Pero Nino en Inglaterra 1405/1406

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1405 Pero Niño en Inglaterra



En 1405 estaba al mando de tres galeras acabadas de armar, de ellas Pero Niño mandaba una, nombró patrón de otra a su primo Fernando Niño y la restante a Gonzalo Gutiérrez Calleja, buen caballero montañés, también de su deudo, con ellas se unieron a una escuadra de cuarenta naos, estando al mando de toda ella don Martín Ruiz de Avendaño.

Al concluir la misión encomendada, Pero Niño le pidió a Avendaño, le acompañara en la expedición que él tenía del Rey para empezar desde este momento, no siendo otra que atacar los buques de la isla de Albión, pero Avendaño se negó en redondo, ante la negativa se separó con sus tres vasos, para cumplir la Real orden en solitario, pero al separase de su jefe cuando éste no le oía añadió una de sus frases más conocidas: «Los homes deben acometer sus fechos con la ayuda de Dios e con buena ordenanza; ca el que de todas las cosas ha de recelarse mejor le fuera non salir de su casa.»

Al llegar a la Rochelle se propuso Niño comenzar allí mismo las hostilidades, decidiendo remontar el río de noche, con las galeras en conserva de dos chalupas muy ligeras, bien armadas de ballesteros y flecheros. Al alba llegó a las casas de Burdeos, al verlos dieron la alarma en la ciudad, creyendo se avecinaba mayor escuadra detrás de aquellas embarcaciones; se pusieron inmediatamente todos los buques a la vela y río arriba huyeron; realizó un desembarco con la gente de armas dando al fuego a la carrera a unas cuantas casas y no sin trabajo regresó a la Rochelle, cumplido el plan de hacer sonar su nombre entre amigos y enemigos, con empresa que cimentara la impresión moral.

En la Rochelle se le unió el caballero francés Charles de Savoisy, quien había mandado construir en Marsella dos galeras «…las mejor guarnecidas e fermosas que nunca en nuestro tiempo hombre vio que los pendones dellas valian tanto como la fornicion de alguna galera…E plogo a Mosen Charles de guardar capitanía a Pero Niño, e díjole cortés, que el mandase acender farón en su galera a costumbre de capitan de mar, e que el le seguiria asi como las otras sus galeras.»

Reunidas ambas fuerzas arrumbaron al puerto de Cherburgo, pueblo de unos trescientos vecinos, cuyas casas llegan a la misma agua, en aquella época en manos de los ingleses, por ello atacaron a los intrusos invasores, los ingleses opusieron feroz resistencia, pero con poco éxito, pues se consiguió derrotar a toda la guarnición, la lucha duro sobre tres horas, al vencerlos le pegaron fuego a todo el pueblo, llevándose todo de cuanto algo de valor tenía, entre otras dos naves que allí se encontraba.

Debían de haber seguido juntos, pero una discrepancia del lugar a donde llevar el ataque obligó de nuevo a dividir sus fuerzas; al hacerlo Pero Niño replicó: «A los mercados cada uno va con su dicha…e que no facen la guerra broslados nin forraduras, nin cadena, nin firmalles, mas puños duros e omes denonados.» Los españoles querían realizarlo en Falmouth, pero los franceses lo llevaron a cabo contra Plymouth, donde por desgracia fueron rechazados, por la rociada de proyectiles de lombardas con mucho riesgo, «ca piedra ovo que paso mas alta que dos torres, e fue a la mar bien media legua», por lo que no pudieron realizar su misión, consistente en pegarle fuego a todos los buques enemigos que se encontraran en éste puerto, viéndose forzados a dar al remo y salir a la mar.

En el posterior ataque a Portland lograron hacer prisioneros yendo unidos, aunque mal avenidos, pero al atacar en Poole, surgieron de nuevo las diferencias entre los dos jefes, llevando a efecto el desembarco sólo los españoles, por ello en condiciones de inferioridad numérica, sólo podían hacer una cosa, siendo lo que realizaron, arrasaron cosechas, pastos y animales, incluido el palacio en que se guardaban muchos pertrechos náuticos, y a todo ser viviente dejando una huella casi imperecedera, de esta momentánea invasión de la isla de Albión.

Fueron llegando refuerzos del interior y cargando sobre los castellanos, hasta verse obligados a reembarcar por ganarles el terreno pie a pie, al ser un número muy superior: «Las flechas eran tan espesas que los que tenían jaques parecian asaetados. La bandera y el que la tenia eran llenos de flechas, sinon que le mamparaban las buenas armas que tenia, aunque en algunos lugares eran falsadas.»

Desde aquí dirigieron sus proas los españoles a la desembocadura del río Támesis, con la intención de internarse en el cauce y continuar río arriba, para recuperar una carraca española apresada por los ingleses, pero les llegó la noticia por la que propia tripulación se había hecho con el control del buque, por ello aunque metidos en el cauce viraron dirigiéndose a la isla de Jersey, donde realizaron la aguada y repusieron víveres consistiendo en ganado y raciones viviendo del país.

Niño pensaba que si en vez de las tres galeras hubieran puesto veinte a sus órdenes, o si las naos de Avendaño le hubieran seguido, acabara cosas maravillosas, idea que sin circunloquios comunicó al jefe vizcaíno diciéndole que, curaba poco del servicio del Rey. «Reqüestóle que no habia hecho como buen caballero, y que se lo faria conocer.»

Pasada la invernada en la primavera de 1406 se hicieron a la mar en derrota del paso de Cale, en busca de enemigos a los que batir, pero los temporales y corrientes, de sustos y malas noches, y de ocurrencias de la mar a la que sacrificaron entenas rotas y velas rifadas, obligándoles en más de una ocasión a buscar refugio, sin mirar lugar se refugió en el puerto flamenco de la Esclusa, o en algún otro de Picardía, impidiéndoles los malos tiempos emplearse en mejores y más provechosos menesteres.

En uno de esos encuentros, se trabó un combate con el corsario Harry Paye, llamado Arrypay; al que se le atribuían los incendios de Finisterre y Gijón, llevándose el crucifijo de Santa María de Finisterra, el cual era nombrado por el mas devoto de todas las partidas, pero la providencia quiso que la cosa no saliera bien, pues como ya había comentado Savoisy, las galeras en aquellos mares son inapropiadas, por su bajo franco bordo, pues al levantarse un fuerte viento las galeras nada pudieron hacer, bastante hacían con evitar no irse a pique, por ello decidieron retirarse, pero Niño que no le tenía miedo a nada, llamó a consejo a su compañero y le dijo: «Allí son los ingleses, e la mar calma: vamos a ellos.», le respondió Mosen Charles: «Monseñor; ellos son muchos navíos, e hay en ellos de los gruesos, e están muy lejos de tierra, e si el viento viene, el cual nunca mucho tarda en esta mar, seríamos en grand priesa con ellos.»

A ello replicó: «Agora calma face, e non hay viento: en tanto que dura la calma, e tenemos tiempo, fagamos lo que debemos. Bien sabedes cuanto mal rescebides dellos, e cuantos daños facen cada día en Castilla e en Francia. Si agora los dexamos, nunca tal tiempo avremos con ellos; e el mayor mal que será, que si los dexamos verán que con miedo lo facemos, e de aquí adelante farán mas mal, ca andarán mas sin temor. E si así lo avemos a dexar, nunca uo oviese venido a Francia, nin oviese conocido los Franceses.», a lo que Mosen Charles le contestó: «Fagamos como mandardes.»

Los enemigos agruparon sus navíos en orden y recibió el ataque con rociadas de saetas, dardos, truenos y piedras; los castellanos les lanzaban viratones con alquitrán y estopa encendida contra las velas, metieron entre el convoy un batel preparado con semejante artificio de fuego; se embarazó con un buque enemigo, se levantó el viento, todo lo cual a la vez lo hubiera pasado muy mal, si un ballenero francés no hubiera acudido en su auxilio, realizándolo de manera tan hábil y eficiente, pues embistió al corsario inglés tan enérgicamente que logró desembarazar los dos buques del golpe propinado.

Llegado el momento en que los víveres se estaban agotando, Niño decidió tomárselos al enemigo, por ello de nuevo atacaron la isla de Jersey, pero en esta ocasión estaba mucho mejor defendida y preparada, como siempre no le importó arremetiendo contra ellos, realizó el desembarco en una alborada, encontrando prevenidos a los defensores: «Dexadas las lanzas, pusieron mano a las hachas e a las espadas, e volviose un torneo muy grande. Allí podria ome ver a uno soltar las corazas e los bazineters, e desguarnecer brazales e musequies; e a otros caer las espadas e las hachas de las manos e venir a los brazos e a las dagas; alli caer a unos e a otros levantar, e correr mucha por muchos lugares. La pelea era tan fuerte, e la priesa tanta, que el que mejor iba tenia asaz trabajo; e tan buenos eran de amas partes, e tan a voluntad lo habian, que si non por un seso que Pero Niño tomó, en poco de hora se acabaran todos unos a otros, que muy pocos quedaran vivos.» consiguiendo vencerles, se apodero de su estandarte, llenaron sus bodegas al máximo de víveres y agua, pero no se conformo con ello por ello saquearon la población, de la que lograron sacar un rico botín.

Bibliografía:

Díez de Games, Gutierre.: Crónica de don Pedro Niño. Conde de Buelna. Impt. Antonio de Sancha. Madrid 1782.

Fernández Duro, Cesáreo.: La Marina de Castilla. Desde su Origen y Pugna con la de Inglaterra, hasta la Refundición en la Armada Española. Madrid, 1893.

Rodríguez Dos Santos, José. El Códice 632. Roca editorial. 2006.

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