Ristori Granados, Ambrosio Biografia
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Caballero Cruz Laureada de la Real y Militar Orden de San Fernando de 2ª clase.
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Orígenes
Vino al mundo el día 28 de octubre del año 1878, en la ciudad de Cádiz. Descendiente de una acrisolada familia de marinos e infantes de marina, por lo que su elección no tardó mucho en producirse.
Hoja de Servicios
En el mes de mayo del año de 1895 ingresó en la Academia de Infantería de Marina de San Fernando, perteneciendo a la promoción 67, como su preparación ya le venía dada, al año siguiente de 1896 y con el número uno de su promoción la abandono con el grado de alférez del Real Cuerpo. Como la época era muy movida para España en lugares tan lejanos entre sí y de la Península, como Cuba y Filipinas, se le destinó inmediatamente a estas últimas.
A su llegada hacía poco había comenzado la guerra contra los insurgentes tagalos, siendo incorporado al primer batallón del primer regimiento de Infantería de Marina. Esta unidad cubría las provincias de Cavite (Arsenal) y Mindanao, donde al poco tiempo de estar allí tuvo su bautismo de fuego en las playas de Binicayan.
Unos meses después fue destinado a la isla de Joló, foco histórico y permanente de la insurrección en el archipiélago, donde de nuevo tuvo que combatir a los tagalos y lo peor, a la constante huida de los propios indígenas que formaban parte de las tropas españolas hacía sus propias filas, incluido el armamento que España aportaba a la defensa de las islas, como el caso concreto de los evadidos del regimiento de Legazpi, nº 68 que lo dejaron casi en cuadro.
Como es habitual y por sacar el número uno de su promoción al año fue ascendido, por ello en el de 1897 se le otorgaron las dos estrellas de seis puntas correspondientes a su grado de teniente, siéndole ordenado pasar a ser el jefe de la unidad que estaba embarcada en el crucero Reina Cristina. Éste era el buque insignia de la escuadra dislocada en las Filipinas, al mando del capitán de navío don Luís de Cadarso, enarbolando la insignia del contralmirante don Patricio Montojo y Pasarón comandante general del apostadero.
En el combate de Cavite contra las fuerzas navales de los Estados Unidos el día 1 de mayo del año 1898. El crucero insignia enemigo Olimpia en el que enarbolaba su insignia el comodoro Dewey encabezaba la línea enemiga, centrando desde el primer momento al insignia español, que intentó abordarlo, pero justo al acortar las distancias su poder artillero deshizo materialmente al español, cayendo muerto su comandante don Luís de Cadarso y otros ciento cuarenta hombres entre muertos y heridos, aparte de recibir varios impactos a flor de agua, obligando al abandono del buque, pues estaba ardiendo por todas partes, por haber entrado hasta las calderas los proyectiles enemigos, su timón desaparecido, así como su servomotor y su aparejo había dejado de existir. [2]
Ristori en todo momento se comporto con total valentía habiendo sido herido por dos veces sobre la cubierta del buque. Al dar la orden de abandono del buque el contralmirante, aún permaneció hasta ver embarcar en los pocos botes sanos a la dotación que podían hacerlo y él no tuvo más que lanzarse al agua cuando en el cascarón ya estaba pisando el agua en la cubierta principal. A pesar de sus heridas, pudo ayudar de morir ahogados a dos marineros y un contramaestre, los cuales pudieron llegar al crucero Isla de Cuba, todo ello sufriendo un agotamiento casi total.
En éste crucero le pudieron curar las heridas y una vez realizada la cura se dispuso a defenderlo, pero al poco fue pasto de la llamas y hubo que abandonarlos, pasando embarcarse en los botes todos los tripulantes, que por no ser muchos los supervivientes y su comandante don José Sedrach haber dado la orden de arriar los botes antes del combate y colocarlos a sotafuego, se pudieron aprovechar y con ellos llegar a tierra todos.
Se presento a sus jefes naturales y le asignaron de nuevo a su anterior unidad, la cual tenía como misión principal la defensa del apostadero de Cavite. Donde no pudieron aguantar mucho tiempo, ya que los tagalos insurgentes viendo el desastre de la Armada española estaban muy subidos de moral, por lo que la posición era atacada por dos frentes, por más de unos ocho mil hombres con todo tipo de armas. Mientras que los defensores no alcanzaban el número de ochocientos.
Al evacuar el apostadero, se encaminaron a proteger el perímetro de la capital del Archipiélago, siendo destinado a la población de San Francisco de Malabón y poco después a la de Bacoor, distante unos dos kilómetros del Apostadero y muy cerca de ella un puente de vital importancia llamado Banalo o Inis, que conectaba las poblaciones de Binayan con la que se asentaron, pudiendo así controlar el acceso al interior, donde consiguieron en principio hacerse fuertes.
El día veintinueve de mayo fue atacado por numerosas tropas indígenas el puente, en el que Ristori solo contaba con veintiocho hombres de fuerza los cuales se batieron con inigualable valor, multiplicándose en los fuegos y en las distintas posiciones del baluarte, allí donde caía un compañero procuraba otro sin orden ir a cubrir su puesto.
Frenaron en un primer momento a los atacantes, pero su gran número les desbordaba, a pesar de ello continuaron defendiéndose, él mismo estaba herido de gravedad por dos veces en el codo derecho, que le impedía doblar el brazo, pero apoyaba el fusil en las rocas consiguiendo de esta forma apuntar y no desperdiciar la escasa munición, pero las bajas iban aumentando pudiéndose ya contar trece hombres fallecidos, más algunos heridos de diferente gravedad, aún así prosiguieron la defensa, pero a los pocos minutos se les terminó la munición por completo, solo entonces se dieron por vencidos, pues toda resistencia resultaba inútil.
Al ver que ya no recibían fuego, los insurgentes asaltaron el pequeño fuerte que daba protección al puente, no pudieron por menos que admirar la brava defensa realizada y contra todo pronóstico, al ver a los pocos sanos y los muchos heridos, los trasladaron a un campo propio para que pudieran ser atendidos. Al llegar, un cirujano revisó las heridas a Ristori y decidió amputarle el brazo. Hay que decir, que las amputaciones de esta época diferían muy poco de las de los siglos anteriores, por lo que todo se hacía en «vivo» soportando el dolor o desvaneciéndose por él. ¿El escalofrío que debería de correr por todo el cuerpo, cuando con una sierra se aserraba el hueso? Y todo con veinte años de edad.
Al terminar de ser asistidos todos, por su brava actuación les permitieron abandonar tranquilos y en paz su puesto, trasladándose a la ciudad de Manila que aún permanecía en poder de los españoles. Al llegar el capitán general del archipiélago, por méritos de guerra lo ascendió al grado de capitán. Decisión que posteriormente fue ratificada por la doña María Cristina de Habsburgo, Reina Regente por minoría de edad de don Alfonso XIII.
A partir de ese momento, sus hombres lo rebautizaron con el sobrenombre, que no podía ser otro que el «Manco de Bacoor», por el que ha pasado a la historia.
Se le concedió la Cruz Laureada de San Fernando de 2ª Clase, que es la destinada, para los oficiales y jefes, como premio al valor heroico en combate. Esta recompensa sufre siempre un juicio contradictorio, que a veces se alarga meses, pero ratifica que su concesión no es precisamente al libre albedrio de nadie.
De hecho y en su caso a pesar de estar muy clara se alargó, ya que fue publicada en el Diario Oficial de Marina nº 32 con fecha del día catorce de febrero del año de 1901 y dice: «Por su valor en la defensa del puente de Imus, en las islas Filipinas, el 29 de mayo del año de 1898, en la que recibió dos heridas graves, perdió un brazo y cayo prisionero. DOM 32.
Por estar inhabilitado para el servicio activo, se le destino al Cuerpo de Inválidos, en el cual ingresó en el año de 1901. Pero tenía razón Millán Astray, la falta de su brazo derecho no le impidió desarrollar un gran trabajo, puesto que alcanzó el título de directo del propio Cuerpo de Inválidos Militares y mientras fue la cabeza de la organización del Museo de Artillería, del que fue nombrado su Director y que pasó posteriormente a ser el Museo Histórico Militar.
A pesar de pasar al cuerpo de mutilados, este no exitista como tal, formaban una simple lista de la que se pagaban los haberes, como premio a su estado por haber servido a la patria y no fue hasta el Real Decreto del día seis de febrero del año de 1907, cuando se funda organizativamente el cuerpo de Inválidos, el cual permaneció inalterable hasta que fue proclamada la Segunda República, quien por Ley de fecha quince de septiembre del año de 1932, lo dio a extinguir. Como si no hubieran inválidos o mutilados de guerra vivos, que necesitaban el apoyo del Gobierno.
Sobrevino la sublevación de las tropas de África y con ello empezó la guerra civil en el mes de julio del año de 1936, en la que en el día uno de octubre siguiente, la Junta de Defensa Nacional proclama al general de división don Francisco Franco Bahamonde, como Generalísimo de los Ejércitos Nacionales, así como Jefe del Estado y del Gobierno.
Por la intermediación de un general llamado don José Millán Astray y Terreros, quien tenía una buena amistad con el Jefe del Estado don Francisco Franco, (habían cofundado El Tercio de Extranjeros, actual Legión Española) consiguió de éste y por el B. O. nº 540 de fecha cinco de abril del año de 1938, la creación y reglamento del Benemérito Cuerpo de Mutilados de Guerra por la Patria.
Al cual pasaron a pertenecer todos los antiguos ‹Inválidos›, que por decisión de don José Millán Astray, pasó a denominarse de ‹Mutilados›, logrando convencer a todos al decir: «…es un soldado al que le falta alguna capacidad, pero que no es inútil para el servicio.»
A don José Millán Astray, le gustaba referirse como al primer mutilado de guerra, a don Miguel de Cervantes Saavedra, llegándole a decir al coronel Tarduchy «Cervantes es el número uno del cuerpo de Caballeros Mutilados. El número uno de mi cuerpo, por designio de la Patria.» quien a su vez escribió la epístola a don Mateo Vázquez, que el fundador del Tercio le gustaba recitar para dar la verdadera muestra de un mutilado y dice así:
«A esta sazón yo, triste, estaba
con la una mano de la espada asida
y la sangre de otra derramada;
el pecho mío de profunda herida,
sentía llegado, y a la siniestra mano
estaba por mil partes ya rompida.»
Al acabar la guerra, se modificó el anterior Reglamento, por una Ley del día 12 de diciembre del año de 1942, la que terminó de configurar la figura del ‹Mutilado›, llevándose a cabo por la buena acogida, que había tenido por parte del Ministro del Ejército, teniente general don Carlos Asensio Cabanillas, que lo era en aquel momento y en su artículo primero decía:
- «Artículo 1º.: El benemérito Cuerpo de Caballeros Mutilados de Guerra por la Patria seguirá considerando como en activo con todas las prerrogativas y preeminencias de tal, y sus individuos estarán sometidos a la jurisdicción de guerra, aplicándoseles sus Leyes Penales, salvo los casos de absoluta imposibilidad de ello.»
Falleció el día 19 de marzo del año 1966, en la capital de España, Madrid. Contaba con ochenta y siete años de edad, con el grado de general, lo que demuestra que nunca estuvo quieto y siempre contribuyendo al engrandecimiento de su país. España.
Notas
- ↑ Procedente del Real Cuerpo de Infantería de Marina.
- ↑ Sí, en este combate todavía había buques con arboladura para las largas navegaciones.
Bibliografía:
Cevallos-Escalera y Gila, Alfonso y Luis, e Isabel Sánchez, José Luis: La Real y Militar Orden de San Fernando. Palafox & Pezuela. Madrid. 2003.
Enciclopedia General del Mar. Garriga. 1957. Ángel Dotor.
Gómez Núñez, Severo.: La Guerra Hispano-Americana. Barcos-Cañones y Fusiles. Imprenta del Cuerpo de Artillería. Madrid 1899. La obra consta de cinco tomos, cada uno especializado en una parte de la guerra, con sus elementos y materiales.
González de Canales, Fernando.: Catálogo de Pinturas del Museo Naval. Tomo III. Ministerio de Defensa. Madrid, 2000.
Mas Chao, Andrés.: La Guerra olvidada de Filipinas 1896-1898. San Martín. Madrid, 1997.
Molina, Antonio M.: Historia de Filipinas. Instituto de Cooperación Iberoamericana. Madrid, 1984. 2 Tomos.
Ristori Peláez, Manuel.: Biografía de don Ambrosio Ristori y Granados. Revista de Historia Naval. Año XVI. Núm. 63. 1998, Madrid.
Rivas Fabal, José Enrique.: Historia de la Infantería de Marina Española. Editorial Naval. Madrid 1970. 2ª Edición. Premio Virgen del Carmen 1969. Obra declarada de utilidad para la Marina.
Togores, Luis E.: Millán Astray — Legionario — La Esfera de los Libros. Madrid, 2003.
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