Ruiz Puente y Garcia de la Yedra, Felipe Biografia

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Felipe Ruiz Puente y García de la Yedra Biografía



Intendente General de la Real Armada.

Jefe de escuadra de la Real Armada Española.

Caballero de la Militar Orden de Santiago.

Comendador de Portezuelo en la Militar Orden de Alcántara.

Orígenes

Vino al mundo en la población de Almiñe, actual provincia de Burgos el día ocho de mayo del año de 1724, fueron sus padres, don Diego Ruíz Puente y Velasco, y de su esposa doña María Josefa García de la Yedra. Su padre tenía formado mayorazgo en la misma población de Almiñe y en Quintanilla del Río.

Hoja de Servicios

Elevó petición y se le concedió la Carta Orden de ingreso en el Cuerpo General, sentando plaza de Guardiamarina en la Compañía del Departamento de Cádiz, el día once de julio del año de 1738. Expediente N.º 234.

Se le entregaron sus primeros galones en el año de 1741, con el grado de alférez de fragata. Fue ascendido al grado de alférez de navío en el año de 1749. Por sus méritos su carrera era algo rápida, pues dos años más tarde en 1751 se le asciende al grado de teniente de fragata, y al año siguiente de 1752 al grado de teniente de navío. En el año de 1760 se le otorgaron los galones de capitán de fragata y en el de 1766 los de capitán de navío.

En toda esta etapa de su vida no se conocen datos, solo se puede afirmar por los ascensos, que fue un buen marino con decisión y arrojo, lo que demostró por haber navegado por todos los mares del planeta en diferentes buques y comisiones, lo que le hizo ganarse la confianza y el apreció de sus superiores.

Se le ordenó acompañar a Bougainville a las islas Malvinas, siendo el segundo viaje del francés, quien al llegar a la isla el día uno de abril del año de 1767, le entregó a don Felipe como Gobernador del Río de la Plata las islas, siendo cambiado el nombre por los franceses como Maulinas, quedando españolizado como Malvinas y a su puerto principal, que tenía el nombre de Port-Louis, por el español de Puerto de la Soledad, que ya era conocido por éste nombre antes de que Francia se apoderara de ellas.

Por estar ya en el conocimiento de la presencia de los británicos en las islas Malvinas, el Gobernador del Río de Plata don Felipe Ruíz Puente ordenó se les vigilara, por lo que zarpó la fragata Santa Rosa y el chambequín Andaluz, estando al mando en jefe el capitán de navío don Juan Ignacio de Madariaga, los cuales arribaron y vigilaron lo que estaban montando los británicos, que entre otras cosas era una empalizada con maderas y cañones de á 12, de lo que existe un documento: «Plano del puerto que llamaron Anunciación á la parte del Este por los oficiales del chambequín Andaluz, año de 1768»

Puesto el hecho en conocimiento del Monarca, éste dio la ordena su embajador en Londres, príncipe de Masserano, para que fuera devuelta la isla a España, comenzando una larga espera entre ida y venida de explicaciones y demandas, pero nada se sacaba en claro y mientras el tiempo pasaba, razón por la que el Rey don Carlos III dictó la orden, de que fuera recuperada en buena armonía, pero si era necesaria la fuerza no se debía de dudar en utilizarla, así recibió el capitán general de Buenos Aires don Francisco Buccarelli, la Real Orden, ordenando para ello la organización de una división, formada por las fragatas Industria, Bárbara, Catalina, Santa Rosa y el chambequín Andaluz, transportando a un regimiento de infantería a las órdenes del coronel don Antonio Gutiérrez, estando al mando de toda la fuerza don Juan Ignacio de Madariaga.

Arribaron el día diez de junio del año de 1770 y se mantuvieron a poca distancia, puesto que las fuerzas navales británicas estaban formadas sólo por las fragatas, Favourite y Swift al mando de Mr. Hunt, desembarcando Madariaga y entablando conversación con el británico, pero éste le contestó que las islas Falkland eran de propiedad del Rey del Reino Unido, por lo que el español se embarcó en el bote y regresó a su insignia, a los pocos minutos comenzó el bombardeo, y no habían hecho nada más que dos descargas cuando se apercibieron de que la bandera blanca había sustituido a la del Reino Unido, por ello suspendieron el fuego y ordenaron desembarcar a los infantes.

Hay unos documentos que narran las operaciones: «Extracto del diario de la expedición hecha á Puerto Egmont para el desalojo de los ingleses en él establecidos, el que se verificó el 10 de junio de 1770 por la escuadra del mando del capitán de navío D. Juan Ignacio Madariaga» y otro: «Capitulación firmada en Puerto Egmont por los comandantes ingleses Guillermo Maltby y Jorge Farmer y los jefes españoles Madariaga y Gutiérrez»

Uno de los oficiales de la expedición (no hemos podido averiguar su nombre) compuso en octavas reales, la rendición de los ingleses:

«No es valor oponerse á un imposible,

reconociendo fuerzas superiores;

temeridad sí, que lo sensible

experimentará de sus errores.

 

Tres fragatas en lance terrible,

baten su torreón con mil furores

y su fragata, nuestra hazaña fiera

contienen con pacifica bandera»

Como era de esperar, se retiraron ambos embajadores, pues don Carlos III estaba a la espera de que el Rey de Francia Luis XV le confirmara su alianza, pero en vez del apoyo se recibió un correo en la Corte, que venía a decir: «Dado que el duque de Choiseul se había ofrecido a socorrer al Rey español, había sido exonerado. Invitando a su amado primo a cualquier sacrificio que conservara la paz sin perjudicar el honor, porque la guerra sería un mal horrible para él y para sus pueblos.» </span>

Esto fue una desilusión para el Rey, pero a su vez S. M. no le pareció que el motivo mereciera comenzar una guerra en solitario con Gran Bretaña, así prosiguió un largo proceso típico de la diplomacia, con diferentes momentos de calma y otros de tensión, cuando estos llegaban España siempre cedía concluyendo con la firma de un acuerdo, no sin que antes don Carlos III escribiera: «No quieren dejar de irme haciendo algunos insultos que hasta cierto punto se pueden aguantar, y los voy aguantando hasta no poder más, pues primero es mi decoro y el de mi corona, que Dios me ha dado por su infinita misericordia; y así, en llegando á esto, todos los trapos irán por el aire; pues bien sabes que nunca he tenido á nadie miedo, y que, por gracia de Dios, jamás he conocido el miedo.»

Firmando el acuerdo el día veintidós de enero del año de 1771, por parte de España el embajador Príncipe de Masserano y por Londres, el Secretario de Estado el conde de Rochford. (Por no considerar necesario transcribir todo el convenio, solo lo hacemos con la carta que se envío desde el ministerio de Marina e Indias, a Buenos Aires porque en ella ya queda aclarada la soberbia británica):

«Habiéndose estipulado entre el Rey y S. M. británica por un convenio firmado en Londres el 22 de enero próximo pasado por el príncipe de Masserano y el conde de Rochford que la Gran Malvina, llamada por los ingleses isla Falckland debe de ser restituida inmediatamente en el mismo estado que tenía antes que fuese evacuada por ellos en 10 de junio del año último: de orden del rey prevengo á V. que tan luego como la persona comisionada por la corte de Londres se presente á V. con esta, disponga se efectúe la entrega del puerto de la Cruzada ó Egmont y su fuerte y dependencias; así como también la de toda la artillería, municiones y efectos que se encontraren pertenecientes á su Majestad británica y á sus súbditos, conforme á los inventarios formados por los señores Jorge Farner y Guillermo Maltby en 11 de julio de dicho año al tiempo de dejar aquel punto, y de los cuales remito á V. las adjuntas copias, autorizadas con mi firma; y que tan luego como se efectúe uno y otro con las debidas formalidades, disponga V. se retire inmediatamente el oficial y demás súbditos del rey que allí pueda haber.

Dios guarde á V. muchos años. — El Pardo 7 de febrero de 1771. — El bailío fray don Julian de Arriaga. — A don Felipe Ruíz Puente. »

Como se ve, España cedió en todo por no entrar en una guerra, en la que el propio Rey comentó lo anteriormente explicado, pero la guerra se evitó ya que no era conveniente en ese momento, pero en el fondo hubiera sido una más de las muchas guerras, que al final se demuestran totalmente innecesarias. Pasamos a transcribir la aclaración que hace don Alejandro del Cantillo a continuación de una larga explicación sobre el hecho, concluyendo:

«Diéronse nuevas instrucciones al príncipe de Masserano, embajador de España en Londres, para hacer la ‹ declaración › que aquí se inserta, la cual serenó felizmente los disturbios y desgracias que se preveían con una guerra dictada por el capricho de un ministro. Reconciliáronse las dos Córtes; la de Inglaterra acreditó como embajador en Madrid á lord Grantham; y aun más adelante (el 22 de mayo de 1774) ya sea por complacer al rey de España, ó porque la fuese costoso sostener el establecimiento de Puerto Egmont, le abandonó voluntariamente.»

Lo que se demuestra con esta cesión, es la misma por la cual los españoles no estaban en las islas, no siendo otra la razón que lo inhóspito del lugar, por ello no habían tropas españolas para defenderlas y ellos aprovecharon esta causa para robarlas, pero al mismo tiempo las propias islas los tiraron, pues era insostenible en aquella época, ya que nada o casi se podía criar en ellas, por esta razón las abandonaron, aunque antes hubieran demostrado su orgullo yendo a la guerra, que atender a la razón, ocurriendo como siempre, que ésta al fin se impuso a favor de don Carlos III.

Recibió el correo don Felipe Ruíz y se preparó el viaje, a la espera de la llegada del representante británico, el cual al llegar se embarcaron los españoles y acudieron al Puerto de la Soledad ambas escuadras, donde siguiendo las instrucciones se les entregó lo escrito en la carta, firmando otro documento de estar todo en orden y en perfectas condiciones, quedando zanjado el problema.

Hay un apunte más a la cuestión que no deja a ningún rey sin tocar: En el Reino Unido se juzgó como una componenda vergonzosa, pues el pueblo no creyó que fuera ningún triunfo; de hecho fue censurado el monarca tanto por la prensa como en el mismo parlamento, que llegó a calificarla de infame. Y Ferrer del Río, afirma en su obra: «Ninguno de los Reyes que jugaron el lance representó papel brillante, pues deslucía el del francés la poca fe con que correspondió á sus alianzas; el español, la debilidad de desaprobar lo ejecutado por un Gobernador de orden suya, y el del británico la artimaña de satisfacerse con una ficción universalmente conocida; y más recibiendo en aquella sazón la llave de gentilhombre de Cámara el general D. Francisco Buccarelli como galardón de sus servicios.»

Por su especial comportamiento en todo el problema de las Malvinas el Rey le ascendió al nuevo grado de brigadier en el mismo año de su creación de 1773 y se le ordena regresar a la Península, donde se le nombra Intendente de Marina del Departamento de Cádiz. Todo porque el Rey se sentía mal por su comportamiento con él con su decisión de devolver el Puerto Egmont y precisamente por no existir ninguna lamentación por su parte, fue la causa de ser respetado por el mismo Monarca.

De hecho en la misma Real Orden de su ascenso a jefe de escuadra, que lo fue unos meses después de su llegada a la bahía de Cádiz, reza: «. .en atención a sus méritos y servicios y por la satisfacción que tenía S. M. de su capacidad y celo por el Real servicio acreditado en el desempeño de cuantas comisiones se le han confiado. .»

Poco pudo disfrutar de las gracias Reales, pues le sobrevino el óbito en la población de Chiclana, donde se había residenciado, en el año de 1779. Contaba con cincuenta y cinco años de edad, de ellos cuarenta y uno de servicios a su Rey y a España.

En la cartela del cuadro debajo de su escudo de armas dice: «Dn. Phelipe Ruiz Puente, Del Orden de Santiago Comendador de Portezuelo en la de Alcántara, Gefe de Esquª de la Real Armada, Intendente General del Departamento de Cádiz.»

Bibliografía:

Cantillo, Alejandro del.: Tratados, Convenios y Declaraciones de Paz y de Comercio desde el año de 1700 hasta el día. Imprenta Alegría y Chalain. Madrid, 1843.

Enciclopedia General del Mar. Garriga. 1957. sin iniciales de identificación del autor.

Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Est. Tipográfico «Sucesores de Rivadeneyra» 9 tomos. Madrid, 1895—1903.

Ferrer del Río, Antonio.: Historia del reinado de Carlos III en España. Impta. Sres. Matute y Compagni. Madrid, 1856. 4 Tomos.

González de Canales y López-Obrero, Fernando.: Catálogo de Pinturas del Museo Naval. Tomo III. Ministerio de Defensa. Madrid, 2000.

Válgoma, Dalmiro de la. y Finestrat, Barón de.: Real Compañía de Guardia Marinas y Colegio Naval. Catálogo de pruebas de Caballeros aspirantes. Instituto Histórico de Marina. Madrid, 1944 a 1956. 7 Tomos.

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