto de Cartagena el día dieciséis de mayo del año de 1509 primero de dirigieron a Mazalquivir, que fue tomada sin muchos trabajos.

Después se dirigió Navarro a Orán, donde desembarcaron y tomaron no sin alguna dificultad la ciudad, consiguiendo el hacer a ocho mil prisioneros, matando a otros cuatro mil y rescatando a trescientos cristianos que se encontraban cautivos en la población, por lo que fue un éxito total la empresa.

Volvieron a surgir las diferencias en el mando, lo que provocó que el cardenal Cisneros abandonase la expedición retornando a España, quedando como capitán general de Mar y Tierra, Navarro.

Navarro llegó a decirle a Cisneros: « Tan mal está un ejército con dos generales como lo estaría una persona con dos cabezas y un reyno con dos reyes », a lo que el cardenal le replicó con suaves palabras, pero como Navarro se fijaba más en lo que decía y no en la forma, le replicó: «  Debéis volver á vuestro arzobispado á recibir los aplausos por vuestro victoria de Orán; de hoy y bajo mi conducta, que yo sé mandar soldados como vos sabéis apacentar las ovejas de vuestra diócesis, que están sin pastor; y de este modo cada uno hará su oficio. Ved vos qué tal arzobispo haría yo, y juzgar qué tal general seriáis vos »

Este cargo le fue ratificado por el Rey, quién a su vez le procuró nuevos buques y hombres para proseguir en la misión encomendada, que no era otra que el hacerse con posiciones claves, para evitar el constante pillaje que producían las naves norteafricanas en los territorios de España.

Retornó con sus fuerzas al puerto de Ibiza, donde ya le esperan los refuerzos enviados por el Rey por lo que de nuevo volvió a reunir a veinte vasos y cuatro mil hombres, con los que puso rumbo a Bujía consiguiendo una victoria más, sucediendo el hecho en el día seis enero del año de 1510, siendo que esta ciudad pertenecía a la regencia de Argel.

Esta victoria, se tradujo, en que se presentaron a Navarro moros de alta representación de la regencia de Argel con la pretensión de ser vasallos del rey de España, al mismo tiempo que el Sultán de Túnez espontáneamente se hizo vasallo igualmente, al que siguió el Sultán del Tremecén a lo que Navarro no tuvo objeción accediendo a ello, pero con la condición de que fueran puestos en libertad todos los cristianos que se encontraban en esas regencias, lo cual se cumplió y se firmaron los acuerdos.

Al terminar con estos trámites se hizo a la mar con rumbo al puerto de la isla de Faviñana muy cerca de la isla de Sicilia, donde se reunió con las galeras de Nápoles y Sicilia, llegando a componer una escuadra de cincuentas vasos y catorce mil hombres.

Ya reunidas levaron anclas y pusieron rumbo a Trípoli ciudad que fue atacada el día veinticinco de julio del año de 1510, en los combates contra los berberiscos consiguió el vencerles, pero la encarnizada lucha se fue ganando palmo a palmo de terreno, causa por la que cayeron en ella unos tres mil españoles entre ellos personas muy principales pero al fin la ciudad fue tomada.

Las bajas de los enemigos superaron las cinco mil, lo cual dice mucho de lo enconada de la lucha en la que tanto unos como los otros mantuvieron.

Al llegar la noticia a la Corte el Rey se apresuró a enviar más refuerzos y enviárselos, se reunió otra considerable fuerza de siete mil hombres la cual fue puesta al mando de don García de Toledo, primogénito del Duque de Alba, incorporándose a las fuerzas de Navarro donde éste ya estaba embarcado y dispuesto a zarpar.

Esta vez le tocaba el puerto de los Gelves ó isla de Djerbah, arribando a esta agua se prepararon para el desembarco, que se llevó a efecto el día veintiocho de agosto del año de 1510, les cogieron por sorpresa por lo que se desembarcó sin oposición, pero esto era una treta de los moriscos.

Don García de Toledo al ver lo fácil de la victoria ordenó avanzar, pero sus fuerzas fueron cayendo en el desmayo por el excesivo calor y peso de sus armas, cuando ya casi todos sus hombres habían desfallecido, los berberiscos se abalanzaron sobre ellos consiguiendo una fácil victoria, en la que uno de los primero en caer muerto fue su propio jefe.

Las fuerzas que así fueron sacrificadas representaban la mitad del total, pero al ver llegar a los pocos que se habían salvado el espanto cundió entre los que aún no habían desembarcado, entre ellos Navarro, que viendo el desastre dio la orden de hacerse a la mar, pero no terminó aquí la desdicha, pues a las pocas horas se desató un temporal que arrastró a varias naves hasta el fondo de sus entrañas y solo unas pocas consiguieron arribar a las costas de Sicilia.

Por este desastre Navarro renunció al cargo de Capitán General de la Mar, dejando a don Diego de Vera como gobernador de la plaza de Trípoli y regresó a España.

Pero no pudo estar mucho tiempo inactivo, pues en el año de 1512 se le ordenó el regresar a Nápoles, por haber comenzado una nueva guerra contra los franceses, al llegar se puso a las órdenes de don Ramón de Cardona a la sazón virrey de este territorio.

Se le encargó el intentar hacer volar las murallas de la ciudad de Bolonia que estaba en poder de los franceses, pero por varias razones sus minas no causaron el efecto previsto, pues la zona tenía mucha humedad y además se le dio muy poco tiempo para prepararlas, por lo que el virrey don Ramón de Cardona decidió levantar el sitio a la plaza.

El virrey estaba influido por los Colonnas y con el apoyo de ellos Navarro consiguió que Cardona se decidiese a dar un nuevo golpe contra la ciudad de Ravena, teniendo lugar este enfrentamiento el día once de abril del año de 1512.

Los ejércitos enfrentados eran el francés al mando de Gastón de Foie, que al frente de veinticuatro mil infantes, cuatro mil jinetes y cincuenta piezas de artillería, se enfrentaría contra las fuerzas españolas al mando de Cardona compuestas de, dieciocho mil infantes, dos mil jinetes y veinticuatro cañones.

Navarro estaba al mando de la infantería y Colonna al de la caballería, como era lo normal la infantería soportó el envite de los franceses que les superaban en número, incluso por una maniobra mandada hacer por Navarro se consiguió deshacer a los lasquenetes, pero la abrumadora superioridad de la artillería y falta de apoyo de la caballería, a pesar del esfuerzo de los españoles fueron vencidos, por lo que se comenzó una retirada, en la que casi todos cayeron ó muertos, heridos o prisioneros, siendo el propio Navarro uno de estos últimos.

Por su fama, se le respetó lo máximo, así mismo se le traslado a Francia pero el caballero Labrit que le había hecho prisionero, demandaba el pago de veinte mil escudos de oro para devolverle la libertad, por este altísimo precio el rey don Fernando no quiso ni oír hablar del tema, pero su enemigo de siempre el rey Francisco I de Francia sí que pagó la suma, por lo que estuvo tres años en prisión, pero pasó a prestar sus servicios al Rey francés y con el grado de general de los ejércitos de este país.

De donde se desprende, que a Navarro se le considere un traidor por muchos de sus historiadores españoles. (Pero dadas las circunstancias, y desde luego, con la interpretación que dan los siglos pasados no se yo quién traicionó a quién).

Pero no conforme con esto Navarro escribió al rey Fernando V, que por el abandono de éste y el pago del francés, se debía ahora a este último, por lo que le rogaba que le diera de baja en los ejércitos españoles a lo que el Rey le devolvió un escrito en el que le decía « que era libre », al recibir esta notificación Navarro le envió al Rey Católico, el título de conde de Oliveto y la patente de nombramiento como General de Mar y Tierra español.

(Esto es más un tema de filosofía pero pienso que viene muy a cuento a estás líneas. Pues queda de manifiesto, que la profesión de los militares siempre ha sido de sacrificio personal, siendo a veces odiados tanto por los de arriba como por los ciudadanos, ya que la mayoría no comprenden lo complicado de su situación y solo los ven como “militares”, pero son algo más.)

Una vez recibidas todas las cartas y aclaradas las posiciones Navarro se puso al servicio del Rey francés, con la misma lealtad, celo y nobleza que le caracterizaban cuando servía a su Rey y a su Patria.

Por ello comenzó casi una nueva vida; se le encargó de desplazarse al Milanesado al frente de su ejército tomo con gran facilidad la plaza y fortaleza de Novara, pasó después a participar en la conquista de Vigerano y Pavía combatiendo en la más celebre de ellas, que fue la de Mariñan, terminando por entrar en la ciudad de Milán al frente de sus tropas.

Poco tiempo después y ya en el año de 1522 de nuevo fue enviado a tierras de la península itálica, pues tenía la misión de llevar socorros a Lautrec, por lo que participó en el combate de Bicoca en la que las armas francesas fueron vencidas por las españolas.

Poco después se le encargó el llevar socorros a Génova, pero estando preparando las expedición la plaza en la que se encontraba fue asaltada por los españoles, quienes no respetaron en nada a su persona y lo encerraron en el castillo de Castello Nuovo, donde de nuevo volvió a permanecer otros tres años en prisión. (Claro, era un “traidor”.)

Al firmarse una de las muchas paces de la época, pero que duraban poco, en la del año de 1526 quedó en libertad por lo que se unió a su ejército en Francia poniéndose a las órdenes de Lautrec, decidiendo ponerse en camino de nuevo al Milanesado.

Trasladado a Nápoles junto a su jefe, éste falleció al poco tiempo por la peste allí desatada, por lo que se le encomendó ponerse a las órdenes del marqués de Saluzzo, pero ante la resistencia de los españoles en esta plaza el ejército francés levantó el sitio, poniéndose en camino de Aversa, pero fue atacado por los españoles, por lo que de nuevo volvió a caer prisionero.

Fue otra vez trasladado al Castillo Nuovo en la ciudad de Nápoles, donde fue encarcelado y donde falleció ó fue asesinado ó fue ejecutado, al principio del invierno del año de 1528, pues sobre su muerte hay también muchas versiones.

Sobre la lápida que cubría sus restos mortales en la ciudad de Nápoles, los soldados españoles escribieron un epitafio que decía:

« Ilustre capitán español muerto al servicio de los franceses »

Para que nadie pueda tachar está biografía como patriotera o patriótica y demostrar las diferentes versiones sobre su muerte, traslado al lector a leer las siguientes líneas, que las considero de vital importancia para poder discernir la verdad, pero que cada cual saque sus conclusiones.

Una versión es: que el príncipe de Orange, Gobernador a la sazón de la ciudad de Nápoles, para evitar la vergüenza del suplicio de tan gran hombre decidió el dejarle morir en paz. (No se si la forma era no dándole alimentos.)

Según otra versión: fue el propio rey Carlos I quién ordenó su muerte por ser considerado a sus ojos como traidor por dos veces, con la proposición de que fuera degollado en su misma celda del Castello Nuovo. Aunque se admite, que está no se pudo llevar a efecto, ya que al ir a realizarla Navarro ya estaba muerto en su cama.

Por ello la sospecha recae sobre el alcaide del castillo, llamado Icart, ya que éste era conocedor de la orden del Rey y no queriendo que nadie pudiera decir que lo había ordenado su soberano, lo realizó el mismo y por ahogamiento. Otros dicen que fue por la peste, que había diezmado al ejército francés durante el cerco a Nápoles y otros apuntaban, que solo había sido por anciano, no en balde pasaba de los setenta años y la mayor parte de ellos siempre en campaña

El escritor Brantôme, contemporáneo de Navarro, en su obra: « Vidas de los grandes capitanes », no dice al respecto; « Fue ahogado entre dos almohadas ó estrangulado con cuerda por mano del verdugo. . . . . Estaba te viejo y achacoso que no podía estarlo más. . . . Pero el emperador fue censurado, pues debía haberle impuesto una prisión perpetua, en la que hubiese podido escribir y dejar algunas interesantes memorias de su arte y ciencia, á modo de pasatiempo. . . . . Así he oído que pensaba obrar y aun que comenzó á hacerlo »

Pasados los años el duque de Gesa, sobrino de don Gonzalo Fernández de Córdoba, le levantó un sepulcro digno de su grandeza todo el de mármol, que junto al de Lautrec reposan en el interior de la iglesia de Santa María la Nueva.

Transcurridos unos siglos el Arma de ingenieros del ejército español, lo tiene considerado como una de sus más antiguas, distinguidas e insignes figuras y para dejar constancia de esto, transcribimos unas líneas del teniente coronel Sojo:

« El territorio situado al S. de los Pirineos puede vanagloriarse de haber producido en el siglo XV un genio militar extenso, fecundo, inmenso, digno de codearse con aquellos monumentales cerebros del Renacimiento que se llamaron Miguel Ángel, Rafael, Vinci, Cisneros y Fernando el Católico »

Bibliografía:

González de Vega, Gerardo.: Mar Brava. Ediciones B, S.A. 2000.

Enciclopedia General del Mar. Garriga, 1957. Compilada por el contralmirante don Carlos Martínez-Valverde y Martínez.

Enciclopedia Universal Ilustrada. Espasa. Tomo 37, 1918, páginas 1283 á 1286.

Martín Gómez, Antonio L.: El Gran Capitán. Las campañas del duque de Terranova y Santángelo. Almena. Madrid 2000.

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